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jueves, 19 de diciembre de 2013

Fuego en dos corazones capitulo 1 tercera parte

Bueno gente volvii espero que los comentarios de apoco también y que se sigan sumando mas gente besoss


Aunque ya no era de su incumbencia, la idea de tener una rival en el corazón de Peter puso una nota de tristeza en su estado de humor. Al principio, había amado a ese hombre con una pasión tan desmedida que temió haberse vuelto loca. Los dos eran jóvenes, demasiado jóvenes..., pero la pasión había sido tan salvajemente arrebatadora. ... «Olvida la pasión del pasado», se dijo antes de releer la carta.
El abogado Alejandro Konstantindou planteaba la posibilidad de que se desplazara a Atenas para reunirse con su marido, en presencia de los abogados de ambos, naturalmente, con el fin de llegar a un acuerdo que facilitara un divorcio rápido y sin complicaciones. Según él, con un par de días sería más que suficiente. Además, Peter Lanzani correría con todos los gastos de transporte y alojamiento de ella y de su letrado, como gesto de buena voluntad, ya que él no podía viajar a Londres.
Mariana se paró a pensar por qué razón Peter no estaba dispuesto a tomar un avión para resolver el tema, ya que el hombre que ella recordaba vivía prácticamente atado a una maleta. Era extraño pensar que no deseara moverse, en realidad era extraño pensar en él, fueran cuales fueran las circunstancias. Recordó, por primera vez en mucho tiempo, que se habían conocido en una exposición de automóviles que se celebraba en los recintos fériales de la capital inglesa. Ella había acudido como fotógrafa profesional de una prestigiosa revista y, a sus veintidós flamantes años, se sentía la dueña del mundo. Y él era apuesto, gallardo y moreno... Un verdadero Apolo de piel cetrina.
Habían charlado desenvueltamente bajo los focos, entre los prístinos destellos de los prohibitivos automóviles de último modelo. Ella había analizado su atuendo y decidido que era el representante de unas de las marcas expositoras, ya que todos ellos llevaban relucientes trajes que parecían haber costado una fortuna. En aquel momento no pensó en la posibilidad de que fuera el dueño de varios de los coches. La verdad sobre Peter llegó después..., cuando ya era demasiado tarde.
Después de la sesión de fotos, habían quedado para cenar y,finalmente, habían terminado en la cama. Cuando él descubrió que Mariana era virgen, su pasión se redobló. Estaba encantado de poder desempeñar el papel de maestro, la enseñó a entender y aceptar los placeres de su propio cuerpo y dejó bien claro cuáles eran sus gustos. Cuando llegó el momento de regresar a Grecia, Peter se negó a partir sin ella. Se casaron en una precipitada ceremonia civil y salieron corriendo hacia el aeropuerto.
Mariana empezó a hacerse preguntas desde el mismo instante en que puso los ojos sobre el avión privado que llevaba el logotipo dorado de la familia Lanzani. Él se rió a carcajadas al comprobar que ella no sabía que acababa de casarse con un importante magnate griego, la arrastró hacia la pequeña cabina privada e hicieron el amor durante todo el viaje. Ese había sido el momento más feliz de la vida de Mariana. Pero ahí había terminado la historia. En cuánto llegaron a la casa de Peter en Atenas, él había puntualizado:
-No puedes ir así vestida para conocer a mi madre.
Era la primera crítica que oía de sus labios, pero había sido suficiente para que en su mente se encendieran las primeras luces de alarma, presagiando futuros antagonismos.
-¿Por qué? ¿Qué tiene de malo mi ropa?
-La falda es demasiado corta, se asustará cuando te vea.
Además, podrías recogerte un poco el pelo en señal de respeto hacia las personas mayores.
Ni se recogió el pelo ni se cambió la falda. Pero pronto descubrió que no era tan fácil mostrarse rebelde y cabezota ante un hombre que bebía los vientos por ella que ante la mirada de reprobación de su familia.
Desde ese día, las cosas habían ido de mal en peor. Y sí, se dijo a sí misma mientras echaba una tercera mirada a la carta, había llegado el momento de poner el punto final a una historia de desamor que no conducía a ninguna parte. De hecho, Mariana solo veía un problema en los términos de la carta. No pensaba dejar a su madre sola en Londres ni un solo día.
-¿a que Hora llega su vuelo -inquirió Peter, desde la mesa de su lujoso despacho en Atenas. En las dos últimas semanas se había deshecho .de la actitud tranquila y perezosa característica de su vida en San Esteban para convertirse en el millonario griego de mente ágil e implacable que era.
¿Estaba contento de ello? No, no lo estaba, pero sabía que había muchas personas pendientes de las decisiones que él tomara y que su profesionalidad de cara a la alta sociedad griega estaba en juego. La mesa de su despacho estaba llena de pilas de documentos y, al parecer, todos ellos requerían una solución urgente. Se pasaba el día de reunión en reunión, sin apenas tiempo para tomarse un respiro entre una y otra. Su vida social había pasado de las pacíficas cenas en los restaurantes de la playa de San Esteban a una apretada agenda de compromisos que agotaban sus fuerzas.
Además, como cabeza de familia, debía acompañar a su madre en todos los actos sociales previos a la inminente boda de su hermano Nico. Habría deseado que Nico y Rocio  se casaran en secreto, sin armar tanto revuelo. El único buen recuerdo que tenía de su malogrado matrimonio era la sonrisa que le había dedicado Mariana cuando él había puesto el anillo en su dedo anular delante del juez, mientras murmuraba con deleite: «Te amo tanto...» Ese momento había sido totalmente suyo. Peter no necesitaba casarse delante de quinientos testigos para demostrar que su amor era verdadero. Su corazón brincó dolorido por el recuerdo de lo que había poseído y luego perdido.
-Esta tarde -contestó Alejandro Konstantindou, sacándolo de su ensimismamiento-. Pero ha insistido en buscar alojamiento por su cuenta. Estará en el hotel Apolo, cerca del Pireo.
-Ese hotel es una basura -comentó Peter frunciendo el ceño-. ¿Por qué prefiere estar allí y no en la suite del Ateneo?
Alejandro se encogió de hombros, dando a entender que carecía de respuesta.
-Lo único que sé es que ha rechazado nuestra invitación y, a cambio, ha reservado tres habitaciones, no solo dos, en el Apolo, una de las cuáles debe ser accesible en silla de ruedas.
¿Acceso para una silla de ruedas?, se preguntó Peter atónito.
-¿Por qué? ¿Le ha pasado algo? ¿Está enferma...?
-Aún no sé si esa habitación es para ella -contestó Alejandro.
-¡Pues infórmate! -le espetó Peter, sintiéndose mareado al pensar que su mujer podría estar impedida-. Si es cierto, tendremos que cambiar nuestra propuesta y tener en cuenta esa discapacidad física.
-Creo que nuestra propuesta es válida tal y como está redactada -comentó Alejandro con cinismo.
-No me conformo con una propuesta «válida» -contestó Peter súbitamente enojado-. Se trata de mi mujer... -se interrumpió brevemente al oír sus propias palabras-. Si necesita un complemento para sobrellevar una discapacidad, vamos a dárselo. No quiero terminar este matrimonio con una sensación de triunfo. Al contrario, necesito saber que la he tratado con justicia hasta el último momento.
-Lo siento -dijo Alejandro, sorprendido por su imprevisto arrebato de genio-, no pretendía.
-Ya lo sé -lo interrumpió Peter secamente-. Sé perfectamente lo que piensas de todo este asunto -añadió
mientras Alejandro enrojecía hasta las orejas. Sabía que tanto su familia, como la de Alejandro, habían desaprobado su matrimonio con Mariana desde un principio. Sabía que todos deseaban un final rápido. Pero se equivocaban si suponían que Mariana había sido la causa del desastre matrimonial. De ninguna manera. Alejandro se engañaba si pensaba que él estaba dispuesto a divorciarse porque ya no le importaba el futuro bienestar de Mariana. Era posible que prefiriera volver a casarse con una mujer menos complicada, pero...
-Penséis lo que penséis de mi matrimonio con Mariana, quiero dejar bien claro, desde ahora mismo, que ella se merece todo mi respeto. ¿Entendido?
-Desde luego -aceptó su interlocutor. Alejandro doblaba en edad a Peter y, además, era su padrino, pero en ese momento tuvo que comportarse como habría hecho un simple asalariado, guardándose para sí sus propias opiniones-. Nunca quise decir. ..
-Por favor, infórmate de cuál es su situación antes de que tengamos que reunimos con ella -lo interrumpió Peter, echando  una ojeada al reloj y dando por finalizada la conversación.
Alejandro se puso de pie, se despidió con una ligera inclinación de cabeza y salió del despacho para cumplir su cometido. Peter esperó hasta que la puerta se cerró detrás de él antes de volver a acomodarse en su sillón, pensativo. Sabía que había reaccionado irracionalmente. La conversación mantenida con Alejandro hacía dos semanas sobre la propuesta de divorcio había sido breve y concisa. Pero en aquellos momentos todavía pensaba que Mariana era una bruja indeseable. Sin embargo, con el paso de los días, su opinión se había ido moderando hasta llegar a una conclusión mucho más razonable: Había sido él quien había «atrapado» a una Mariana demasiado joven y la había lanzado sobre las fauces de la puritana alta sociedad griega sin previo aviso.
Sin embargo, su imprevisto ataque de ira le preocupaba. ¿Qué le había pasado? ¿Estaba inseguro? ¿Cómo reaccionaría ante Mariana si esta llegaba en una silla de ruedas? Soltó un juramento en voz baja mientras sonaba el teléfono. Era Sofia. Llamaba para recordarle amablemente que su madre se inquietaría si esa noche llegaba tarde a cenar. El agradable sonido de su voz tuvo la virtud de relajarlo y permitirle olvidar todos los problemas.
Cuando colgó el teléfono se sentía mucho mejor. »Sí», se dijo, Sofia era la mujer adecuada para él. Tenía la habilidad de reconducir su mente hacia los temas que realmente importaban con toda la calma del mundo.



1 comentario:

  1. K bueno k estás x aquí d nuevo.
    Ya los quiero frente a frente.

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