Capitulo
2
***
Mariana.
Miro mi barra de proteína caer en el asfalto en cámara lenta, y la
mordida en mi boca sabe a polvo. ¿Qué está haciendo Peter aquí? ¿Dónde ha estado los últimos ocho
meses? Él dejó la ciudad sin dejar
rastro después de nuestra breve y loca relación.
¿Por qué no trató de
buscarme, o al menos darme una señal de que estaba vivo?
Tiene los mismos ojos azules, el mismo rostro cincelado, y los
mismos músculos magros asomándose de su camiseta.
Él es real, y vivo, y camina directo hacia mí.
No puedo mirar hacia otro lado, a pesar de que ansío hacerlo.
Deja escapar un suspiro lento y dice: —Esto es un poco incómodo,
huh — su voz suena familiar pero diferente. Tiene algo que no estaba allí la
última vez que nos vimos
—Sí — me las arreglo para dejar salir un chillido—. Uhm…
—¿Cómo has estado?
No puedo responder a esa pregunta. Es demasiado falso. Si a él le
importara cómo he estado, habría encontrado una manera de verme o hablar
conmigo. Me dejó antes de Navidad, antes de Año Nuevo, antes del día de San
Valentín, antes de mi cumpleaños, antes del baile de último curso y antes de la
graduación. Antes de que me dieran la noticia de que tendría una cojera
permanente por el resto de mi vida sin ninguna esperanza de una completa
recuperación.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Se encoge de hombros. —Me estaba preguntando eso mismo esta
mañana.
Uno de los otros chicos se para al lado de nosotros, tiene el pelo
largo y rizado y le cae en la cara, y se echa un gas. Lo peor es que hace un
gran show de gemir y empujar hacia afuera, como un niño pequeño.
—Hombre, ¿te importa? —pregunta Peter.
—¿Qué? —dice el chico, impávido—. Tenía que dejarlo salir.
—Pues déjalo salir cuando estés solo, hombre. No seas un maldito
imbécil.
—¿Quién eres, el poli de la flatulencia? —dice el chico, dando un
paso hacia Peter. Peter se alza en lo alto, como si hubiera estado en muchas
peleas y no tiene miedo de añadir otra a su cuenta.
Esto es irreal. No puedo sentir los dedos de mis pies porque estoy
en shock, y Peter y este chico van a empezar una pelea por… ¿gases?
—Tranquilos, chicos —brama una voz áspera. Un tipo negro y alto
con un portapapeles apuntándome—. Mariana, ¿Puedo hablar contigo un momento? En
privado —él señala a Peter—. Contigo también, Lanzani. Ahora.
Sigo al tipo fuera de la furgoneta, consciente de que Peter está
siguiéndome muy de cerca. Estoy tentada en dar la vuelta y exigirle saber dónde
ha estado, pero ni siquiera sé si podría pronunciar las palabras.
El tipo se detiene en una mesa de picnic y deja caer su
portapapeles sobre ésta. Se presenta como Damon Manning, el líder Senior y
acompañante de nuestro grupo, luego luce dolido mientras dice: —Obviamente,
ustedes dos no pueden estar en este viaje juntos. Mariana, no tenía idea de que
mi ayudante te pondría como reemplazo después de que Heather lo abandonara.
—Yo lo abandonaré —ofrece Peter con entusiasmo.
—El infierno si lo harás, Lanzani. No tienes más remedio que hacer
esto.
Eso significa que Damon espera que yo lo abandone. Si fuera la
vieja Mariana, la que tenía miedo del menor conflicto o confrontación, lo
abandonaría en un santiamén. Pero soy más fuerte ahora, y no doy marcha atrás
por nada. Incluso Peter.
Me giro hacia Damon con determinación. —No lo dejaré.
—Mariana, lo siento pero no va a funcionar con ustedes dos…
—No me voy —interrumpo.
Damon se frota una mano sobre su cabeza calva y suspira. Puedo
decir que está vacilando… por lo menos un poco. ¿Qué puedo decir para
convencerlo de que no tengo que dejar el viaje solo porque Peter pasa a ser
parte de él? La verdad es que estar con Peter será un reto—uno grande que no
había esperado. Pero decido que voy a probarme a mí misma y a él que he seguido
adelante.
No dejo que el pasado dicte mi vida nunca más. Los dos tenemos
dieciocho ahora, ambos somos considerados adultos a los ojos de la ley.
—Esta es una mala idea —Damon repica—. Una mala idea de verdad.
—¿Puedo hablar con Peter a solas? —le pregunto.
Damon mira de mí a Peter. —Bien. Tienes cinco minutos.
Cuando Damon se aleja, trago con fuerza y me fuerzo a hacerle
frente a Peter. Se ve cansado, pero al mismo tiempo una fuerza feroz irradia de
él.
Yo solía pensar que él era todo lo que quería y necesitaba. Si
tuviera a Peter Lanzani a mi lado, mi vida estaría bien.
Y así fue, por un tiempo al menos.
—Han pasado ocho meses —digo en voz baja. Pensando en lo mucho que
lo había extrañado estuve a punto de llorar. Parpadeo y rezo porque mis
lágrimas no caigan. No ahora, cuando tengo que permanecer fuerte. Digo algo, cualquier
cosa, así no las dejo caer—. Te perdiste la graduación.
—Me perdí de muchas cosas —dice, luego lentamente comienza a
extender las manos antes de meterlas en los bolsillos.
Sé que probablemente luzco patética. Me siento patética. Pero
estoy harta de sentir lástima de mí misma. He tenido que superarlo. Me he
vuelto más fuerte cada día. No puedo ser absorbida de nuevo en la telenovela de
la vida de Peter. No voy a dejar que eso suceda.
Miro a la enorme furgoneta blanca que se supone que nos llevará a
un viaje de cuatro semanas juntos. Vamos a compartir nuestras historias
públicamente, con la esperanza de prevenir que otros sufran lo que nos pasó. Me
muerdo el labio por la ironía. ¿Cómo podemos hacer eso, cuando la verdad de Peter y el
accidente todavía están enterrados?
Pateo algunos guijarros sueltos de alquitrán en el asfalto. —Él
dijo que no tenías más remedio que ir en este viaje. ¿Por qué?
Con los brazos cruzados, Peter se apoya contra la mesa de picnic y
suspira. —Bien, este es el asunto. Gran sorpresa: me metí en problemas otra
vez. Es este programa, o voy a la cárcel. La pelota está en tu tejado, Mariana.
Quieres que me marche, lo haré. Asumiré las consecuencias.
Lo último que quiero es que Peter esté de nuevo en la cárcel.
Tengo miedo de preguntar por los detalles sobre cómo se metió en problemas, así
que no lo hago. Si él quiere decirme, lo hará. Pero sé que no lo hará porque no
sabe cómo confiar en alguien, menos en mí. Yo podría haber sido una parte de su
vida una vez, pero ahora no lo soy. Soy una extraña para él, y él es un extraño
para mí.
—Son solo cuatro semanas —le digo—. Creo que podemos manejarlo.
—Cuatro semanas atrapados en una furgoneta juntos, y entonces
nunca tendrás que verme de nuevo.
Cierro mis ojos cuando él dice eso. No debería desaparecer de
nuevo. Su hermana lo necesita, y su madre lucha todos los días contra su
adicción a las drogas prescritas. —Después del viaje, deberías volver a
Paradise.
—No va a pasar, así que mantén ese pensamiento fuera de tu cabeza.
Olvidando mi tristeza y mi acopio de coraje, me quedo de pie
mirándolo a los ojos. —¿Sabes lo que pienso?
—¿Qué?
—Creo que el duro y estoico Peter Lanzani toma el camino más fácil
—ahí está, lo dije.
—Mi vida es un montón de cosas, Mariana, pero fácil no es una de
ellas —dice. Se aclara la garganta—. Y si piensas que estás viendo ahora mismo
todo fácil por mí, supongo que otra vez… —su voz se apaga.
—Tal vez este fue el destino que nos da una segunda oportunidad
para decir adiós. Ya sabes, antes de que ambos vayamos por caminos separados de
nuevo.
—Eso debe ser —dice con sarcasmo—. ¿Así que estás absolutamente
tranquila con que suceda este viaje juntos?
Me aclaro la garganta y miro hacia la furgoneta.
—Estoy bien con eso, siempre y cuando tú lo estés.
Se levanta de la mesa, se aleja de mí y se dirige a Damon. Hablan
por un segundo, luego Peter lanza su mochila en la parte posterior de la
furgoneta y se sube en el interior.
—Peter dijo que lo resolviste todo —me dijo Damon cuando subo a la
furgoneta.
—Son solo cuatro semanas. Estará bien.
Damon parece tan convencido como me siento, pero le aseguro que el
pasado está detrás de nosotros y vamos a ir más allá de él. Realmente espero no
estar mintiéndome a mí misma.
En la furgoneta, las dos chicas que conocí esta mañana están
sentadas en el asiento delantero. La chica llamada Erin tiene un piercing en la
nariz y en los labios y tatuajes subiendo y bajando sobre su brazo desnudo.
Está leyendo un libro mientras se apoya contra la ventana.
La otra chica, Trish, tiene el cabello largo y rubio muy brillante
y, definitivamente, podría pasar por una de las porristas populares de
Paradise. Tiene maquillaje oscuro en los ojos y lleva lápiz labial de color
rosa claro. Se ve bien en ella. A propósito incluso evito mirar la silla
trasera, no voy a buscar dónde está sentado, así que me deslizo al lado de Matt
en la silla central. Conozco a Matt de terapia física, ya que sus citas
usualmente son después de las mías en las noches de miércoles. Matt perdió tres
cuartas partes de su brazo izquierdo, y su brazo derecho está cicatrizado, pero
no estoy segura de qué le sucedió exactamente. Estoy segura de que voy a
averiguarlo al compartir nuestras historias.
Matt me da una sonrisa amable pero reservada. —No sabía que
estarías aquí —dice.
—Fue algo de último minuto —le digo, mirando a Trish y a Erin en
el asiento delante de nosotros y preguntándome si Peter decidirá abandonar el
viaje en el último segundo. Parte de mí quiere que se vaya, pero la otra quiere
que se quede y así puedo probarme a mí misma que verdaderamente estoy sobre él,
que el dolor que quedó después de que se fue se ha ido.
Mi pulso se acelera cuando escucho a Peter moverse en su asiento
detrás de nosotros. No es una buena señal que esté híper-consciente de cada uno
de sus movimientos. Probablemente cuatro semanas sean una verdadera
tortura—quizás incluso peor que el año de terapia física después del accidente.
No importa cómo me sentí cuando Peter me abandonó. En las semanas
y los meses después de haber dejado la ciudad, recé porque volviera. Solía
dejar mi luz encendida en la noche, así si volvía, él la vería como una señal
de que lo estaba esperando.
Vivía al lado, así que me quedaba mirando por la ventana durante
horas y horas, esperando ver encendida la luz de su habitación. Mi fantasía era
que él me diría que había cometido un gran error por dejar Paradise.
Pero nunca lo hizo.
Y al final, me di cuenta de que había confiado demasiado en él.
Damon se mete en el asiento del conductor y se da la vuelta.
—Bueno, chicos, eso es todo. Nuestra primera parada es en un campamento de
verano para adolescentes. Vamos a estar durmiendo en cabinas en su campamento
esta noche, y ustedes esperarán a compartir sus historias con ellos. Mañana
continuaremos hacia nuestra segunda parada. Pero ahora mismo, tomemos un
segundo para que se presenten entre ustedes mientras esperamos a Lenny. Como
todos saben, soy Damon Manning, y soy su acompañante.
—Soy Trish —dijo Trish, con un borde en su voz, que implica ―no hablar de mí a menos que yo quiera‖.
Erin no levanta la vista de su libro mientras dice en voz baja.
—Soy Erin.
Matt se aclara la garganta. —Soy Matt.
—Soy Mariana —digo, incapaz de resistir mirar a Peter.
Luce como si prefiriera ir a bucear en aguas infestadas de
tiburones o pirañas que estar en esta furgoneta. Se queda mirando el piso
alfombrado. —Soy Peter.
—Y yo soy Lenny —el chico del gas dice, casi saltando en la
furgoneta y deslizándose en el lugar al lado de Peter.
Peter se estremece. —Hombre, si te echas otro voy a patearte el
trasero.
—Peter, no amenaces a los otros miembros del grupo —ordena Damon
desde el asiento delantero—. Lenny, vas a mantener esto libre de flatulencia
por ahora, ¿bien?
Ahogo una risita nerviosa.
—Lo intentaré —dice Lenny, dándole a Damon un pulgar hacia arriba.
Pero tan pronto como salimos del estacionamiento, oigo a Lenny decir a Peter —.
¿Quieres tirar de mi dedo?
Tengo que mirar. En lugar de apartar los dedos de Lenny de su cara,
o mejor aún, ignorarlo, Peter agarra el dedo de Lenny y lo dobla hacia atrás.
—Basta —le digo a Peter mientras Lenny hace una mueca de dolor y
trata de arrebatar su mano libre—. ¡Le estás haciendo daño!
¿Qué sucedía con Peter
para hacerlo arremeter con tanta rapidez?
Peter suelta el dedo de Lenny. Éste le lanza a Peter una mirada
que dice que va a tomar represalias después, luego se pasa hasta el otro lado
del asiento.
—Tú te lo buscaste —dice Peter con aire de suficiencia mientras
Lenny examina su dedo magullado.
—Te voy a demandar si tengo un esguince —Lenny le advierte—. Toco
la guitarra, hombre.
Peter sonríe, entonces me mira meneando la cabeza. —¿Qué?
—Nada —digo.
Me giro de nuevo. No voy a mirar a Peter otra vez. No hasta que
tenga que hacerlo, por lo menos.
A mi lado, Matt saca su móvil y empieza a enviar mensajes de texto
con su única mano. Su palma mece el móvil mientras su pulgar teclea. No puedo
imaginar que sea fácil para él, pero parece estar manejándolo muy bien.
Me inclino hacia adelante, pongo mis manos en el asiento
delantero. Haré una pequeña conversación con Trish y Erin. Cualquier cosa es
mejor que preguntar sobre Peter, y porque vamos a estar viviendo en lugares
cerrados por el mes que viene, tengo que hacer migas con estas chicas. Pero me
doy cuenta, muy rápido, que no quieren charlar. Trish se pone los auriculares
en sus orejas y levanta la sudadera con capucha para ocultar su rostro. Erin
está tan absorta en su libro que no estoy segura de que sepa sobre la vida real
que pasa a su alrededor.
Vuelvo a caer en mi asiento y miro por la ventana. Los campos de
maíz y las granjas que esboza el paisaje de Illinois son borrosos.
—Tú, Matt —dice Peter.
—¿Si?
—Cambia de asiento conmigo.
sube massss
ResponderEliminarnos dejaste abanonadas :p sube mas pleaseeee me encanta
ResponderEliminarjajajaja si compleament de acuerdo con anonimo 2 que no se si sea la misma nos dejaste abandonadas mi pupy hermosaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarpupy quiero mas novela no me podes dejar con esta intrigaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarPeter se mantiene frío,y ahora ¿k querrá para cambiarse el asiento con Matt?,espero k sean celos.
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