gente los que quieran que avisen por tw dejenme en los comentarios besos espero que les guste el cap
Unos contenidos
golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Tenía
que ser Lester Miles, el abogado de Mariana.Ella dirigió una
sonrisa a madre y se preparó para partir, pero Majo insistió-:
-No permitas que
vuelva a hacerte daño.
-Fuera lo que fuera
lo que Peter hizo conmigo, jamás tuvo la intención de
hacerme daño -protestó Mariana con una furia que dejó a su madre
aturdida y confusa-. Estábamos enamorados, pero no había armonía
entre nosotros. Nos resultó muy duro reconocer que la
convivencia era imposible.
Majo decidió respetar
el dolor de su hija y contuvo la lengua mientras
aceptaba un segundo beso en la mejilla. Mariana estaba sorprendida de
sus propias palabras. ¿Qué demonios pretendía defendiendo
a un hombre que era indefendible? ¿Estaría más nerviosa de lo
que se atrevía a aceptar? ¿Era posible que Peter conservara
todavía la capacidad de hacerle daño? «No», se dijo, ese hombre
no volvería a herirla nunca más, la historia se había acabado.
-¿Qué vas a hacer
mientras yo esté fuera? -le preguntó a su madre antes de abrir
la puerta para marcharse en compañía de Lester Miles.
-Benjamin ha
alquilado un coche, iremos a dar un paseo para admirar las vistas de
la ciudad.
«Benjamin», recordó Mariana.
Ese era otro problema con el que tendría que
enfrentarse. Benjamin Sanders era fisioterapeuta, vecino y buen amigo.
Y, según Mariana sospechaba, estaba a la espera de que ella le
diera permiso para empezar a cortejarla. Benjamin se las había
arreglado para invitarse al viaje a Atenas, posiblemente alentado
por su madre. Y ella se había enterado al encontrárselo en el
vestíbulo del hotel esa misma mañana. Benjamin había sonreído ante
su gesto de disgusto, antes de comentar con tono inocente:
-Estoy aquí por tu
madre. Deberías alegrarte por la sorpresa, ingrata.
Pero ella no se había
alegrado de verlo ni había sentido gratitud alguna. No
le gustaba la gente que se creía con derecho a interferir en su
vida. Por eso necesitaba finalizar la relación con Peter de
una vez por todas, sabía que no existía ni la menor
posibilidad de que él deseara revivir la locura de su ya lejana relación
amorosa, pero el divorcio era necesario para poder mirar
hacia el futuro de frente, sin viejas ataduras. No era que lo odiara,
pero sí lo despreciaba por cómo había sido tratada. Él había
herido de muerte su alma y había destrozado la inocente confianza
que tenía en sí misma, algo muy difícil de recuperar.
Mariana abandonó la
habitación y se dio de bruces con Lester Miles. Él la miró de
arriba abajo con sorpresa y a Mariana le quedó bien claro que
su atuendo no iba a pasar en absoluto desapercibido. .A lo mejor había
cometido un error al vestirse de ese modo, pero ya era
tarde para rectificar, por lo que alzó la barbilla, saludó a su
abogado con una inclinación de cabeza y continuó su camino
hacia los ascensores, seguida de cerca por el joven letrado. Se
trataba de un hombre emprendedor que ella había localizado a
través de las páginas amarillas de la compañía telefónica.
Se sentía capaz de hacerse cargo de los trámites del divorcio
ella sola, pero no podía negar que la presencia de Miles la
tranquilizaba. Había llegado el día de liquidar las cuentas
pendientes con Peter. Estaba dispuesta a recobrar todo lo que
ese hombre le había robado y a salir de la reunión satisfecha consigo
misma. No quería su dinero ni sus bienes. Y ella no
poseía nada que él pudiera desear recobrar, a no ser que pensara
discutir por el anillo de boda o por un conjunto de joyas que
le había regalado. Eran reliquias de la familia, había dicho
su hermana Cande, antes de añadir con soma: «Demasiado elegantes
para ti, ¿no crees?». Pero ni la madre ni
la hermana de Peter habían estado presentes cuando ella
había hecho el amor con él, adornada exclusivamente con
esas preciosas reliquias. Las joyas llevaban tres guardadas en la
caja fuerte de un banco ateniense y Peter podría
recuperarlas sin problemas. Iba a ser interesante estudiar
su propuesta, saber qué propiedades estaba dispuesto a
entregarle antes de dejarle claro que no quería llevarse
absolutamente nada. Y a continuación, le devolvería sus preciosas joyas para
poder salir de la reunión con la cabeza bien alta y la
dignidad intacta.
El trayecto en taxi
por la ciudad de Atenas se hizo interminable, los
coches apenas avanzaban. Lester Miles la interrogaba sin cesar
sobre cuáles era sus propósitos, pero ella se negó a dar
explicaciones.
-Está usted en una
posición inmejorable, señora Lanzani -le dijo-. Al no
haber firmado ningún acuerdo prematrimonial, tiene usted derecho a
la mitad de la fortuna de su marido.
Mariana parpadeó. No
había dedicado ni un solo pensamiento a esa posibilidad. ¿Era
esa la razón por la que Peter deseaba verla personalmente?
Si eso era verdad, había mucho en juego. Las joyas que ella
tenía en mente se quedaban en nada frente a la inmensa fortuna de
la familia Lanzani.
-Las negociaciones se
inclinarán en un sentido u otro, dependiendo de cuál
de los dos desee con mayor urgencia el divorcio y, puesto
que ha sido él quien lo ha pedido, tenemos el poder en nuestras
manos -prosiguió el abogado.
-Te has estudiado
bien la lección –murmuró Mariana.
-Por supuesto. Para
eso me ha contratado.
-¿Quiere eso decir
que sabes por qué mi marido ha decidido pedir el divorcio
precisamente ahora?
-No tengo pruebas
-contestó Lester en tono de advertencia-, pero creo que hay
otra mujer de por medio. Se llama Sofia Christophoros y
pertenece a una de las familias más adineradas de Grecia.
Mariana
reconoció el nombre de la familia con un repentino dolor en la
boca del estómago, La unión entre los Lanzanis y los
Christophoros daría lugar al nacimiento de una nueva dinastía. La
madre de Peter tendría que estar muy contenta.
-Acaba de pasar un
par de semanas en el yate de su marido -prosiguió el
eficiente abogado-. También me he enterado de que su cuñado, Nicolas
Lanzani, va a casarse la semana que viene con Rocio
Santorini. Los rumores dicen que, después de esa boda, Peter Lanzani
se va a apresurar para fijar la fecha de la suya.
Mariana luchó contra
las lágrimas que pugnaban por derramarse mientras
sentía cómo se le contraía el estómago dolorosamente.
«Vete al infierno, Peter»,
concluyó finalmente para sí
con amargura.
Duro lo k le dijo el abogado.
ResponderEliminarNo se xk me da ,k la madre d Peter ,metió sus zarpas en el matrimonio d Peter y Lali
Me encanto
ResponderEliminar@Lalitter08