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lunes, 13 de febrero de 2012

novela salir del paraiso

peter: Estoy feliz de regresar a casa después de un año de estar encerrado en un centro de corrección juvenil por un accidente en estado de ebriedad. Pero si estoy feliz por eso, ¿por qué me siento tan ansioso? Frente a mis padres seré duro. También tengo que empezar mi último año de escuela secundaria y enfrentar a los chicos de la escuela y a los amigos que me abandonaron después de ser arrestado. Lo peor es que Mariana Esposito es mi vecina de al lado.
¿Quién es Mariana Esposito? Oh, ella es la chica por la que fui a la cárcel al dejarla lisiada. Me acuerdo de mi error todos los días de mi vida por culpa de ella. La vida simplemente no es justa.
MARIANA: No puedo creer que Peter Lanzani sea liberado pronto. Pensaba en ir a España para el último semestre del tercer año de secundaria para poder evitar enfrentarme a él. Pero mis planes se dañaron porque Peter será liberado pronto de la cárcel juvenil. Eso me molesta ya que mi vida ha dado un vuelco debido al accidente y que Peter regrese será como saltar de vuelta a dónde él me dejó. La vida no es justa y odio a Peter con toda mi alma. Pero, ¿cómo puedo estar lejos de mi enemigo cuando está donde quiera que vaya? Esto me recuerda lo mucho que mi vida cambió cada día por culpa de él. La vida simplemente no es justa.
He estado esperando un año para este momento. No todos los días tienes la oportunidad de salir de la cárcel. Claro, en el juego del Monopoly solo tienes que tirar los dados tres veces y esperar un doble o pagar una multa y ser libre. Pero no hay juegos aquí en el Departamento Correccional, complejo de menores de Illinois; o DOC como nosotros los reclusos lo llamamos.
Oh, no es tan duro como parece. Toda la división de menores varones es difícil, pero no es como la DOC para adultos. Tú podrías preguntarte por qué he estado encerrado durante el año pasado. Fui declarado culpable de golpear a una chica con mi auto mientras conducía borracho. Fue el golpe y la fuga del accidente, también, lo que en realidad hizo que el juez en mi caso se cabreara fuertemente. Él me clavó tres meses más por eso.
—¿Estás listo, Peter? —Jerry, el guardia de la celda pregunta.
—Sí, señor —he estado esperando trescientos diez días para ello. Diablos, sí, estoy listo.
Respiro profundo y sigo a Jerry a la habitación donde el comité de revisión me evaluará. He sido preparado por los otros chicos de mi bloque de celdas. Siéntate erguido, mira lleno de remordimiento, sé cortes, y todas esas cosas pero, a decir verdad, ¿Cuánto se puede confiar en los chicos que no han salido por sí mismos?
Mientras Jerry abre la puerta de la sala de evaluación, mis músculos comienzan a temblar y me estoy poniendo todo sudoroso bajo el overol oficial, calcetines oficiales, y sí, mis calzoncillos oficiales. Tal vez no estoy listo para esto después de todo.
—Por favor siéntese, Peter —ordena una mujer que lleva gafas y una mirada severa en su rostro.
Juro que la escena es de una mala película pasada de moda. Siete personas sentadas detrás de una mesa de 1,82 m de largo en frente de una silla de metal solitaria.
Me siento en el frío y duro metal.
—Como usted sabe, estamos aquí para evaluar su capacidad de salir de aquí y comenzar su vida como un ciudadano libre.
—Sí, señora —le digo—. Estoy listo para salir.
Un tipo grande, quien puedo decir va a jugar al policía malo extiende su mano. —Oye, despacio. Tenemos algunas preguntas antes de tomar nuestra decisión.
Oh, hombre. —Lo siento.
El grandote comprueba mi archivo, volteando página tras página. —Hábleme de la noche del accidente.
La noche en mi vida que quiero borrar de la historia. Tomando una respiración profunda, le digo: —Yo estaba bebiendo en una fiesta. Conduje a casa, pero perdí el control del auto. Cuando me di cuenta de que golpeé a alguien, me asusté y conduje de vuelta a la fiesta.
—¿Usted conocía a la chica que golpeó?
Los recuerdos me asaltaron. —Sí, señor. Mariana Esposito… mi vecina —yo no agregué que ella era la mejor amiga de mi hermana gemela.
—¿Y usted no salió del auto para ver si su vecina estaba herida?
Me muevo en mi silla. —Supongo que no estaba pensando con claridad.
—¿Supone? —otro miembro del comité pregunta.
—Si pudiera regresar el tiempo, le juro que lo haría. Cambiaría todo.
Ellos me interrogan durante otra media hora y las respuestas brotan. Por qué estaba bebiendo mientras era menor de edad, por qué me subiría al auto borracho, por qué dejé la escena del accidente. No sé si estoy diciendo lo equivocado o lo correcto, pero me puse en el borde. Estoy siendo simplemente yo… Peter Lanzani, de diecisiete años. Si ellos me creen, tengo
una oportunidad de conseguir la libertad antes. Si no lo hacen… bueno, voy a estar comiendo esta mierda de alimentos por otros seis meses y continuare durmiendo con convictos.
Grandote me mira. —¿Cómo sabemos que no estarás en otra borrachera?
Me siento con la espalda recta en la silla y dirijo mi atención a todos y cada uno de los miembros del comité. —No se ofendan, pero no quiero volver aquí de nuevo. Cometí un error enorme, uno que me persigue día y noche desde que estoy aquí. Solo… déjenme ir a casa —por primera vez en mi vida, estoy tentado a arrastrarme.
En cambio, me recuesto a esperar otra pregunta.
—Peter, por favor espere afuera mientras tomamos nuestra decisión —la mujer de las gafas dice.
Y es todo. Solo eso.
Espero en el pasillo. Normalmente soy un chico que no se rompe bajo presión, y el último año en la cárcel definitivamente me ha dado una pieza invisible de una armadura que me pongo alrededor. Pero esperar por un grupo de desconocidos para decidir tu destino es severamente tenso. Me seco las gotas de sudor en mi frente.
—No te preocupes —dice Jerry el guardia—. Si no ganas con ellos, podrías tener otra oportunidad en unos pocos meses.
—Genial —murmuro de nuevo, no me consuela en absoluto.
Jerry se ríe, las esposas de plata brillante colgando en su cinturón tintinando con cada movimiento. Al tipo le gusta demasiado su trabajo.
Esperamos una media hora por alguien que salga de la habitación y me dé una señal de lo que viene. ¿Libertad o más tiempo en prisión?
Estoy cansado de estar en la noche encerrado en la celda.
Estoy cansado de dormir en una litera con resortes que empujan en mi espalda.
Y estoy cansado de ser observado las veinticuatro horas al día por guardias, personal, camareras y otros reclusos.
La mujer de las gafas abre la puerta. —Peter, estamos listos para usted.
Ella no está sonriendo ¿Es una mala señal? Estoy preparándome para malas noticias. Me levanto y Jerry me da una palmadita en la espalda. ¿Una palmadita de lastima? ¿Sabe algo que yo no? El suspenso me está enloqueciendo.
Me siento en la silla de metal. Todos los ojos están sobre mí. Grandote cruza las manos sobre la mesa y dice: —Todos estamos de acuerdo en que sus acciones del año pasado referente al accidente fueron reprensibles.
Ya lo sé. En realidad sé eso.
—Pero creemos que fue un incidente aislado que nunca será repetido. Usted ha demostrado positivas cualidades de liderazgo con los otros presos y ha trabajado duro en sus ocupaciones aquí. El comité de revisión ha decidido liberarlo y que tenga que terminar su sentencia con cincuenta horas de servicio comunitario.
¿Significa eso lo que creo que significa? —¿Libertad? ¿Yo puedo salir de aquí? —pregunto al Grandote.
—Usted se reunirá con su entrenador de evolución mañana en la mañana. Va a organizar sus tareas de servicio comunitario y el informe de su progreso para nosotros.
Otro miembro de la comisión me señala con su limpio dedo. —Si mete la pata, su consejero de transición puede pedir al juez traerlo de vuelta para cumplir el resto de su sentencia ¿Me entiende?
—Sí, señor.
—Nosotros no damos descanso a los repetidores. Vuelva a casa, sea un ciudadano modelo, acabe sus requerimientos de servicio comunitario, y tenga una buena y limpia vida.
Lo entiendo. —Lo haré —digo.
Cuando vuelvo a mi celda, el único allí es el chico nuevo. Tiene doce años y todavía llora todo el tiempo. Tal vez debería haber pensado dos veces antes de enterrar un cuchillo en la espalda de la niña que se negó a ir al baile de la escuela con él.
—¿Nunca vas a dejar de llorar? —le pregunto al niño.
Tiene la cara en la almohada y yo no creo que me escuche. Pero entonces escucho un apagado: —Odio este lugar. Quiero ir a casa.
Cambio mis botas de trabajo porque tengo el placer de tener que limpiar los contenedores de basura hoy. —Sí, yo también —le digo—. Pero estás atrapado aquí, puede que así lo entiendas y recibas el programa.
El niño se sienta, lloriquea y se limpia la nariz con el dorso de su mano. —¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Casi un año.
Eso lleva al chico a sumergirse en la almohada para más lamentos. —Yo no quiero estar encerrado durante un año —exclama.
Julio, otro compañero de celda, entra en la habitación. —En serio Peter, si ese chico no se calla, yo lo mataré. No he dormido en tres noches debido a ese llorón.
Los lamentos pararon, pero luego los lloriqueos empezaron. Y en realidad son peores que los lamentos.
—Julio, dale al niño un descanso —le digo.
—Eres demasiado blando, Peter. Obtendrá resistencia.
—¿Así que puede ser como tú? No te ofendas hombre, pero te asustaría un asesino en serie —le digo.
Una mirada a Julio y sabes que es un tipo duro. Tatuajes por todo el cuello, la espalda y los brazos. Cabeza afeitada. Cuando mi madre viene de visita, actúa como si sus tatuajes fueran contagiosos.
—¿Y? —Julio dice—. ¿Ellos van a dejarte salir de aquí?
Me siento en mi cama. —Sí, mañana.
—Suertudo hijo de puta. ¿Vas a volver a ese pequeño pueblo con nombre gracioso? ¿Cómo es que se llama?
—Paradise.
—¿Así que tendremos que aguantar a solas a llorón mientras estás en Paradise? Eso es una mierda —le da al niño una amplia mirada. Si yo no conociera mejor a Julio, también me daría miedo.
Eso endurece al chico de nuevo.
Julio se ríe y luego dice: —Bueno, te daré el número de mi primo Río en Chicago. Si necesitas salir disparado de Paradise, Río te ayudará.
—Gracias, hombre —le digo.
Julio sacude su cabeza hacia el niño llorando: —Más tarde, amigo —y deja la celda abierta.
Toco al chico en el hombro. Se sacude, asustado.
—No voy a hacerte daño —le digo
Se vuelve hacia mí. —Eso es lo que dicen todos. Me enteré de lo que ocurre en las cárceles —él empuja su trasero hacia la pared.
—No te hagas ilusiones, niño. No eres mi tipo. Me gustan las chicas.
—¿Y el tipo de los tatuajes?
Lucho contra el impulso de reír. —Él es hatero, también. Chico, estás en un centro de menores.
—Me dijo que me va a matar.
—Él dice eso porque le agradas —le aseguro. Julio tiene un mal sentido del humor—. Ahora, sal de la cama, deja de llorar y ve al grupo.
Grupo es la terapia de grupo. Cuando todos los internos se sientan y discuten su mierda personal sobre sus vidas.
Mañana estaré saliendo de este infierno de lugar. No más del grupo. No hay más compañeros de celda. No más comida de mierda. No hay más contenedores que limpiar.
Mañana me voy a casa
creo que a los terapeutas físicos les gusta demasiado su trabajo. Quiero decir, ¿por qué ellos siempre lucen felices y sonrientes mientras te hacen sudar y hacer muecas de dolor?
Bastante seguro, Robert, mi terapeuta físico, está esperando por mí con una gran dentada y blanca sonrisa en el vestíbulo del área ambulatoria del hospital.
—Hola, Mariana ¿Estás lista para trabajar esas piernas tuyas?
No realmente. —Supongo —digo, mirando hacia el piso.
Sé que el trabajo de Robert es tratar de hacerme caminar mucho mejor. Pero no sirve de nada en ayudarme a caminar normal porque mi pierna está estropeada por dentro. La última cirugía que tenía que arreglar la fractura del platillo en mi tibia duró cerca de siete horas. Mi cirujano ortopédico bromea conmigo y me llama pierna biónica.
Todo lo que sé es que tengo más clavos y plástico dentro de mí que el promedio de una caja de herramientas.
Cuando vaya a España el próximo semestre, los inspectores del aeropuerto van a tener un día divertido conmigo. Probablemente me pedirán subir a la máquina de rayos x para estar seguros de que no estoy ocultando armas dentro de mi rodilla.
Robert me escolta hasta la habitación de terapia física. Yo tengo que ir allí dos veces a la semana. Dos veces a la semana por casi un año y aún algunas personas me miran fijamente cuando camino.
—Mariana, acuéstate y pon tu pie sobre mi hombro —Robert manda, empezando como de costumbre.
Suspiro. Me acuesto en la camilla y pongo mi pie en el hombro de Robert. Él agarra mi pie en el lugar y se inclina. —Ejerce presión sobre ella.
Después del accidente, todo lo que puedo hacer es un pequeño impulso de bebé.
—Vamos, Mariana. Tu puedes hacerlo mucho mejor que eso. Casi no siento.
Yo pongo mi antebrazo sobre mis ojos. —Eso nunca va a ser mejor que esto.
—Seguro lo será. Mira, tu nunca creías que serías capaz de caminar otra vez y aquí estás.
Puse más presión en mi pie.
—Trata chica. Estima el nivel de dolor ahora de uno a diez, siendo diez siendo.
—Ocho.
—¿Un ocho?
Incluso podría ser un nueve.
—Si trabajas duro ahora, la ganancia se mostrará más adelante —el dijo.
Yo no contesto, pero mantengo incrementada la presión sobre mi pie. El se reclina y baja mi pie. ¡Uf! Eso es todo.
—Genial. Ahora mantén tus piernas rectas y sustituye doblándolas una al tiempo
Empiezo con mi pierna derecha. El accidente no la desarregló demasiado y las cicatrices se han curado. En su mayor parte.
Pero cuando tengo que doblar mi pierna izquierda, siento como si un peso estuviera ligado a ella. Yo la doblo una pulgada a la vez. Solo levantar mi pierna me hace sudar como una corredora de larga distancia. La palabra patética resume bastante bien mis diecisiete años de vida.
—Un poco más —dice Robert mientras estoy a punto de bajarla—. ¿Cuál es tu nivel de dolor de uno a diez?
Antes de que pudiera contestar nueve, su móvil suena. Y suena. Y suena. —¿No vas a contestarlo? —pregunto.
—No mientras tengo una paciente. Mantén dobladas ambas piernas, Mariana.
—Tal vez sea importante —digo con voz expectante.
—Sí lo es, ellos dejarán un mensaje. El Dr. Gerard me dijo que nos dejarás en enero —dice mientras yo alterno mis piernas.
—Sip —digo con los dientes apretados—. Obtuve una beca para ir a España por un semestre. Tuve que pedir una prórroga debido a la infección.
Robert silbó apreciativamente —¿España, huh? Eres una chica afortunada.
¿Afortunada? Yo no soy afortunada. Las personas afortunadas no son golpeadas por autos y tienen que ir a una dolorosa terapia física. Las personas afortunadas no tienen padres divorciados y un papá que ellas ven una vez al año. Las personas afortunadas tienen amigos. Ahora que pienso sobre eso, yo probablemente soy la persona más desafortunada en el universo entero.
Soporto la tortura en mi pierna por otros veinte minutos, estoy lista para salir, pero yo sé que esto no es todo. La última cosa que Robert hace en la terapia física es un masaje en los músculos de mi pierna. Saco mis pantalones de entrenamiento y me siento en la mesa de metal en mis shorts.
—¿Está desvaneciéndose lo enrojecido? —Robert pregunta mientras frota la crema medicada sobre mi pierna con las manos enguantadas.
—No lo sé —digo—. No me gusta mirarlo —en realidad, yo miraría cualquier lugar excepto mi cicatrizada pierna izquierda. Es fea, como si un niño dibujara dos líneas rojas con un crayón subiendo y bajando por mi pantorrilla y muslo. Pero las marcas no son de un crayón. Son de varias cirugías después de que Peter Lanzani me golpeara mientras conducía borracho.
Yo trato de olvidarme de Peter, pero no puedo. Él ha estado empotrado en mi cerebro como un cáncer. Mis pesadillas del accidente habían parado, siquiera, gracias a Dios. Estas duraron por cerca de seis meses. Odio a Peter. Odio lo que él me hizo y estoy feliz de que él esté lejos. Yo trato de no pensar sobre en donde ha estado. Si pienso sobre eso es más difícil, probablemente me sentiré culpable. Yo no pienso sobre eso y camino con
dificultad por mi vida ignorando las partes que tiran de mí en la medida en que no seré capaz de levantarme.
Mientras Robert estudiadamente masajea los músculos de mi pierna, yo me contraigo.
—No debe de doler cuando hago esto —él dice.
—No lo hace —es solo… que no me gusta que las personas toquen mis cicatrices. Yo ni siquiera aguanto tocarlas.
Robert examina mi pierna. —El rojo profundo se desvanecerá eventualmente. Dale algunos meses más.
Robert finalmente anuncia que ha terminado. Mientras yo me pongo de nuevo mis pantalones de entrenamiento, el escribe algo en mi archivo. Su bolígrafo se mueve más rápido de lo que puedo hablar.
—¿Qué estás escribiendo? —pregunto con cautela.
—Solo evaluando tu progreso. Estoy solicitando al Dr. Gerrard venir de visita durante tu terapia la próxima semana.
No entres en pánico, Mariana, me dije. —¿Por qué?
—Me gustaría cambiar tu programa
—No me gusta cómo suena eso.
Robert me palmea en la espalda. —No te preocupes, Mariana. Nosotros solo necesitamos contar con un plan de terapia física para que puedas hacerlo en España sin mí.
¿Terapia física en España? No es exactamente lo que me imaginé haciendo en el extranjero. Yo no le digo esto a Robert. En vez de eso, yo le doy una sonrisa extenuada.
Después de mi cita, me dirijo a la cafetería La Tía Mae donde mi mamá trabaja. Yo sé que no es glamuroso, pero ella debía tener un trabajo cuando mi papá se fue hace dos años. Su jefe, el señor Reynolds, es muy amable y le dio mucho tiempo libre cuando yo estaba en el hospital. Nosotras no somos ricas, pero tenemos un techo sobre nuestras cabezas y la comida de La Tía Mae en nuestros estómagos.
Me siento en una mesa y mi mamá va a la cocina a buscar la cena para mí. Estoy a punto de leer un libro cuando levando la mirada y miro a Candela, Maria, y mi prima Rocio entrar al restaurante. Dios, ellas lucen tan… perfectas.
Yo solía ser amiga de Candela y Maria. Eugenia Lanzani y yo solíamos pasar todo el tiempo con ellas. Las cuatros estábamos en el equipo de tenis de la secundaria y éramos inseparables desde nuestra primera lección de tenis en el Centro Comunitario Paradise cuando nosotras teníamos nueve años. Rocio era la extraña, la no atleta. Recuerdo a mamá haciéndome preguntar a Rocio si quería seguirnos con mis amigas cuando nosotras salíamos.
El accidente puso al revés a Paradise. Cuando Peter me golpeó, él no solo destruyó mi pierna, él también destruyó mi amistad con su hermana gemela, Eugenia, y la amistad de mi mamá con la Sra. Lanzani. Allí ahora hay una barrera invisible entre nuestra casa y la casa de los Lanzani donde una vez estuvo la política de puertas abiertas.
Al principio no tenía tiempo para extrañar a Eugenia; en el hospital mi teléfono sonaba constantemente. Mi mamá se mantuvo ocupada contestando llamadas e instándome a tener conversaciones cortas para que yo pudiera concentrarme en curarme. Pero mientras los meses pasaban, las llamadas disminuían, entonces finalmente pararon totalmente. Todos los demás siguieron con su vida mientras me recuperaba en casa.
Rocio solía venir y darme actualizaciones con chismes de la escuela. Ahora mi prima es amiga íntima de Maria y Candela, que es totalmente extraño porque antes del accidente ellas no le daban ni la hora del día.
Yo nunca he preguntado a Rocio sobre Eugenia… y Rocio nunca ofrece ninguna información. El hermano de Eugenia fue a la cárcel por mí. Yo estaba segura que ella me odiaba por eso. Nosotros pasamos de ser las mejores amigas a extrañas de la noche a la mañana.
Cada vez que pienso en volver a la escuela el lunes, mi estomago empieza a retorcerse. Yo he estado teniendo enseñanza en casa por unos tutores públicos asignados por el distrito escolar casi por mi tercer año entero debido a la infección en la pierna después de mi primera cirugía. Ahora soy estudiante de último año. Yo no sé qué será lo peor; salir de la casa o ir a la escuela y dar la cara a todos los chicos allí. ¿Qué pasa si me encuentro a Eugenia? ¿Qué debo decir?
Mi prima y mis viejas amigas están de pie en el puesto de la anfitriona, esperando a ser sentadas. Muy bien, esta es el momento en que me gustaría que mi mamá no trabajara como mesera. Conociéndola, ella viste un uniforme rosa de poliéster con un botón en el que pueden leerse PREGUNTAME POR MI EMPAREDADO DOBLE que usualmente no me molesta. Pero que, además de su servicio con mis antiguas amigas, me dan ganas de esconderme debajo de la mesa.
Mamá se retira de vuelta a la cocina con mi cena. Observo con agonía mientras ella hace lugar a Candela, Maria y Rocio. Sus ojos se iluminan. —¡Hola, chicas! —ella me señala para obtener mi atención—. ¡Mira Mariana, son tus amigas y tu prima!
Maria y las otras dan a mi mamá sonrisas falsas. Mamá es ajena a eso.
Doy una pequeña señal y miro hacia abajo a una pequeña mancha en la esquina de la mesa, esperando que mi mamá entienda la sugerencia.
—¿Por qué no se sientan con Mariana? Ella está sola —escucho a mi mamá decir.
¿Por qué ella no les dice que soy una perdedora ahora, también? Tal vez yo tenga una gran P de perdedora en un botón con un alfiler en el frente de mi camisa.
Las chicas, incluida mi prima, solo se miran las unas a las otras y se encogen de hombros. —Seguro.
¿Por qué pretenden ser mis amigas y ser todas falsas? No vale la pena.
—Hola —digo cuando mamá las dirige a mi mesa y deja mi comida favorita en frente de mí: un french dip, sopa de chícharos, acompañado de papas fritas con salsa.
—¿Sra. Esposito, cuales son los emparedados dobles? —pregunta Maria
El resto de las chicas sonríen disimuladamente mientras yo me hundo más profundo en mi silla.
Mamá no se estremece y continúa con su discurso. —Nosotros tenemos una nueva selección de emparedados con dos niveles con pavo y capas de tocino con lechuga, tomate, mayonesa, y nuestra salsa especial. También
tenemos la nueva carne asada y queso doble. Todos vienen con dos capas de pan entre ellos.
Candela luce como si ella estuviera enferma. —Mis arterias se obstruyen solo escuchando sobre todo ese colesterol.
—Olvida el colesterol —dice Rocio—. ¿Dos capas de pan? Carbohidratos
¿Desde cuándo mi prima se convirtió en conocedora de carbohidratos? Yo miré hacia mi plato. Carbohidratos y más carbohidratos, colesterol y más colesterol.
—Tomaré una coca cola de dieta y una ensalada, Sra. Esposito —dijo Maria.
—Yo también —dijo Rocio.
—Y yo —Candela repica.
—Tenemos Thousand island, queso azul, rancho, italiana baja en grasa…
—Thousand island para mí —dice Rocio—. A un lado.
Candela frunce sus enceradas cejas, pensándolo bien. —Yo creo que tomaré la italiana baja en grasa. A un lado.
Maria ladea su cabeza al lado y dice —Sin aderezo.
¿Sin aderezo? ¿Qué sucedió con atragantarse con papas y pizza? Solo he estado fuera un año y estoy totalmente perdida.
Mamá sale a entregar la orden, y yo me quedo con mi prima come ensalada, mis ex amigas… y mi French dip, sopa de chícharos, papas fritas y salsa. Yo estaba realmente hambrienta antes, pero ahora no pude comer.
Maria revuelve de un lado a otro su bolso y saca un pequeño espejo.
—Dámelo cuando hayas terminado —dice Rocio. Cuando mi prima tiene el espejo, ella intenta verificar la parte de atrás de su cabeza. Que en realidad no se puede hacer con un espejo, pero no voy a destrozar esa noticia para ella.
—¿Qué estás haciendo, Rocio? —Candela pregunta.
—Yo creo que necesito tener mi cabello corto antes de mañana.
Candela ríe. —Chicas, dejen de enloquecer. Es una fiesta, no un baile presidencial.
—¿Qué fiesta? —pregunto, entonces quiero morir por preguntar. Obviamente yo no estaba invitada. Yo no quiero ir de todos modos. Pero ahora parece como si yo quisiera ir.
Las chicas se miraron unas a otras. Ellas no quieren decirme sobre la fiesta. Ugh, ¿Y por qué pregunté?
—Una fiesta de vuelta a la escuela —Candela finalmente dijo—. En la casa de Brian Newcomb.
Yo no lo sé, pero mamá viene con las coca colas de dieta y un extra grande pedazo de tarta para mí en ese exacto momento. —¡Oh, una fiesta! ¿Cuándo? A Mariana le ENCANTARÍA ir a la fiesta, ¿no te gustaría, cariño?
En lugar de responder, yo muerdo un gran pedazo de French dip. Eso me salva de tener que contestar, pero ahora me siento como si fuera a atragantarme con el pedazo gigantesco de carne en mi boca.
Maria luce como si ella fuera a vomitar solo por mirarme.
—Uh, tu puedes venir si quieres, Mariana —mi prima dice.
Era definitivamente una invitación por lástima, nadie más que una mesera de La Tía Mae se dio cuenta de eso. Yo no voy a ir a la fiesta. Yo no quiero saber cómo voy a decírselo a mamá y dejar fuera a mis ex amigas del enredo al mismo tiempo.
Tomo mi tiempo para masticar.
Antes del accidente yo era una estudiante de tercer año en el equipo principal de tenis. Pero ahora como estudiante de último año, yo ni siquiera estaba en el equipo de primer año. No es lo que quiero, porque entonces yo habría tenido que vestir esas cortas faldas de tenis. Yo nunca vestiré una falda de tenis otra vez porque yo nunca voy a mostrar a nadie mi horrible cicatriz. Además que, tú no puedes jugar tenis cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta.
Mientras trago el último fajo de carne, me doy cuenta de que ellas están esperando por una respuesta.
Umm…
La ilusionada mirada en el rostro de mi mamá me hace darme cuenta de que ella siente pena por mí. Como si importara que yo no sea amiga de ellas ya. Mamá se preocupa. Ella tiene que hacer frente con pagar por la mitad de las facturas médicas que la aseguradora no cubrió. Mis padres están divorciados y odio sentir como estoy agregándole estrés. La culpa, como una gran bola de carne asada, se instala en mi inmensa y llena tripa de French dip.
Quiero contraerme cuando me escucho decir: —Seguro, suena como algo divertido.
Mamá deja salir un respiro mientras las chicas beben.
—¿Puedes recogerla? —mamá pregunta a mi prima.
—Seguro, tía Linda —Rocio dice.
Seriamente, me siento como una pequeña niña teniendo a mi mamá haciendo una cita de juego para mí. Especialmente cuando escucho preguntar a mi mamá —¿A qué hora?
—Creo que a las ocho.
—¡Geeeenial! —dice mamá como el tigre en el comercial del cereal.
¿Cómo voy a salir de esto sin que mi mamá me descubra? No hay manera de que yo vaya a una fiesta y tenga a personas mirando como moscas sobre mí. Ya es suficiente malo tener que lidiar con las burlas en la escuela el lunes.
Después de que mamá trae sus ensaladas y nos deja solas por dos minutos, Maria me encandila con una maliciosa sonrisa. —¿Quieres saber las grandes noticias?
¿Noticias? Um, Exactamente yo no he estado en circulación con los chismes últimamente. —¿Eso de que el señor Meyer usa un peluquín? —escuché eso sobre nuestro director de escuela hace un rato.
Maria ríe. —No, esa es totalmente una noticia vieja. Yo estoy hablando sobre Peter Lanzani, será liberado mañana.
¿Qué?
Candela sumerge el tenedor en el aderezo y pincha un pedazo de lechuga. —La señora Lanzani llamó a mi mamá hoy y se lo dijo. Libertad anticipada. Me pregunto si le permitirán volver a la escuela.
¿Libertad anticipada? Se supone que debería estar alejado por al menos seis meses más. Yo tenías un plan perfecto. Salir a España antes de que él volviera. Un profundo dolor agudo en mi pecho me golpea cuando tomo un respiro, y mis dedos están temblando. Yo estoy teniendo un mini ataque de pánico, pero tratando de no permitir que nadie más lo sepa.
—¿Mariana, estas bien? —Rocio pregunta mientras pongo la tarta lejos de mí
No, definitivamente no estoy bien.
como si tener a mi papá mirándome durante el camino entero de St. Charles a Paradise no fuera suficiente tortura, mi madre ha estado retorciendo sus manos juntas desde que me deshice de DOC esta tarde. Ni siquiera creo que ella haya mirado en mi dirección una vez.
¿Qué diablos se supone tengo que decir? Deja de estar nerviosa, ma. Sí, estoy seguro que eso irá bien. Su hijo es un convicto criminal. Me gustaría que dejara de recordármelo constantemente.
Bien, eso tomará algo de tiempo. Nunca se destacó por ser una madre cariñosa conmigo.
Cuando pasamos por la Avenida Masey, el parque Paradise está en frente de nosotros. Yo logré estropear mis dos dientes del frente en la zona de juegos del parque Paradise cuando tenía cinco, y tuve mi primera pelea en la cancha de baloncesto allí cuando yo tenía nueve. Eran los viejos días dorados. Yo no puedo creer que tenga diecisiete y piense sobre aquellos días dorados.
Una cuadra más adelante llegamos a la casa de dos pisos de ladrillo con cuatro columnas acompañando la puerta del frente. Salgo del auto y tomo un profundo respiro.
Estoy en casa.
—Bueno… —papá dice mientras abre la puerta—. Bienvenido a Paradise.
Asiento con la cabeza en lugar de sonreír, el saludo más común a los visitantes en el pueblo. Observo el vestíbulo. La decoración no ha cambiado durante el último año. Puedo verlo al instante.
Curiosamente, no se siente como un hogar.
Aunque hay un olor familiar. Como el sabor de la manzana. No he olido el dulce aroma penetrante en lo que parece una eternidad.
—Yo, uh, estaré en mi habitación —les digo, aunque lo digo como si pidiera permiso. ¿Por qué? no tengo idea. La que solía ser mi habitación, todavía lo es. Entonces, ¿por qué estoy actuando como si este lugar solo fuera una parada?
Subo las familiares escaleras, pero este sentimiento de claustrofobia me supera y empiezo a sudar. Me atrevo a subir más las escaleras y hojear el pasillo. Mis ojos se posan sobre algo negro apoyado en el marco de la puerta de la habitación de mi hermana.
Espero.
Ese algo negro es mi hermana gemela, Eugenia. No es una simple silueta de mi hermana, es ella en persona. Y ella está usando solamente negro.
Cabello negro, maquillaje negro. Maldición, ella incluso tiene las uñas pintadas de negro. Gótica hasta la medula. Un escalofrío recorre mi espina dorsal. Es duro creer que esa es mi hermana. Ella parece un cadáver.
Antes de dejar salir otro respiro, Eugenia se arroja en mis brazos. Entonces grandes ruidos de sollozos salen de su boca y nariz, recordándome a mi compañero de celda.
Aún cuando el Juez Farkus me miró con disgusto y me dijo que yo iba a ser encerrado por casi un año por mi grave negligencia y la estupidez de conducir ebrio, yo no dejé salir ni un pitido. Hombre, cuando ellos me hicieron desnudar e hicieron una búsqueda completa en mi cavidad, me sentí humillado más allá de la compresión. Y cuando Dino Álvarez, un pandillero del lado sur de Chicago, se acercó a mí durante la hora de ejercicio y me arrinconó en mi segundo día en DOC yo casi ensucio mis pantalones. Pero ni una vez en todo ese tiempo lloré.
Acaricio la cabeza de mi hermana, sin saber qué más hacer. Casi no he tenido contacto físico durante el año pasado, y lo ansié cuando me senté en mi celda por cerca de trescientos días y noches. Pero ahora, cuando estoy obteniendo el de mi propia hermana, se siente como si las paredes se estuvieran cerrando sobre mí.
—Necesito acostarme un rato —digo, entonces gentilmente la alejo. Lo que realmente necesito es un respiro de mi vieja/nueva barrera de mi familia en mi vida.
Mientras camino hacia mi habitación, el oscuro piso de manera bajo mis pies cruje, el sonido retumba en mis oídos.
Es la habitación de un niño, pienso para mí. Los trofeos deportivos y mi sable de luz de Anakin Skywalker de Star Wars todavía están en mi biblioteca donde los dejé, y un banderín de la Secundaria Paradise está clavado por encima de mi cama. Demonios, incluso la foto de Luna en su uniforme de animadora está pegada en mi cabecera como si nosotros aún fuéramos pareja.
Corté todos los lazos con ella cuando fui arrestado. Luna es una chica acostumbrada a ser mimada por sus padres y estaría asqueada por las personas con las que he vivido durante el año pasado. Me podía imaginar su desaire a la novia de Dino Álvarez durante las horas semanales de visita. La última cosa que yo necesitaba en DOC era otro recluso golpeando mi trasero porque yo tengo una novia que viste ropa de diseñador y carga un bolso de doscientos dólares.
El día de visita para mí consistía en mamá retorciendo sus manos nerviosamente y mirándome como si yo fuera algún otro chico, y papá divagando sobre el clima y nada en particular solo llenando el silencio.
Camino a mi armario, toco toda la ropa nueva que mamá debió haber comprado para mí. ¿Qué estaba pensando ella? Mis camisetas y suéteres se han ido. En su lugar están estúpidas, camisas a cuadros de abotonar colgando como soldados. En los estantes, todo doblado como en una tienda de Gap, pantalones de diferentes tonos plegados.
Tomo un par y los mantengo frente a mí. Son demasiado pequeños. ¿Cuándo debo darle la noticia de que no soy el delgado niño que solía vivir aquí? Trabajé todos los días durante el año pasado para volar fuera del nido y defenderme de tipos como Álvarez. Los músculos no solo pesan más, ellos cambian la estructura entera de tu cuerpo.
Sentado en mi escritorio, busco la ventana y miro la casa Esposito. Mi ventana mira hacia el cuarto de Mariana.
Mariana Esposito.
La chica a la que lisie, y por la cual fui declarado culpable.
Está bien, sé que es injusto. Pero es difícil no querer culparla. Si no fuera por ella yo no habría estado encerrado. He pensado sobre Mariana y los eventos previos al accidente más veces durante el año pasado de lo que quiero admitir.
—¿Peter, estás aquí? —papá pregunta, entonces toca.
Es encantador cuando las personas tocan. Yo no he escuchado un toque durante un año. Abro la puerta y le hago un gesto para que entre.
Mi papá camina y cierra la puerta detrás de él. Todavía tiene la cabeza llena de cabello oscuro y un bigote medido. Él está bien como un papá, pero es un cobarde total cuando se para junto a mi mamá.
—Tu mamá invitó a unas pocas de sus amigas para después de la cena —él vacila y añade—, para, uhm, una fiesta de bienvenida.
Un nudo en la parte posterior de mi cuello se empieza a formar. Lo froto. ¿Una fiesta de bienvenida para un chico que acaba de salir de la cárcel? Increíble. —Cancélalo —digo.
Las venas en su cuello se tensan y empiezan a tomar un extraño tono de púrpura. —Escucha, eso es lo que tu madre quiere. Ella ha pasado mucho este año contigo en la cárcel. Solo… haz lo que quiere y monta un espectáculo para sus amigas. Será más fácil para todos si sigues el juego.
—¿Un espectáculo?
—Sí, fija una sonrisa en tu rostro y complace a las mujeres de su club social. Yo lo hago todo el tiempo —dijo, entonces deja la habitación tan rápido como entró.
Toma un segundo registrar lo que él dijo. ¿Sonrisa? ¿Espectáculo? Siento como he sido transportado a algún set de una película de Hollywood. Pero eso no es una película, es mi vida.
Tomo el sable de luz en mi mano, y lo enciendo. El sonido del láser llena la habitación cuando ondeo el sable como un gran guerrero Jedi. Dios, cómo acostumbraba a gastar horas en imaginar duelos demoniacos con esta cosa cuando era un niño.
Ahora he conseguido un nuevo demonio para pelear.
Uno que yo no puedo hacer desaparecer con ondear un juguete.
mi mamá está de pie en la puerta de mi habitación en la tarde, enseñando un par de pantalones de fieltro y una chaqueta. —Mariana, mira lo que compré para ti —la vendedora dijo que todos los adolescentes están vistiendo esto. Ellos son muy, muy modernos.
—Nadie dice moderno ya.
—¿Genial?
Yo tomo las ropas. Es un conjunto de Juicy Couture, totalmente suave y nada como mi ropa de Wal-Mart. —Mamá, esto debe haber costado unos cien dólares. Es genial, pero no podemos permitírnoslo.
—No te preocupes por el dinero —ella dice, agitando mi preocupación de nuevo—. Hago algo de horas extra en la cena y tengo un pequeño extra este mes. Además, la escuela empieza el lunes y yo quiero que tú tengas algo moderno, genial o lo que sea. Pruébatelo —mamá hace un pequeño baile emocionado mientras espera.
Yo quería que se fuera a trabajar así yo podría llamar a Rocio y decirle que no iba a la fiesta. —Mamá, son las siete treinta. ¿No crees que el Sr. Reynolds estará enojado si llegas media hora tarde?
Ella sonríe, su emoción no ha disminuido. —Cariño, yo estoy esperando a que Rocio te recoja.
Mi estómago se hunde hasta mis rodillas. —¿Por qué?
—Porque me haría tan feliz finalmente verte salir y tener algo de diversión.
Siento la presión reuniéndose y entrando en mis pulmones.
Me visto con las prendas de fieltro y tan pronto como mamá me mira, ella sonríe. —Oh, querida, te ves preciosa. El rosa va bien con tu tez oliva
Tengo que admitirlo, el conjunto es precioso. Pero yo no lo soy. Quizás los pantalones escondan mis horribles cicatrices, ninguna cantidad de dinero puede hacer que un conjunto esconda la torpe inclinación en mi paso. Después de que mamá me mira, cepillo mi fibroso cabello café oscuro y me añado maquillaje a lo que llevo. Me encuentro sentada al lado de la puerta, esperando por Rocio.
—Ahora, si tienes algún problema, apunté algunos números de emergencia para ti —ella me da su móvil y un pedazo de papel—. El primero es el número de la cafetería, el segundo es de la tía Pam, el tercero es la línea de emergencia del Dr. Gerard, y el cuarto es el 911.
Imágenes de España corren a través de mi mente. Ella me trata como si mi cabeza estuviera arruinada como mi rodilla. —Venga, ¿el 911? Eso ha sido infundido en mi cabeza desde preescolar.
—Las personas olvidan los números todo el tiempo cuando están bajo estrés, Mariana.
Abro mi bolso de Wal-Mart y meto el papel dentro. —Estaré bien —le aseguro, aunque yo misma no esté tan segura.
—Lo sé. Solo quiero que estés feliz. Y a salvo. Pero si tu pierna te duele o quieres regresar a casa más temprano, dejaré mi trabajo e iré por ti.
De repente eso me golpea. Por qué ella me está dando la atención que le daría a un bebé recién nacido. —¿Tu sabes que Peter regreso hoy, no es cierto?
Su mirada de ciervo frente a los faros no pasó desapercibida. —Alguien podría haberlo mencionado en la cafetería ayer.
Yo gimo y lamento, —¡Mamáááááá!
—Cariño, no pienses en eso. Solo mira a otra parte y pretende que los Lanzani no existen.
Creo que ahora sería el mejor momento para hablar sobre lo mucho que extraño a mi ex mejor amiga que también pasa a ser uno de esos Lanzani. El sonido de una bocina afuera. Es Rocio.
—Vamos —dice mamá—, y llama cuando estés aquí para saber que estas a salvo, incluso si piensas que estoy siendo sobre protectora o anticuada.
Salgo a la puerta, tratando de contar los días en mi cabeza hasta que vaya a España. Creo que son unos ciento dieciocho días, obviamente no lo bastante pronto. Cuando llego a la silla de en frente del auto de mi prima, ella dice, —Lindo conjunto.
Rocio sabe lo suficientemente bien de nuestro esfuerzo financiero y mis ropas son un lujo extravagante que no podemos permitirnos. Hace dos años mi papá se fue de viaje de negocio a Texas. Se suponía que sería por cuatro semanas, él estaba tratando de convencer a un grupo de inversores de mover sus instalaciones de fabricación de chips digitales a Paradise. Ellos rechazaron su propuesta, pero le ofrecieron un trabajo viajando alrededor del país como su consultor.
En dos años mi papá había estado de vuelta en Paradise solo tres veces. Una vez para preguntarle a mamá por el divorcio, otra para anunciar que se había casado de nuevo, y la última vez fue después del accidente. El vino por una semana, entonces se fue. El dice que está feliz, que él quiere que yo vaya a visitar su nuevo hogar, pero él nunca hace ningún compromiso o establece alguna cita. Incluso yo no estuve en su segunda boda.
—Gracias —recorro con mis dedos la suavidad de los pantalones una vez más.
Y esa es nuestra entera conversación hasta que Rocio aparca en la calle y nosotras caminamos hacia la casa de Brian Newcomb.
—¿Qué está mal? —pregunta Rocio—. Estás cojeando más de lo usual. Pensé que tu pierna estaba mejor.
—Estaba… está —pero un espasmo estaba creciendo hoy.
Escucho música rock a todo volumen fuera de las ventanas de la casa de Brian y tomo un profundo respiro. Allí van a estar bailando. Bailar implica movimiento y chocar con otras personas. ¿Qué si me caigo? Peor, ¿Qué si no puedo levantarme y las personas empiezan a reír?
En frente de la casa, estoy lista para salir corriendo de vuelta a casa y esconderme en mi habitación hasta que vaya a España. Pero Rocio ansiosamente abre la puerta antes de que pueda retirarme.
Mientras entramos al vestíbulo, soy hipersensible y consciente de todos los ojos enfocados sobre mí. Un escalofrío corre por mi espina dorsal. ¿Podría
ser que tengo un grano del tamaño de un aguacate creciendo en mi nariz? ¿Es mi cojeo tan malo? ¿O se trata del chisme que anhelan? De cualquier manera, no me gusta la atención. Haría cualquier cosa por permanecer perdida en segundo plano para siempre.
—¡Oigan, chicos, esa es Mariana Esposito que regresa de la muerte! —grita un chico del equipo de fútbol.
—Escuché que Peter Lanzani también está de regreso —un tipo llamado Ty dijo.
—Eso es lo que he escuchado —digo elocuentemente, sin sentir del todo la elocuencia. Yo no puedo esconderme. ¿Ellos saben que quiero? — No es nada —estoy sorprendida de ser capaz de sacar las palabras; mi garganta está tratando de cerrarse.
—Pero él casi te mata —alguien más dice. Ni siquiera sé quien lo dijo; la multitud se ha convertido en una gran mancha. Ni siquiera creo que pueda tomar un profundo respiro ahora si lo quisiera.
—Fue hace un año. Eso está terminado —trago. Ser valiente no es tan fácil como se ve. Especialmente cuando tu corazón está corriendo más rápido que el ritmo de la música, que ahora ha pasado a segundo plano. Música suertuda.
—¿Cómo puede ser? ¿No estuviste en una silla de ruedas, como por, cuatro meses?
Ciento veintitrés días para ser exactos, ¿pero quién está contando? —Supongo.
—Gente, denle espacio para respirar —me vuelvo hacia la voz. Es Luna. La antigua novia de Peter. Nosotras solíamos estar en los mismos círculos, pero no fuimos nunca cercanas. Ella me recuerda a una falsa, muñeca plástica. Para mi sorpresa ella coge mi brazo y me saca hacia el patio trasero. Con mi cojera es difícil mantenerme con ella sin tropezar con mi propio pie, pero ella parece no darse cuenta. O preocuparse.
—¿Lo has visto? —pregunta en un susurro.
Por un segundo estoy confundida. Luna es popular, alguien a quien nadie puede ignorar. ¿Pero no estoy realmente aquí, cierto? Seguro, mi cuerpo está. Pero mi serenidad está de vuelta a casa, en mi habitación donde puedo esconderme del pasado y los recuerdos del accidente.
Luna me sacude, y yo estoy de vuelta en la fiesta.
—¿Lo viste? —pregunta. Por la forma que en que me mira, tu pensarías que sus ojos eran dardos.
—¿A quién?
Ella está molesta, su rizado y rubio cabello rebota con cada movimiento de su cabeza, haciendo hincapié en su estado de ánimo como puntos de exclamaciones. —A Peter.
—No.
—Pero él vive justo al lado tuyo —ella dice casi desesperadamente, sus dardos estrechándose contra mis pequeñas rendijas.
—¿Y qué? —yo nunca hice clic con Luna. Ella lo sabe, yo lo sé. No muchos otros lo saben; nosotras hemos sido muy buenas fingiendo que estábamos en la misma página. Se siente como un enfrentamiento, ella me reta por información que quiere y cree que tengo. Pero yo no la tengo, así que ni siquiera tengo la satisfacción de guardar información para ella.
Brian asoma su cabeza por la puerta. —¿Luna, que estás haciendo aquí afuera? Ven y sálvame de tener que jugar a girar la botella.
Luna va de mí a Brian, entonces se voltea. —Ya voy —dice, sacudiéndose el cabello una vez más con un movimiento de su cabeza, antes de entrar a la casa. Dejándome sola. Afuera.
Estoy bien sola. Estoy acostumbrada a estar sola. Estar sola es cómodo para mí, es tranquilo y no exige estar feliz o satisfecha o… ninguna pregunta. Trato de no pensar en lo que era cuando no estaba sola, cuando yo era una parte integral del escenario social. Cuando Luna y yo no éramos enemigas o amigas, pero estábamos con las mismas personas. E incluso si no estábamos en igualdad social, entonces al final estábamos en el mismo campo de juego social.
Los encuentros no habrían sido lo mismo sin mí.
Ahora no son lo mismo conmigo.
Me siento en una silla junto a la piscina. Unos pocos minutos después la fiesta se ha multiplicado y las personas comienzan a congregarse y bailar en el patio. Yo todavía estoy sola, pero dentro de la multitud.
Maria está agarrada a Drew Wentworth, el mariscal principal del equipo de la secundaria. Sus manos están sobre ella mientras bailan cerca una canción lenta a todo volumen desde la ventana del segundo piso.
Candela y Rocio están acurrucadas en la esquina, chismeando y riendo. Después de un tiempo algunos chicos las empujan hacia el patio y empiezan a bailar con ellas. La escena me recuerda a todos esos reality shows de adolescentes de California. Estoy completamente fuera de lugar vistiendo un conjunto rosa de Juicy Couture. Abro mi bolso, miro los números de emergencia que mi mamá me dio solo para estar segura de que aún estaban allí, entonces cierro mi bolso de nuevo. ¿Sin duda, convertirse en una marginada cuando antes eras popular, no se considera una emergencia, cierto?
Luna y Brian empiezan a montar su propio espectáculo público de baile sobre en trampolín después de cambiarse a los trajes de baño. Todos se reúnen alrededor, cantando para que la pareja salir. Luna ama la atención, ella está acostumbrada. Su familia ha sido propietaria de la más grande parcela de tierra en Paradise por los últimos doscientos años. Su papá ha sido el alcalde por los últimos diez años, y su abuelo era el alcalde antes. Algunas chicas nacieron para tenerlo todo.
De pronto un grupo de estudiantes salieron de la casa vistiendo trajes de baño. Candela se acerca a mí. —¿Has traído un traje? Rocio y yo vamos a cambiarnos en la habitación de Brian.
Si yo saliera vistiendo un traje de baño mostrando todas mis cicatrices, probablemente despejaría el lugar. —Mi doctor dice que no puedo nadar todavía —miento.
—Lo siento. Yo no lo sabía.
—No hay problema —digo, sacando el celular.
Mientras Candela y Rocio suben las escaleras, cojeo a la puerta y marco el número del trabajo de mi mamá.
—Comedor de la Tía Mae. ¿Puedo ayudarlo?
—Hola, mamá, soy yo.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Estoy bien. Teniendo una juerga —digo mientras cojeo lejos de la casa de Brian y empiezo a bajar la calle. Yo no sé a dónde voy. A algún lugar privado… silencioso… donde yo no tenga que pensar sobre lo que estoy extrañando. Un lugar donde pueda cerrar mis ojos y concentrarme en mi futuro.
Un futuro sin Paradise.
Yo puedo imaginar la sonrisa en el rostro de mi mamá mientras ella dice, —Mira… y tú estabas preocupada de que no encajarías. ¿No te sientes tonta ahora?
—Absolutamente —¿la verdad? Me siento absolutamente tonta de tener que mentir a mi mamá.

mantengo una sonrisa permanente en mi cara, durante la fiesta de bienvenida que mamá organizo para mí, tal y como ordenó mi padre. Es una sonrisa falsa, pero creo que las amigas de mi madre se lo están tragando. Me parece.
Mi mamá ha estado junto a mí, riendo y abrazándome en público como al hijo reformado. Me pregunto durante cuánto tiempo podre mantener esta farsa antes de que ya no aguante más. Olvídate de mí, ¿cuánto tiempo podrán ellos hacerlo? Papá ni siquiera parece notar la transformación Jekyll y Hyde. ¿Por qué las apariencias son tan importantes para mis padres?
—Peter se ha convertido en religioso, mientras que ha estado lejos —mamá le dice a la señora Gutterman cuando me agarra el codo y me coloca frente a la esposa del reverendo—, ¿No es así, Peter? —dice.
—Yo rezaba todos los días —le digo, sin perder el ritmo, y sabiendo que no sólo la señora Gutterman está escuchando. ¿La verdad? Yo rezaba todos los días para sobrevivir al sistema juvenil, volver a Paradise, y hacer las cosas bien de nuevo. La declaración de mamá de que me he convertido en religioso es hueca, porque nunca hemos discutido lo que hice mientras estuve en la cárcel. Ella nunca preguntó, y yo nunca se lo he dicho.
Además, ella no quiere saber la verdad. Si fingiendo sanará esta familia, estoy bien con ella. Creo que es una mierda, pero yo estoy bien con ella.
La señora Gutterman es llevada por otra persona, dejándonos a mi madre y a mí de pie juntos.
Ella se inclina más a mí. —Abrocha más esa camisa —susurra.
Miro mi camisa. Sólo tengo dos botones desabrochados. Yo no estoy dispuesto a discutir con mi mamá en la actualidad. No vale la pena. Hay tantas cosas que debo arreglar, que la lucha por un maldito botón sería risible.
Cuando estoy abrochándome la camisa, le echo un vistazo a la chica gótica apoyada al lado de la casa. Me tome un vaso con cerveza de raíz y camino hacia mi hermana. He tenido la alegría de una sonrisa durante todo el tiempo que he podido, pero mi cara está empezando a dolerme por el esfuerzo. —Aquí —le digo, entregándole la bebida para ella—. Tu favorito.
Ella sacude su pelo negro azabache. —Ya no es así.
Así que ahora estoy aquí de pie con el trago que nadie quiere beber en la mano. Tomo un sorbo. —¡Qué asco! Sabe a regaliz. No sé por qué te gustaba esto.
—Ahora tomo agua. Solo agua.
Esto, viniendo de la chica que solía alzar su limonada con cerveza de raíz y se negó a comer pollo sin asfixiar con su propia mezcla de salsa de barbacoa, salsa de tomate, mostaza y queso parmesano. El agua no se ajusta a Eugenia, independientemente de si mi hermanita quiere admitirlo o no.
Yo estoy a su lado disfrutando de la configuración. Paradise no es una ciudad grande, pero la palabra "fiesta" lleva a la gente en tropel. —Hay bastante gente aquí esta noche.
— Sí. Mamá hizo todo lo posible —dice.
—Papá no trató de detenerla.
Eugenia se encoge de hombros y dice —¿Por qué iba a hacerlo? Al final lo habría hecho a su manera —unos minutos antes de pasar Oigo la voz de Eugenia de nuevo—, ¿Hicieron que te cortaras así el cabello?
Me paso la mano por el corte de pelo espinoso. —No.
—Te hace parecer duro.
¿Debo decirle a ella lo que me parece su pelo negro teñido? Brevemente lo considero, pero pronto me doy cuenta que su grado de oscuridad va más allá de su cabello. Sacar ese tema en una fiesta no sería el mejor curso de acción.
Eugenia arrastra sus pies. —Brian está teniendo una fiesta esta noche en su casa.
—¿Dos fiestas en Paradise en la misma noche? Chica, Las cosas han cambiado.
—Más de uno se da cuenta, Peter. ¿Vas a hacer una aparición en la fiesta de Brian?
—De ninguna manera —es suficiente mierda tener que estar con un boquiabierto grupo de adultos—. ¿Por qué? ¿Vas?
Eugenia levanta las cejas y me mira. Lo entiendo, ella no ira. Bien.
—Probablemente debería mantener un ojo en mamá —dice Eugenia, mordiendo una de sus uñas pintadas de negro.
—¿Por qué?
—Porque ella sólo tomó un micrófono.
Como si así fuera, un fuerte ruido, zumbido proviene del porche, luego la voz de nuestra madre se extiende por el patio. —Gracias a todos por venir —anuncia con un estilo que haría que la reina de Inglaterra se sintiera orgullosa—. Para dar la bienvenida a mi hijo Peter con los brazos abiertos.
¿Los brazos abiertos? Mi propia madre no ha puesto una sola mano sobre mí, si no es en un foro público. Yo no puedo soportar otra palabra. Más de lo que temo la próxima reunión con mi consejero de transición, me da miedo levantarme y hablar en ese micrófono.
Porque lo que yo estoy con ganas de decir, no será falso o falso.
Me meto por la puerta lateral. Prefiero irme al parque de Paradise, me pongo una camisa geek con un pantalón demasiado apretado y desabrocho cada botón de la camisa hasta que toda está abierta.
Esta es la primera vez que he sentido toda la libertad que no he tenido en casa.
Puedo ir a donde quiero y desabrochar mi camisa a la medida de lo que quiero. Yo no tengo a nadie que me mira o me habla sorprendido frente a mí. Cómo me gustaría poder retroceder al año pasado y empezar de nuevo. La vida no te permite hacer eso. No es posible borrar el pasado, pero voy a tratar de hacer que otras personas lo olviden.
Llego al parque y poso mi mirada en el árbol familiar, el viejo roble al que subí cuando yo era un niño. Andrés y yo una vez habíamos hecho un concurso para ver quién podría subir más alto. Había ganado, justo antes de
que la rama se quebrara, y cayera al suelo. Tuve un yeso en el brazo durante seis semanas después de esa caída, pero no me importaba. Había ganado.
Miro hacia arriba, tratando de localizar a esa rama rota. ¿Sigue estando aquí, la evidencia de ese día hace mucho tiempo? ¿O han pasado por el árbol suficientes temporadas para borrar el pasado?
Una ingesta de aliento me toma por sorpresa mientras me acerco al árbol. Esta justo en frente de mí, sentada, apoyada en el tronco del viejo roble, es Mariana Esposito.
me he dado cuenta de un movimiento a mi lado, ya no estoy sola. Bloqueo mi cabeza. Hay un tipo parado frente a mí, que yo reconozco de mis pesadillas. No es un producto de mi imaginación, ya se. Es realmente él, Peter Lanzani de carne y hueso, mirando hacia arriba como buscando algo importante. Un gran jadeo automáticamente se escapa de mi boca.
Él me escucha y rápidamente se centra en mí. Él no se mueve, ni siquiera cuando sus ojos azules como el hielo hacen contacto con los míos.
Ha crecido en el último año. Actuaba duro en aquel entonces, pero ahora Peter tiene una mirada amenazante a su alrededor. Su pelo es corto, la camisa desabrochada, mostrando su musculoso pecho. Eso, combinado con los pantalones ajustados que lleva puestas, son gritos peligro.
No puedo respirar. Estoy paralizada. Con la ira. Con la ansiedad. Con el miedo.
Estamos en un callejón sin salida, ninguno de los dos puede hablar. Con la mirada fija. Ni siquiera creo que sea capaz de abrir y cerrar. Estoy congelada en el tiempo.
He estado cara a cara con él muchas veces, pero ahora todo ha cambiado. Ni siquiera parecía el mismo, excepto por su nariz recta y la postura de la confianza de que ha tenido, y supongo que siempre tendrá, Peter Lanzani.
—Esto es poco práctico —dice, rompiendo el largo silencio. Su voz es más profunda y más oscura de lo que recuerdo.
Esta vez no sólo lo veo por la ventana del dormitorio.
Estamos solos.
Y está oscuro.
Y es, oh, tan diferentes.
Siento la necesidad de volver a la seguridad de mi habitación, trato de ponerme de pie. Algo caliente avanza por el lado de mi pierna y hago una mueca de dolor.
Veo con horror y shock como da pasos hacia adelante y agarra mi codo.
Oh. Mi. Dios. Yo automáticamente doy un tirón fuera de su control. Los recuerdos de estar atrapada en una cama de hospital sin poder moverme después del accidente pasan por mi mente mientras me enderezo.
—No me toques —le digo.
Tiene las manos en alto como si yo acabara de decir "manos arriba.
—No tienes que tener miedo de mí, Mariana.
—Sí... sí debo —le digo, presa del pánico.
Lo oigo dejando escapar un suspiro, luego dando un paso atrás. Pero él no se va, él sólo me mira raro. —Solíamos ser amigos.
—Eso fue hace mucho tiempo —le digo—. Antes de que me golpearas.
—Fue un accidente. Y he pagado mi deuda con la sociedad por ello.
Es un momento totalmente surrealista, y uno que no quiero que dure más de lo que tiene que hacerlo. Si bien mi interior tiembla por el nerviosismo, le digo —Es posible que hayas pagado tu deuda con la sociedad, pero ¿qué pasa con tus deudas hacía mí?
Después de que las palabras salieron de mis labios, no podía creer lo que había dicho. Me aparte y me fui de vuelta a casa cojeando sin mirar atrás. No paré hasta que abrí la puerta de mi casa.
Cuando llegue a mi habitación, me senté dentro de mi armario y cerré la puerta como solía hacer cuando quería bloquear las peleas de mis padres. Todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos y poner mis manos sobre las orejas... y solo escuchaba un zumbido.
Cerre los ojos. La imagen de Peter, de pie frente a mí con esos ojos azul intenso, era como una marca en mi cerebro. A pesar de que no estaba cerca, aún puedo oír su voz oscura. La noche del accidente, el dolor que había sufrido, mi vida entera cambiando, todo volvía a atormentarme.
Empece a tararear.
estoy poniéndome a prueba. Cárcel. Mamá. Eugenia. Papá. Y ahora Mariana. Cuando me fui de esa ridícula fiesta de mamá, lo último que necesitaba era estar cara a cara con Mariana. Ella me miró como si la hubiera atropellado de nuevo, sin darme ni media oportunidad. Sólo hablé con ella porque... porque tal vez yo quería demostrarle que no soy el monstruo malvado que ella obviamente cree que soy.
Todavía estoy de pie en el parque como un idiota. El viento hace que las hojas de los árboles crujan como si estuvieran hablando entre sí. Levanto la vista hacia el viejo roble. En pocos meses las dejara caer en la tierra y morirán, sólo para ser reemplazadas por nuevas hojas y nuevos rumores.
En este momento me siento como una hoja vieja. Me fui, y en el fondo una parte de mí ha muerto. Me prometí que volvería a Paradise y conseguiría mi vida de nuevo, mi vieja vida, donde todo era fácil.
Me apoyo en el roble, su tronco es grueso, pero ni si quiera una demoledora podría destruirlo. Si yo pudiera ser como el árbol en lugar de una hoja de insignificante. Quiero hablar con mi mamá, con Mariana, con Eugenia... Y ser lo suficientemente fuerte como para convencerlos de que dejar de actuar como antes, que el accidente lo cambio todo.
Fue un accidente, por el amor de Dios.
El chico que está en la cárcel porque apuñaló a una niña... eso no fue un accidente. Julio por traficar con drogas por dinero... tampoco fue un accidente. No estoy diciendo que conducir ebrio no es un crimen, porque si lo es. Y cuando se me declaró culpable de los cargos, yo estaba listo para tomar cualquier castigo que el juez ordenara, sin remordimientos.
Estaba acusado del crimen, pague mi deuda. Se ha acabado.
Hay un problema técnico: Mariana Esposito no quiere perdonarme.
Ella dijo que no he pagado mi deuda con ella.
¿Habrá algún fin para este castigo que he puesto sobre mí?
No voy a dejar que Mariana, o mi familia, me hagan sentir fuera de foco. Si voy a estar atrapado no dejare que me hagan a un lado, el pueblo de Paradise no puede hacerlo. Mi hermana va a tener que averiguar por qué cree que ser un jodido bicho raro es mejor que volver de nuevo a las cosas tal y como estaban antes de irme. Y mi mamá va a, de alguna manera, ser realista y dejar de actuar como si estuviera en una película. Mi papá... mi padre va a tener que dejar crecer algunas bolas un día de estos. Y Mariana... Mariana va a tener que darse cuenta de que el accidente fue sólo eso... un accidente.
No importa lo que pase, no me voy a ir de Paradise. Puede ser que ella también se acostumbre a mí.
Sera mejor que todos ellos se acostumbren a mí.
¿cómo estuvo la fiesta? —Mamá pregunta mientras se plancha el uniforme para el trabajo a la mañana siguiente.
—Genial.
—¿Tu pierna está bien?
—Está bien —ni siquiera he pensado en mi pierna esta mañana, es la menor de mis preocupaciones. Estoy obsesionada con España. Ayer por la noche, Peter reforzó mi decisión de dejar esta ciudad—. ¿No hemos recibido ningún paquete del programa de intercambio aún? —el sitio web dijo que el paquete llegaría hace una semana.
Mamá sigue planchado. —No lo he visto. Espero que incluya información sobre la accesibilidad para sillas de ruedas. Si la pierna comienza a dar problemas, tendrás que obtenerla.
—Mamá, por favor. ¿Siempre tiene que discutir el qué pasaría si? —voy a la nevera a pie lo más recta que puedo.
—No te hace daño a que te prepares, Mariana. No voy a estar allí para presionarte a lo largo o ayudarte una vez que estás ahí.
—Voy a estar bien, mamá. Deja de preocuparte.
Es triste. Un minuto mamá me empuja a salir y hacer cosas con mis amigos como antes. En el renglón seguido está siendo sobre protectora, y demasiado asfixiante. Se contradice todo el tiempo. Creo que es porque está tratando de actuar como un padre responsable y una madre protectora de una vez. Se está confundiendo en el proceso. Me está confundiendo, también.
Pone la plancha hacia abajo y me da un gran abrazo. —Yo quiero que te vayas a España. Lo has estado esperando durante tanto tiempo. Pero
también necesito saber que estarás bien. Es sólo porque te quiero mucho, lo sabes.
—Ya lo sé —chillo. Yo no le quiero añadir que, un abrazo, puede ahogar a una persona hasta provocarle la muerte.
estoy jugando un juego de un solo hombre en el billar del sótano mientras mi entrenador de transición está hablando con mis padres arriba, en la sala de estar. Si la situación no fuera tan invasiva, me parecería malditamente hilarante.
Mi entrenador de transición es Damon Manning, un tipo que pasó por el sistema de justicia de menores como lo hice yo. Él es asignado para checarme y supervisar mi servicio a la comunidad. Qué suerte la mía. Tengo un oficial de libertad condicional con un título de fantasía.
Es una mierda, pero el informe de Damon se destinará directamente a un juez asignado a mi caso y el comité de revisión, así que tengo que jugar bonito. No será fácil. He estado en alerta desde que he estado en casa.
Conocí perfectamente a Damon antes de salir de la correccional. El tipo es un hombre negro y grande que no toma la mierda de nadie.
Mi papá mete la cabeza en el sótano cuando yo accidentalmente hundo la bola ocho. —Peter —dice en voz alta—. El señor Manning está listo para hablar contigo.
Entro en la sala de estar y veo a mi mamá.
—¿Puedo ofrecerle algo? —le pide a Damon con nerviosismo. No está acostumbrada a los grandes, negro ex convicto en su casa, pero ella sigue jugando a la anfitriona consumada.
—No, gracias. Voy a tener una pequeña charla con su hijo, a mi manera.
Me siento en uno de los sillones acolchados de seda, pero Damon me llama inmediatamente.
—Vamos a dar un paseo —dice Damon. No es una sugerencia.
Me encojo de hombros. —Claro que sí. Lo que sea.
Damon agarra una carpeta manila, mientras caminamos por la avenida Masey hacia el parque para acabar sentados en un banco de picnic.
—¿Cómo lo estás pasando? —Damon pregunta. El tipo abre la carpeta y chasquea la pluma. Haciendo click.
—Está bien —le miento.
—Sé más específico. —Damon lo hace sonar como una orden. Todo lo que el tipo dice suena como una orden. Simplemente siento aumentar mis nervios.
—¿Sobre qué?
Sigue haciendo click con su bolígrafo. —Hábleme de tu familia. Parece como si tuvieras una vida familiar muy agradable.
Parece que la palabra es operativa. —Oye, mi mamá es un robot, mi papá es un pelele, y mi hermana es una puta zombie. Yo diría que más o menos eso lo resume todo.
Veo a Damon cerrar una carpeta y mirarme de frente. —Nadie dijo que sería fácil.
—Sí, bueno nadie dijo que iba a ser tan malditamente duro, tampoco.
—¿Te hace sentir como un hombre grande poder maldecir en cada frase que sale de tu boca? —Vete, hombre.
—Es mi trabajo permanecer contigo, Peter. Pero no puedo ayudar si no vas a compartir conmigo.
Miro al cielo y muevo la cabeza. —Yo no necesito tu ayuda. Mis padres y mi hermana... necesitan más ayuda que yo. ¿Por qué no los tratan como al conejillo de indias?
—Has estado fuera durante casi un año. Dame un momento. Actúas como si se te debiera pedir disculpas a ti en vez de al revés. ¿Qué han hecho mal? ¿Eh? Tal vez deberías culparte a ti mismo al mismo tiempo, Peter. La experiencia podría hacerte abrir los ojos.
—La verdad sería abrir los ojos —le digo de nuevo.
Sigo escuchando el click. —¿Qué?
Sacudo la cabeza. —Nada. Sólo olvídalo.
Damon abre la carpeta de nuevo. En esa carpeta, probablemente esta todo lo que dice Damon sobre mi vida antes, durante y después de mi arresto. Me pregunto si la vez que yo golpeé a Joe Sanders está ahí. O la vez que golpeé a un chico de Fremont High por hacer bromas sobre mi hermana porque su permanente había salido mal. Yo solía ser admirado, era el rebelde cool. Ahora soy un preso. Ya no soy cool.
Me entrega algunas hojas de papel. —Vives en un pueblo pequeño, Peter. No hay mucho de donde elegir para los trabajos de servicio comunitario, pero en tu cuestionario dijiste que tenías experiencia en la construcción y pequeñas mejoras en casas.
—Trabajé en la construcción durante los veranos con mi tío —le digo.
—Muy bien, entonces. Tendrás que presentarte en la tienda de hardware The Trusty Nail el lunes después de la escuela a las tres cuarenta y cinco en punto. No llegues tarde. Ellos te asignaran un lugar de trabajo y todos los materiales de suministro sean necesarios. Cuando hayas terminado con el trabajo, obtendrás una hoja de finalización firmada. Fácil ¿suficiente? Claro que sí.
—Sólo tengo un par de preguntas más. Entonces no tendrás que ver mi apestosa cara por otra semana —cuando Damon me mira, pregunta— ¿Cualquier contacto físico?
—¿Al igual que en el sexo?
Damon se encoge de hombros. —No sé, dime. ¿Era tu antigua novia la que esperaba en la escalera de la entrada cuando llegaste a casa ayer?
El impulso de reír se ve atrapado en mi garganta. —No lo creo. Mi hermana me abrazó, mi padre me dio la mano, y tengo unas palmaditas en la espalda de parte de mi mamá, que me dio frente a sus amigos anoche.
—¿Lo iniciaste?
—No. Eso es rastrero, hombre.
—Peter, algunos chicos tienen problemas de apego al llegar a casa. Ellos tienen dificultad para entender que el contacto físico es apropiado y lo que…
—Toque a una chica —le digo, interrumpiendo.
De nuevo ese click. —Cuéntame.
Vuelvo a pensar en la noche anterior, cuando Mariana intentó ponerse de pie. El dolor intenso que sentía por ella hizo hincapié en mis dientes apretados, los puños cerrados, y las cejas fruncidas. Desde que he estado en casa, Mariana ha sido la única persona que realmente he llegado a tocar. No había salido tan bien.
—Una chica necesitaba ayuda para levantarse, así que traté de sostenerla. Fin de la historia —bueno, más o menos.
—¿Ella te lo agradeció?
Dudo, luego le doy la espada y me alejo del camino hasta el campo de béisbol en el otro lado del parque. —Ella se alejo de mi alcance. ¿No es eso lo que quieres oír?
—Si esa es la verdad.
Me doy vuelta y le doy una mirada. Él sabe que no trato de joderlo.
—Tal vez fuiste demasiado duro.
—No era demasiado difícil —le digo con dureza.
—¿Quién era ella?
Llego a su alrededor y doy masaje a los persistentes nudos en la parte posterior de mi cuello. Si no contesto, Damon probablemente aparecerá mañana y todos los días hasta que suelte la sopa. ¿Cuál es el problema de todos modos? Echo un vistazo en el viejo roble, casi esperando a Mariana sentada en el lugar, con expresión cautelosa y enojada.
Miro a Damon que todavía está esperando una respuesta. Entonces finalmente lo digo. —Toque a la chica a la que deje discapacitada, y por la cual fui a la cárcel —Click.
¿estás bien? —Rocio me pregunta.
Estoy sentada en el suelo frente a mi casillero en la escuela, averiguando qué libros tengo que llevar conmigo al primer período. El primer día de clases siempre es difícil de ajustar después de un verano libre. He estado fuera un año entero. Levanto la vista hacia ella y le digo: —Sí, excepto que estoy temiendo mi clase de trigonometría con la Señora Glassman.
—¿Así que no te estás volviendo loca?
—He escuchado que es dura, pero puedo…
—Yo no estoy hablando de Glassman, Mariana. Me refiero a que Peter estará en la escuela hoy. ¡Duh!
Pierdo el control sobre el libro que estoy sosteniendo. —¿Qué?
—Está en la oficina de Meyer.
Espera. Un. Minuto. —Me dijeron que no iba a volver a la escuela —mamá me dijo esta mañana que lo escuchó en el restaurante.
—Obviamente escucharon mal, porque Candela lo vio —me asomo por el pasillo J.
—Creí que habías dicho que verlo no era importante. Uhm... Maria corre por el pasillo, en dirección hacia mí. —¿Has oído? —dice cuando le regresa la respiración.
—Lo sabe —Rocio dice con su mano en la cadera. Pero ella dice que no es gran cosa. La chica tiene serios problemas de rechazo.
Olvidando mi casillero, empujo la masa de libros en su interior. Todavía
estoy sentada en el suelo de baldosas duras, pero no confío en mí misma de pie sin hacer una escena más grande.
Para empeorar las cosas, ahora Candela está caminando por el pasillo con cinco personas que flanquean sus costados. Ella está enfrascada en una conversación, probablemente la historia de la retransmisión del año. Y esto es sólo el primer día de clases.
Lástima que los paquetes de España no lleguen por correo todavía. Necesito algo positivo para centrarme en la actualidad. Porque Peter —otra vez— es una gran cosa. La más grande. Y no puedo hacer nada más que sentarme aquí y jugar a la chica afectada. Los afectados no lo parecen tan especiales interpretando a los no afectados. Por lo menos cuando soy yo. —¡Ahí está! —el entusiasmo de Candela me hace pública a todos a mi alrededor. Ojalá pudiera chasquear los dedos y hacer que todo desaparezca. O hacerme desaparecer. Me gustaba más cuando era invisible.
—Así que, ¿cuál es la primicia? —Rocio le pregunta a Candela.
—Bueno... —Candela dice, haciendo una pausa con el propósito de asegurarse de que tiene la atención de todos—. Mi mamá está en el consejo escolar y oí que hicieron un acuerdo con Peter . Él tiene que tomar los exámenes finales como principiante en todas sus clases y entonces él puede ser oficialmente de la clase avanzada. Si no lo logra, el perderá un año y tendrá que repetir.
—Es un tonto atleta de lucha libre —Brynn Healey chasquea los dedos—. Nunca pasará.
Él no es tonto, sé que es más listo de lo que la gente cree. Cuando estábamos en la escuela primaria, Peter tenía una cinta por obtener el mejor promedio en el semestre de sexto grado. Estaba orgulloso, así que debería haber visto la enorme sonrisa en su rostro mientras le entregaron la cinta.
Peter no contaba con las bromas de sus amigos para mostrar con orgullo su estante de trofeos deportivos. Ellos comenzaron a llamarlo por sobrenombres y lo acusaron de tener un romance secreto con nuestra profesora de inglés de trescientas libras, la Sra. Bolinsky. Después de eso, Eugenia me dijo que le dio a ella la cinta. Las calificaciones de Peter cayeron y nunca recibió otra cinta. El alivio en su cara cada vez que se lo entregaban a otra persona era tan evidente. Bueno, obvio para mí.
Suena el timbre y, por suerte, la multitud empieza a dispersarse. Solo pido que Peter me ignore si alguna vez tenemos que enfrentarnos cara a cara otra vez.
Me agarro a mi casillero para no perder el equilibrio y el soporte. Al cerrar la puerta, me dirijo hacia mi clase de primer periodo. Llego tarde, pero asumo que mi excusa de la cojera funcionará.
Veo a Eugenia saliendo del cuarto de baño.
Mi vieja mejor amiga camina hacia mí, sin prestar atención porque está mirando hacia abajo.
Si las cosas fueran diferentes, yo le preguntaría por qué usa toda la ropa de color negro. Si las cosas fueran diferentes, le preguntaría cómo se siente tener a su hermano de vuelta.
Cuando por fin ve hacia arriba y nota que estoy en su camino, se da una media vuelta y se escabulle en la distancia.







como todos saben fotolog cambio y ahora ni siquiera me deja entrar me dice que esta cerrado continuare la novela por acá un beso enormee

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