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sábado, 31 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 7 segunda parte

Las cortinas estaban cerradas, pero se veía una lámpara encendi¬da. Lali puso la máquina en punto muerto y pisó el acelerador, haciendo que el motor rugiera como sólo un Ferrari podía hacerlo. Peter lo reconocería de inmediato. Lali se ajustó el cinturón de seguridad con la vista fija en las ventanas de Peter, esperando que las cortinas se abrieran. Una luz se encendió en el cuarto de Claudia y segundos después Delia abrió las cortinas y miró fuera. Había mucha luz en el pórtico de la casa y Delia pudo ver muy bien el coche y hacerle una descripción a Peter, aunque éste no la necesitara. Lali esperó un minuto y luego condujo a toda velocidad por la vereda, haciendo que los neumáticos chirriaran en las curvas. Tras asegurarse de que no había más coches lanzó al Ferrari por la carretera haciendo que el rugido pleno y gutural del motor resonara en la noche.
Sólo cuando estuvo segura de que se encontraba bastante lejos de la casa para que no oyeran el motor, redujo la velocidad y se preguntó qué haría después. No había planeado nada más que coger el coche para hacer rabiar a Peter. Podía imaginar su reacción ya que no permitía que nadie, salvo Agus, se acercara siquiera a su adorado Ferrari. Y Peter sabía que su mecánico estaba en el bar. Bueno, mientras tuviera el coche, lo mejor era disfrutarlo, decidió Lali dirigiéndose hacia la autopista.
Para llegar tenía que atravesar un par de pueblos y apenas había disfrutado cinco minutos conduciendo cuando oyó el ulular de la sirena de policía y se dio cuenta de que la iban persiguiendo. ¡Maldita sea! Había tenido cuidado de no rebasar el límite de velocidad. Nerviosa, frenó el coche y la policía se paró delante de ella, para evitar cualquier intento de fuga. Dos oficiales salieron y uno de ellos abrió la puerta del Ferrari bruscamente.
—está bien, salga de allí —ordenó el hombre hosco.
Como era un coche muy bajo le costó trabajo salir, sobre todo porque llevaba falda. Lali no pudo evitar mostrar un poco de sus hermosas piernas y los ojos de los policías se abrieron de sorpresa y admiración cuando la vieron salir.
—Bueno... —el oficial más viejo carraspeó al recordar que tenía que hacer su trabajo—. ¿Es suyo este coche señorita?
—Bueno, no. Pero no iba deprisa, oficial —le aseguró Lali.
—¿Y tiene usted permiso para usarlo? —prosiguió el hombre severo.
—No, pero el propietario no puede conducir, así que he pensado que le vendría bien moverlo —explicó—. El dueño se está recuperan¬do de un accidente.
—¿De verdad? ¿Y sabe usted la matrícula? Sin mirarla, por favor —Lali se la sabía antes, pero había pasado mucho tiempo y negó con la cabeza. El oficial añadió—. Ya veo. ¿Sabe quién es el dueño?
—Claro, es Peter Lanzani y vive en Las Hayas, cerca de Aberton —contestó aliviada de saber algo.
—¿El piloto de carreras? —exclamó el policía con asombro—. ¿Sabe que nos han informado del robo de este coche? —añadió él recuperando la compostura.
—¿Robado? —Lali le miró, perpleja—. ¡El muy sinvergüen¬za! sabe muy bien que no lo he robado, oficial. Sólo he salido a dar una vuelta, es todo.
—Bueno, me temo que eso tendrá que aclararlo en la comisaría, señorita. Su nombre por favor.
—Esposito —contestó Lali—. Mariana esposito —miró a los dos agentes con incredulidad—. ¿De verdad me van a arrestar?
—Me temo que sí. Si viene conmigo, el otro oficial llevará a comisaría el vehículo robado.
—No es robado —protestó Lali pero el oficial le puso una mano en el brazo y la hizo entrar en su coche—. Y será mejor que le diga a su colega que tenga cuidado, pues el motor es demasiado potente si no se está acostumbrado a él.
El viaje fue muy corto, pero Lali se daba la vuelta con fre-cuencia para asegurarse de que el Ferrari los seguía y estaba a salvo, aunque sería una buena lección para Peter si se lo estropeaban.
En la jefatura tuvo que sufrir la humillación de que la registraran y la encerraran en una celda durante lo que le parecieron siglos, antes de que un fiscal le tomara declaración. El hombre la miró con sorpre¬sa cuando le dio el nombre y la dirección de Peter.
—Creo que será mejor que llame al señor Lanzani —comentó el hombre.
—Hágalo —asintió Lali, pensando que al menos le había
estropeado la noche con Delia; hacer el amor sería lo último en que pensaría Peter sabiendo que su amado Ferrari estaba en peligro.
Creyó que la iban a dejar irse pronto, pero pasó una hora antes que la soltaran. Sin embargo, no se aburrió durante la espera pues dos policías jóvenes estuvieron tomando té y charlando con ella y le dijeron que admiraban su habilidad para conducir el Ferrari.
Peter mandó a Agus para recoger a Lali. El mecánico la enfrentó con el ceño fruncido, para beneficio de la policía, pero no pudo ocultar que todo le parecía muy gracioso. Entregó una declara¬ción de Peter en donde decía que no iba a presentar denuncia y los policías le entregaron a Lali las llaves del Ferrari. Al salir de la comisaría, Agus vio la cara furiosa de la chica y se echó a reír.
—No tiene gracia —protestó Lali—. Peter no tenía ningún derecho de decir que había robado el coche.
Agus rió otra vez.
—¿está enojada? Debería haber visto a Peter cuando se dio cuenta de que se había llevado el Ferrari. No me gustaría estar en su pellejo cuando volvamos. He venido en su camioneta. Puede volver en ella y yo llevaré el coche.
Lali le miró con furia pero ya lo había pensado así antes.
El regreso a Las Hayas fue mucho más lento que la salida. La casa pitaba bien iluminada aunque eran las tres de la mañana. Agus llegó antes que Lali para asegurarle a Peter que el coche estaba intacto. Bajaba cuando Lali entró en el vestíbulo.
—Quiere verla —le informó con una amplia sonrisa—. Ahora mismo.


lo prometido es deuda AVISO: se acerca la reconciliación un beso enorme @pupy_angelita
Sandra  no te hagas drama me pasa a mi con el estudio 

novela: triunfo del amor capitulo 7 primera parte

LALI ni siquiera pensó en acostarse. ¿Para qué? No hu¬biese podido dormir sabiendo que Peter estaba con su antigua amante en el cuarto de al lado. Al principio inten¬tó concentrarse en otras cosas; arregló sus cajones y sacó la ropa que estaba sucia. Pero eso sólo le llevó diez minutos y no tenía otra cosa que hacer más que escuchar la música del dormitorio... y la ocasional risa femenina. De pronto cesó y todo fue peor. Si Lali hubiera tenido una radio a mano la habría encendido, pero le parecía impro¬pio bajar al estudio por una, aunque lo deseaba mucho.
Durante diez minutos, estuvo sentada pensando en el posible motivo de ese silencio. ¿Qué podía hacer? Nada, a menos que aporreara la puerta cerrada... De pronto, se le ocurrió algo y se levantó dudando de si se atrevería a hacerlo. Entonces recordó la mirada retadora de Peter y decidió que sí. Sin pensarlo dos veces, se puso una chaqueta y corrió al estudio en donde cogió unas llaves del escritorio de Peter. El corazón le latía a toda velocidad por la trave¬sura que iba a hacer. Corrió al garaje y abrió las puertas. No tenia que preocuparse de no hacer ruido, pues Agus había salido con sus amigos y las ventanas de su cuarto estaban oscuras.
Encontró el interruptor y las lámparas de neón iluminaron el garaje como si fuera de día. Allí estaba, el Ferrari rojo de Peter, como una joya aparcado entre su camioneta y el elegante coche de Claudia. El coche que sólo Peter conducía. Lali lo abrió y entró en el Ferrari. Hurgando, encontró la palanca que ajustaba el asiento a su tamaño y luego puso en marcha el motor, segura de que Agus le mantenía a punto. El rugido de la poderosa máquina inundó el gara¬je. Con una sonrisa de malevolencia encendió las luces y arrancó para pararse frente a la casa, justo debajo de la ventana de Peter.
 si hay por lo menos 3 firmas subo el mejor cap de todos besossss

viernes, 30 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 6 ultima parte

Ayudó a Claudia a subir la comida y Lali se quedó en la cocina preparando su cena y la de Claudia. Mientras comían estuvieron char¬lando y le resultó fácil no pensar en Peter y en sol; pero después, viendo una película en la televisión, fue más difícil no imaginarlos juntos.
Claudia les había recogido los platos pero el champán y las copas se quedaron arriba. Era una botella bastante grande, una que le habían dado como regalo por haber ganado una carrera. Lali se preguntó cuánto habría bebido Peter, pero no se preocupó mucho; no bebía en exceso y no lo necesitaba para lo que se proponía hacer esa noche.
Hacia las diez sonó el teléfono y fue a contestar, pero oyó que también Peter descolgaba en su cuarto.
—Hola, Lali, soy Max.
—Hola. ¿Cómo estás?
—Bien. Oye, de esta tarde...
Lali esperó oír que Peter colgaba, pero no lo hizo y Max prosiguió:
—... siento haberte dejado en el sendero y no he podido locali-zarte en el bosque.
—No... los perros encontraron un conejo y tuve que ir tras ellos —explicó la chica.
Hubo un ruido en la línea que pudo ser una risita de burla; luego se oyó que Peter colgaba.
—¿Volviste antes de que lloviera? —preguntó Max.
—Pues... no.
—Bueno, esperemos que no llueva el domingo en el otro bosquecito —Lali iba a hablar, pero Max siguió diciendo—. Ahora no estás libre, ¿verdad? Sé que es tarde, pero acabo de volver de una visita y he pensado que quizá podríamos ir a tomar una copa... para compensar lo de esta tarde.
Por un momento, Lali se sintió tentada. Sería pagarle a Peter con la misma moneda. Pero no sería justo para Max, así que le dijo:
—No, me temo que no. Y Max... acerca del domingo, no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no? Ya hemos quedado —protestó el médico.
—Sí, lo sé, pero he estado pensándolo y creo que sería mejor que dejáramos de vernos.
—¿Pero por qué? Creía que nos llevábamos bien. ¿Te he hecho algo o...?
—No —interrumpió Lali—. Lo siento, pero no quiero volver a salir contigo.
—No puedo aceptarlo, Lali. Tienes que decirme por qué —in-sistió él.
—Mira, no... deseo discutirlo por teléfono. Por favor, trata de aceptar mi decisión. Es para bien de los dos.
—No, no la aceptaré. Iré a buscarte el domingo y aunque no salgas conmigo, me dirás por lo menos qué pasa. Me debes eso, Lali.
—No, lo siento. Yo... no puedo —colgó antes de que pudiera minar su resolución.
Lali regresó a la sala y se quedó mirando la televisión como si fuera una enajenada mientras se preguntaba qué sucedería arriba. No le importaba desde un punto de vista emocional, claro, pero como enfermera le preocupaba que Peter tratase de poner a prueba su fuerza.
A las diez y media apagó el televisor y se despidió de Claudia. Su ex suegra dejó de leer una revista y le sonrió al decir:
—Es un poco temprano, ¿no? No, supongo que no. Buenas noches, querida.
Lali fue a su alcoba y a través de la puerta de comunicación, pudo escuchar la música suave y sensual que provenía del cuarto de Peter. Oyó también risas; parecía que se estaban divirtiendo. Llamó a la puerta y entró.
sol estaba reclinada en la cama de Peter y se apoyaba en el hombro de él. estaba un poco despeinada y sonrojada por la bebida, y sostenía una copa en la mano. Lali vio la botella y notó que habían consumido una cuarta parte. Luego levantó la vista y observó a Peter.
—Por favor, entra —se burló él—. ¿Quieres un poco de cham-pán?
—no, gracias —Lali se dirigió hacia él pero se detuvo. Lleva¬ba el pijama azul que ella había escogido con tanto cuidado. ¡Canalla! Lali le cogió la muñeca casi con repugnancia y le verificó el pulso mientras miraba a Peter con frialdad, pero él sólo la observó con esa mirada retadora que la hacía querer matarle.
—¿Cuánto has bebido? —inquirió soltándole la muñeca.
—Suficiente —declaró él con sutileza y doble sentido mientras la seguía mirando con burla.
Lali estuvo a punto de recomendarle a sol que no le dejara sobrepasarse, pero se contuvo cuando notó que también ella la mira¬ba, divertida.
—Buenas noches, entonces —dijo Lali con frialdad mientras se dirigía a la puerta por donde había entrado. Al volverse para cerrarla, vio que Peter le susurraba algo a sol en la oreja, y después oyó que cerraban con llave.
 y  les advierto en el prox capitulo empieza la diversion un beso enormeee lo prometido es deuda @pupy_angelita

novela: triunfo del amor capitulo 6 quinta parte

—¿No deberías haber añadido «todavía»?
—¡No! —exclamó la chica—. Por el amor de Dios, Peter, apenas le conozco.
—¿Pero te gusta?
—Sí, sí me gusta. Es muy... agradable —dijo sin saber cómo responder.
—¡Ah, agradable! Ya veo lo que te atrae de él. Tal vez quieras decir que es muy tranquilo. Es poco probable que conduzca a más de ochenta kilómetros por hora y seguro que nunca se arriesga. Sí, para una cobarde como tú, Max debe ser irresistible.
—Bueno, como eres el extremo opuesto, deberías de estar muy contento con sol —protestó, enfurecida—. Deberías convenirle... siempre y cuando puedas volver a conducir, por supuesto —apagó la lámpara y empezó a darle crema en las piernas, con brusquedad.
—¡Ay! —Peter se rió, sin embargo gimió de dolor—. No te voy a pedir que me expliques ese comentario. Las mujeres siempre sois unas fieras cuando estáis celosas.
—Tú sí que puedes decir algo, estás celoso hasta morir de Max.
—Sí, lo estoy —de pronto, Peter se puso serio y le cogió una mano—. Pero no en la forma en que piensas. Te sobrestimas si crees que estoy celoso por ti. No, le envidio porque es capaz de andar y de coquetear. Por ser capaz de trabajar, de vivir y de amar, en vez de estar atado a esta maldita cama para el resto de su vida.
Él la soltó, se volvió y empezó a temblar. Lali se quedó inmóvil un momento y se dio cuenta que estaba convencido de que no iba a volver a andar, que nada de lo que había hecho le había infundido el deseo de curarse.
Lali le colocó los diodos y encendió la máquina que llenó el silencio con su ligera vibración.
Siguió trabajando en sus piernas, pero no habló hasta que apagó la máquina.
—Ya te dije que hay buenas posibilidades de que vuelvas a andar con el tiempo —le recordó Lali—. Quizá antes de lo que piensas. ¿Y qué te impide trabajar? Seguro que hay muchas cosas que puedes hacer desde la cama.

Peter se tumbó y ella le acomodó las almohadas para que pudiera sentarse de nuevo.
—¿De verdad? —dijo con sarcasmo—. ¿Qué sugieres?
—Bueno, podrías hacer obras de caridad, para empezar —expli-có la chica—. Hay mucha gente que está peor que tú y que necesita ayuda.
Él la miró con malevolencia al decir:
—¿Y cómo me las arreglo para hacerlo?
—Usa el cerebro —replicó Lali—. Lo tienes en la cabeza y no en las piernas, ¿no? ¿O también se te dañó en el accidente?
Se dispuso a salir pues estaba enojada, pero Peter dijo:
—Hay una cosa que se te ha olvidado, dices que podría andar y trabajar, pero... ¿hacer el amor?
Lali se sonrojó un poco, pero contestó con tanto cinismo como pudo:
—Físicamente puedes hacerlo. estoy segura de que los médicos te lo dijeron.
—Decirlo... y comprobarlo son cosas muy diferentes —señaló con sarcasmo—. Creo que es imposible con las piernas así.
—Pero no si... —Lali se interrumpió.
—¿Sí? —Peter levantó las cejas—. Bueno, continúe... enferme-ra, no se detenga.
Lali respiró hondo ya que se vio en una trampa, y se preguntó qué camino seguiría Peter para atraparla.
—No si la... persona con quien hagas el amor... te ayuda.
—¿Ayuda? —Peter fingía incomprensión—. ¿Quieres decir que ella me hiciera el amor? —Lali asintió y él continuó—. Ah, ya veo. ¿Pero quién podrá auxiliarme en este... experimento? —la miró con insistencia y ella no contestó. Trató de apartar la vista de los de él, pero no pudo; trató de hacer algún comentario que aliviara la tensión, pero en una batalla de voluntades como esa, no era rival para Peter y fue él quien rompió el silencio al decir, con cierta burla sugestiva—: ¿Tú, quizá?
Ella respiró. ¿Debería sentirse halagada de que la hubiera nom-brado antes que a Delia? Bueno, pues no lo estaba. Levantó la barbilla y replicó con desdén:
—Lo siento, pero hay un límite en lo que hago por mi salario.
Peter la miró con frialdad.
—En ese caso, será mejor que le digas a mi madre que me mande una botella de champán con la cena esta noche.
—No, Peter, no puedes. Es demasiado pronto. No tienes sufi-ciente fuerza para...
—Yo seré quien juzgue eso.
—Peter, por favor, no lo intentes. Podrías...
—Como acaba de recordarme, enfermera, usted es una emplea¬da. Y no le pago para recibir su opinión, así que salga de aquí.
—Tienes razón —replicó con amargura—. Nunca te molestaste en escuchar mis opiniones antes, así que, ¿por qué ibas a hacerlo ahora? —salió del dormitorio dando un portazo.
Pasó una hora antes de que pudiera reunirse con Claudia en la cocina.
—Lo siento, debí bajar para ayudarte —se disculpó la joven.
—No importa. Me gusta —añadió Claudia al colocar unas flores en la bandeja—. ¿Cómo quedan?
—Muy bonitas —dijo con sinceridad—. También has puesto las servilletas de nuestro regalo de bodas.
—Querida, ¿te importa? —Claudia la miró preocupada.
Sí le importaba, pero negó con la cabeza.
—No, claro que no. Se las dejé a Peter. Pero sólo hay dos bandejas, ¿no cenarás con ellos? —añadió, esperanzada.
—No. Peter no me querrá allí —Claudia se llevó una mano a la boca—. ¡Pero qué poco tacto! Debo vigilar mis palabras, pero es una situación tan rara —Claudia no solía ser tan torpe, sino al contrario, siempre era muy diplomática. Las circunstancias la habían confundi¬do—. Peter me ha pedido una botella de champán con la cena —co¬mentó Claudia extrañada—. ¿Podemos dejarle beber? Para sol, está bien, claro, pero mi hijo está tomando antibióticos y no debería ingerir alcohol; ¿verdad?
—No, pero lo hará de todas formas, así que, ¿para qué intentar disuadirle? —contestó Lali, sombría—. Una copa no le hará daño, pero sol debe asegurarse de que no beba más. El resto se lo tendrá que beber ella.
—Bueno, esperemos que aguante, no queremos tener a dos per¬sonas en cama —comentó Claudia y luego miró sorprendida a Lali cuando ésta rompió a reír.
En ese momento sol entró en la cocina.
—Hola. ¿Es una broma privada o yo también puedo reírme?
Lali gimió y empezó a atragantarse, y Claudia dijo:
—Ah, sí. Quiero decir no. Entra. Qué... vestido tan bonito.
—Gracias —dijo la visitante con sequedad mientras las mira-ba—. ¿Puedo ayudar en algo?
—Oh, no, todo está listo. Ya he llevado el carrito al cuarto de Peter. ¿Te gusta el budín? Lo he hecho para el postre.
Lali se sirvió un vaso de agua y miró a sol. Llevaba un vestido muy bonito, de lana, y estaba cortado con exquisitez para realzar las curvas de por sí redondeadas. sol estaba muy bien maquillada y se había peinado con elegancia.
—Qué lástima que Peter no pueda bajar para que pudiéramos comer todos juntos —acotó sol, aunque no pareció muy sincera.

en un rato masss besos

jueves, 29 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 6 cuarta parte

Empezó a llover con más fuerza y Lali se metió el cabello bajo la chaqueta. Los perros encontraron una madriguera de conejos y ladraban con tanta alegría que no acudieron cuando les llamó. Cuan¬do consiguió ponerles la correa, llovía torrencialmente y se empapó al regresar a casa.
Se dio un baño rápido y se cambió de ropa, pero no le dio tiempo a secarse el pelo, pues tenía que ir con Peter. Hizo una mueca al ver su propia imagen en el espejo. El pelo se le había rizado y sólo pudo pasarse los dedos para apartárselo de la cara. Gimió en su ulterior. Los rizos acentuaban sus pómulos y la hacían parecer una gitana. Comparada con sol, parecía una pueblerina. Pero no podía hacer más que entrar y enfrentarlos.
Al llegar a la puerta, se detuvo dudando si debía llamar. Casi se puso histérica mientras trataba de imaginar qué sería correcto hacer al encontrar a su ex marido con su ex amante. Por fin abrió y entró con determinación.
Desde que la cama de Peter era más alta, habían llevado un par de sillas para estar a su nivel. Delia estaba sentada en una inclinada hacia delante, con la cabeza cerca de Peter. Cuando Lali entró se volvieron y ella le miró con la barbilla en alto, esperando su burla; pero él sólo se tensó y apartó la vista.
Intrigada, Lali se volvió hacia la rubia.
—Supongo que Peter te habrá dicho que hace fisioterapia dos veces al día. Ya es hora de su sesión vespertina.
—Entonces os dejaré solos —se levantó sol—. Iré a hablar un rato con tu madre antes de cambiarme para cenar —miró a Peter y se rió—. Vamos a cambiarnos para la cena, ¿verdad?
—Claro que sí—Peter sonrió y la cogió un rato de la mano antes de que sol se marchara.
Tan pronto como se fue, Lali preparó su equipo mirando a Peter de soslayo. Esperaba que se sintiera a sus anchas y estuviese satisfecho de haberle enjaretado a sol, pero Peter tan sólo se apoyó en la cabecera, con cansancio.
—¿Listo? —preguntó Lali.
Él asintió y ella le quitó las mantas mientras Peter se recostaba en la cama. Tenía el acostumbrado traje de baño y sus cicatrices sanaban bien.
—¿Te duele la cadera? —inquirió la chica.
—Casi nada.
Pero Lali vio su mueca de dolor y le recomendó:
—Ya no te sientes más hoy.
—Sí, enfermera —contestó con frialdad.
Ella le miró con furia; encendió la lámpara y se volvió, esperan-do.
El cuarto quedó en silencio, el único ruido era el tic tac del reloj, pero la tensión era enorme. Lali se mordió el labio, empeñada en no hablar, así que Peter fue quien dijo al fin, en tono acusatorio.
—Te has mojado.
—Sí, he salido a dar un paseo con los perros —comentó, sorpren¬dida.
—¿A dónde?
—Al bosque —contestó Lali—. Casi siempre los llevo allí, como solíamos hacer cuando... —se interrumpió al darse cuenta de que no era el momento de reavivar los recuerdos, pero Peter finalizó por ella:
—Cuando los sacábamos juntos —gruñó en silencio y luego pro¬siguió—. Pareces mucho más joven con el cabello así. Casi igual que cuando te vi por primera vez. Entonces te lo rizabas.
—Sí, supongo que sí, pero sólo tenía veinte años. Dentro de poco cumpliré veintisiete.
Peter la miró con atención al comentar:
—Es cierto, pronto será tu cumpleaños, ¿verdad? El mes que viene. ¿Tienes intenciones de celebrarlo?
—No lo había pensado hasta ahora —admitió Lali—. Quizá me compre una botella de champán.
—¿Y con quién vas a compartirla? —inquirió con burla—. ¿Con maximo recca?
Lali se tensó ante esas palabras.
—Quizá. Tal vez no la comparta con nadie.
—Vamos. ¿Tratas de que sienta lástima por ti?
—¡Lo último que quiero de ti es eso! —se enfureció Lali.
—Y yo de ti... o de cualquiera —dijo después de mirarla un momento.
—Bueno, yo no me apiado de ti, porque tú mismo te causaste esto.
—Supongo que la mala suerte no tuvo nada que ver —Peter levantó una mano—. No, no contestes; si no hubiera estado compi¬tiendo no habría sucedido, por supuesto. ¿Nunca se te ha ocurrido que podía haber un accidente en cualquier carretera normal?
—No creo que hubieses tratado de adelantar en una curva —se¬ñaló Lali.
—Parece que hoy en día tienes una respuesta para todo.
—Lo aprendí de una fuente de mucha experiencia —replicó Lali.
Él guardó silencio mientras ella ajustaba la lámpara.
—¿Te ha alcanzado el doctor recca? —dijo de pronto Peter.
—¿Qué te hace pensar que iba a intentarlo?
—Porque la visita de hoy ha debido de ser la más corta de toda la historia —rió—. Y después de ver cómo te besuqueaba en el jardín, no me costó gran trabajo imaginar por qué tenía tanta prisa. ¿Vas a salir con él de nuevo?
—Sí. Vendrá a buscarme el domingo —contestó con frialdad—. Y si te interesa, fui a comer con él ayer.
—¿Pero no le has dicho la verdad?
—No le he mentido.
—Sabes lo que quiero decir—protestó Peter—. Max podría sentir algo diferente si supiera que fuiste mi mujer. Es posible que no siguiera con esta aventura justo delante de mí.
—No es una aventura —corrigió Lali.

bueno nos vemos mañana gracias por las firmas un beso enorme @pupy_angelita

miércoles, 28 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 6 tercera parte

—Sí, está despejado —refutó Lali con tono frío—. De hecho, eres la primera persona a quien él ha pedido que venga.
—Pero no has perdido el interés, ¿verdad?
—Es un hombre difícil de olvidar —Lali se dirigió hacia la puerta—. Pero estoy segura de que eso no te preocupará.
—No, no lo haré... si decido que Peter es lo que quiero.
Lali se volvió, furiosa de pronto.
—Pero no juegues con sus emociones. Ya ha sufrido bastante.
—Bueno, por lo que sé, tú fuiste quien le hizo sufrir, así que no creo que debas ponerme condiciones —sol se acercó a abrir la puerta—. Agus está bajando así que me voy con Peter. Me dijo que volviera en seguida.
Lali cogió su chaqueta y llamó a los perros al salir. Caía una lluvia ligera, casi como una caricia que le mojaba el cabello. Tenía la sensación de que se había comportado como una tonta y que había caído en la trampa de Peter. Si deseaba ponerla celosa, lo había logrado, lo cual era estúpido. Ella no tenía ningún derecho de por¬tarse mal con sol. Pero la norteamericana le había hecho muchas preguntas acerca de Peter, como si sopesara si sería bueno regresar con él o no. Se había mostrado... superficial y vacía. Lali cogió un palo y lo tiró tan lejos como pudo y los perros corrieron a cogerlo. Maldita sol, pensó. Si lastima a Peter otra vez...
Cuando regresó con los perros el coche de max estaba en la puerta.
—Hola. esto es suerte. ¿Ibas a dar una vuelta? —salió del coche y la cogió de la cintura—. ¿Qué pasa? Pareces enfadada.
—¿Qué? No, nada. estoy bien.
—¿Seguro? Si te sientes mal, atiendo muy bien a mis enfermos que están en cama.
Lali sonrió al contestar.
—Si fuera tu paciente, tendrías que guardar Distancias.


—Es cierto. No, por favor no te pongas enferma; no quiero que otro médico examine esa hermosa garganta —ella sonrió—. Eso está mejor, pareces más contenta ahora.
—Ah, así que eso es un ejemplo de tus cuidados, ¿no?
—Por supuesto —la besó en los labios—. Y este otro... especial-mente para ti.
Los perros tiraron de ella y Lali dijo:
—Voy a dar un paseo.
—¿Puedes esperar diez minutos? Iré a ver a Peter y luego te acompañaré —dijo Max.
—Hoy no serás muy bienvenido, tiene una visita.
—¿De verdad? De todos modos, no creo que a su amigo le importe esperar fuera por unos minutos. No tardaré.
—No es un amigo, sino una amiga —aclaró Lali con tono de desapego.
—¿De verdad? —Max miró la ventana de Peter—. ¿Su esposa?
—No —sonrió Lali—. Una vieja amiga, creo. Una norteame-ricana.
—esto tengo que verlo —declaró el médico—. ¿Puedes esperar¬me?
—Los perros están muy impacientes. Voy a ir por el sendero y si quieres me alcanzas en el coche.
—está bien. Ve despacio —le aconsejó y la besó de nuevo.
Lali les quitó las correas y los animales se lanzaron con alegría por la arboleda. Los siguió andando deprisa hasta que perdió de vista el sendero. No es que no quisiera pasear con Max, sino que quería estar sola para pensar, para preguntarse por qué soportaba tanto. Peter se había recuperado lo bastante para no necesitar una enferme¬ra a tiempo completo, ya que Agus y Claudia le cuidaban. Todo lo que requería era que una fisioterapeuta fuera dos veces al día para darle terapia y ejercicios. Ella podía irse a Londres o coger otro caso. Pero, ¿sería eso mantener su promesa hecha a Claudia?
Con un suspiro, Lali se apoyó contra un árbol, sintiéndose desdichada. Sabía de antemano que ese trabajo no iba a ser fácil, y no podía irse precisamente cuando Peter comenzaba a mejorar. Cal¬culó cuánto tardaría él en volver a andar. Quizá en un par de semanas podría tratar de levantarse y luego dar unos pasos con unas muletas. Pero sabía que pasarían por lo menos un par de meses antes de que pudiera marcharse, si se quedaba a supervisar toda la recuperación. Uno de los perros le llevó el palo y Lali lo tiró de nuevo con toda su frustración y furia. Quería marcharse en ese momento porque no se creía capaz de soportar la mirada triunfante de Peter cuando fuera a darle la terapia vespertina. Era obvio que había aplicado la ley del Talión en ese juego de celos, y Lali no estaba segura de quién se había molestado más.


perdon el cole me tiene llena aca un capi mas gracias por las firmas @pupy_angelita

lunes, 26 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 6 segunda parte

—Me imagino que debe de ser muy difícil acostumbrarse a estar divorciada. No se es ni una cosa ni la otra, ni una solterona ni una viuda. Una especie de estado intermedio.
—Sí —asintió Lali con amargura—. Te sientes de segunda mano. Y un fracaso, también. Y lo peor es saber que fracasaste en lo más importante de tu vida.
—Tú escogiste dejar a Peter —le recordó Claudia.
—Sí, lo sé, pero eso lo hace más difícil —miró a la otra mujer con confusión—. Tuve que hacerlo, Claudia. Por favor créelo. Ya... no podía soportarlo más —se interrumpió al ponerse de pie para acer¬carse a la ventana—. Te pido perdón. Eres la madre de Peter; no debería decirte eso.
—Querida —Claudia la abrazó con ternura—. Yo también le quie¬ro. Y lo entiendo... ahora.
—Pero me culpaste por dejarle.
—Sí, me temo que lo hice. Pensaba que debías ser más fuerte. Tan fuerte como Peter —suspiró—. Pero ahora veo que yo soy tan culpable como mi hijo. Debí darme cuenta de lo que estaba ocurrien¬do para unirme a ti en tus protestas.
—Eso sólo le hubiera vuelto más obstinado —rió Lali.
Se volvió y notó que Claudia la miraba con duda.
—Supongo que no debería preguntártelo, pero... ¿todavía le amas?
—Claro que sí —contestó Lali—. Nunca he dejado de amarle.
—Bueno, entonces, ¿no podrías...? Ahora que no volverá a competir en las carreras...
—No, no hay forma de que nos reconciliemos —negó con la cabeza, con vehemencia—. ¿No te das cuenta? Todavía quiere com¬petir y lo hará si puede. Después de verle así, no podría vivir con él. Y si no puede volver a competir y vuelvo a su lado, sería como si yo hubiera ganado. Y no creo que me lo perdonara.
—Sí, ya veo. Pero estoy segura de que mi hijo todavía te ama, querida. Ha cambiado mucho desde que viniste a cuidarle.
Lali rió con incredulidad.
—¿Eso crees... cuando está sol oviedo con él?
—Oh, eso —sonrió Claudia—. Deberías sentirte bien. Trataste de ponerle celoso... ahora le toca a Peter.
Eso no se le había ocurrido a Lali antes, pero en ese momento recordó que después de que ella saliera con Max, Peter había empe¬zado a hablar por teléfono.
Después de la comida, Claudia le enseñó a sol su cuarto y después la chica norteamericana bajó un rato.
—Hola —dijo al abrir la puerta del estudio—. ¿Puedo entrar?
—Sí, claro —Lali se levantó de la silla—. ¿Te apetece algo de beber?
—No, gracias. Bonitos perros, ¿son tuyos?
—Son de Peter.
—Es un lugar muy bonito —comentó Delia mirando por las ventanas—. ¿Viviste aquí mucho tiempo?
—Como cuatro años. Ve al jardín a dar un paseo si quieres.
—Quizá en otra ocasión —Delia se volvió para mirarla—. Peter me ha dicho que quiere volver a competir. ¿Es posible?
—Si lo dice, es lo que hará —contestó Lali con brevedad.
—Pero tú eres su enfermera, deberías saberlo.
—¿Quieres un expediente médico detallado? —Lali la incre¬pó, pues estaba harta de que se le hicieran preguntas, y la interrogó a su vez—. ¿estás en Inglaterra de vacaciones?
—Sí. estoy en casa de unos familiares míos por un par de meses.
—Qué suerte tiene Peter. Me pregunto cómo sabía en dónde estabas. Quizá se lo dijera un amigo mutuo.
—No —sol levantó el mentón—. Le escribí hace un par de semanas y le dije que estaba aquí. Somos... viejos amigos.
—Sí, me lo ha dicho —replicó Lali con calma y se alegró al ver que la otra chica la miraba con sorpresa—. Supongo que ahora que estás en Inglaterra visitarás a todos tus amigos —añadió con inocencia.
—Si hubiera sabido que el campo no estaba despejado, no habría venido —sol se tensó.


gracias por las firmas tranqui queda poco para la ¨reconciliacion¨ espero que les guste un beso @pupy_angelita

domingo, 25 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 6 primera parte

 Lali estaba tan sorprendida que se quedó mirándola, sin poder decir palabra. Sol oviedo la miraba intrigada y dijo:
—¿No la conozco? ¿No es usted... quiero decir... no fue la esposa de Peter? Pero claro que sí —prosiguió cuando Lali no contestó—. Supongo que no lo recuerdas, pero nos conocimos cuan¬do fuiste a estados Unidos con él.
—Sí, claro. ¿No quieres pasar? —dijo Lali con rigidez, recu-perando la voz al fin.
—Voy a pagar al taxista; quería asegurarme de que era la direc-ción correcta.
Sí, pensó Lali viéndola alejarse, la recordaba muy bien. Tan sólo llevaban seis meses casados cuando Peter la llevó a Nueva York en un viaje que era en parte de negocios y en parte de placer. Mientras estuvieron allí, los invitaron a una fiesta, una reunión ele¬gante con invitados del ámbito intelectual del de las carreras.
Era la primera vez que Lali iba a una fiesta tan refinada y se pitaba divirtiendo mucho, pero en un momento, la anfitriona la llevó a conocer a un autor y cuando todavía estaba hablando con él oyó que una mujer exclamaba con alegría y sorpresa:
—¡Peter! —era sol oviedo. Cuando Lali se volvió, vio que la rubia abrazaba a Peter y que le daba un cálido beso de bienvenida. Un beso tan cálido e íntimo que resultaba obvio que habían sido mucho más que amigos. Él le puso una mano en la cintura mientras le devolvía el beso. Entonces Lali se dirigió hacia ellos y Peter sonrió, divertido, cuando le cogió el brazo de forma posesiva mientras las presentaba. Esa noche, al regresar al hotel, le preguntó si habían sido amantes, y Peter lo reconoció de inmediato.
—No puedes esperar que no haya tenido mujeres antes de cono¬certe, ¿verdad? —dijo de forma sensata y la miró como burlándose de sus celos.
—¿Por qué no? Yo nunca había estado con nadie antes.
—Ah, pero es diferente en un hombre.
Lali cogió una almohada y se la tiró.
—No me digas eso. Traicionero.
Peter la derrumbó en la cama.
—Pero un hombre debe tener un poco de experiencia —señaló y su mirada se ensombreció—. Si no, no sabría cómo hacer esto... —lo que había empezado como una pelea se volvió una noche de felicidad sensual.
sol sólo llevaba una maleta y la dejó en el vestíbulo. Volvió a mirar a Lali con intriga.
—Perdona... ¿he oído mal? Creía que Peter y tú estabais divor-ciados desde hace mucho.
—Sí, es verdad, nos divorciamos —reconoció, tratando de pare¬cer neutral—. Pero no hemos vuelto, si eso es lo que te preguntas. Soy enfermera así que... he venido a cuidarle mientras se recupera, eso es todo.
—Ya veo —sol la miró de forma calculadora—. ¿Cómo está? Parecía bien por teléfono.
—¿Por qué no subes y lo ves tú misma? estoy segura de que está deseando verte.
—Claro, enseguida voy —sol dudó y luego dijo—: ¿No te ha dicho que vendría a quedarme?
Lali sonrió al contestar:
—Ya le conoces, le gusta sorprender a la gente.
sol iba a decir algo más, pero Claudia entró en el vestíbulo y se sorprendió tanto como Lali al ver que la visita era una mujer. Recuperó la compostura y se adelantó para presentarse. Lali se excusó y dejó que la señora lidiara con la situación. Fue al estudio y trató de ignorar los murmullos que venían del vestíbulo, pero después de unos minutos Claudia entró y Lali oyó que la atractiva rubia subía al cuarto de Peter.

- ¡Bueno, qué sorpresa! –dijo Claudia de modo innecesario—. Me pregunto quién será.
—Una vieja amiga de Peter —contestó Lali—. La conocí una vez en estados Unidos.
—Ya veo —hubo una tonelada de comprensión en la voz de la ex suegra—. ¿está casada?
—No lo sé. Creo que divorciada.
—Como tú, entonces —le recordó Claudia con suavidad.
—Sí, como yo —asintió y sonrió sin alegría.
  
tranquis la reconciliacion va a ser la mejor lo prometo espero que les guste un beso capas suba otro mas tarde gracias nuevamente por las firmas las quiero @pupy_angelita

sábado, 24 de marzo de 2012

triunfo del amor capitulo 5 ultima parte

—Pero lo hubieras hecho de todas maneras.
—Sí, pero Peter nunca se ha interesado por esas cosas. Siempre me dejaba los detalles a mí.
—O a mí —asintió la joven y se preguntó quién sería ese invitado de Peter. Quizá otro piloto de carreras. O... jadeó... alguno de sus promotores de carreras para ver si le apoyaría cuando caminara de nuevo. La sangre se le heló convencida de que estaba en lo cierto.
¿Qué otro motivo tenía para no decirles quién era? Empezó a sentir una gran indignación ya que sabía que Peter lo hacía para lastimarla. Pero aún no había ninguna garantía de que Peter volviera a conducir. Y ningún promotor sensato le ayudaría, mientras no volviera a andar.
Lali estaba bastante sarcástica cuando subió al dormitorio esa noche para asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba. estaba haciendo un crucigrama en el periódico con el ceño fruncido por la concentración.
—Vaya, vaya —le regañó ella—-. ¿No deberías estar durmiendo ya para estar guapo mañana?
—¿Por qué dices eso si ni siquiera sabes quién viene?
—Me lo imagino —replicó con sorna.
—¿Sí? ¿Y quién crees que es? —Peter entrecerró los ojos.
Lali dudó un momento, pero se sentía tan segura que dijo:
—Alguien que tenga que ver con las carreras, claro.
Peter se relajó y sé acomodó sobre las almohadas sonriendo un poco.
—Bueno, ¿no lo es? Después de todo, ¿qué otros amigos tienes? Todo tu mundo eran las carreras —se sentó en el borde de la cama y miró a Peter—. Quieres volver a competir. Y creo que esperas que el que venga mañana te ayude.
—Eso es fascinante. ¿Y quién supones que es mi invitado... mi jefe de equipo?
—Posiblemente —hubo algo en la voz de Peter que la hizo dudar, pero pensó que estaba molesto porque le había descubierto, así que concluyó—. ¿O es un promotor?
—Ah —se rió—. Es irónico, ¿no? Trabajas para que pueda volver a andar y competir, y a la vez eso es lo que temes.
—Ya no me preocupa.
—¿No? —arqueó las cejas, incrédulo—. Pues cada vez que hablo de ello parece que te aterroriza.
—Y por eso lo dices tanto —observó Lali—. Pero te equivo¬cas. No temo por ti. Sólo detesto la idea de... que esto es una pérdida de tiempo. No tiene sentido pasar todo este sufrimiento para que vuelva a ocurrir otro accidente.
—Pareces muy segura de que volverá a suceder —comentó Peter.
—Sí, lo estoy. Porque sigues teniendo la misma actitud, la obse¬sión de ganar sin tener en cuenta los riesgos.
—¿Por qué dices eso? Siempre han dicho que yo era un piloto frío y sensato.
—Sí, lo fuiste... Pero no conducías de forma responsable el día que te estrellaste, ¿verdad?
—Te has vuelto toda una autoridad acerca de mi psique —se burló—. Me pregunto qué te hará pensar eso.
Lali dudó y se dio cuenta de que no podía traicionar a Agus.
—Lo vi por televisión —mintió la chica—. Ibas como un loco.
—No me digas que creíste que me iba a matar sólo porque tú me habías dejado —se burló Peter—. Para que lo sepas, tuve una pelea con el piloto qué conducía delante de mí, la noche anterior a la competición. Por una chica. Casi nos pegamos pero nos separaron y él juró que me sacaría de la carrera. No tenía intenciones de permi¬tírselo. Y cuando trató de obstruirme el paso, vi la oportunidad de adelantarle y me sacó de la pista deliberadamente.
Lali no le creyó. Si eso realmente hubiera sucedido después de una pelea en público, el otro piloto habría tenido que pagar una multa enorme. Así que tan sólo dijo:
—No solías ir a fiestas antes de competir.
—Ah, pero eso era cuando estaba casado contigo. No sé por qué tontería sentía que debía ser responsable... y fiel —añadió en un reto—. Pero una vez que los lazos se rompieron, quedé libre para hacer lo que me viniera en gana.
Ella le miró un momento y luego señaló con calma:
—No te creo. En absoluto.
—¿No? Yo a ti tampoco.
—¿Acerca de qué?
—Cuando dices que no temes que vuelva a competir —sonrió—. Ni siquiera soportas pensar en ello.
Lali se levantó al comentar:
—Te equivocas. Me daba miedo cuando estaba enamorada de ti. Ahora —se encogió de hombros—, puedes irte al demonio si te apetece.
Peter la miró con furia pero observó con suavidad:
—Bueno, averiguaremos la verdad cuando mi... huésped llegue mañana, ¿verdad? —la miró por un momento pero entonces rió, esta vez, realmente divertido.
Lali le dejó intrigada pensando qué le haría tanta gracia.
Lo descubrió a las doce cuando llamaron a la puerta y fue a abrir porque Claudia y la señora Campbell estaban ocupadas en la cocina. Por la ventana vio que llegaba un taxi, y pensó que la visita misteriosa de Peter había llegado. Abrió la puerta deprisa, preguntándose quién podría ser, pero se quedó inmóvil, fulminada, cuando vio en el um¬bral, no a un hombre, sino a una rubia atractiva.
—Hola —dijo la mujer con un agradable acento norteamerica-no—. Soy sol oviedo. Supongo que Peter me espera.

aqui otro capi mass espero que les guste gracias por las firmas besosss @pupy_angelita

viernes, 23 de marzo de 2012

triunfo del amor capitulo 5 cuarta parte

—¿Qué piensas? —preguntó la señora mientras Lali condu¬cía—. Peter ha invitado a alguien para que le visite, y se quedará toda la noche. ¿No es maravilloso?
—Fantástico —asintió Lali—. ¿Quién es?
—No me lo ha dicho, pero llegará el jueves, así que la señora Campbell y yo prepararemos un cuarto y haremos las compras ma-ñana.
—Yo iré a Aberton mañana, así que si te puedo traer algo dímelo —ofreció Lali.
—Bien. Te daré una lista.
La lista era bastante larga y Lali sólo había comprado la mitad cuando llegó la hora de encontrarse con maximo recca para comer. La estaba esperando en el bar y miraba la puerta. Sus ojos brillaban cuando la vio y se levantó a saludarla.
—Hola, Lali —dijo con calidez mientras le estrechaba la mano. Luego la sorprendió al besarle la mejilla.
—Oye —protestó la chica—. La gente empezará a imaginar co¬sas.
—¿Tan malo es? —bromeó él.
—No sabes cómo rumorea la gente en las ciudades pequeñas y los pueblos.
Le invitó a una copa y la miró extrañado ella se dirigió a una mesa lejos de la ventana.
—No pensaba que fueras del tipo de persona que le molesta lo que piensen los demás.
—Depende de lo que digan —replicó Lali con más brusque¬dad de la que quería. Respiró hondo—. Lo siento, no quería ser tan tajante. ¿Cómo estás? ¿Ocupado?
—No mucho. La mayoría de los pacientes se han recuperado de las enfermedades típicas de las vacaciones y todavía no han llegado las gripes del invierno.
—Debe de ser muy absorbente ser médico —comenzó a sentirse a gusto—. Me habría gustado serlo.
—¿Por qué no lo hiciste? —inquirió Max.
—No era lo bastante lista —se encogió de hombros—. Y me empeciné en ser fisioterapeuta. No me di cuenta de lo limitante que era hasta que me gradué.
—¿Por qué te hiciste enfermera particular en vez de trabajar en un hospital?
—Bueno, para empezar, pagan mejor. Y cuando empecé, nece-sitaba... alejarme un poco de lo que me rodeaba, cambiar de escena-rio. Y es agradable tener períodos de descanso entre trabajo y traba-jo.
—Y me imagino que el trabajo es mucho más fácil que en un hospital.
—Un paciente en vez de veinte. Eso es cierto. ¿Pero cuántos tienes tú?
—Cientos —rió Max—. Pero por fortuna no todos a la vez.
—No estés tan seguro —le advirtió en tono de broma—. Podría presentarse una epidemia.
—Bueno, si eso sucede, exigiré que te hagas mi enfermera prin-cipal —rió Max y le sonrió con calidez—. Conozco un asilo a unos kilómetros de aquí que busca una enfermera que reemplace a una que se va a casar dentro de tres meses. ¿No te interesaría? Podrías que¬ darte en esta zona.
—No, no creo —negó con la cabeza Lali—. Me gusta mi independencia.
Max la miró desilusionado pero después los dos hicieron un es-fuerzo por hablar de temas impersonales y el resto de la comida resultó bastante agradable.
A las dos, Lali se despidió amablemente pretextando que tenía que seguir haciendo las compras de Claudia. No quería verle de nuevo el domingo. Era obvio que le gustaba mucho y no quería que lo que había pensado como una amistad agradable y un medio para poner celoso a Peter, terminara en un compromiso. Era lo último que quería.
Una de las cosas que había en la lista era un par de pijamas para Peter. Se pasó un buen rato escogiendo y al final compró dos azul pálido con ribetes en azul marino. Por un momento, pensó decir que los envolvieran para regalo para dárselos ella misma, pero se arrepin-tió, pues no quería que se burlara de su obsequio... o que lo tomara como una señal de que todavía le amaba.
Lali suspiró pensando que Peter había reconocido que todavía le importaba. Intentaba convencerse de que se trataba tan sólo del rechazo inconsciente de aceptar la separación. En aquel entonces él no la tomaba en serio y le escribía a través de los abogados para hacerle regresar a su lado. Quizá aún la quisiera, todo lo que podía querer aparte de las carreras, pero estaba segura de que sólo trataba de hacerla volver porque no podía soportar el fracaso. Y era obvio que aquello había dañado su orgullo, Peter le había dicho que le importaba con furia y desesperación. Como si le hubieran arrancado contra su voluntad esa confesión.
Suspiró de nuevo sintiéndose muy confundida pero endureció su corazón pensando que nada había cambiado... sobre todo Peter. Por eso le había rechazado de nuevo. Y si había sido cruel con él, era por un miedo instintivo a que el pasado se repitiera. Era mucho mejor
decírselo a que empezara a creer que había vuelto para quedarse con él.
A Peter le gustaron los pijamas. estaba de buen humor ese día, hizo bien sus ejercicios y dejó que la señora Campbell limpiara a fondo su cuarto... aunque no hacía falta. Quiso saber lo que iba a comer y a cenar con su invitado al día siguiente y le ordenó a Agus que mantuviera alejados a los perros que ya estaban casi todo el tiempo en el dormitorio.
—Y sabes—exclamó Claudia con entusiasmo—, ha insistido en que pusiera flores en el cuarto de los huéspedes.

y estamos llegando ya a la parte mas interesante de la historia quedan pocos capitulo pero eso lo vemos mañana 
gracias por las firmas espero que les guste besosss

jueves, 22 de marzo de 2012

triunfo del amor capitulo 5 tercera parte

 La gente de correos fue mucho más amable. Parecía contenta de verla y le dio un pequeño regalo para Peter: una caja de sus bombones favoritos.
Lali regresó a la casa con el ánimo alto y encontró un coche extraño aparcado en la entrada.
—¿Quién ha venido? —le preguntó a Claudia cuando entró en la cocina.
—El señor Ambrose, el gerente del banco, ¿le recuerdas? Peter le ha llamado esta mañana para hablar de sus. inversiones, y por fortuna ha podido venir hoy. Mi hijo le ha invitado a comer —añadió sin gran entusiasmo.
—Oh, Dios. ¿Puedo ayudar en algo? ¿Comerá con nosotras o con Peter?
--Con él —contestó la señora—. En realidad, no importa, pero podía habérmelo dicho con antelación.
—Ya deberías estar acostumbrada a que invite de repente a la gente. Cuando estábamos casados, lo hacía siempre. Trajo a cenar a todo el equipo de carreras más de una vez.
—Bueno, tú le permitías eso, querida Lali, pero yo no. Si invitaba a sus amigos sin avisarme, yo siempre insistía en que se los llevara a algún lado.
Lali sonrió recordando que a Claudia siempre le había gustado que todo estuviese bien organizado.
—¿Te puedo ayudar en algo?
—No, creo que la señora Campbell y yo tenemos todo bajo control.
El gerente se fue a las tres y media, y Lali subió inmediata-mente a darle a Peter su sesión de terapia vespertina. Él yacía sobre las almohadas con una mirada sombría. Había varios documentos en la cama que parecían estados de cuenta. Cuando miró a Lali, sus ojos se endurecieron y ella le vio como un guerrero indio. Recordó que antes solía burlarse de esa expresión, pero era obvio que Peter no estaba para bromas.
—Según parece soy mucho más rico de lo que pensaba —comen¬tó con brusquedad.
Lali sabía lo que se avecinaba, pero intentó distraerle al em-pezar a recoger las carpetas diciendo:
—Creo que no hace falta que ejercites más el brazo. Dices que ya no te duele, así que siempre y cuando tú...
—¿Me has oído? —interrumpió Peter, deteniéndola cuando iba a recoger los documentos—. ¿Por qué no has cobrado los cheques de manutención que te he mandado? —dio un manotazo en la carpeta—. Destiné una suma en una cuenta separada, cuando nos divorciamos, para que se te enviara un cheque todos los meses. No la has tocado. ¡No falta ni un solo centavo!
—Te dije que no quería ninguna pensión.
—¿Por qué? ¿Mi dinero no es bastante bueno para ti? —la miró iracundo; Lali nunca le había visto tan enojado—. ¿De qué has estado viviendo?
—De mi sueldo como enfermera —replicó—. Lo que te parecía un divertido pasatiempo cuando empecé a estudiar.
—¿estudiabas para eso... porque ya tenías la intención de dejar¬me?
Sorprendida de que pudiera pensar eso, Lali refutó con rapi¬dez.
—No —después de una pausa agregó—: Por lo menos, no cons¬cientemente. Era un reto para mí. Y... necesitaba algo. No encontra¬ba trabajo por aquí como fisioterapeuta... así que estudié enfermería.
—¿Y cómo te las arreglaste... después de desdeñar con tanto orgullo mi dinero? Querías hacerte la mártir, ¿verdad?
—Claro que no —exclamó Lali—. Cuando estábamos casados gastabas mucho dinero en mí. No voy a seguir quitándotelo ahora que nos hemos divorciado. Llámalo orgullo o lo que quieras, pero nece¬sitaba valerme por mí misma.
—¿Y por eso dejaste aquí todas las joyas que te regalé? —conti¬nuó Peter agresivo.
—Pensaba que no tenía derecho a llevármelas...
—¡Por el amor de Dios! Pero pensabas que sí tenías derecho a abandonarme, ¿no? ¿Y yo no tengo derechos? ¿No tengo el privilegio de mantener, a la mujer que he querido? ¿Tienes que tirarme a la cara, como si fuera un leproso, todo lo que te di?
estaba jadeando y pálido de furia, y Lali empezó a temerle.
—Peter, no te lo he tirado —explico con urgencia—. Me pagan muy bien. No se gasta mucho dinero mientras se cuida a los enfermos, así que ahorré casi todo, tanto que pude comprar mi apartamento...
—¿Y en dónde vivías antes? —la interrumpió—. En hoteles baratos. Con un par de maletas para guardar todo lo que tenías. Y no trates de negarlo. Lo sé. Me ocupé de averiguarlo.
—Resultaba práctico —protestó Lali—. Y no necesitaba mu-cho.
—Pero sentiste la necesidad de tener un apartamento —insistió - Peter con determinación.
—Sí, necesitaba una... una base. Algo que pudiera llamar hogar.
—Éste era tu hogar. Pero en vez de tratar de que las cosas funcionaran entre nosotros, te fuiste a vivir a un hotel.
—Eso no es justo —exclamó—. Tú sólo conocías una manera de hacer que las cosas funcionaran y era que yo hiciera lo que tú querías —se interrumpió—. No voy a repartir todo eso de nuevo. No quería seguir viviendo tu vida, Peter, y no podía coger tu dinero para vivir a mi manera —cogió la carpeta y la colocó junto a las otras—. Ahora, ¿empezamos con la terapia?
Peter sonrió con malicia.
—Bueno, por lo menos, usas mi dinero para esto.
—Claro. ¡Y te aseguro que me lo estoy ganando!


y con esto me despido hasta mañana gracias por las firmasss ya saben aqui o por twitter: @pupy_angelita

triunfo del amor capitulo 5 segunda parte

—¿Le sacaron de inmediato?
—No, estaba atrapado. Tardamos media hora en rescatarle.
—¿Tardamos? ¿Ayudaste?
—Sí, estuve allí.
—¿estaba consciente? —indagó Lali con la vista baja.
—Parte del tiempo. Después llegó un médico y le anestesió.
Lali no quería hacer las siguientes preguntas, pero se obligó a hacerlo.
—¿Dijo... algo mientras pitaba consciente?
Agus la miró furioso un instante y luego contestó:
-—Debió hacerlo.
Así que todavía no podía perdonarla y decírselo. Lali no le presionó, pero inquirió:
—¿De qué humor estaba Peter ese día?
—¿Humor? —la pregunta le intrigó—. Tenso, supongo, pero siempre lo estaba... antes de una carrera. Impaciente por empezar a correr.
—¿Pero no más de lo normal? —él frunció el ceño e iba a hablar, pero cambió de idea y negó con la cabeza—. Por favor, Agus, dímelo. Tengo que saberlo. Desde su accidente, siempre he pensado que en el fondo... quería estrellarse. 
—¿Quería? —Agus la miró sorprendido—. ¿Cree que lo hizo adrede?
—¡No! No, claro que no. Pero has dicho que estaba enfadado y no solía irritarse antes de conducir. Peter siempre era muy frío, muy... —Lali trató de pensar en la palabra adecuada—. Muy profesional.
—Sí, tiene razón. Durante el último año cambió. El ganar se convirtió en... su obsesión. Era como si nada importara más.
—¿Y corría riesgos innecesarios? —Agus no quería decir nada contra Peter, pero asintió después de un momento—. Y el día en que tuvo el accidente... se arriesgó sin necesidad, ¿verdad?
—Supongo que si.
Lali se mordió un labio y un silencio pesado cayó sobre am¬bos. Hizo un esfuerzo sobre humano para preguntarle:
—¿Cambió por mí? ¿Fue después de que le dejara? Agus la miró con frialdad y condena. —Claro que sí —gruñó—. ¿Por qué otra cosa podía ser? Lali asintió, pálida.
—Siempre he temido... —se miró los puños—. ¿Quieres otra taza de té? —se levantó.
—No, gracias —Agus dudó y luego preguntó con brusquedad—. ¿Por qué no fue a verle al hospital?
—Por el mismo motivo por el cual le dejé: no podía soportar verle herido. No soy... muy valiente en lo que concierne a Peter, como podrás ver.
—Bueno, por lo menos está aquí ahora y hace lo que puede por él. Si Peter logra andar, será gracias a usted.
Lali le miró con los ojos brillantes.
—Pero si lo logra, volverá a competir, ¿no es cierto?
—Sí, eso querrá —Agus se levantó pensando en todo lo di¬cho—. Gracias por el té, será mejor que termine de podar el césped.
Lali se quedó largo rato frente a la ventana de la cocina, preguntándose si al abandonar a Peter le había llevado a la única cosa que tanto había temido.
Peter estuvo muy ocupado durante los siguientes días. Hizo va-rias llamadas telefónicas, escribió cartas y se encargó de la casa y de sus intereses financieros de nuevo. Era una tarea que Claudia estaba feliz de darle. La señora se había hecho cargo, pues no tenía alterna¬tiva, pero, aunque lo hacía con eficiencia, no le gustaba mucho. El martes por la tarde había tantas cartas, que se terminaron los sellos y Lali tuvo que ir a la oficina de correos del pueblo.
Todo el mundo conocía a Peter; era su celebridad local. Lali estaba segura de que sabían que ella había regresado a Las Hayas. La señora Campbell, aunque era un ama de llaves excelente, era bastan¬te dada a los chismes. La oficina de correo estaba al otro lado del pueblo, así que Lali se encontró a varias personas que conocía; algunas la ignoraron, molestas; otras la saludaron y dos mujeres le preguntaron cómo seguía Peter. Eran socias del club de tenis del pueblo, al que Lali y Peter habían pertenecido aunque ella había jugado allí mucho más que él. Antes del divorcio se hablaban en tono amistoso, pero ese día las dos mujeres hicieron obvio que estaban de parte de Peter. Así que Lali les contestó bruscamente cuando una de ellas le preguntó:
—Y tú, ¿cómo estás? Nos ha alegrado mucho saber que has vuelto con Peter.
—¿De verdad? —Lali levantó una ceja—. ¿Quién se lo ha dicho?
La mujer pareció sorprendida ante la pregunta.
—Oh... no lo recuerdo. Es un rumor que corre por allí.
Lali le dedicó una melosa sonrisa.
—Es muy divertido ver cómo los chismes equivocan los hechos, ¿verdad? Hacen que la gente que los repite parezca estúpida —y con otra sonrisa salió de la tienda, sintiendo que había ganado la batalla.


en un ratito subo masss si hay 3 o 4 firmas besoss y gracias por las firmas ah y sandra bienvenida

miércoles, 21 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 5 primera parte

Al día siguiente cuando Lali le tomó la temperatura, Peter tenía fiebre, pero lo anotó en su carpeta y no hizo ningún comentario. Otra vez se trataban como dos extraños, pero después de la terapia matutina él le pidió que fuera a su estudio y le llevara todas las cuentas de la casa. Lali se lo comunicó a Claudia, que había estado llevándolas.
—Qué maravilloso —exclamó la señora—. Si quiere verlo, debe de estar interesándose de nuevo en la vida. Voy a ordenarlas ahora mismo.
Lali sacó a los perros a dar un paseo. Al regresar vio que Agus estaba dando la última poda al césped antes del invierno. Él se detuvo cuando la vio y preguntó:
—¿Cómo está Peter esta mañana? Parecía muy inquieto anoche.
—Es un convaleciente —explicó Lali ocultando el motivo ver-dadero—. Tiene tanta energía mental como antes, pero no la fuerza física, así que se frustra con facilidad.
—Bueno, si pudiera salir de la cama, diría que ayer se levantó con el pie izquierdo. ¿está progresando?
—Muy bien. Lento pero seguro. Siempre y cuando no intente excederse, estará bien.
—Entonces, ¿piensa que volverá a andar?
—Su columna no está dañada, así que no hay ningún motivo para que no pueda hacerlo. Los huesos de las piernas y de la cadera sufrieron fracturas múltiples y quizá nunca suelden lo suficiente para soportar su peso. Sin embargo, le estoy dando mucha terapia para fortalecerlos.
—Si hay una oportunidad de que ande, Peter lo logrará —afirmó Agus—. Siempre ha sido luchador y, además, testarudo. 
Al menos, desde que usted ha vuelto, lo está intentando —sonrió Agus—. Ha cambiado de la noche a la mañana. ¿Volverán a estar juntos? —pre¬guntó, esperanzado.
—No, eso nunca —respondió Lali y él se desilusionó. .
—Eso va a poner muy triste a Peter cuando se entere.
—Ya lo sabe —se volvió, pero dudó un momento—. ¿Has terminado? ¿Te apetece un té?
—Siempre me apetece un té —sonrió y la siguió a la cocina.
Claudia estaba con Peter, y la señora Campbell no trabajaba los fines de semana, así que estaban solos. Lali preparó dos tazas de té y se sentó con Agus. Hablaron de los perros y del jardín, pero después el mecánico la observó intrigado.
—¿La preocupa algo?
—Sí. De hecho, llevo pensando en ello bastante tiempo —Lali miró a Agus con intensidad—. Discúlpame si lo que te voy a pregun¬tar te entristece, pero eres la única persona que puede decírmelo. ¿estabas allí... cuando Peter tuvo el accidente?
—Así que es eso —Agus frunció el ceño pero asintió—. Sí, estaba allí. Siempre asistía a las competiciones.
Lo dijo como acusándola de que ella no estuviera. Lali se mordió un labio antes de preguntar.
—¿Qué pasó? ¿Podrías decírmelo, por favor?
—¿No lo vio en las noticias de televisión? Lo transmitieron varias veces ese mismo día.
—No —apartó la mirada—. Supuse que lo harían, pero... no podía verlo.
Agus viendo que se alteraba, suavizó la expresión.
—¿Qué quiere saber?
—Todo. Todo lo que puedas recordar.
—No creo que lo olvide jamás —hizo una pausa y relató toda la escena—. Ocurrió casi al final de la carrera. Había terminado de llover, así que la mayoría de los coches todavía llevaban neumáticos para suelo húmedo. Él y otro piloto luchaban en el segundo lugar. Peter era más rápido, pero el otro no le dejaba pasar y era un circuito con demasiadas curvas y pocas oportunidades para adelantar. Oía a Peter maldecirle por el transmisor. El jefe del equipo le recomendó que se apaciguara, pero Peter se dio cuenta de que estaba perdiendo su oportunidad de ganar. El piloto de delante iba por el carril interno y no le dejaba pasar, pero entonces Peter vio su oportunidad y se coló por la parte externa de la curva —Agus bajó la voz y apretó la taza con tuerza—. Casi lo logra, pero en el último minuto el otro piloto se dio cuenta y trató de cerrarle el paso. Debieron rozarse... todavía no es totalmente seguro, pero la mayoría de la gente coincide en eso. El coche de Peter salió disparado y dio dos vueltas de campana. Cayó con la parte delantera contra el suelo y por eso se hirió tanto las piernas. El coche empezó a arder —Agus ya no pudo ocultar la emoción que le embargaba—. Los socorristas estuvieron allí en cuestión de segundos y apagaron el fuego. Fueron maravillosos. Se arries-garon por Peter —se detuvo y dio un trago de té.
Lali entendía su emoción, la comprendía demasiado bien, pero había más cosas que quería preguntarle y era mejor hacerlo ya.
—¿Le sacaron de inmediato?

perdon pero ayer no pude subir mas por tarea lo sientoo pero aqui esta el cap espero que les guste gracias por los comentarios ya saben aqui o en twitter: @pupy_angelita

martes, 20 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 4 ultima parte

—está bien. Cuéntame cómo es la casa de Max.
—Tiene un apartamento encima del consultorio.
—Lo sé... todo el mundo lo sabe. ¿Cómo es por dentro... por ejemplo, la sala?
—No recuerdo gran cosa de la sala —se mofó Lali.
Los ojos de Peter brillaron de rabia y quiso cogerla del brazo, pero se contuvo.
—Maldita —gruñó—. estás tratando de enfadarme. No has ido allí, ¿verdad?
—Nunca lo sabrás —sonrió con malicia.
—Pero puedo imaginármelo.
—Adivínalo. No quieres que le bese y me vanaglorie de ello, ¿verdad? eso sería romper las reglas del juego.
—Un juego, ¿es eso lo que es para ti? —incapaz de contenerse más tiempo, Peter la cogió de la muñeca.
Lali jadeó un poco y contestó:
—Por supuesto. ¿No era un juego para ti subirte a un coche y competir? ¡La diversión sólo terminó el día que te estrellaste! Pero no podías enfrentarte a eso, ¿verdad? Si no podías andar y competir, entonces no deseabas vivir.
—Maldita seas, andaré de nuevo... y volveré a competir —gritó Peter.
—Sí, está bien —replicó con fiereza—. Entonces todo volverá a ser un juego, ¿no? Hasta el próximo accidente. Pero yo ya me cansé de eso, Peter. He madurado... y ahora disfruto mis propios juegos.
Él la miró fijamente y luego le sacudió la muñeca con violencia.
—Dímelo —gruñó—. ¿Has ido a su casa?
—¿Por qué? ¿Qué te pasa? Actúas como si todavía te importara. ¿Acaso no te puedes acostumbrar a la idea de que ya no te pertenez¬co?
Él le hundió los dedos en la carne y ella tuvo que reprimir un gemido de dolor, pero Peter palideció hasta que el semblante se le .puso blanco.
 —Sí —reconoció con la voz llena de rabia y desesperación—. Sí, y que Dios me ayude, todavía me importas. ¡Eres mía! Siempre lo serás. Y al diablo con el divorcio —trató de abrazarla, pero Lali retrocedió con rapidez.
—¡No! —exclamó con horror—. No, no quiero. ¿No lo puedes entender? He terminado contigo. No quería venir aquí y tan pronto como esto acabe, me iré y no volveré a verte nunca más.



en un rato por ahi subo mas gracias por las firmas y ya saben aqui o por twitter: @pupy_angelita

lunes, 19 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor capitulo 4 quinta parte

Después de eso, Lali mantuvo la conversación en terreno seguro, esto es, lejos de Peter, lo que no era fácil ya que Max le admiraba mucho. Le preguntó de nuevo qué pensaba del señor Lanzani, pero Lali sólo rió y él entendió que no quería contestar y no volvió a preguntárselo, aunque la miró con curiosidad. Tomaron el café tranquilamente, hablando de muchas cosas, como dos perso¬nas que se empiezan a conocer y se agradan. Max le habló de un bosquecillo en donde los árboles empezaban a amarillear y la invitó a ir con él el fin de semana siguiente.
Lali estuvo a punto de negarse porque se sentía traicionera. Pero su pasado era asunto suyo y de nadie más. Si no quería decírselo a Max, que no era más que un extraño, no tenía por qué hacerlo. Quizá cuando le conociese mejor, se lo confiaría. Así que aceptó y le agradeció la cena cuando la llevó de nuevo a Las Hayas.
Paró a la entrada de la casa y Lali no pudo evitar mirar hacia la ventana de Peter que todavía estaba iluminada.
—Gracias por acompañarme —le agradeció Max—. Ha sido una velada exquisita. Me alegro de que nos hayamos conocido.
—¿Quieres entrar a tomar una copa?
—Gracias, pero parece que la reunión de la señora Lanzani todavía sigue, así que no quiero ser inoportuno.
—Oh, a Claudia no le molesta, podemos ir al estudio de Peter.
—¿Tuteas a la señora Lanzani? —la miró sorprendido.
Molesta por su lapsus, Lali dijo:
—Sí, me pidió que la llamara así y me dijo que me sintiera como en mi casa.
—Entonces, ¿también la conociste cuando vivías por aquí?
—Sí, la traté un poco. Bueno, si no vas a entrar, me despido de ti. Y gracias de nuevo por una cena tan agradable.
Se disponía a salir del brazo cuando Max la cogió del coche y se inclinó para besarla. Al principio, Lali se tensó y después poco a poco se relajó, aceptando el beso pero sin corresponder. Trató de ser sensata, de decirse que sólo era un beso inofensivo de buenas noches, que no significaba nada; sin embargo, no se sentía tranquila cuando se separó lo más rápido que pudo.
—Lali —murmuró Max con voz ronca—, no puedo esperar una semana entera antes de verte de nuevo. ¿No podrías salir a tomar una copa antes?
—No lo sé —dudó, no quería implicarse más en el asunto, pero insistió tanto que al final aceptó comer con él en Aberton, en donde él trabajaba, el miércoles siguiente.
De nuevo Max la besó suavemente y Lali le interrumpió.
—Oye, que los invitados de Claudia van a salir y nos van a ver —le regañó. Le deseó buenas noches otra vez, salió del coche y entró en la casa sin esperar a que él se fuera.
La reunión de Claudia estaba terminando y los jugadores contaban sus pérdidas y ganancias y hablaban de sus pujas como los pescadores del «pez gordo que se escapó». Varios conocían a Lali de antes y la saludaron con amabilidad, en atención a Claudia, cualesquiera que fuesen sus sentimientos hacia ella. El encontrarse con gente conocida era una de las cosas que Lali había temido al ir allí y por eso no se había puesto en contacto con sus antiguas amistades. De todos modos, la mayoría había roto con ella; admiraban tanto a Peter, que la culparon del divorcio. Al principio, eso la había herido mucho, sobre todo cuando vio que las que consideraba sus amigas, también reaccionaron contra ella. Sólo hubo una o dos que la entendieron porque también estaban casadas con pilotos y sabían el infierno que representaba.
Pero lo que más le dolió fue un par de ocasiones en que los maridos de dos de sus amigas la llamaron al hotel en donde Lali  se hospedaba antes de empezar a trabajar para la agencia. Los dos episodios fueron repugnantes y similares; había recibido a cada hom¬bre en nombre de su antigua amistad y ellos le dijeron que estaban de su lado y le ofrecieron toda su ayuda. Luego la invitaron a cenar, pero después dieron por sentado que sólo había una forma de «con¬solar» a una mujer sola. Los recuerdos todavía la hacían sentir náu¬seas y prometió que nunca volvería a caer en una situación semejante. Así saludó a los amigos de Claudia con reserva, cuando en el pasado siempre había sido amable y atenta con ellos.
Cuando se fueron, Lali ayudó a la señora con la limpieza y tomaron una taza de chocolate antes de que Claudia subiera a acostar¬se. Lali se quedó viendo un programa de televisión y luego también se fue a dormir.
Peter seguía despierto. Por debajo de la puerta se colaba la luz y Lali dudó en entrar. Su profesionalismo fue más fuerte que sus propias inclinaciones y llamó a la puerta. estaba sentado en la cama escribiendo. Por un momento continuó ignorándola. La tensión era tan palpable que Lali sintió que entraba en la guarida de un animal peligroso. Deseó salir corriendo, pero se quedó allí y dijo con natu¬ralidad:
—Hola, ¿cómo estás?
—Ya ves —contestó señalándose las piernas con ironía.
—Pareces ocupado —comentó ignorando su sarcasmo
—Sí, lo estoy. He diseñado un nuevo horario para mi terapia y mis ejercicios. Aquí está, léelo.
Lali le miró sorprendida pero cogió el papel y empezó a leer. De inmediato levantó las cejas y exclamó:
—¿Tres sesiones al día?
—Por ahora. En un par de semanas creo que aumentaré a cuatro.
—Tú no harás nada. Te recuerdo que yo soy la experta. Podemos alargar las sesiones de ahora unos diez minutos, pero todavía no estás listo para hacer una hora entera. Debes darle tiempo a tu cuerpo para que cicatrice.
—Yo juzgaré lo que puedo hacer o no —la corrigió con brusque¬dad.
Ella iba a discutir pero se dio cuenta de que eso era lo que Peter quería, y se contuvo. Le devolvió el horario y dijo:
—Ya hablaremos de eso en otra ocasión. estoy cansada.
—¿De verdad? ¿Ha sido agotador quedarse en el coche como dos adolescentes enamorados? —dijo con sorna—. ¿O ha sido el ir a su casa antes de venir aquí lo que te ha cansado?
Lali, tensa, iba a negar la acusación; pero la arrogancia de Peter la enfureció y decidió hacerle pasar mal un rato.
—Posiblemente, además, antes he bebido bastante —expresó como si no tuviera importancia.
—¿Antes? —Peter la miró a los ojos fijamente.
—Durante la cena —explicó con apatía.
—¿Así que te ha llevado a cenar?
—Sí, a un restaurante nuevo que hay donde estaba el bar. ¿Lo conoces? La comida es bastante buena.
—No, creo que no —Peter la miraba con intensidad, inseguro de cómo actuar—. Antes nunca bebías mucho —dijo despacio.
—No, pero ahora hago bastantes cosas que antes no hacía.,
—No te creo —Peter endureció la mandíbula.
—¿No? —inquirió divertida.

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