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viernes, 1 de junio de 2012

novela: salir del paraiso capitulo 39



mariana no asistió ayer a la escuela, y no la he visto en toda la mañana. Hoy me he pasado dos veces por su casillero, pero ella ha estado tan elusiva como un fantasma.
Durante el tercer periodo no logro concentrarme. Así que tomo el pase para el baño y salgo por la puerta. Pero no me dirijo directamente hacia el baño. Volteo la esquina y me dirijo por el corredor hacia donde sé que se encuentra su casillero. Me he convertido un acechador.
—¿Estás buscando a alguien, Peter? —es Luna, con su propio pase colgando de sus dedos—. ¿Tal vez a Mariana Esposito?
—Deja de estar juagando conmigo, Luna.
Ella destella una macabra sonrisa.
—No, en serio. Es solo que no logro entender que es lo que ves en ella.
—Nada —solo lo digo para quitarme de encima a mi ex—. No veo nada en Mariana Esposito. Lo único que ella ha sido es una distracción por no poderte tener a ti. —la mierda fluye porque necesito proteger a Mariana y a Eugenia a cualquier precio.
El sonido de alguien detrás de mí me hace voltear. Es Mariana. Ha escuchado cada una de las falsas palabras que han salido de mi boca. Luna se escabulle hacia ella.
—¿Peter, le has dicho a Mariana la verdad respecto el accidente?
—Luna. No lo hagas —digo en un tono de advertencia—. O le daré una pista a Agustin  sobre lo que ha estado pasando entre tú y yo.
Si Luna tuviera garras, las tendría afuera y seria mortal.
Mariana cojea en mi dirección.
—¿Qué es lo que ha estado pasando entre tú y Luna, Peter?
Luna coloca las manos sobre sus caderas, lista para que comience la pelea.
—Sí, Peter. Dile cuanta veces hemos estado juntos desde que regresaste
¿Qué puedo decir? Quiero contarle la verdad a Mariana, voy a decirle la verdad.
Respecto a todo. Pero no aquí, no enfrente de Luna. Ella no tiene nada que ver conmigo y con Mariana.
—Di algo —ordena Mariana, sus ojos están en llamas. Cuando no lo hago, ella me da una bofetada y se aleja cojeando.
***
Odio las reuniones de motivación. Así que me parece demente estar atrapado en medio de una el día de hoy, entre todos los días. Pero aquí me encuentro, en el medio de la multitud de atletas mientras las porristas guían al resto de la escuela para animar a todo el cuerpo estudiantil.
Como si un grupo de luchadores quisiera ser animado. Pero los chicos tomarían cualquier excusa para saltar una hora de clase.
Meyer se para en el podio como si fuera el presidente de los Estados Unidos en lugar de ser el director de una escuela de un pequeño pueblo.
—Acomódense, todos. Acomódense —el lugar sigue estando ruidoso, pero es lo mejor que va a lograr y lo sabe—. Es el momento de conmemorar a los estudiantes que representan a las Panteras de Paradise en competencias deportivas.
La multitud se comienza a agitar, el piso del gimnasio vibra por el ruido.
—Tranquilícense. Tranquilícense. Esta tarde vamos a honrar a nuestros atletas. Cada entrenador subirá al podio y anunciara a cada uno de los miembros de su equipo. Vamos a comenzar con el equipo más grande… ¡Futbol!
Esto lleva a las porristas a un frenesí, pateando y haciendo volteretas por todo el gimnasio
—Levanten la mano cuando diga su nombre —dijo el entrenador de futbol—. Adam Albers, Nate Atkins, Max Ballinski, Ty Edmonds... —la lista sigue y sigue por lo que parece durar para siempre.
Estoy parado al lado de Agustin .
—Viejo, esto es una tortura.
—Dímelo a mí —dijo él.
Pero cuando el entrenador Wenner sube al podio, los chicos del equipo de lucha de Paradise no están dispuestos a aceptar un puesto de atrás. Comienza un rugido detrás de mí.
—¡Wee-ner! ¡Wee-ner! ¡Wee-ner!
Los chicos están pronunciando mal el nombre del entrenador a propósito. Apuesto que Wenner ya está planeando cuantas lagartijas extras hará el equipo para pagarle por eso.
El resto de la escuela se une, aunque los profesores están tratando de ponerle fin al más mínimo grito.
—¡Wee-ner! ¡Wee-ner!
—Está bien, jaja, muy gracioso. Ya se rieron, ahora vamos a hacerlo —dice el entrenador—. Andy Abrams, Peter Lanzani, Adrián Cho, David Grant...
Aunque nuestra escuela es pequeña, lleva un buen rato pasar por todos los nombres.
Finalmente, después de haber estado una hora atascado en este caluroso gimnasio, Meyer vuelve al micrófono y nos despacha a nuestro tercer periodo. Tratar de salir es como una escena de un levantamiento colectivo. Todo el mundo esta tan ansioso como yo por escapar. Pero me quedo atrás.
Escaneo las tribunas. Mi hermana está mirando hacia abajo, ignorando todo excepto las escaleras. Mariana está parada con el resto de la multitud empujando entre ellos tratando de salir. Parece tan frágil parada allí, como un pájaro rodeado por una estampida de elefantes.
Hay algunas sacudidas y empujones. Dos alumnos de tercer año están peleando. Y es justo donde Mariana está parada.
—¡Mariana, cuidado! —grito, pero ella no alcanza a escucharme. No se da cuenta de la conmoción que hay tras ella, pero soy muy lento y hay mucho ruido. El tipo es golpeado en dirección a Mariana, quien tropieza tres pasos y cae sobre sus rodillas.
—¡Mariana! —grito, empujando a la gente fuera de mi camino para poder llegar hasta ella. Finalmente la alcanzo y me arrodillo a su lado—. ¿Mariana, estás bien?
Ella pestañea, parece como si estuviera mareada y se sienta.
—Mag-ie, Mag-ie, Mag-ie —La multitud comienza a canturrear.
Miro a la multitud y grito.
—¡Callen esa boca de mierda! —pero nadie me escucha. Agarro el codo de Mariana. Ella trata de soltarse pero yo la aprieto—. ¿Estás bien? —le pregunto una vez que ella se encuentra en pie. La mayoría de los chicos han parado de gritar su nombre, pero algunos idiotas siguen sin tener nada mejor que hacer.
Drew me agarra del hombro y me hecha hacia atrás. —Peter, ¿por qué la estas ayudando? La perra es responsable de haberte puesto en la cárcel.
Yo tomo mi puño y golpeo justo en el rostro de Drew. Él se me viene encima y estamos uno sobre el otro, puños volando, hasta que Wenner y otro entrenador nos separan.
—¿Dónde está Mariana? —pregunto yo.
Wenner me mira como si yo estuviera loco.
—En la enfermería.
—Tengo que verla.
—La única cosa que vas a ver es la oficina del director, Lanzani. ¿Qué es lo que te pasa?
Soy escoltado a la oficina de Meyer. No tengo opción, ya que Wenner me tiene clavadas las muñecas a la espalda.
—Espera aquí por el Sr. Meyer —ordena el entrenador.
Pero tan pronto como él deja la oficina, yo salto sobre el escritorio de enfrente y abro la puerta de la enfermería. Los pantalones de Mariana están enrolladlos justo por encima de sus rodillas.
Mi mirada se enfoca inmediatamente en sus cicatrices.
Las furiosas líneas de donde los doctores debieron haberla cocido están rosadas y su pierna luce como si un animal feroz la hubiera arañado. Por su rodilla, donde está el grupo más grande de marcas, creo que tiene un injerto de piel, porque es más oscura y no concuerda con el resto de su suave piel color marfil.
Apartando la vista de su pierna, levanto la mirada en dirección a ella. —Lo siento, Mariana —digo.
Su expresión es severa, sus ojos cerrados.
—Vete, Peter. ¿O quieres tomar una foto para poder mostrársela a Luna? Así tendrían los dos algo de que reírse.

6 comentarios:

  1. que turra que es luna, peter tiene que dire la verdad a todos o perderà mariana... sube massss

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  2. HAAAAAAAAAAAAY PUPYYYYYYYY QQUIERO MAS MI VIDA TE LO RUGO NO SABES LO QUE ES MAS NOVELAAA TE PIDO MI VIDAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  3. Esto se ponee bueno...
    Bueno si ya estaba bueno pero se va poniendo mucho mas interesante

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  4. YYYYYYYYYY,cada vez mucho mejor.Maldita Luna,ya quiero k le den su merecido,claro con palabras,d tal manera k sea ella la humillada delante d todos.Peter k se preocupa,pero como Mariana lo escucho antes con Luna,no deja k se acerque,esta creyendo mas en las palabras d esa maldita,antes k darle a él ,el beneficio d la duda.

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  5. Las letras d bienvenidos a funnyangels ,son bonitas,pero,en movimiento ,me distraen y ponen d los nervios.

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