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domingo, 3 de junio de 2012

novela: salir del paraiso capitulo final



peter me beso anoche en las canchas de basketball.
Le regrese el beso. Todavía no puedo creer que esas cosas pasaran. Pensé que estaba bien sin necesitarlo tanto. Debería haberlo borrado de mis labios y lavarlos con jabón antes de haber ido a la cama, pero en vez de eso seguí mirándome en el espejo. Mis labios todavía están hinchados, un recordatorio de cómo los propios labios de Peter eran calientes y demandantes.
Por años imagine como se sentiría besar y probar a Peter. Para ser honesta, quería apartarlo, hacerlo desearme como yo lo deseaba y rechazarlo como él me había rechazado.
Pero no pude.
Todos esos sentimientos de mi niñez regresaron, del tiempo en que Peter me urgía del árbol en frente de mi casa al tiempo en que tomo la culpa de esa estatua rota. Ni siquiera puedo olvidar los momentos en que palmeo mi espalda mientras le lloraba a Eugenia acerca del divorcio de mis padres. Por el último año, el accidente manejo mi vida y me moldeo en lo que me he convertido.
Tome mi vida de nuevo.
Sentada en mi cama, me puse mi pantalón. Note que mi corazón está corriendo un poco menos mientras escaneo las cicatrices con mis ojos. Solía pensar que eran cicatrices furiosas, pero ahora no las veo furiosas. Ni siquiera son aterradoras. Trace las líneas con mis dedos, y ni siquiera desee que desaparecieran. Son parte de mí.
Cerré mis ojos, recordando el accidente. Es demasiado extraño pensar en esa noche sin tener emociones masivas corriendo rampantes a través de mis venas. A través de la oscuridad detrás de mis parpados, la imagen de Peter
manejando el carro que me golpea es esbozada en mi cabeza. Pero algo no se siente bien.
Escalofríos corren hacia arriba y debajo de mi espina dorsal.
Porque, mientras cierro mis ojos apretadamente, la imagen del conductor se vuelve más clara y la niebla viciada se disipa.
Es Eugenia. Con una mirada de horror y miedo en sus ojos mientras pierde el control del carro.
Eugenia fue la que me golpeo esa noche.
No Peter.
¿Por qué él… porque ellos…?
El timbre de la puerta suena mientras todavía estoy intentando clasificar todo. Mi estomago esta revuelto. Quiero vomitar. Pero no puedo, porque mi madre me está llamando. Casi me caí mientras saludaba a un hombre y una mujer usando trajes combinados azul marino oscuro.
—Mariana, somos del Departamento Correccional Juvenil de Illinois. Estamos aquí para investigar tu queja acerca de Peter Lanzani.
—Yo no realice una queja —les dije.
La mujer abre su portafolio y saca una carpeta. —Tenemos documentado que llamaste al número de justicia juvenil 1-800 quejándote con el operador de que Peter Lanzani estaba acosándote.
Oh Dios mío. Sacudí mi cabeza y mire a mi mamá. —No llame. Mamá, juro que no llame.
—¿Estás segura? —pregunto el hombre—. No tienes que tener miedo, Mariana. Estamos aquí para asegurarnos de que estas protegida.
Me levante. —No le tengo miedo a Peter. Somos amigos.
Mi mamá dice, —Por favor disculpen a mi hija. No sabe de lo que está hablando. Ella ha sido instruida a no tener ninguna clase de contacto con ese chico. ¿Verdad, Mariana?
Mordí mi labio inferior. —Mamá…
—¿Mariana?
Anoche en el parque tiene sentido ahora, porque me estaba probando. Oh, como debe de estar odiándome, pensando que llame y me queje cuando nunca haría nada para lastimarlo. Luna lo heriría. Yo no. —Tengo que ir a verlo.
—¡Mariana, regresa aquí!
Cojee hacia la casa de los Lanzani antes de que nadie pudiera detenerme. La Sra. Lanzani respondió la puerta.
—¿Peter está en casa? —pregunte frenéticamente—. Real… realmente necesito hablar con él. Sé que probablemente me odia por ser la razón de que fuera a la cárcel, pero creo que todo fue un error y…
—Peter se ha ido —dijo ella, totalmente tranquila por las palabras saliendo de su boca. Incluso tenía una sonrisa extraña en su rostro—. Se fue.
A este punto mi mamá me había seguido hasta la casa de los Lanzani llevando consigo a los investigadores.
Mamá saludo a la Sra. Lanzani extrañamente. —Penny, ¿Qué te ocurre?
Tan pronto como mi mamá lo dice, la Sra. Lanzani se resbala y cae justo entre los brazos de mi mamá. Después de que mamá grita, los dos investigadores la ayudan a cargar a la Sra. Lanzani dentro de su casa. —Ella se desmayo —dijo uno de ellos.
Mientras ellos se encargan de la Sra. Lanzani, doy un paso hacia atrás. ¿Qué quiso decir la Sra. Lanzani cuando dijo que Peter se ha ido? Me apresure hacia casa, agarre mis llaves y maneje a la casa de la Sra. Reynolds. Revise el garaje, el mirador… él no está aquí.
Todo el tiempo, culpe a Peter por golpearme, sin cuestionar su culpa. El fue declarado culpable, pero muy profundamente detecte algo extraño en él. Pensé que era falta de arrepentimiento por haberme golpeado, cuando todo el tiempo fue falta de culpa.
Mi corazón se hunde más profundamente con cada momento que pasa mientras manejo alrededor de Paradise. Estoy buscando a Peter, o alguna
señal de que todavía está aquí. Antes de darme cuenta, estoy en el lugar donde mi vida cambio.
La escena del accidente.
Las marcas de llantas de carro todavía están en el bordillo, un oscuro recordatorio de ese día. No había venido aquí desde el accidente. Antes no habría tenido la fortaleza de revivirlo de cerca. Salí del carro y camine hacia las desvanecidas marcas de llantas, observándolas por lo que parecía ser una eternidad. ¿Eventualmente todas desaparecerían, y los únicos recuerdos físicos del accidente serian los que yo cargo conmigo?
Se la verdad, pensé. Las cicatrices físicas no son tan profundas como las emocionales con las que Eugenia y Peter habían estado luchando. Tenía un deseo ardiente de ayudarlos, justo como Peter me ayudo a mí. La cosa más importante que aprendí en los últimos meses es que los amigos son invaluables. Las personas que amas pueden sacarte de los momentos más difíciles. Ellos me necesitan justo como yo los necesito. Extraño a Eugenia como mi confidente, mi mejor amiga. Y el amor que tengo por Peter es del tipo para siempre que nunca desaparecerá, no importa que tanto intente negarlo.
—Mariana.
Me di la vuelta. Peter está montado en una Toyota negra, un tipo que no reconozco esta al volante. Peter le dice al tipo que detenga el carro, luego camina hacia mí. Se ve triste y solitario y preocupado.
—¿Cómo es que llegamos aquí? —pregunte.
—Aquí es donde todo empezó.
—No llame ni tampoco me queje de ti —dije apresuradamente—. Mira, esos investigadores vinieron a mi casa esta mañana y dijeron que estaban investigando una llamada que yo había hecho y por más que insistí que nunca la hice no me creyeron, y entonces comprendí que tú debes de haber pensado que yo la había hecho y entonces…
Peter puso un dedo sobre mis labios, deteniendo mi palabrería.
—No importa.
—Pero si importa. Y te creo, ¿no es eso de lo que hablamos? ¿Confianza y honestidad?
Necesito demostrarle, que confió en él sin ninguna reserva. Entonces me subo el lado del pantalón de mi pierna izquierda con una mano, y revelo todas las cicatrices de mi rodilla.
Sus cejas se juntan de pena, como si él fuera el que las puso en mi pierna. Entonces tomo su mano en la mía y juntos trazamos las hinchadas líneas con nuestros dedos.
—Ves, no hay nada que quiera esconder de ti. ¿Sientes lo mismo, Peter? ¿Sin secretos, sin mentiras? —necesito que me diga la verdad sobre lo que paso esa noche. Necesito escucharlo de sus propios labios, de sus propias palabras. Dime que no me atropellaste, es lo que quiero decir. Dime la verdad.
—Oye, amigo, ¿Estás listo para irnos? —un chico le grita desde el auto.
— ¿Quién es ese? —se rió.
Estoy preocupada.
—Me refiero a, ¿quién es él?
—No quieres saberlo, Mariana —dice Peter—. Escucha, me tengo que ir.
Miro su intenso y hermoso rostro. Al mismo tiempo que se que nunca me va a decir el secreto que mantiene dentro. Aquel feroz espíritu protector es una parte de él, un lazo que no puede romper.
—¿A dónde vas? ¿Y cuando regresaras?
—No voy a regresar.
Miro más allá de aquellos ojos tristes, y sé que él quiere decir lo que está diciendo. Mis ojos empiezan aguarse y un sendero de lágrimas baja por mis mejillas.
—No puedes dejarme. Ahora no —quiero rogar, suplicar, llorar y agarrarlo hasta que cambie de opinión. Quiero jugar tenis con el hoy, mañana, y al día siguiente.
Muy suavemente limpia mis lágrimas con sus dedos.
—Entonces ven conmigo.
Pero las cosas se han complicado cruelmente, así que le digo.
—Comprendí que tenías razón. No hay razón para huir. Voy a quedarme en Paradise hasta graduarme, y ahorrar el dinero que la Señora Reynolds me dio para la universidad.
—Lanzani, ¿vas a venir sí o no? —dice el chico que aun esta en el auto.
Peter asiente y dice.
—Sí, ya voy.
Me inclino un poco y pongo su frente sobre la mía.
—Dime que lo que tuvimos fue real —susurro—. Por favor.
Las manos de Peter toman mi cabeza a ambos lados, encerrándonos en nuestro propio mundo privado.
—Tan real como lo fue. Nunca cuestiones eso, sin importar que, ¿de acuerdo?
—En este mismo instante me estoy cuestionado todo. Como ¿Por qué me encuentro aquí?
—Porque estás lista para empezar una nueva vida, Mariana. Ahora eres libre del pasado. No puede lastimarte. Para mí, ser libre significa dejar Paradise —inclinándose un poco, me besa. Tan suave, apasionada, y cálidamente, que el remordimiento lo embarga.
Quiero agarrarlo y mantenerlo a salvo.
—¿Eso significa que ambos somos libres?
El asiente, incapaz de expresarlo en palabras.
Sé que él nunca escribirá ni llamara. Simplemente cortara todos los lazos con su familia y este pequeño pueblo que le causo tanto daño. Incluyéndome. Dios, como desearía que Peter nunca hubiera sido culpado de atropellarme.
Aunque si el accidente nunca hubiera pasado, si él nunca hubiera ido tras las rejas y obligado a pagar servicio a la comunidad, Peter y yo nunca podríamos haber estado juntos.
No habría cambiado eso por nada del mundo.
El da un paso atrás y me giña un ojo.
—Adiós.
—Ya sabes, que no voy a decirte lo mismo —le digo.
Él suelta una pequeña risa y sigue alejándose.
—Entonces dime algo que pueda recordar como tus últimas palabras para mí. Dime que me amas. Dime que pensaras en mí todas las noches antes de que duermas. Dime…
—La gallina roja ha volado de la jaula —digo.
Él ríe.
—Siempre recordare a la Señora Reynolds, el parasol, los geranios, tú y yo en el parasol… —Peter me giña el ojo una vez más y se da la vuelta, dándome la espalda mientras camina hacia la Toyota. Quiero gritarle por dejarme. Quiero correr hacia él y olvidarme de ser sensata. Vivir juntos en las calles. Con tal de que seamos un equipo, nada podrá derribarnos a menos que estemos separados.
Pero el nunca me dijo que fue Eugenia la que me atropello. Él es el único que, al final, no confió en mí… o en sí mismo.
En este momento me encuentro llorando, más ahora que después del accidente. Y mi corazón duele, duele mucho más que del dolorque sentí en la pierna.
—¡Peter! —grito de repente antes de que se deslice en el asiento del pasajero y cierra la puerta del auto. Contengo la respiración, esperando que él regrese a mí. Que de la vuelta. Pero él no lo hace.
El auto suena bruscamente al alejarse, sus luces intermitentes rojas son una mancha a través de mis acuosos ojos.
Me dirijo de nuevo a casa y de repente durante el trayecto de vuelta me detengo llorando. Siento una fuerza dentro de mí que no sabía que existía antes. Es como si la Señora Reynolds estuviera tocándome y diciendo mantente fuerte. La vida es demasiado corta, había dicho una vez. Pues tenía razón. Cuando llego a la entrada de autos de mi casa y salgo de mi auto, veo a Eugenia. Esta parada en la puerta delantera de su casa, con los ojos hinchados.
Me dirijo hacia ella.
—¿Tu mamá está bien?
Ella se encoge de hombros.
—Supongo que sí. Tu mamá está con ella.
Bueno, ese es un paso en la dirección correcta. Ya es tiempo de que enmendemos esa valla invisible. Entonces miro a mi vieja mejor amiga.
—Lo viste, ¿no es así? —me pregunta.
—Sí.
Se tapa los ojos con las manos y empieza a llorar.
—Realmente necesito decirte algo muy importante. Pero no soy capaz de mirarte a los ojos mientras lo haga.
Tomo sus brazos y los bajo.
—No tienes que decírmelo ahora —le digo—. Cuando estés lista, entonces podemos hablar.
—Vas a odiarme, Mariana. Por el resto de tu vida vas a odiarme.
—No voy a odiarte. Lo sé, Eugenia. Sé lo que es.
—¿Lo sabes? —dice, con los ojos muy abiertos.
—Sí. Pero está bien.
—¿Que está bien?
—Simplemente digamos nuestra amistad significa mucho más para mí, que el guardar rencor o vivir en el pasado. ¿Sabes lo que siempre me ayuda a olvidar?
—¿Qué?
—Una maratón de pastel.
Eugenia me da una pequeña sonrisa detrás de sus lágrimas.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—Nop. Ven conmigo a dar un paseo por la Tía Mae. Conseguiremos que nuestras mamás... Creo que también necesitan algo de pastel.


AVISOOO: ESTEN ATENTAS MAÑANA PUBLICARE UNAS OPCIONES CON RESPECTO A ESTA NOVE Y LA QUE SIGUE UN BESOOO A TODASSS!

5 comentarios:

  1. no no espera no puede terminar así.. peter no se puede ir de verdad

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  2. nooooooooooooooooooooooooooooo yo a vos te tendria que matar como vas a separarlos eso no vale puppy necesito epilogo
    daleeeeeee asi pupy

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  3. Espero k como opciones, sea segunda temporada,xk realmente no creo k termine así.Es buenísima, y ese no puede ser el fin.Distintas palabras,para expresar lo mismo.Todo el cap fantástico ,pero lo k me hizo llorar:La gallina roja ha volado de la jaula.Realmente pensé k Peter se daba la vuelta, y corría hacía ella ,besandola.Esperando el verdadero fin.

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