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domingo, 1 de julio de 2012

novela: regreso al paraiso capitulo 5



Peter.
Solo un beso —digo, y me acerco más—. Si ya no te gusto, entonces no será problema.
Ella alzó la barbilla. Ella no tiene idea de cómo mirar su acto de chica dura me hace quererla incluso más. No estoy seguro de mis motivos... no quiero pensar en eso demasiado fuerte por temor a que podría encontrar la respuesta verdadera.
—No beso a chicos solo para demostrar algo —declara con una actitud que solo he visto que ella ponga unas cuantas veces—. Y sobre todo no tengo nada que demostrarte a ti.
Ella no quiere admitir que todavía hay algo entre nosotros. Está ardiendo a fuego lento por debajo del odio y resentimiento, o cómo demonios quiera etiquetarlo. Por mucho que quiera mantener las distancias, al mismo tiempo quiero ver hasta qué punto puedo llegar. Probarla es una mala idea, lo sé. Es bueno si ya no siente nada por mí. Pero no puedo resistir tener que asegurarme. —¿De qué tienes miedo? Si realmente lo has hecho entonces nuestro beso no significará anda y podrás seguir adelante.
—He seguido adelante, Peter. Pero si realmente quieres que te lo pruebe, lo haré.
Una sonrisa maliciosa se pegó en mi rostro. —Demuéstralo.
La vieja Mariana se habría sonrojado y mirado fijamente al suelo en vez de enfrentarse a ser cuestionada. La vieja Mariana se habría dado la vuelta y hubiera corrido. Solía ser predecible. Ahora no, y eso me estaba confundiendo en mi propio juego.
La nueva Mariana, la Mariana que me pone en mi lugar y se mete bajo mi piel, extiende su mano y calmada pone su mano en mi pecho. Inclina su cabeza hacia
atrás y me mira, sus ojos camaleónicos brillando de un gris oscuro a la luz de la luna. —No deberías desafiarme —dice ella.
—Lo sé´—digo, manteniendo cuidadosamente mi voz plana y fría.
Tenerla así de cerca hace a mi cuerpo tan consiente y vivo que tengo que luchar por mantenerme en control. Mi corazón está corriendo desbocado y mis sentidos están tan aumentados que puedo oler su perfume floral desde la corta distancia entre nosotros. Espero y rezo que ella no se dé cuenta del poderoso efecto que todavía tiene sobre mí. No me he sentido así desde, bueno, desde esa noche en el mirador de la Sra. Reynolds cuando la quise a ella más que a ninguna otra chica. Terminó inocentemente, pero el hombre en mi quería llegar al siguiente nivel… o incluso más lejos.
Aunque estoy seguro que Mariana puede sentir mi corazón latiendo acelerado y rápido contra su palma ahora mismo, trato de olvidarlo cuando ella alza su mano y la entrelaza en mi cabello.
—¿Estás lista? —pregunto en voz grave.
—Seguro —dice ella tentativamente mientras inclino mi cabeza. Quiero poner mi mano sobre su mejilla y sentir su suave piel bajo mis dedos, o acariciar el pelo suelto que cae sobre sus ojos. Pero no lo hago. Sería demasiado íntimo y rompería el poco control que tengo. Mis labios sobre los suyos, provocando. Quiero que ella quiera esto tanto como yo lo hago.
—No se lo digas a nadie, ¿de acuerdo? —advierte ella, retrocediendo mínimamente. Esas palabras desinflan mi libido tan rápido como se había encendido.
¿No le digas a nadie? Está bien, para ser honestos no estoy sorprendido que no quiera contarle a nadie sobre nuestro pequeño momento privado de verdad o desafío. Pero al mismo tiempo sus palabras hieren. ¿No quiere que nadie lo sepa porque le gusta otro chico? ¿O porque de repente se siente avergonzada de ser asociada con un ex-convicto? Mierda, tal vez ella realmente me superó. La realidad, se arrastra como un maremoto sobre mí.
¿Qué demonios estoy haciendo? No puedo hacerlo. Cuando nos encontramos juntos en Paradise, nada fue calculado. Sólo pasó. Pero ahora, esta escena completa es un desafío, una total trampa. Estar emocionalmente involucrado con cualquier chica, especialmente Mariana, es lo último que necesito. Y ahí es adónde esto me está llevando.
Tal vez solo necesito echarme un polvo. Tal vez solo necesito sexo ocasional con alguna atolondrada como Trish en un intento por borrar a Mariana de mis pensamientos. Sexo ocasional ahora mismo probablemente restauraría mi cordura.
Alejo mis manos de Mariana y retrocedo. Me encojo de hombros y le doy una mirada arrogante. —Tienes razón —digo—. Esto es estúpido. No tienes que probarme nada.
No puedo decir si ella está aliviada o decepcionada. No importa, realmente. No quiero esperar mientras ella analiza si lo que acaba de suceder, pasó o no. Yo tampoco quiero analizarlo.
La dejo sola ahí parada y camino hacia el fogón. La oigo llamarme pero sigo, preocupado por si pierdo mi determinación, retomo mis palabras, y la beso como ningún otro chico lo haría. Apurándome por el camino iluminado por la luna y rodeado de árboles para incrementar la distancia entre nosotros, finalmente llego al claro. El fuego casi está apagado, a excepción de unas cuantas brasas obstinadas.
Me siento en uno de los bancos, que en realidad es un tronco de madera tirado en el suelo. Hace menos de una hora, en este lugar exacto, Mariana compartió nuestra historia. Ella todavía no tiene idea de lo que en realidad pasó la noche del accidente. La historia que cuenta es verdadera para ella, pero una completa invención con la que he vivido desde hace mucho tiempo.
Me siento junto al fuego hasta que la última brasa luchadora muere. Cuando finalmente vuelvo a la cabina, todas las luces están apagadas excepto por unas pocas que conducen a los baños. Dentro de la cabina, todos parecen estar durmiendo o, en el caso de Trish, roncando como la sinfonía de un corral. Incluso Mariana está dormida, aunque su espalda da para mi lado y no puedo ver su rostro. La sábana que la cubre se mueve hacia arriba y hacia abajo, lenta y rítmicamente, con cada espiración.
Rebusco en mi mochila. Por un breve momento, me pregunto dónde está Damon, entonces recuerdo que él cayó rendido en la cabina de consejeros con aire acondicionado y camas reales, mientras nosotros estábamos pasando apuros “a lo máximo”, como había señalado Matt más temprano.
Después de lavarme, salto en mi litera de arriba, cuidadosamente para no despertar a Matt a pesar de que la litera de metal y los muelles crujen ruidosamente mientras me siento en el colchón. Cuando escucho a Matt agitarse, murmuro: —Lo siento, amigo.
—No hay problema —susurra—. No estaba realmente dormido de todos…modos.
—¿Quién puede dormir con la maldita pesada de Trish aquí con nosotros? —gritó Lenny, entonces gruñe en frustración.
Como a propósito, los ronquidos de Trish aumentaron en tono y volumen. No es uno de esos trabajos de respiración dificultosa, tampoco. Primero, ella empieza a gorgorear como si estuviera almacenando flema en la parte posterior de su
garganta. Entonces, lanza una sinfonía de ronquidos y gorgoreos nasales que nunca en mi vida había escuchado antes, incluso de un chico.
Lenny, que duerme arriba de Trish, se asoma hacia abajo para mirarla. —¡Trish, cállate maldición! —grita prácticamente.
Trish no se mueve. Deja de roncar por medio segundo, pero luego comienza nuevamente, incluso más alto que antes.
—Puedo sofocarla con mi almohada —ofrece Lenny como opción.
Matt se sienta. —Escuché que si pones la mano de alguien en agua caliente mientras está durmiendo, deja de roncar.
—Eso es para hacer que alguien se orine en la cama —le digo.
—¿Funciona en serio? —pregunta Lenny, obviamente emocionado—. Deberíamos tratarlo. ¿Quién va por un balde?
—Estás bromeando, ¿verdad? —suena Mariana desde abajo en un susurro suave—. No puedes hacer eso.
Un gran resoplido sale de la boca abierta de Trish. Lenny se sienta, agarra ambos lados de la litera superior y empieza a mecer la cama de lado a lado.
—¡No hagas eso! —grita Mariana.
Escuchar a Mariana gritar me hace saltar de la cama en el momento justo para ver la litera de Lenny y Trish empezar a volcarse. Cuando el metal está cerca de estrellarse con el metal, alcanzo y agarro el marco de la cama antes de que choque con la litera de Mariana y con Mariana. Su pierna está lo bastante dañada. Mi pierna detiene a Trish, pero es muy tarde para Lenny, que cae con porrazo.
Trish de desliza lentamente por mi pierna y aterriza sobre su trasero en un charco de sábanas enredadas sobre el piso. Alza la vista, sorprendida y asustada. Para una chica que supongo se enorgullece de parecer muy fuerte, sorprendida y asustada no encaja.
—¿Qué pasó? —pregunta, sus ojos abiertos mientras se asegura que su cama está estable y en posición vertical nuevamente. Se para, y entonces frota su trasero unas cuantas veces, antes de recoger sus sábanas y almohada.
Es obvio, Lenny no va a explicarle, así que le ofrezco una respuesta rápida. —Tú cama se cayó. Vuelve a dormir.
—¿Cómo se cayó? —pregunta, arrojando su brazada de vuelta a la cama.
—¡Santa mierda, fue impresionante! —gritó Lenny desde el suelo. Está riendo, como si asustar a las chicas casi hasta la muerte fuera loco y divertido. Es un imbécil.
—Amigo, cálmate —le dije.
Trish miró a Lenny con los ojos entrecerrados. —¿Tiraste la litera a propósito?
—Estabas roncando como un jodido cerdo, Trish. Traté de despertarte, pero duermes como los muertos. Nos estaba haciendo un favor a todos.
Como un perro de ataque, Trish se abalanzó sobre Lenny. La atrapo a tiempo y la hago retroceder. —¡Eres un estúpido! —le grita a Lenny.
—Dime algo que no sepa —le responde Lenny, entonces resopla sonoramente como un cerdo cabreado. Si él no lo nota, la chica tiene unas malditas uñas de miedo. Son largas, son puntiagudas, se están clavando en mis brazos ahora mismo, y no tengo ninguna duda que Trish las usará como arma a la primera oportunidad que tenga. Lo último que haría es soltarla y dejar que esas garras salieran acuchillando.
—Trish, no dejes que te moleste —dice Mariana calmadamente mientras se mete entre Trish y Lenny. Mariana está usando una camiseta rosada de tirantes y un pantalón pijama a juego que cubre casi todo. Soy demasiado consciente de que si Trish se lanza nuevamente, Mariana podría caer fácilmente y lastimarse su pierna—. Peter, déjala ir.
Libero a Trish lentamente, listo para sujetarla de nuevo si siento que va a abalanzarse. Mariana sigue entre ella y Lenny, quien finalmente para de reír.
Todo el mundo está despierto ahora, todos mirando a Lenny.
—Perdedores ustedes no tienen sentido del humor —se queja Lenny. Nos balancea su trasero desnudo antes de salir pisando fuerte de la cabina.
Erin grita, entonces empuja la sábana por encima de su cabeza.
—No voy a dormir debajo de ese imbécil —declara Trish.
—Yo dormiré debajo de él —ofrezco—. Toma mi cama —Trish parece demasiado cansada y enfadada para ser agradecida cuando sube hasta mi colchón.
Me siento en la pila de ropa de cama arrugada de Trish y me doy cuenta que estaré durmiendo junto a Mariana. La miro.
No lo había notado antes, pero ahora está claro que Mariana no está usando sostén. Mientras estoy sentado en la litera y ella está parada a mi lado, sus pechos se encuentran al nivel de mi vista. La escucho aspirar una bocanada de aire.
Apunta a mi mano y susurra: —Estás sangrando.
Bajó mi mirada. Efectivamente, la sangre está goteando de la parte trasera de mi mano. Supongo que cuando metí mi mano entre las literas de metal me corté. Limpié la sangre en mis pantalones cortos. —No es para tanto.
Mariana frunce el ceño mientras saca una toalla de su mochila y me la tiende. —Toma.
—No voy a estropear tu toalla con mi sangre —le digo, lanzándosela de vuelta.
Ella la atrapa con una mano, y luego pone los ojos en blanco y suspira. —Puedes dejar de jugar al héroe en cualquier momento, sabes.
—¿Piensas que soy un héroe?
—Sin comentarios —dice mientras agarra mi muñeca y empuja mi mano hacia ella para poder examinar el corte. Su rostro está tenso y severo cuando frota su toalla en mi mano. Alcanzando su mochila, saca una botella de agua. Vierte agua sobre la toalla, luego continúa limpiando el corte. Duele, pero no hago sonido alguno. No puedo siquiera recordar la última vez que alguien realmente se preocupó por mí, y se siente raro. Me desplazo sobre la cama, sintiéndome incómodo. Estoy acostumbrado a estar sólo y cuidar de mi mismo. Nunca jugué al chico necesitado antes, y no estoy a punto ahora de hacerlo ahora. Especialmente en frente de Mariana.
Saqué mi mano. —Estoy bien.
Mariana se levanta y se inclina por lo que estamos cara a cara. Su mirada encuentra la mía. —No, no lo estás.
Necesito dar vuelta a la situación o voy a perder cualquier control que tenga cuando se trata de Mariana y yo. Mi resolución de apartarla es débil. Mejor si doy un paso al frente y soy el chico que piensa que me he convertido.
—¿Te estás agachando así a propósito? —le pregunto mientras hago un gesto a su pecho—. Porque tengo una buena vista de tus tetas ahora mismo.

QUE LO DISFRUTEN!!! chicas si pueden recomienden la nove asi somos mas GRACIAS!

5 comentarios:

  1. Que linda la forma de Peter para apartar a lali! quiero ver la reacción de lali despues de eso!

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  2. Mas novee me gustaaaa

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  3. pupyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy no mi alma no me lo podes dejar asi dioooooooooooooooooooooooos

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  4. masas sube masas me encanta

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  5. Peter no pierde ocasión d protegerla ,pero además la provoca con sus comentarios.

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