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sábado, 21 de diciembre de 2013

novela: fuego en dos corazones capitulo 1 ultima parte


gente los que quieran que avisen por tw dejenme en los comentarios besos espero que les guste el cap

Unos contenidos golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Tenía que ser Lester Miles, el abogado de Mariana.Ella dirigió una sonrisa a madre y se preparó para partir, pero Majo insistió-:
-No permitas que vuelva a hacerte daño.
-Fuera lo que fuera lo que Peter hizo conmigo, jamás tuvo la intención de hacerme daño -protestó Mariana con una furia que dejó a su madre aturdida y confusa-. Estábamos enamorados, pero no había armonía entre nosotros. Nos resultó muy duro reconocer que la convivencia era imposible.
Majo decidió respetar el dolor de su hija y contuvo la lengua mientras aceptaba un segundo beso en la mejilla. Mariana estaba sorprendida de sus propias palabras. ¿Qué demonios pretendía defendiendo a un hombre que era indefendible? ¿Estaría más nerviosa de lo que se atrevía a aceptar? ¿Era posible que Peter conservara todavía la capacidad de hacerle daño? «No», se dijo, ese hombre no volvería a herirla nunca más, la historia se había acabado.
-¿Qué vas a hacer mientras yo esté fuera? -le preguntó a su madre antes de abrir la puerta para marcharse en compañía de Lester Miles.
-Benjamin ha alquilado un coche, iremos a dar un paseo para admirar las vistas de la ciudad. 
«Benjamin», recordó Mariana. Ese era otro problema con el que tendría que enfrentarse. Benjamin Sanders era fisioterapeuta, vecino y buen amigo. Y, según Mariana sospechaba, estaba a la espera de que ella le diera permiso para empezar a cortejarla. Benjamin se las había arreglado para invitarse al viaje a Atenas, posiblemente alentado por su madre. Y ella se había enterado al encontrárselo en el vestíbulo del hotel esa misma mañana. Benjamin había sonreído ante su gesto de disgusto, antes de comentar con tono inocente:
-Estoy aquí por tu madre. Deberías alegrarte por la sorpresa, ingrata.
Pero ella no se había alegrado de verlo ni había sentido gratitud alguna. No le gustaba la gente que se creía con derecho a interferir en su vida. Por eso necesitaba finalizar la relación con Peter de una vez por todas, sabía que no existía ni la menor posibilidad de que él deseara revivir la locura de su ya lejana relación amorosa, pero el divorcio era necesario para poder mirar hacia el futuro de frente, sin viejas ataduras. No era que lo odiara, pero sí lo despreciaba por cómo había sido tratada. Él había herido de muerte su alma y había destrozado la inocente confianza que tenía en sí misma, algo muy difícil de recuperar.
Mariana abandonó la habitación y se dio de bruces con Lester Miles. Él la miró de arriba abajo con sorpresa y a Mariana le quedó bien claro que su atuendo no iba a pasar en absoluto desapercibido. .A lo mejor había cometido un error al vestirse de ese modo, pero ya era tarde para rectificar, por lo que alzó la barbilla, saludó a su abogado con una inclinación de cabeza y continuó su camino hacia los ascensores, seguida de cerca por el joven letrado. Se trataba de un hombre emprendedor que ella había localizado a través de las páginas amarillas de la compañía telefónica. Se sentía capaz de hacerse cargo de los trámites del divorcio ella sola, pero no podía negar que la presencia de Miles la tranquilizaba. Había llegado el día de liquidar las cuentas pendientes con Peter. Estaba dispuesta a recobrar todo lo que ese hombre le había robado y a salir de la reunión satisfecha consigo misma. No quería su dinero ni sus bienes. Y ella no poseía nada que él pudiera desear recobrar, a no ser que pensara discutir por el anillo de boda o por un conjunto de joyas que le había regalado. Eran reliquias de la familia, había dicho su hermana Cande, antes de añadir con soma: «Demasiado elegantes para ti, ¿no crees?». Pero ni la madre ni la hermana de Peter habían estado presentes cuando ella había hecho el amor con él, adornada exclusivamente con esas preciosas reliquias. Las joyas llevaban tres guardadas en la caja fuerte de un banco ateniense y Peter podría recuperarlas sin problemas. Iba a ser interesante estudiar su propuesta, saber qué propiedades estaba dispuesto a entregarle antes de dejarle claro que no quería llevarse absolutamente nada. Y a continuación, le devolvería sus preciosas joyas para poder salir de la reunión con la cabeza bien alta y la dignidad intacta.
El trayecto en taxi por la ciudad de Atenas se hizo interminable, los coches apenas avanzaban. Lester Miles la interrogaba sin cesar sobre cuáles era sus propósitos, pero ella se negó a dar explicaciones.
-Está usted en una posición inmejorable, señora Lanzani -le dijo-. Al no haber firmado ningún acuerdo prematrimonial, tiene usted derecho a la mitad de la fortuna de su marido.
Mariana parpadeó. No había dedicado ni un solo pensamiento a esa posibilidad. ¿Era esa la razón por la que Peter deseaba verla personalmente? Si eso era verdad, había mucho en juego. Las joyas que ella tenía en mente se quedaban en nada frente a la inmensa fortuna de la familia Lanzani.
-Las negociaciones se inclinarán en un sentido u otro, dependiendo de cuál de los dos desee con mayor urgencia el divorcio y, puesto que ha sido él quien lo ha pedido, tenemos el poder en nuestras manos -prosiguió el abogado.
-Te has estudiado bien la lección –murmuró Mariana.
-Por supuesto. Para eso me ha contratado.
-¿Quiere eso decir que sabes por qué mi marido ha decidido pedir el divorcio precisamente ahora?
-No tengo pruebas -contestó Lester en tono de advertencia-, pero creo que hay otra mujer de por medio. Se llama Sofia Christophoros y pertenece a una de las familias más adineradas de Grecia. 
Mariana reconoció el nombre de la familia con un repentino dolor en la boca del estómago, La unión entre los Lanzanis y los Christophoros daría lugar al nacimiento de una nueva dinastía. La madre de Peter tendría que estar muy contenta.
-Acaba de pasar un par de semanas en el yate de su marido -prosiguió el eficiente abogado-. También me he enterado de que su cuñado, Nicolas Lanzani, va a casarse la semana que viene con Rocio Santorini. Los rumores dicen que, después de esa boda, Peter Lanzani se va a apresurar para fijar la fecha de la suya.
Mariana luchó contra las lágrimas que pugnaban por derramarse mientras sentía cómo se le contraía el estómago dolorosamente.
«Vete al infierno, Peter», concluyó finalmente para sí

con amargura.

2 comentarios:

  1. Duro lo k le dijo el abogado.
    No se xk me da ,k la madre d Peter ,metió sus zarpas en el matrimonio d Peter y Lali

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