traductor

English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian templates google Portuguese foro de coches Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

lunes, 13 de agosto de 2012

novela: regreso al paraiso capitulo 16



Mariana.
No puedo permitir que Peter se vaya. No ahora. No hasta que lo pueda convencer de volver y hacer todo bien. Si lo dejo partir, puede que nunca lo vuelva a ver. El desapareció sin dejar rastro hace ocho meses y no permitiré que eso suceda de nuevo. No cuando yo la verdad salió a la luz y no hay mentiras entre nosotros.
—No tienes elección —dije, sin ceder.
Él sacude su cabeza. —No me molestes más de lo que estoy.
Continúa caminando por la acera que sale del campus. Yo lo sigo. Si el empieza a trotar, no hay manera de que pueda seguir a su margen.
—No quería molestarte —le digo, alcanzándolo.
—¿Solo me arruinaste la vida?
—¿Yo? Yo no arruine tu vida, Peter. Lo has hecho muy bien por ti mismo.
—Hazme un favor. Si estas tan decidida en seguirme, bájale el volumen a tu voz hasta el mínimo.
—Eres tan irritable.
—Maldita sea —él se detiene y voltea hacia mí—. ¿Sabes que me hiciste hoy? Me hiciste decir el secreto que prometí que me llevaría a la tumba. Me siento como la mierda.
—Si te hace sentir mejor, yo también me siento como mierda. No quiero que estés molesto o triste, Peter.
—Si quieres que este feliz, vete a la habitación.
Creo que él de verdad espera que lo deje de seguir. Pero no lo hago. No puedo.
Por los próximos diez minutos, lo sigo en silencio. Su ritmo es lo suficientemente lento para que yo pueda estar a su alcance.
—¿Cuál es el plan? —le pregunto cuando llegamos al centro del pueblo. Cada tienda está cerrada y las calles están completamente oscuras excepto por las ocasionales luces de la calle—. Espero que tengas uno.
—No lo tengo —él luce vencido.
—Estamos en esto juntos al menos —digo, en un débil intento de animarlo.
—Bueno, entonces déjame cargar tu bolso.
Nuestros paso en la acera hacen un sonido rítmico que hace eco a través de la noche Caminamos a través de un vecindario al final del pueblo. Cada quince minutos o algo así, cuando Peter ve una roca grande en el camino, me ordena a que me siente y descanse mi pierna.
—Deberíamos detenernos aquí —él dice cuando llegamos a un parque infantil. En el medio del patio de juego hay un gran castillo de madera con mallas gimnásticas, puentes colgantes y columpios a cada lado de la estructura. Yo asiento.
Peter me guía al castillo. Tenemos que gatear para pasar por la pequeña entrada. Es difícil, pero él me ayuda a maniobrar para entrar a través del pequeño lugar diseñado para niños.
Peter se sienta en una esquina. Él saca una chaqueta de su bolso y la coloca en el piso a su lado.
—Siéntate a mi lado —dice—. Puedes usar mi pierna como almohada.
Estoy agradecida de que nos detuviésemos. No tengo idea de qué hora es, pero el sol no ha salido y yo estoy exhausta.
Veo un pequeño tubo de plástico azul saliendo de su bolso. —¿Qué es eso? —pregunto señalándolo.
—Él lo abre y presiona un botón. El plástico azul se ilumina. —Es mi salvavidas.
—Recuerdo que solías perseguirnos, a Eugenia y a mí, por todas partes con esa cosa.
—Esos eran buenos días —Peter sacude el salvavidas alrededor, iluminando el castillo por dentro.
Lo alcanzo y le quito el salvavidas de su mano. —¿Crees que yo sería una buena guerrera? —pregunto.
—No. Tú sigues al enemigo muy de cerca.
—Tú no eres el enemigo —le digo, luego llevo el salvavidas hasta abajo para golpear su pierna.
Él toma el salvavidas antes de que golpee su objetivo. Nuestros ojos se encuentran, y el azul brillante ilumina nuestros rostros. —Yo soy el enemigo, Mariana. Solo que tu no lo has notado todavía.
—Estás equivocado —cuando apaga el salvavidas y lo tira a su bolso, me levanto y me coloco en la posición más cómoda que consigo—. ¿No sería genial que este fuera un castillo de verdad?
—Solo si yo fuera el rey —él mira hacia el cielo—. Pero prefiero un castillo con techo.
—¿Podemos pretender, cierto?
—Sí, podemos pretender.
Pretender es bueno, especialmente cuando te aleja de tus problemas y preocupaciones. —¿Alguna vez has pensado en la Sra. Reynolds?
—Ella era divertida —su boca se frunce, recordando—. Yo amaba la mirada en tu rostro cuando te hacia usar ese vestido para plantar flores.
—Era un Muumuu.
—Era tan feo como un pecado.
—Lo sé. Yo pienso en ella todos los días. Si no hubiese sido por ella...
—Si no hubiese sido por ella, tu probablemente no estarías aquí acostada en un piso de madera con un ex—convicto escapando de la ley. Estuvieras en una cama caliente en la habitación.
—Me gusta más aquí contigo.
Él sacude su cabeza. —Estás loca, ¿sabes eso?
—Sip.
Él coloca su brazo a mí alrededor. —Duérmete. Sé que estas cansada.
—¿Qué hay de ti?
—Mi mente está llena de adrenalina y no podré dormir esta noche, pero tú deberías hacerlo.
Me acomode en su regazo y trate de olvidar cómo y por qué estamos en esta situación. Yo solo sigo diciéndome a mi misma que todo estará bien.
Encontraremos la manera de hacer que funcione: al final, yo me asegurare de que Peter se reúna con su familia en Paradise. No sé exactamente como hare eso, pero lo hare.
Tengo que hacerlo.
—¿Todavía estas molesto conmigo? —murmuro contra su muslo.
—Definitivamente.
—¿Que puedo hacer para que estés menos molesto?
—Aléjate de mí por todos los infiernos, Mariana.
—¿Eso es realmente lo que quieres? —pregunto.
—No me hagas responder esa pregunta —él dice, cínicamente.
—¿Por qué no?
—Mariana, tengo que decirte algo —me doy cuenta que las líneas de su frente están arrugadas.
—¿Qué?
—Estar contigo nunca fue un error —él ríe entrecortadamente—. Diablos, estar contigo mantuvo mi cordura cuando estaba en casa. Tú y la Sra. Reynolds convirtieron Paradise en algo soportable.
Lo alcanzo con mis dedos en su brazo y lo acaricio. —Gracias, Peter. Necesitaba escuchar eso. Sé que no soy lo ideal, y nunca seré normal...
—Mariana, nunca vuelvas a decir eso, ¿de acuerdo?
—Pero...
—No hay peros. Estas aquí conmigo, y jodidamente yo no me merezco tu tiempo, menos tu apoyo. Yo te mentí, desconfié en ti, y te deje. El que estés aquí conmigo aun no lo comprendo.
—Sabes porque estoy aquí —le digo—. Yo creo en ti.
—Bueno, solo lo haces tú —sin otra palabra, el envuelve sus brazos a mi alrededor y me abraza fuertemente—. Siento mucho haberte mentido.
—Se que lo haces.
Sintiéndome segura con los brazos de Peter a mi alrededor, me relajo y me dejo llevar por el sueño.
Él quita el cabello de mi rostro. Lo último que recuerdo es a Peter haciendo pequeños patrones con sus dedos por mi brazo, pierna y espalda. Se siente tan bien que me duermo.
Él no ha cambiado. Él es el mismo chico del que me enamore en Paradise.
Te amo.
Las palabras rondan la punta de mi lengua, y siento mis labios formulándolas, pero no sale ningún sonido mientras mis parpados caen y Peter juega con mi cabello una y otra vez.
En la mañana, me despierto para verlo observándome.
—Buenos días —digo, mientras me estiro. Mi pierna tiene calambres por dormir sobre la madera, pero intento ocultar el dolor—. ¿Todavía no tenemos un plan?
—Sí, tengo un plan —dice—. Pero no te va a gustar.

1 comentario:

  1. MAriana si k tiene confianza en Peter.Los planes d Peter ,siempre son nefastos para Mariana.

    ResponderEliminar