-Con ese traje das la
impresión de ir pidiendo guerra -dijo
Majo Esposito con su
franqueza habitual.
Mariana se miró en el
espejo.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
Llevaba un traje
marrón, con la chaqueta abotonada hasta el
cuello y una falda
larga que le cubría por completo las
rodillas. Debajo, una
respetable blusa de color crema. Se había
recogido el cabello
en la nuca con un prendedor de concha y el
ligero toque de
maquillaje pasaba prácticamente desapercibido.
-Lo que pasa es que
ese traje te sienta tan bien que ningún
hombre podrá evitar
los deseos de ponerte las manos encima, y
menos que nadie, tu
apasionado esposo.
-No puedo evitar
tener buen tipo. Lo he heredado de ti, al
igual que los ojos
verdes y el cabello rojo.
-Y un temperamento
endiablado -añadió Majo-. Das la
impresión de querer
demostrarle lo mucho que va a perder
divorciándose de ti.
-iQué dices! ¿Tengo
que recordarte que fui yo la que lo
abandoné hace ya tres
años? -contestó ella con disgusto-. No
tengo tiempo para
seguir discutiendo, no quiero llegar tarde a
la reunión.
-Sería mejor que no
volvieras a verlo cara a cara -insistió
Majo.
-iNo empecemos de
nuevo, por favor! -suplicó Mariana,
observando cómo su
madre se desplazaba muy despacio por la
habitación con la
ayuda de un andador.
-Siempre he creído
que tendrías que haber dejado todo el
tema en manos de los
abogados, ya lo sabes. Y ahora, al verte
así vestida, estoy
más convencida aún de que ponerte delante de
sus ojos va a ser la
mayor equivocación de tu vida.
-Siéntate, por favor
-rogó Mariana-. Te tiemblan los brazos
y los médicos te han
advertido que no te esfuerces demasiado.
Majo había sido una
mujer impresionante, al igual que su
hija, hasta que un
desgraciado accidente automovilístico la
había reducido a una
silla de ruedas. Sin embargo, era tozuda y,
con la ayuda de un
fisioterapeuta, estaba recuperando poco a
poco la movilidad de
las piernas. Afortunadamente, su mente
seguía tan lúcida
como siempre.
Mariana chasqueó la
lengua con impaciencia mientras acercaba
una silla y la colocaba
detrás de su madre. Majo se inclinó
con cuidado y se
sentó sin emitir protesta alguna, lo cual
indicaba claramente
lo cansada que estaba de estar de pie.
Mariana la besó en la
tersa mejilla como despedida-: De acuerdo
-admitió-, me he
vestido así por algo, pero no tiene nada que
ver con el deseo de
que Peter se arrepienta de su propuesta
de divorcio. Durante
el año que estuvimos juntos, no paró de
criticar mi forma de
vestir, y yo fui lo suficientemente
testaruda como para
no aceptar ni una sola sugerencia por su
parte. Ahora quiero
demostrarle que sigo siendo igual de
cabezota, pero que he
madurado y soy capaz de vestirme de una
forma totalmente
convencional si me da la gana.
-Eres pretenciosa
-comentó su madre con preocupación.
-Quiero demostrarle
que soy capaz de cualquIer cosa.
Holaa,nueva lectora!
ResponderEliminarMe encanta la nove,quierobq se encuentren yaaa jaj
Si avisas por twitter,podrias avisarme a mi tambn?
@lalitter08
Besos
Cabezota !!!!!!,al igual k el.
ResponderEliminarMe encanta quiero otro capi
ResponderEliminar+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
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