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miércoles, 11 de abril de 2012

novela un amor inolvidable capitulo 1 segunda parte


Irían a un elegante restaurante, que estaría lleno de neoyor­quinos importantes y Mariana se deprimió cuando entró en el taxi. ¡Natalie muerta! Incluso ahora no podía comprenderlo. ¿Qué ha­bía sucedido? Deseó haber continuado leyendo la carta, pero se había sorprendido demasiado. Supuso que era normal que sus abogados le escribieran, ya que era su único pariente, además de su hija. Sabía que Nat tenía una hija por su tía, que anhelaba conocer a su única nieta; aunque Nat nunca se lo permitió.
Si no hubiera sido por Lucas Martinez, ella habría tenido que permanecer en Little Martin, soportando ver a Natalie casada con Peter. Tenía mucho que agradecerle a Lucas. A Peter nunca le cayó bien; solía llamarlo «listo», y, en parte, tenía razón. Lucas había ganado mucho dinero promoviendo estrellas pop. En aquella época Lucas tenía treinta y un años y acababa de llegar de Londres. Mariana lo apreciaba, aunque no aceptó el trabajo que le ofreció para el nue­vo club que iba a abrir en Londres. Sólo hacía unos meses que lo había conocido, pero fue a él a quien recurrió cuando descu­brió a Natalie en los brazos de Peter. Él la ayudó, igual que lo hizo cuando Natalie anunció que esperaba un hijo. Fue Lucas quien le dijo que debía ser modelo y fue él quien la presentó a la directora de la escuela para modeles de Londres, en donde se formó. «Un poco mayor para ser principiante», así la describió madame, pero había compensado con exceso la fe que Lucas tenía en ella. Duran­te un tiempo, él intentó enamorarla, pero sabía que era demasia­do pronto para ocupar el lugar de Peter. Mariana y Lucas continua­ban siendo amigos. Ahora Lucas estaba casado y vivía en California. Mariana apreciaba a su esposa y tenían un niño adorable de dos años.
La noche le parecía interminable. Era consciente de las mira­das agudas, casi de desaprobación, que le dirigía Benjamin e hizo
un esfuerzo por integrarse en la conversación. Era obvio que aque­llos hombres y sus esposas, estaban impresionados con Benjamin y con el restaurante. Mariana se preguntó qué trato esperaba hacer Benjamin con esos norteamericanos y sus esposas. Benjamin era un buen negociante.
Mariana sabía que todavía estaba enfadado con ella, cuando la llevó a casa. Él quiso entrar en la casa, pero, con firmeza, ella se negó. Mariana comprendió que su breve amor obsesivo hacia ella estaba a punto de terminar; pero, ¿qué otra cosa podía esperar ella? No era culpa de Benjamin que ella no fuera como su imagen. Estaba acostumbrada a ver su fotografía en los periódicos, con el comentario de una cita casual, a la que se referían como su «última conquista». ¿Qué dirían esos editores si supieran que aún era virgen? Ese pensamiento la sobresaltó. Era virgen porque Natalie había interrumpido su relación amorosa con Peter.
Mariana recordó el día en que su prima los encontró abrazados y cómo se había enfurecido Peter.
Hacía tiempo que Mariana y Peter se conocían, porque su pa­dre era amigo de su tío. Pero dejaron de verse cuando Peter se fue a la universidad, luego se fue a Australia y allí estuvo dos años, preparándose para hacerse cargo de la fábrica agrícola de su padre. Volvió a Inglaterra al morir su padre de un ataque al corazón. Bronceado, con cabello oscuro y el cuerpo endurecido por el trabajo físico, Mariana de inmediato se sintió atraída por él.
Entonces tenía diecinueve años y enamorarse dé él fue la cosa más emocionante que jamás había experimentado. Mariana le cre­yó cuando le dijo que la quería, incluso cuando habló del futuro que compartirían juntos, pero al final, todo era mentira.
Debió de haberlo adivinado el día que Natalie los sorpren­dió, pero entonces creyó que era otra muestra de los celos que su prima sentía hacia ella.
Aquel día no había ido a trabajar. Peter la llamó y le propu­so comer juntos, pero cuando fue a buscarla, le dijo que ella era lo único que deseaba. Aún ahora podía recordar su propia excitación. Fueron a la casa que Peter había heredado de su padre. Era una casa georgiana, no muy grande, con una atmósfera ti­bia y hogareña que Mariana adoró. Entonces no pensó en lo rico que era Peter; sólo era una joven enamorada, por primera vez en su vida. Si Peter la hubiera llevado a una casa humilde y pe­queña, ella habría sentido lo mismo.
Con dolor, recordó que ni siquiera fueron a algún dormito­rio. Peter abrió la puerta del salón y ella se encontró en sus bra­zos antes de que se cerrara otra vez, respondiendo con ansiedad a sus besos y temblando por el deseo que recorría su cuerpo.
Se habían besado con anterioridad y él la había acariciado, pero nunca habían hecho el amor. Peter sabía que era virgen por­que se lo había preguntado. Entonces le pareció ver en sus ojos una gran ternura, pero, por supuesto, sólo había sido su imagi­nación. Estaban sobre el sofá cuando fueron interrumpidos por Natalie. La blusa de Mariana estaba desabrochada y sus senos esta­ban descubiertos y muy excitados por los besos de Peter. Natalie entró sin ser esperada y, medio histérica, acusó a Mariana de ha­berla engañado. La única manera en que Mariana pudo calmaría fue yéndose a casa con ella. Recordaba que Peter estaba muy enfadado y entonces creyó que era porque le molestaba su preo­cupación por Natalie. ¿Había hecho también el amor con su pri­ma? ¿Qué habría hecho Peter si hubiera dejado embarazadas a las dos? Sintió una tensión histérica en la garganta.
Mariana intentó controlar su dolor. ¡Dios mío, aún ahora, des­pués de siete años, acordarse de él le producía un dolor físico y emocional! Nunca se pudo recobrar del profundo dolor que sintió al descubrir quién era Peter de verdad. No sólo había su­frido la sensación de rechazo, sino que tuvo que soportar saber que le había mentido.
Nunca olvidaría el día en que Natalie le dijo la verdad. Fue una semana después de que vio a su prima en brazos de Peter.
Había trabajado todo el día y, por lo general, Peter la reco­gía después del trabajo. En esa ocasión, la chica que trabajaba con ella le dijo que la secretaria de Peter había llamado y deja­do el mensaje de que al salir, fuera a su casa.
No tenía coche propio y era una caminata de tres kilómetros, ero Mariana estaba demasiado enamorada para considerar que eso era un obstáculo. Estarían solos en casa de Peter, algo que él empezó a evitar desde que Natalie los interrumpió. Sabía que te­nía problemas con la compañía. Debía asegurar un pedido muy importante, que era vital para que la empresa siguiera existiendo.
Cuando llegó a la casa, el coche de Peter estaba aparcado enfrente y, por alguna razón que todavía no había llegado a com­prender, en vez de entrar por la puerta principal, decidió sorpren­derlo entrando por el salón. El cuerpo se le heló cuando recono­ció la cabeza de su prima apoyada sobre el hombro de Peter; tenía los brazos alrededor del cuello de él y la cabeza inclinada sobre la de ella. Mariana no esperó para ver más. Con piernas tem­blorosas se alejó, mareada por la pena y el dolor, sin poder dar crédito a lo que acababa de ver.
Se dirigió a casa y desde allí llamó a Peter para decirle que no se sentía bien, con la esperanza de que él mencionara la pre­sencia de Natalie, si es que podía haber alguna explicación para lo que acababa de presenciar, pero no fue así.
Natalie volvió muchas horas después, con la cara pálida y los ojos manchados, pero en la expresión de su rostro podía leerse el triunfo, y Mariana supo que, de alguna manera, Natalie sabía lo que ella había visto. Ninguna de las dos mencionó nada. Mariana, con determinación, no aceptó ninguna de las llamadas de Peter durante la siguiente semana. Se sentía demasiado dolida y no fue capaz de confiar en nadie, ni siquiera en su tía. Después, agrade­ció no haberlo hecho.
Ni en mil años olvidaría la impresión y el dolor que sintió el día que Natalie llegó a casa y anunció que esperaba un hijo de Peter. Sólo se lo dijo a Mariana, casi histérica por el placer. Mariana recordó que su prima siempre había sido veleidosa, siempre es­tuvo sujeta a altas y bajas emocionales.
Mariana no se puso en contacto con Peter. Lo único que le que­daba era su orgullo y su agradecimiento por no tener que com­partir el destino de Natalie. Todavía ahora, se entristecía cuan­do pensaba en la hija de Peter, pero la apartó de su mente, obligándose a recordar los sucesos de aquel traumático día.
En cuanto pudo escapar de Natalie, Mariana se fue de la casa y empezó a caminar sin rumbo, hasta que Lucas la encontró por la noche. El la llevó a casa y aunque le hizo muchas preguntas, lo único que le dijo fue que quería alejarse de Little Martin. Hasta ese momento, Mariana había mantenido una relación meramente casual con Lucas; pero en ese momento la ayudó como un verda­dero amigo: le sugirió que se fuera de Little Martin, y se hiciera modelo. A pesar de que Mariana no quería decirle la verdad, no pudo evitar mencionar a Natalie. Y tuvo la sensación de que a Lucas no le agradaba su prima. Eso fue suficiente para que su confianza en él aumentara. Y Lucas, al contrario que Peter, nunca la de­fraudó.
Esa misma noche se fue a Londres con Lucas. Al día siguiente, escribió a su tía, explicándole que se había ido para prepararse y ser modelo. Le pedía perdón por no haberla avisado, pero con ello había querido evitar que intentara disuadirla.
Un mes después, Natalie y Peter se casaron. Su tía estaba sor­prendida y muy preocupada.
—Es tan joven, Mariana, demasiado joven para casarse, pero quizá Peter... ¡Dios mío, sé que tú y Peter...!
—Éramos amigos, nada más —le aseguró Mariana y cambió de tema, hablándole a su tía acerca de su nueva vida y haciendo que pareciera más emocionante de lo que en realidad era.
Antes de que las firmas de moda se fijaran en ella, Mariana pasó dos años difíciles. Conseguía muy pocos trabajos, que siempre eran duros y mal pagados. Sin embargo, ahora se alegraba de no haber aceptado los trabajos dudosos que le ofrecieron. Nin­guna revista podría reproducir fotografías frívolas de desnudos suyos, porque nunca se las hicieron.


capi bastante largo recompenza por no haber podido subir ayer lo sientooo pero el colegio me esta matando un beso nos leeremos prontito @pupy_angelita

lunes, 9 de abril de 2012

novela:un amor inolvidable capitulo 1 primera parte


MARIANA recibió la carta en Nueva York, donde trabajaba desde hacía seis meses, diseñando ropa para uno dé los modistos más importantes de la ciudad.
Mientras entraba en el apartamento que le había dejado una compañera norteamericana, Mariana pensó, con ironía, que su fal­ta de tiempo era una consecuencia de haber llegado a la cima de su carrera. Tenía veinte años cuando empezó a trabajar como modelo y, entonces, se prometió que sólo estaría en esa profe­sión cuatro años. Ahora había cumplido veintisiete años y esta­ba considerada como una de las mejores modelos del mundo.
La modelo se inclinó para recoger la correspondencia que se le había caído al suelo. Sus necesidades no eran demasiado ca­ras, pero la larga enfermedad de su tía había resultado sumamente costosa. Habían transcurrido dos meses desde su muerte y aun­que ahora no le era necesario ganar grandes sumas de dinero para pagar el hospital, necesitaba ahorrar, pues sabía que, como mu­cho, podría trabajar dos o tres años más como modelo. Pero, ¿qué iba a hacer el resto de su vida? Siete años antes, creía cono­cer su futuro. Se casaría con Peter, tendría hijos... Pero la reali­dad era muy diferente a sus ilusiones de adolescente.
Nueva York era demasiado caluroso en verano, pensó Mariana mientras se dirigía al cuarto de baño para tomar una ducha. Po­der vivir en el apartamento de Kelly Reading, había sido una suer­te, ya que estaba cansada de ir de hotel en hotel. Era absurdo
que ella, que siempre había amado la vida hogareña, viviera sola y tuviera un trabajo que la obligaba a estar siempre viajando. Mientras que su prima Natalie, que siempre había deseado via­jar sin ataduras por todo el mundo, era la que se había casado y la que tenía una familia.
Frunció el ceño y se quitó el vestido de seda, sin prestar aten­ción a las familiares curvas de su cuerpo. Durante los años que llevaba trabajando como modelo, siempre había rechazado po­sar desnuda, lo que provocó el enfado de su primer agente. Ahora las cosas eran diferentes, ya que era una de las mejores mode­los del mundo y podía escoger su trabajo. Además, Hedi, su agente, tenía instrucciones precisas de lo que ella aceptaría o no.
Antes de entrar en la ducha se recogió el cabello. Lo tenía largo y su color rubio recordaba a la miel. Se duchó con rapidez. Después, envuelta en una toalla comenzó a quitarse el maquilla­je. Cuando lo había usado durante varias horas, ansiaba quitár­selo. ¡Una modelo que odia el maquillaje! Se rió y comenzó a quitarse la pintura de los párpados. Sus ojos eran color verde mar. Mariana era bella sobre todo por la estructura de su cuerpo y por sus ojos.
Su apariencia siempre fue motivo de disputa entre ella y Na­talie, cuando eran pequeñas.
Mariana se quedó huérfana a los cinco años y fue educada por sus tíos, junto a su única hija, Natalie, que era dos años menor que ella. Natalie era diminuta y delicada, y no aceptó tener que compartir con su prima el cariño de sus padres y amigos. Por eso siempre la trató con crueldad. Mariana sufrió mucho durante aquellos años. Solía encerrarse en su habitación para llorar en silencio. Natalie solía repetirle: «Si no hubieras venido aquí, ha­brías tenido que ir a un orfelinato». Esta era una de las frases favoritas de su prima, y a menudo añadía: «... y si no me agra­das, mis padres te meterán en uno».
Aquella amenaza hizo que Mariana cediera muchas veces a su chantaje con el que la obligaba a permanecer siempre en silencio y a darle todo su dinero.
Mariana suspiró. Ahora comprendía que Nat sólo se había sen­tido insegura. Desde el principio hubo una unión entre tía y so­brina, que jamás existió entre madre e hija. Natalie, con la per­cepción que poseen la mayoría de los niños, notó la inclinación de su madre hacia Mariana, y siempre culpó a su prima de esto.
Por otra parte, Nat siempre fue la favorita de su padre. El tío Robert adoraba a su pequeña hija de cabello oscuro, «mi pe­queña hada traviesa», solía llamarla. Su muerte en un accidente de coche, cuando Nat tenía catorce años, la afectó muchísimo. Mariana nunca compartió el profundo sentimiento de Nat hacia ella y, cuando creció, adoptó una actitud protectora hacia su prima. Sabía que necesitaba aumentar su seguridad en sí misma.
Desde muy pequeña, Nat había oído decir a su padre que ella era la más bonita de las dos, que sus rizos oscuros y su cuerpo, poseían una delicadeza que Mariana no tenía. Pero cuando llega­ron a la adolescencia y Mariana comenzó a convertirse en una her­mosa mujer, Nat se resintió con amargura.
—Los chicos odian a las muchachas altas —le decía Nat mu­chas veces.
De pronto, Mariana recordó su época de estudiante y el día que estuvo en el despacho de la directora del colegio, porque Nat ha­bía dicho que ella se teñía el pelo, lo cual estaba castigado. Era tan evidente que su prima había mentido que la presionaron para que explicara la razón por la que Nat intentaba ocasionarle pro­blemas. De inmediato Mariana salió en defensa de Nat. Aún podía recordar las palabras de la directora:
—Mariana, querida —le dijo con firmeza—, tu deseo de prote­ger a Natalie es muy natural. Pero la ayudarás más si dejas que ella se responsabilice de sus acciones. Esa es la única manera de aprender a no cometer las equivocaciones.
¿Habría sido diferente su vida de haber seguido ese consejo? Sonrió y sacó ropa interior de un cajón. No podía culpar sólo
a Natalie por la destrucción de sus brillantes... y tontos sueños.
Media hora después, Mariana se preparó un zumo y se sentó a leer la correspondencia. En seguida vio el nombre de los aboga­dos que se habían encargado del testamento de su tía.
Se había habituado a recibir correspondencia de Messrs Smith & Turner, durante las semanas que siguieron a la muerte de su tía.
Después de casarse y sin ningún remordimiento, según Mariana, Nat no quiso volver a ver a su madre.
—Siempre te quiso más —le dijo a Mariana—. No quiero vol­ver a verla.
Dos años después, su tía se puso muy enferma. Los médicos sugirieron a Mariana que internara a su tía en un hospital privado donde recibiría los cuidados necesarios.
Mariana escribió a Natalie, creyendo que querría hacer las paces con su madre en vista de su precaria salud, pero Natalie ni siquiera contestó a su carta. Para cubrir los gastos del hospital, aceptó todos los trabajos que le ofrecieron. Por eso, durante los últimos cuatro años, no había tenido tiempo de descansar.
Ahora todo había terminado y Mariana supuso que la carta de Smith & Turner le informaría de los últimos detalles del testamento de su tía.
No le sorprendió a Mariana enterarse de que su tía le había dejado la casa. La compró después de la muerte del tío Robert, con el dinero que consiguió al vender la antigua casa, que era grande y lujosa. Mariana siempre adoró la nueva casa, pero Nat la odiaba. Nunca perdonó a su madre que hubiera vendido la antigua casa y siempre se quejaba de que su nivel de vida había bajado. Mariana siempre encontraba disculpas para justificar el comportamiento egoísta de su prima. Aunque había un pecado que nunca podría perdonarle...
Abrió el sobre y sacó las hojas de papel.
Su corazón dio un vuelco al leer el primer renglón. Creyó ha­berse equivocado y volvió a leer: «... siento informarle de la muer­te de su prima, Natalie James nacida en Bolton y de que...»

Sin leer nada más, Mariana levantó los ojos del papel. ¡Natalie muerta! No podía creerlo.
Sólo tenía veinticuatro años. ¿Qué había sucedido?
Miró la fecha de la carta y sintió un dolor en el corazón. ¡Na­talie estaba muerta desde hacía un mes y medio! Un mes y me­dio durante el cual ella había viajado de Nassau a Río, después a Cannes y, por último, a Nueva York.
Mariana dejó caer la carta en el suelo. Sentía náuseas y una ho­rrible culpa. ¿Cuántas veces, durante los últimos seis años, ha­bía deseado que Natalie no existiera? ¿Cuántas veces había reza­do pidiendo, que, al despertar, descubriera que todo había sido una pesadilla? Sólo ahora podía admitir la frecuencia de tales pensamientos, que solían aparecer cada vez que tenía que decirle a un hombre que ser modelo no significaba estar dispuesta a acos­tarse con cualquiera. Mariana nunca deseó su vida actual. Ser mo­delo fue algo que tuvo que imponerse, un medio de salvar su or­gullo y su dignidad. Y también un medio de... ¿de qué? ¿De escapar de su tristeza?
No, no por completo. En el fondo, Mariana creía que, al irse, de alguna manera le estaba dando algo al niño de Natalie que aún no había nacido... al hijo de Peter. Aquel niño que debió haber sido suyo.
Poco después sonó el teléfono. Y al oír el acento neoyorqui­no de Benjamin, Mariana alejó de su mente los recuerdos.
—Benjamin, todavía no estoy lista —se disculpó. Había perdi­do el poco interés que tenía de salir con el impetuoso neoyorqui­no, que había conocido hacía tres semanas. Alto, rubio, bien pa­recido, conocedor de su atractivo,  Benjamin  la había buscado desde el día en que llegó a Nueva York. Mariana tenía la certeza de que él estaba convencido de que al final lograría atraparla. Sin em­bargo, ella tenía otras ideas. A pesar de que  Benjamin  era encanta­dor, no podía llegar a su alma. Ningún hombre la había tocado, desde Peter.
Diez minutos después, estaba en el vestíbulo con  Benjamin . La imagen serena que había adquirido con el paso de los años, ocultaba su angustia interior.
Iban a cenar con un socio de los negocios de  Benjamin , quien quería exhibirla, como un niño lo haría con un juguete nuevo. Era la actitud a la que ella ya se había acostumbrado.



espero que les guste nos leeremos mañana @pupy_angelita

NUEVA NOVELA

la votacion ya esta cerrada la ganadora es un amor inolvidable!


Natalie siempre supo lo mucho que Mariana amaba a Peter y arregló las cosas de manera que su prima tuviera que regresar a Inglaterra y enfrentarse con el hombre que la había rechazado. Como un acto final de maldad, dejó a su hija al cuidado de Mariana.
Sería difícil enfrentarse con Peter otra vez, sabiendo que compartió el lecho de Natalie, que le dio todo lo que Mariana soñó compartir con él: matrimonio e hija.
Mariana se encontraba atrapada entre su compasión hacia el sufrimiento de la pequeña y el temor a que sus antiguos y locos sueños renacieran.

tratare de subirles hoy el primer cap pero lo veo bastante complicado tengo muchas actividades y el colegio me esta matando lo mas seguro es que suba mañana un beso enorme gracias por las firmas las quiero @pupy_angelita.

domingo, 8 de abril de 2012

novela votacion

chaicas hay un empate con no me olvides y un amor inolvidable por lo tanto voy a dejar la votacion abierta hasta mañana MAÑANA SE DECIDE TODO RECUERDEN VOTAR ACA

jueves, 5 de abril de 2012

novelas

NO ME OLVIDES:
Una noche de verano, mariana esposito fue secuestrada. Tres meses más tarde, una familia la encontró inconsciente en un bosque que rodeaba al lago Big Bear, en California. Después de ser llevada de urgencia al hospital, mariana recupera el conocimiento, pero no la memoria; no recuerda nada de sus meses en cautiverio ni de su captor.
Cuatro años más tarde, una serie de asesinatos se suceden en la tranquila ciudad de Fresno. mariana ha cambiado de domicilio y de nombre y sigue sin recordar. Sin embargo, el asesino parece dispuesto a que ella no lo olvide: las víctimas se le parecen sorprendentemente y se empeña en imitar la escena de su secuestro.
Peter lanzani está a cargo del caso y es quien relaciona los asesinatos y el secuestro de mariana. Entonces, decide buscarla y convencerla de que debe ayudarle con la investigación. A pesar de que el primer contacto entre ambos —un simple apretón de manos— es tan intenso como un rayo, Mariana se niega de plano a colaborar. Pero cuando el criminal logra entrar a su casa para dejarle un mensaje Mariana correrá a los brazos del detective Lanzani para pedir ayuda. Peter, que sabe que no es conveniente involucrarse sentimentalmente con Mariana, no ve otro camino que llevarla a vivir con él para protegerla. Allí, el deseo luchará con el deber y terminará por imponerse.
El asesino, por su parte, va cerrando el círculo sobre ella: le deja mensajes a través de sus víctimas y ataca a sus amigas. Su furia se desatará, sin embargo, cuando compruebe lo que sucede entre Mariana y Peter. Y será el detective el que se dará cuenta de que no está involucrado en un caso común, sino que debe salvar a la mujer que ama.


UN AMOR INOLVIDABLE
Natalie siempre supo lo mucho que Mariana amaba a Peter y arregló las cosas de manera que su prima tuviera que regresar a Inglaterra y enfrentarse con el hombre que la había rechazado. Como un acto final de maldad, dejó a su hija al cuidado de Mariana.
Sería difícil enfrentarse con Peter otra vez, sabiendo que compartió el lecho de Natalie, que le dio todo lo que Mariana soñó compartir con él: matrimonio e hija.
Mariana se encontraba atrapada entre su compasión hacia el sufrimiento de la pequeña y el temor a que sus antiguos y locos sueños renacieran.

MARIANA
Mariana era una joven atractiva, alegre y despreocupada, hasta que un accidente cambió su vida por completo. Los médicos le dijeron que era muy difícil que recuperase el movimiento de la pierna; pero su prometido le causó un dolor aún más profundo al abandonarla. El tiempo no había podido cicatrizar su destrozado corazón, cuando conoció a un hombre que le ofreció empleo, techo y el dinero necesario para la operación que le devolvería la salud, ¡y lo único que tenía que hacer era convertirse en su esposa!
                                                                                                                 
AMANTE DE SU MARIDO
Era su nuevo jefe... pero también su ex marido. Mariana llegó a la oficina como cualquier otro día... pero se encontró con una increíble sorpresa. El nuevo director ejecutivo no era otro que su ex marido.
El millonario Perter Lanzani se había quedado destrozado después de su separación de Mariana. Al verla de nuevo se dio cuenta de que la atracción seguía existiendo... y la pasión podía volver a volver a encenderse con sólo un beso...
Poco después, Mariana no sólo se estaba acostando con el jefe... también se había convertido en la amante de su marido.

SIENTE AÑOS DESPUES/MATRIMONIO FANSTASMA
Mariana tenía sólo diecisiete años cuando se entregó a Peter; dio a luz unos gemelos sin que Peter lo supiera y se inventó un matrimonio para proteger a los niños. Cuando lo vio siete años después, decidió no hacerle ver el precio que había pagado.

RENACER DEL DESEO
Mariana se lamentaba en secreto por haberlo abandonado, pero el silencio de aquellos cuatro años había confirmado que Peter no quería saber nada de ella ni de su hija. Cuando él apareció de nuevo, ella sospechó de sus motivos.

PASION OLVIDADA
Hacía cinco años que, estando en ruinas su recién iniciado matrimonio, Mariana esposito había huido de su hogar en la exótica isla de St. Martin. De regreso en Londres, se dedicó a la educación de su hijo Santino… ese niño que era lo único que le quedaba de aquella época tan amarga y hermosa.

Pero ahora Peter la había encontrado de nuevo e intentaba recuperarla… aunque no por amor ¡Aun no quería creer que Santino fuese suyo!

¿Cómo era posible que no recordara aquella noche de tormenta que pasaron perdidos en el mar?



MIEDO A AMAR
Fue una cuestión de mala suerte que el hombre al que Mariana había acusado de pervertido resultara ser su nuevo jefe, Peter Lanzani. Lo peor era que él pareció interesado en ella desde el primer momento, y no hacía nada por ocultar sus sentimientos. ¿Cómo podía desanimarlo? Mariana no estaba interesada en el amor, no deseaba una relación seria. Había visto en su propia familia cómo podía destruirse lo que la gente llamaba un matrimonio ideal. Eso no le sucedería a ella...


LECCION DE AMOR
Al parecer Peter Lanzani no tenía la menor idea de cómo convivir con su hijo de seis años, a quien apenas conocía. Mariana quiso ayudarlos, mas su buena voluntad sólo fue apreciada por el pequeño Santino, quien además declaró que quería tenerla siempre a su lado. Mariana estaba dispuesta a soportar muchas cosas por el bien del niño, pero ¿cómo podría lidiar con la creciente atracción que sentía por Peter, un hombre que no deseaba volver a enamorarse?

INTRIGA AMOROSA
Cuando Mariana tenía dieciséis años, y debido a un incidente desafortunado, Peter Lanzani se formó una mala opinión de ella. Seis años más tarde, la chantajeó para que se casara con él y así poder deshacerse de una vez por todas de Belen, su amante. Para consuelo de Mariana, el matrimonio no sería permanente... pero poco después tuvo que afrontar la realidad de que se había enamorado de Peter y de que, además, Belen no tenía intenciones de soltar su presa.

FUEGO CONTRA FUEGO
Mariana siempre había ayudado a su hermana menor a resolver sus problemas.  Por eso, cuando Eugenia robó el coche de Peter Lanzani, volvió a hacerlo.

Pero Peter tenía unas fotos que comprometían su reputación...


EL PELIGRO ACECHA
Mariana era una joven apasionada, demasiado enamorada para pensar en el futuro.
Pero el tiempo y las amargas experiencias de la vida la habían hecho cambiar y convertirse en una mujer muy diferente de la ingenua jovencita que se habla dejado engañar tan fácilmente... Sólo en un aspecto continuaba siendo la misma. Seguía amando apasionadamente a Peter Lanzani, el hombre que la había traicionado.
Por ello cuando al final se atrevió a regresar a su hogar en Yorkshire, descubrió que Peter ya vivía allí y que la odiaba mas, mucho mas, que ella a el…
¡Ella era la víctima! Por eso, cuando volvió a encontrarse con Peter no podía creer que él la odiara con todas sus fuerzas.


AMOR EN PUBLICO
Ella quería que el amor que él le demostraba en público no fuera fingido
El millonario Peter Lanzani necesitaba una esposa para poder conseguir la custodia de la pequeña Alegra... así que decidió proponerle un matrimonio de conveniencia a Mariana Walshingham, la niñera de su hija.
Mariana habría hecho cualquier cosa para proteger a Alegra, incluso casarse con Peter Lanzani. Lo que él no sabía era que Mariana estaba totalmente enamorada de Peter, y por eso aquel matrimonio era una verdadera tortura para ella. Todo el mundo esperaba que se comportaran como una pareja apasionada y parecía que Peter estaba dispuesto a cumplir con su papel en público, pero ¿qué pasaría cuando estuvieran en privado?



LA NOCHE MAS SILENCIOSA
Cuando Mariana Esposito decidió aceptar aquel trabajo en Roma y fijar su residencia allí, desde luego desconocía la identidad de su nuevo jefe... Ahora, estaba segura de que Peter Lanzani no la había contratado por su currículum; era bastante más probable que estuviera buscando venganza... Ocho años atrás, habían sido deliciosamente felices hasta el día en que Mariana se marchó. Desde entonces, ella había mantenido en secreto la razón de su abandono... De cualquier manera y fueran cuáles fueran las intenciones de Peter, la atracción que existía entre ellos seguía siendo tan intensa como siempre. Poco a poco, Mariana empezó a comprender que, bajo aquel despiadado Peter, seguía vivo el hombre de corazón más tierno que ella había conocido. ¿Sería el momento de contarle la verdad?.

DIEZ AÑOS DESPUES
Casados en todo... menos en lo más importante
Mariana tenía que tomar una difícil decisión, ya que el cirujano Peter Lanzani le había pedido que vivieran juntos... Sabía que sólo se trataba de un favor: era un padre soltero muy necesitado de ayuda. No era como si le hubiera pedido que se casara con él. El problema era que eso ya lo había hecho una vez y habían estado a punto de casarse...
¿Debería arriesgarse e irse a vivir con el hombre al que una vez tanto había amado, el hombre que le había salvado la vida a su hija? Por otra parte, vivir bajo el mismo techo como marido y mujer sería una tentación demasiado grande...

APRENDIENDO A AMAR
Años atrás, Mariana Esposito y Peter Lanzani habían vivido una intensa aventura. Posteriormente, el destino los separó cuando ella ya estaba embarazada, pero había llegado la hora de que Mariana se reencontrara con Peter. Por el bien de su hija, por supuesto...
A pesar del tiempo transcurrido, Peter nunca había sido capaz de olvidar a la mujer que tanto había significado para él. De repente, Mariana se presentó en su casa... acompañada de una pequeña: ¡su hija! Y de pronto, una vez más, todo lo que tanto había deseado se encontraba al alcance de su mano...




ya saben elijan tienen hasta el domingo un beso enorme las quiero @pupy_angelita

miércoles, 4 de abril de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 8 ultima parte

—No puedo, Peter —Lali luchó por no llorar—. Sí, te amo, pero...
—Y yo te amo —la cogió de un brazo—. Lali, querida, te debo tanto. No me dejes de nuevo. No otra vez. Te deseo... ¿no te das cuenta?
—Peter, no sigas. Tengo que irme...
Pero él la acercó con fuerza y la besó con pasión, tratando de doblegarla. Lali se rindió por unos momentos y pensó que sería muy fácil rendirse y para siempre, pero se apartó y le sujetó de los brazos.
—No, Peter. Sabes que no puedo quedarme. A menos que dejes de competir en las carreras.
—No, todavía no estoy listo... —pareció querer decir algo más pero solo negó con la cabeza—. Lo siento, tengo que competir de nuevo—habló con verdadera tristeza y Lali supo que él entendía.
—¿Lo ves? —tembló—. Nada ha cambiado. Así que debes de-jarme ir, Peter. Y no lo hagas más difícil. Si algo me debes, permite que me vaya.
Le miró por última vez, pálido y tenso, y luego Lali cogió sus maletas y fue con Agus y Claudia. Se despidió de ellos y de los perros, pero no miró hacia la ventana de Peter cuando se fue en la camioneta.
En Navidad, Lali recibió tarjetas de Claudia y de Peter; él sólo había firmado la suya, pero Claudia le escribió una carta diciéndole que su hijo ya se estaba recuperando y que, aunque usaba las muletas, ya vivía una vida casi normal.
Claudia le mandó otra carta dos meses después, a una casa en donde Lali atendía a otro paciente. Le decía que Peter ya sólo usaba un bastón y no siempre. Después, Lali se enteró por los periódicos de la recuperación maravillosa de Peter y de su regreso a las pistas. Parecía que Peter entrenaba a fondo para participar en la primera carrera de Fórmula Uno de la temporada.
Eso congeló el corazón de Lali. Empezó a deprimirse como después del divorcio y se pasaba las horas sola en su cuarto. Llegó la fecha de la competición de Peter y coincidió con la recuperación de su último paciente, así que Lali pudo ir a Londres a dejar de fingir. Pero el día de la carrera, no pudo quedarse en su apartamento, tenía que salir y andar por las calles.
A las cinco, oyó las campanadas de una iglesia y supo que la carrera habría terminado. Regresó y se dirigió hacia donde un hom-bre vendía periódicos. Había cola en el puesto y al llegar su turno se quedó petrificada ante el titular. «Lanzani gana la carrera de su regreso».
Se alejó y le agradeció a Dios que Peter estuviera sano, pero deseó que hubiese perdido para que no le gustaran más las carreras. Pero había ganado y Lali sabía que nada le detendría y que parti-ciparía en todas. Viajaría y viviría como a él le gustaba, arriesgándolo todo hasta que... Lali dejó de pensar en ello y subió a su aparta-mento. El teléfono sonaba pero dejó que siguiera haciéndolo y cuan-do colgaron, lo desconectó; no estaba de humor.
No encendió el televisor ni la radio ni comió nada; sólo puso un poco de música. Era una melodía, bastante triste, sobre un amor recuperado y perdido. La hizo llorar y sus lágrimas por último cesa-ron; Lali se quedó sentada allí, aunque la música había termi¬nado hacía rato.
El sonido del timbre la sacó del ensueño y la hizo saltar. Se sentó y miró el reloj. Eran casi las nueve. Pensó que quizá la vecina nece-sitaba algo.
—Hola, Lali —dijo Peter—. ¿Puedo entrar?
Ella le miró sorprendida, y él entró observando su tristeza y sus ojeras. Se dirigió hacia la sala.
—Así que aquí es donde vives —se volvió para mirarla—. Con frecuencia me preguntaba en dónde vivirías. Trataba de imaginarte aquí.
—¿Has venido por eso? —jadeó con voz atragantada—. ¿estás... de paso?
—No, claro que no —parecía divertido.
—Entonces, ¿por qué...? no entiendo por qué estás aquí.
—¿De verdad?
—No, yo... —se detuvo y se tensó—. Si has venido a agradecer¬me que te haya curado para que ganaras esa maldita carrera...
—Así que sabes que he ganado.
—Sí —Lali apretó los puños—. He visto la noticia en el pe¬riódico.
—¿Y eso es todo lo que has visto? ¿No has visto la televisión?
—No —frunció el ceño, intrigada—. ¿Por qué?
Pero Peter miró el reloj y dijo:
—Ya son casi las nueve, vamos a ver las noticias —y encendió el televisor.
—¿Qué es esto, Peter?
—Cállate y mira —ordenó él en un tono que ella conocía dema¬siado bien. En seguida Peter le sonrió y le acercó una silla—. Ven, será mejor que te sientes.
—Pero yo...
—Calla —le puso una mano en el hombro y la sentó—. Mira.
—No tengo por qué recibir órdenes de ti —dijo mirándole con furia, pero lo que vio en su rostro la hizo contener la respiración y se volvió hacia la pantalla.


La carrera de Peter salió después de unas noticias. Sacaron cómo había adelantado a los otros coches por una brecha muy estrecha, para tomar la delantera y mantenerse en el primer sitio. La gente estaba emocionada cuando Peter dio la vuelta del ganador. Lali le miró intrigada, pero él le dijo que siguiera viendo la televisión. Luego sacaron el podium y la recepción del premio y el acostumbrado baño de champán y un primer plano donde Peter decía algo a los reporte¬ros. Empezó por agradecer a sus fanáticos su apoyo moral, a su equipo por darle la oportunidad de conducir de nuevo y:
—Lo más importante —añadió Peter—, quiero agradecer a mi fisioterapeuta por convencerme de que podía andar de nuevo y por hacer que me recuperara tan pronto.
Así que de eso se trata, pensó Lali, quiere que me entere de que ha expresado su gratitud ante todo el mundo. Bueno, ¿y qué? Empezó a sentir la dolorosa desilusión pero Peter empezó a hablar de nuevo.
—Éste ha sido un día grandioso para mí en dos sentidos —seguía Peter—. El ganar esta competición después de estar ausente tanto tiempo ha sido una culminación maravillosa para mi trayectoria como piloto de Fórmula Uno. Me había empeñado en participar en esa competición y ahora estoy igualmente decidido a dejar de competir, retirarme y volver a la vida familiar. Será una tarea más difícil, pero mucho más satisfactoria que cualquier Gran Premio en que haya participado —se despidió y estrechó las manos de su equipo de carre¬ra. El comentarista hizo un somero resumen acerca de los triunfos pasados y las noticias continuaron. Se terminó.
Durante un tiempo, Lali no se movió y Peter apagó el televisor y se acercó a ella.


—¿Lali? —inquirió, ansioso—. Tenía que probarme a mí mis¬mo que podía hacerlo, que no había perdido el coraje. Si no lo hubiera hecho, me habría perdido el respeto. ¿No te das cuenta?
—¿Por qué no me lo dijiste?
—En las circunstancias... no podía —se encogió de hombros—. Tenía que hacerlo solo.
—Ya veo.
—¿De verdad? —él se levantó y la hizo ponerse de pie. Murmuró con suavidad—: Me has hecho un hombre completo, Lali. Salvo por una cosa —le sonrió—. Necesito una mujer.
—¡Maldito! He pasado por un infierno todas estas semanas. Debería negarme a casarme otra vez contigo.
Peter torció la boca en un esfuerzo por no reír.
—Pero Lali, necesito mucho una mujer.
Ella le miró los ojos oscurecidos y se sonrojó.
—¿Tanto, eh?
—Más —le besó la sien y el cuello y Lali gimió al sentirle cerca, pero antes de sucumbir por completo, susurró:
—Oye, ¿recuerdas esa apuesta que hicimos? Nunca te pedí mi premio.
Él la miró desde la profundidad de sus ojos grises.
—¿Ya sabes qué es lo que quieres?
—Mmm. ¿Tienes...? Si todavía los tienes, ¿podrías devolverme mis anillos algún día? Los echo mucho de menos.
Peter la miró con amor y metió la mano en su bolsillo.
—Pues resulta que... —y le deslizó las sortijas por el dedo—. Y no me los devuelvas nunca —dijo con una voz que recordaba el tormento sufrido.
Lali sonrió.
—No, no te los devolveré.
—Bien —le besó con pasión creciente pero al fin expresó—: Ahora que es como si estuviéramos casados, ¿podemos...? —e hizo un gesto hacia el dormitorio.
Lali se rió y dejó que la cogiera de la mano.
—Supongo que todos los ganadores se merecen un premio. Peter la llevo a la alcoba y cerró la puerta. —Bueno, esta batalla la has ganado —sonrió un poco apenado. —No —ella le rodeó el cuello con los brazos—. Hemos ganado los dos.
—Quizá sea cierto —dijo mirándole el rostro radiante.

FIN

Y aqui me despido yo con esta hermosisima historia dentro de un rato subire los argumentos para que ustedes elijan acuerdense hasta el domingo podran decidir un beso enorme gracias por las firmasss las quiero nos volveremos a ver @pupy_angelita

martes, 3 de abril de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 8 tercera parte

—¡Lali! ¡Lali, despierta!
Al salir de la terrible pesadilla, permaneció confundida por un momento, incapaz de reconocer qué mundo era el real ya que el sueño había sido muy vivido. Entonces vio que Peter pitaba delante de ella y que la sacudía de un hombro mientras trataba de equilibrarse en las muletas. Suspiró con alivio y se sentó en la cama, se llevó las manos a la cabeza y el cuerpo todavía le temblaba de miedo.
—¡Dios mío! ¡Dios mío!
—está bien. Ya ha pasado —Peter se sentó con torpeza en la cama y abrazó a Lali mientras la mecía como a una criatura—. Sólo ha sido un sueño, cariño.
Lali se estremeció y se aferró a Peter, todavía sudando de terror.
—Ha sido tan real. De verdad que te ibas... —se interrumpió y se alejó un poco—. Lo siento, te he despertado.
—Pensaba que te pasaba algo horrible —Peter le miró la cara sonrojada—. Y tenía razón. Ha debido ser una pesadilla espantosa.
Lali asintió y se apoyó en la cabecera, estremeciéndose.
—estoy bien.
—No lo parece. ¿De que se trataba el sueño?
—¿Qué? —Lali se llevó una mano a la cabeza—. No lo re-cuerdo.
—Sí, lo recuerdas. Era sobre mí, ¿verdad? —ella no contestó y él siguió—. Será mejor que me lo cuentes, Lali.
—No importa. Era sólo un sueño —negó.
—Pero lo bastante real como para que me llamaras a gritos.
—¿Es cierto? ¿Qué he dicho? —estaba sorprendida.
—Mi nombre y has gritado «Detente» y «No», así que no es difícil imaginar lo que soñabas. ¿estaba compitiendo en una carrera?
Lali dudó pero dijo:
—Sí, mis pesadillas siempre son sobre las carreras.
—¿Has tenido estas pesadillas antes? —inquirió con increduli-dad. .
—Oh, sí —contestó amargada—. Solía tenerlas... cuando com-petías. Nunca cuando estabas en casa, pero creí que las había supe¬rado desde... desde que me fui.
—Nunca me lo dijiste.
—Nunca las tenía cuando estabas en casa. Si te lo hubiera dicho, ¿me habrías creído? Quizá hubieses pensado que sólo era una artima¬ña más para que dejaras de competir.
Peter no habló, frunció el ceño y luego comentó:
—Tienes razón, hubiera pensado eso. Consideraba tus deseos de que me retirara como de una batalla y estaba decidido a ganar. Pero la batalla se volvió una guerra y estaba tan ocupado en ganar que no me di cuenta de lo que estaba perdiendo hasta que fue demasiado tarde. No lo entendí, ¿verdad? —dijo acariciándole la mejilla.
—Ni siquiera lo intentaste —rió sin humor Lali—. Sólo espe-rabas que fuera como las demás chicas que iban tras de ti, seguirte por todo el mundo y vivir para las carreras. Bueno, quizá fui así al principio, mareada por el esplendor... pero la fantasía se acabó y sólo quedó el hombre a quien amaba, arriesgando su vida una y otra vez hasta que ya no pude soportarlo —se detuvo y susurró—. Lo siento. Eso no era... necesario. Debo haber bebido mucho, me he puesto sentimental.
—O sincera.
—Será mejor que te vayas a dormir, Peter. Gracias por venir.
—De nada —la miró un momento y luego le puso una mano en la nuca y le besó los labios. Fue un beso de profunda ternura, sin pasión, pero lleno de calor y sentimientos, una caricia que la envolvió y la hizo sentir que sólo existía esa cercanía, ese goce exquisito de sus labios en los de ella.
Se separaron y Lali sintió un vado doloroso. Apartó la vista, incapaz de mirar a Peter y dijo con rapidez:
—¿Puedes levantarte? ¿Te ayudo?
Peter no contestó de inmediato pero ella no le miró y él replicó tenso:
—No, puedo hacerlo —se incorporó—. Buenas noches, Lali.
—Buenas noches. Si tengo otra pesadilla, báñame con agua he-lada —Lali oyó que se alejaba y cerraba la puerta.
Sólo entonces, gimió y hundió la cara en la almohada con dolor. Yació así un largo tiempo y cuando vio la luz del alba, tuvo que aceptar que la hora había llegado y que debía marcharse del lado de Peter otra vez. Sólo que iba a ser un millón de veces más difícil que la primera.
Lali se levantó y llamó por teléfono. La primera persona fue maximo recca y le resultó un poco difícil, pero le dio los informes que Lali necesitaba para hacer la segunda llamada. Para su alivio funcionó tal como esperaba y pudo hacer las maletas y llevarlas al recibidor. Después, fue a ver a Claudia. Le preguntó si podía disponer de Agus una hora.
—Claro que sí. ¿Quieres que te arregle la camioneta?
—No, pero quiero que guarde el equipo de fisioterapia. Me voy hoy, Claudia.
—¿Por qué? —la señora la miró—. Después de anoche..,
—Anoche comprobé que Peter ya no me necesita. Dentro de poco estará completamente bien. No te preocupes.
—No es eso —Claudia dudó pero dijo—: Peter y tú... yo espera¬ba...
—Acordamos que me quedaría hasta que estuviera bien otra vez.
—Pero de todas formas. Seguro os habéis acercado y...
Lali se dirigió hacia la puerta.
—No. Con permiso, voy a buscar a Agus.
¿Ya se lo has dicho a mi hijo?
—Todavía no. Pero será mejor que se lo diga yo, Claudia.
—Sí, claro —la señora parecía atónita—. Pero, ¿cómo va a arre¬glárselas sin enfermera y sin terapia?
—No te preocupes, todo está bajo control. Sabes que no le abandonaría de otra manera.
Se escapó al garaje pero tuvo que repetir lo mismo a Agus, antes que él le bajara el equipo. Entonces, Lali fue con Peter.
—¿Qué está pasando? —inquirió cuando ella cerró la puerta—. ¿Qué hace Agus? —tenía puesto el chandal! y estaba mirando la camioneta por la ventana—. ¿Le pasa algo a tu máquina?
—No, nada —contestó Lali—. Agus la está metiendo en la camioneta, es todo.
Iba a seguir, pero no fue necesario pues Peter comentó:
—¡Te marchas!
—Sí. Ya he arreglado las cosas para que el entrenador del equipo de fútbol venga a darte la terapia. Max dice que es el mejor de por aquí.
—¿maximo recca? Así que sabe que te marchas.
—Sí —reconoció Lali—. Me he despedido de él.
—Y ahora vienes a despedirte de mí.
—Sí —repitió la chica.
—Pero, ¿por qué? —Peter se irguió—. ¿Por qué hoy? ¿Por qué tan pronto?
—Anoche viniste a cuidarme a mí, así .que me di cuenta de que si puedes hacerlo, ya no me necesitas —sonrió—. Puedes bajar por la escalera y Agus te llevará en coche a hacer la terapia. estarás bien.
—No me refiero a eso, lo sabes. Quiero que te quedes —se impacientó—. Y tú también lo deseas. Dijiste que todavía me ama¬bas. Quédate, Lali —urgió—. Sé mi mujer de nuevo.


y bueno les dejo este cap y nos leeremos mañana con el final NO SE LO PIERDANNN gracias a todas por las firmas mañana les dejo argumentos de novelas nuevas y sabran los resultados el domingo cuando publique el primer cap un beso enorme @pupy_angelita

lunes, 2 de abril de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 8 segunda parte

—Entra, estamos aquí.
Lali entró en el cuarto y... se quedó inmóvil. estaba lleno de rosas que impregnaban el aire con su perfume. Pero lo que atrapó la mirada, fue Peter. estaba de pie... sin las muletas y parecía... tan similar al antiguo Peter, que Lali sólo pudo mirarle fijamente.
Él sonrió y se alegró de que su sorpresa hubiese sido tan exitosa y dijo:
—Feliz cumpleaños, Lali.
Ella pensó en mil cosas a la vez: que no debería pitar sin muletas, que pitaba muy atractivo, que las flores eran las mismas que las del ramo de novia y de los aniversarios de bodas... No, todo estaba bien. Agus estaba cerca por si Peter se caía; había tantas flores; «¡Dios, Peter!, ¿por qué has hecho esto cuando sabes que debo dejarte?» pensó.
—Creo que estoy clavado aquí —dijo Peter—, pero si quieres acercarte te podría dar un beso de cumpleaños—. Lali anduvo de forma irresistible a él. Cuando la cogió de los brazos, ella cerró los ojos y se concentró en su roce. Él tensó las manos un momento y luego le besó la mejilla—. Lali, yo...
Ella abrió los ojos y se dio cuenta de que la miraba de forma intensa e impotente. Pero se inclinó y la besó con firmeza en los labios.
Lali se sonrojó y se alejó haciendo que Peter perdiera el equilibrio. Todos trataron de cogerle y se rieron, la joven pudo recobrar la compostura pero todavía estaba sonrojada cuando Peter se dirigió al comedor con sus muletas.
Entre Claudia y la señora Campbell, habían preparado un banquete y el ama de llaves lo sirvió. Después de la deliciosa comida, siguió un pastel con veintisiete velitas. Hubo vino y champán.
—Ahora debes pedir un deseo antes de apagar las velas —le recordó Claudia—. Y espero que se haga realidad, querida... sea lo que sea.
Lali sonrió y trató de pensar en algo. Había muchas cosas que deseaba y ninguna se volvería realidad. Negó con la cabeza, se entris¬teció y se dio cuenta de que Peter la miraba con el ceño fruncido. Sonrió y apagó las velas, gastó una broma que hizo reír a Claudia y Agus, pero no engañó a Peter ni por un segundo.
Para borrar ese mal momento, Lali bebió mucho champán, pero era consciente de que Peter la miraba y sólo bebía agua mineral. La fiesta terminó a las once cuando Lali notó que Peter pare¬cía cansado. Agus y ella le ayudaron a subir por la escalera y el mecánico le ayudó en el dormitorio mientras Lali se iba a su cuarto. Miró su imagen en el espejo y notó que parecía joven y emocionada. Esa noche había sido toda una sorpresa. Había sido una fiesta de cumpleaños maravillosa que recordaría siempre. Y lo mejor de todo era que Peter no lo había olvidado. Debía haber vaciado todas las floristerías de la comarca para reunir tantas rosas. Lali bajó para buscar uno de los floreros y ponerlo junto a su cama.
Se desvistió y fue al dormitorio de Peter.
—¿estás bien? —inquirió ella.
La lámpara estaba encendida y Lali se dio cuenta de que él estaba cansado y listo para dormir. Peter le cogió una mano.
—Sí, muy bien. ¿Y tú?
—Claro que sí. Gracias... por lo de esta noche.
Él sonrió y llevó su mano a los labios en un gesto tan familiar que a Lali le dio un vuelco el corazón.
—¿Qué hiciste en tu último cumpleaños?
—No gran cosa —contestó.
Quizá hubo algo en su voz, porque Peter la miró con más aten-ción.
—Dímelo —insistió él.
—No es muy agradable —pero Peter no cejaría y Lali suspi¬ró—. estaba trabajando. Un anciano se había roto la cadera y le estaba cuidando en su casa de Gloucester. Tenía un hijo, como de cuarenta años, que también vivía en la casa. Este señor me vio abrir mis tarjetas durante el desayuno e insistió en llevarme a cenar esa noche, aunque yo no quería ir. ¿Te tengo que contar el resto? Quería que correspondiera a la cena y se enojó cuando me negué. No podía quedarme más tiempo en esa casa, así que me fui al día siguiente —había bajado la mirada, pero levantó la cabeza para mirar a Peter y comentar en tono de broma—: Son los gajes de ser una chica trabajadora —pero calló al ver la furia en los ojos de Peter.
—¿Quién era? Me gustaría matar a ese bastardo.
—Peter, por el amor de Dios. Pasó hace mucho tiempo. Ni siquiera recuerdo su nombre. Y de todos modos, los hombres creen que tienen derecho de coquetear con la enfermera. Es el riesgo de la profesión. Tú mismo lo dijiste —le recordó ella.
—Debes abandonar este trabajo.
—Sabes que no puedo.
—Podrías si aceptaras el dinero que te ofrecí —replicó Peter—. Pero eres muy orgullosa y necia.
—Estoy bien —sonrió Lali—. No te preocupes por mí, puedo cuidarme sola.
—No deberías tener que enfrentarte a hombres indeseables—dio un manotazo en la cama—. No puedo soportar el pensar que te manoseen.
—Peter, no sigas. Por favor. Mira, estás cansado. Me iré para que puedas descansar un rato.
Ya se iba pero él le cogió de nuevo la mano.
—Puedes evitar que yo te ayude, pero no que me preocupe por ti... o que me importes.
—No, supongo que no —suspiró Lali y luego endureció la voz—. Parece que los dos tenemos un problema el respecto. Buenas noches, Peter —y se alejó antes de que siguiera el mutuo tormento.
Pero aunque también estaba cansada, le costó dormirse. Hasta el momento había pensado en Peter tan sólo como paciente, pero todo lo que había ocurrido esa noche resultaba muy perturbador. Peter volvía a ser el mismo. Masculino, lleno de vida y fuerza. Y ya no podía reprimir la gran atracción física que todavía sentía por él. Había pasado tanto tiempo desde que él la abrazaba y... la amaba. Se revolvió en la cama, inquieta, con el cuerpo enfebrecido y ansioso.
Se rindió y dejó que los recuerdos la inundaran hasta que se durmió. En la madrugada soñó que Peter participaba en una carrera en donde ella sabía que se iba a estrellar. Lali corría, tratando de advertírselo, pero sus piernas parecían de plomo y no podía llegar. Empezó a llamarle, a gritarle que no subiera al coche, pero veía que Peter empezaba a meterse en la pista. Gritó su nombre de nuevo, sabiendo que resultaría mentalmente herido y sintió que el terror se apoderaba de ella...


aqui les dejo uno mas ULTIMOS 2 CAPITULOS aviso no todo es lo que parece un beso enorme @pupy_angelita nos leeremos mañana

novela: triunfo del amor capitulo 8 primera parte

DESPUÉS de este éxito, nadie pudo detener a Peter. Empezó a usar las muletas más y más cada día. Todavía hacían sesio¬nes de fisioterapia; y Lali le daba más masajes en las piernas y las caderas, lo cual era algo que a ella le agradaba mucho y a la vez sentía rechazo. Trataba de ser profesional y práctica, pero el solo tocar la piel de Peter le despertaba los recuerdos más tiernos. En el pasado, cuando él estaba tenso, le pedía que le diera un masaje y como siempre habían sido muy susceptibles sexualmente, solían aca¬bar haciendo el amor. De hecho, se había vuelto parte de su lenguaje íntimo; Peter sólo tenía que tensar los músculos y mirarla, para que Lali supiera exactamente lo que significaba. A veces, pensaba que él también lo recordaba, porque apretaba los puños y su cuerpo se tensaba en vez de relajarse.
Ninguno de los dos decía nada al respecto. Peter estaba ejerci-tándose tanto que Lali tenía que quitarle las muletas para que descansara. Progresaba día a día y para cuando llegó el cumpleaños de Lali, ya podía salir de la cama y vagar por el cuarto y el baño con facilidad.
Cuando Lali despertó esa mañana, se quedó tendida un rato, pensando en otros cumpleaños mucho más alegres, y luego se levantó para vestirse deprisa, desechando los recuerdos. Ese año, como el anterior, no iba a celebrarlo. Pero se equivocó, porque al bajar a desayunar había una pila de tarjetas junto a su plato. El cuarto estaba vacío y Lali se quedó mirando las tarjetas preguntándose si no habría preferido que la ocasión pasara inadvertida.
—Feliz cumpleaños, querida —dijo Claudia y le dio un beso afec¬tuoso en la mejilla—. Te he preparado tu desayuno favorito: empa¬nadas y zumo de naranja natural.
—No tenías que molestarte —protestó Lali.
—No digas tonterías. Los cumpleaños son una ocasión especial. ¿No vas a abrir las tarjetas?
Las primeras eran de la familia y de los amigos de Lali, pero en seguida, había una de Agus y una de los dos perros, lo que le hizo reír. La última era de Claudia.
—Gracias —dijo Lali, sincera—. Es muy bonita —dudó y luego cogió el pequeño paquete que había al lado.
—Ése es mi regalo para tí —le dijo la señora.
Con manos firmes, Lali quitó el papel y abrió la cajita. Dentro había un broche con forma de mariposa, diamantes y lapislázuli. Lali abrió los ojos.
—¡Pero Claudia, es una de las joyas de tu abuela! Es el broche de Rene Lalique, ¿verdad?
—Sí —reconoció Claudia—. Pero quiero que sea tuyo.
—Pero no puedo aceptar. Es demasiado valioso —Lali lo metió en la caja y trató de devolverlo a Claudia. Pero la señora negó con la cabeza al decir:
—Tú me has devuelto algo mucho más valioso, algo que jamás podré pagarte.
—Si te refieres a Peter, se hubiera recuperado de todos modos. Claudia, estoy segura.
—Bueno, no estoy de acuerdo contigo. Pero por favor, acepta el broche, Lali. Como un pequeño detalle de lo mucho que aprecio lo que has hecho por mi hijo. Me hará muy feliz saber que lo usas tú.
—Gracias. Lo guardaré... como un tesoro, siempre —dijo Lali aceptando con renuencia, pero sabiendo que de lo contrario ofendería a su ex suegra—. Y me alegro de que... todo haya salido como esperabas.
—Creo que las cosas saldrán mucho mejor de lo que suponía —añadió Claudia con una sonrisa significativa.
Lali se lo agradeció de nuevo y desayunó con lentitud, pospo-niendo el momento de subir con Peter.
—¿Te importaría ir después al pueblo por unas cosas que nece-sito? —preguntó Claudia—. Le prometí a la señora Allison que la
recogería en casa de su hermana a las seis y media, pero no me dará tiempo.
—Claro, pero...
—Gracias —dijo Claudia antes de que Lali pudiera protestar y salió con la bandeja.
Lali suspiró, resignada; no le importaba recoger a la señora Allison pero ya no podría ir al cine como tenía pensado. Pero, ¿qué importaba? Podría hacerlo cualquier otro día.
Peter estaba sentado en la silla junto a la cama y tenia puesto un chándal para hacer ejercicio. Parecía tan diferente del Peter que Lali había visto postrado, tan pálido y delgado y con los ojos hundidos. Pero ya había ganado peso y parecía tan fuerte como siempre; también había recuperado su voluntad inquebrantable.
—Llegas tarde —dijo brusco—. Llevo esperándote diez minutos.
Lali se dijo que no debía preocuparse de que recordara su cumpleaños; ni siquiera lo mencionó. Por lo menos no hubo ninguna tensión entre ellos y sobrevivió como si fuera un día normal. Después Lali habló con sus amigos y familiares, para agradecerles las tarje¬tas. A las seis de la tarde se fue a recoger a la señora Allison, quien insistió en que conociera a su hermana y en que viera la bonita labor que pitaba tejiendo.
Así que a las siete y media, Lali regresó a casa. Dejó su abrigo en el recibidor y subía por la escalera cuando Claudia salió de la cocina para decirle:
—Cenaremos en media hora. Sabía que llegarías un poco tarde, así que te he dejado un vestido colgado en tu armario.
—Gracias —contestó Lali, sorprendida, pero quedó más asombrada cuando vio la prenda escogida por Claudia. Era un vestido de noche, azul y gris, con la cintura ceñida y manga larga. Lali ya no lo recordaba, pues lo había dejado allí al dejar a Peter. Tocó la suave tela y recordó la primera vez que se lo había pupito... luego se maldijo. Tenía que olvidar y enterrar el pasado. El futuro era lo que importaba. Pero tampoco era cierto; el futuro sólo ofrecía soledad y también dejó de pensar eso al meterse en la ducha.
Pensó que Claudia debía de haber invitado a alguien sin decírselo. El vestido le pitaba un poco grande, pues había adelgazado, pero todavía le quedaba estupendo. Se peinó y se maquilló con mucho esmero. Al verse en el espejo, tuvo la sensación de volver al pasado. Era como si hubiera vuelto a la época en que era la mujer de un famoso piloto de carreras. Se dio cuenta de que ponerse el vestido había sido un error y quiso desgarrarlo, despeinarse y lavarse la cara, pero ya había pasado media hora y Claudia detestaba que se enfriara la cena.
La puerta del cuarto de pitar pitaba entreabierta y la señora Lanzani dijo:


que lo disfruten ULTIMOS CAPITULOS MOMENTOS DECISIVOS un beso enorme las quiero gracias por las firmas @pupy_angelita