Peter.
Esta es la primera vez desde que conozco a Lenny que veo que su
cerebro es capaz de tomar una inteligente decisión.
Mi mente hace gimnasia mental para justificar lo que pienso: en la
tierra la pierna de Mariana le dificulta el paso, pero en el agua ella es igual
al resto de nosotros. Ella realmente lo fastidió todo para mí, llamando a
Damon. Tengo que tomar el control de la situación y no lamentarlo. Lo que
significa… que Mariana tiene que mojarse. Y, usar el ―Damonismo‖: justo ahora.
―Ven aquí ―le digo. Me quito mi camiseta con un rápido
movimiento.
Ella da un paso atrás, sus pies desnudos hundiéndose en la arena.
―Prométeme que no me vas a tirar en el lago ―echa un vistazo rápidamente al agua, luego me mira a
mí―. Hay peces nadando por ahí.
―Ellos no te harán daño.
―Yo no sé nadar ―dice ella con rapidez mientras da un paso más lejos
de mí.
―Peter, no una buena idea ―Matt replica desde su lado.
Le doy a Matt una mirada de eres idiota.
―He conocido a Mariana toda mi vida. No dejes que te
engañe, ella es una excelente nadadora ―demasiado para ella ser honesta conmigo.
Un gran chapoteo trae nuestra atención de nuevo a Lenny y ahora a
una muy húmeda Trish. Aprovecho esta pausa en la concentración de Mariana para
agarrarla. La levanto y la llevo a la orilla del agua.
―Estoy usando pantalones ―grita, moviéndose violentamente―. ¡Déjame bajar! En serio, Peter. Apesto, ¡para!
Evito la risa, pues nunca pensé que esas palabras saliesen de Mariana.
―Tú apestas, ¿eh? Todo este tiempo pensé que yo era el
que apestaba.
Camino más hacia dentro en el agua. Sus manos se envuelven
apretando mi cuello, cerrándose detrás de mí como un tornillo.
―Muy bien, la broma se termina Peter. Déjame bajar.
Su cabeza se acurruca en el hueco de mi cuello, y su pelo salvaje
está volando sobre mi cara. Si yo no estuviese tan enfadado con ella podría
estar tentado a que me gustase la manera en que estaba aferrada a mí.
―No me tires. Prométemelo.
Yo voy más profundo. La arena en el fondo del lago es suave, lo
que hace que mis pies se hundan. El agua me llega hasta las rodillas ahora.
Paso a Lenny y Trish, que se están salpicando entre sí. Ambos están empapados.
Mariana y yo estamos a punto de empaparnos también.
―Yo no te voy a lanzar. ―le digo a Mariana mientras giro haciendo una pequeña
curva en el lago buscando cierta intimidad. Nadie en la orilla nos puede ver
ahora―. Te lo prometo.
Ella afloja su agarre e inclina la cabeza hacia atrás para mirarme
a los ojos.
―¿No? ―pregunta,
dejando escapar un suspiro de alivio.
―No ―contengo
la diversión mientras las siguientes palabras salen de mi boca―. Sin embargo, contén la respiración o tragarás agua
del lago.
Antes de que me pueda preguntar por qué, nos mojo a los dos. Ella
intenta alejarse de mí tan pronto como salimos completamente empapados un
segundo más tarde, pero me aferro con fuerza a ella. Puedo estar enojado con
ella, pero no quiero que se ahogue por el shock, o que los pantalones que viste
le supongan un lastre.
Mariana viene escupiendo, pero no el agua del lago. La chica está
completamente desquiciada.
―¡¿Cómo... pudiste…?!
―En realidad, fue bastante fácil ―le digo, todavía sosteniendo sus manos mientras ella
trata de alejarse. Ella salpica mi cara.
―No hagas eso ―le digo.
Lo hace de nuevo, así que la dejó ir. Ella maniobra de pie
parándose unos metros delante de mí, sus manos ya por debajo del agua. Está
definitivamente lista para una guerra de agua. Yo juego sucio, sin embargo,
salpicar agua es un juego de niños. Y ya no somos niños.
Mariana está a punto de recibir una dosis de lo que es jugar en
las Grandes Ligas.
Yo camino por el agua más cerca de ella. Comienza a salpicarme,
pero yo no le correspondo. Estoy empapado, pero ignoro el agua que impacta en
mi cara y mis ojos que escuecen. Continúo moviéndome más cerca hasta que estoy
lo suficientemente cerca como para llegar y agarrarle las muñecas para que no
me pueda salpicar más.
Le pongo sus manos a la espalda y la pongo cómodamente contra mi
cuerpo. Está tan cerca que siento sus senos presionados contra mi pecho
desnudo. Cuando ella me mira, nuestros labios están a pulgadas. Su pelo está
completamente mojado, su rostro tiene gotas de agua brillantes a causa del sol
que se refleja en ellas, y sus labios están brillantes y húmedos. No sé cómo
alguna vez pude haber pensado que esta chica era del montón.
―¿Qué vas a hacer ahora que estoy indefensa? ―me pregunta.
Me inclino y le susurro al oído:
―Lo entiendes todo mal, Mariana. Soy el desamparado
aquí.
―Oh ―dice
ella, con los ojos muy abiertos.
Suelto mi agarre en sus muñecas, mientras deslizo mis labios en su
mejilla. La sensación de su suave piel contra mis labios, combinada con su
cuerpo todavía presionado contra el mío me está volviendo loco. Oh, el
infierno. No quiero quererla. Sería mucho más fácil odiar a Mariana y sacarla
de mis pensamientos y mi vida. Pero las palabras de Julio hacen eco en mi
cabeza: sin arrepentimientos.
Cuando mis labios llegan a la esquina de su boca, suelto uno de
sus brazos y muevo las manos hasta su cintura. Al mismo tiempo, se deslizan
suavemente en los labios de ella.
Ella suspira y respira más rápido mientras nuestros húmedos labios
se mueven muy lentamente hacia atrás y adelante, atrás y adelante.
Es erótico. Dolorosamente erótico.
No voy a profundizar el beso, ése es su movimiento. Voy a hacer
que ella quiera esto tan terriblemente malo que preferiría morir que no sentir
mi lengua deslizándose contra la suya. Tiene que desearlo aún más que yo.
Hay un problema aquí. Mi cuerpo me está traicionando, a lo grande.
Me alegro de que estemos bajo el agua por lo que la prueba de mi excitación se
oculta a la vista.
Cuando sus manos se extienden hacia arriba furtivamente alrededor
de mi cuello, yo sé que tengo las de ganar. Quiere esto. Voy a hacer que ruegue
por esto y hacer con ella como si no hubiera mañana. Entonces me iré como si no
me importara una mierda.
Crueles, sí. Pero tengo que demostrar de una vez por todas que soy
un maldito ex-convicto. Ayer, en el DOC, Julio y los otros presos me recordaban
de dónde venía. Quién soy en realidad. No importa si yo no le pegué a Mariana y
fui a la cárcel por mi hermana.
Siempre seré un ex convicto. La marca estará sobre mí como un
tatuaje invisible. Pero tengo que vivir cada día como si fuera mi último día...
sin arrepentimientos.
Me detengo con un gemido cuando Mariana abre sus labios e inclina
la cabeza. Inclina sus labios, ligeramente abiertos, contra los míos. Esto es
todo. Finalmente. Estoy esperando con impaciencia llegar a serpentear su lengua
con la mía. Algo que va a suceder en cualquier momento. Tiene que suceder,
porque esto es una tortura de mierda. Sé que no le es extraño el beso francés.
Demonios, lo hicimos en el dormitorio, y se sacudió el mundo.
Estoy listo. Maldita sea, estoy más que listo. Mi cuerpo entero
está gritando por la preparación. Tiene que estar lista para esto, también.
Ella abre la boca más ancha y gime, un gemido que me hace
fantasear acerca de lo que sería dar testimonio que ella tuviera un orgasmo.
Estoy tan encendido, que sé voy a pagar por ello más tarde.
Pero eso no importa.
Me trago una sonrisa de triunfo. Aquí viene. Ese gemido suyo es
una pista de que se muere por llevar esto al siguiente nivel. Me gustaría que
mi cuerpo no estuviera listo para llevar esto a los próximos tres niveles.
Ella gime contra mis labios otra vez, y mi lengua siente contracciones
en la boca dispuesta a dar rienda suelta como un puto animal enjaulado.
Normalmente soy un besador paciente, pero...
Todavía nada.
Lo que…
Me recuesto.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—¿Qué quieres decir? —pregunta ella, inocentemente sus pestañas
batiéndose contra el sol radiante sobre nosotros. ¿Está bromeando?
—¿Dónde está tu lengua? —pregunto estúpidamente.
Sus húmedas cejas se fruncen un poco.
—En mi boca. ¿Por qué? ¿Dónde se supone que debe estar?
Me dejo llevar por ella, un paso atrás y me froto las manos por el
pelo empapado hasta conseguir agarrarme a la realidad.
—Estás jodiendome ¿verdad?
Se encoge de hombros. El movimiento crea efectos en todo su cuerpo
que se mueven a través del agua.
—Tal vez.
Oh. No. Ella. No lo
hizo.
Mi lengua se desata ahora, pero es para discutir no para besar.
—Estabas tratando de ponerme todo caliente y mojado para vengarte
de mí por haberte abandonado en el agua, ¿no? Admítelo. No eres inocente Mariana,
eso es lo que quieres hacer creer que eres. Eres una tomadora de pelo maldita
sea, eso es lo que eres.
—¿Y qué estabas haciendo, Peter? ¿No estabas tratando de sacarme
toda caliente y mojada a propósito? Tú eres el embaucador.
—No tienes ni idea —corto de vuelta. Esto de engañar puede ir en
ambos sentidos, mi amor.
Mariana empieza a acercarse hacia la orilla.
Yo me quedo aquí, solo. No pensé cómo este escenario se reduciría.
—¿Así que solamente te irás?
—Sí —ella dice en voz alta, de espaldas a mí—. Tú fuiste el que
dijo que teníamos que romper con esto hasta que este viaje se acabara. Me
limito a cumplir tus reglas.
Me gustaría poder seguirla, pero tengo que quedarme con el agua
hasta la cintura por lo menos durante un minuto hasta que mi cuerpo se enfríe.
—Te dije que necesitábamos enfriarlas.
—Estoy fría —dice ella sobre su hombro.
—Yo no lo estoy —estoy muy caliente y mojado. Estar en el lago
fresco debe ayudar, pero no lo hace.
Mariana uno - yo cero. Mi ego está roto, a lo grande. Pero me las
arreglo para olvidarlo por el momento y salir del agua. Me tumbo en la playa y
me pregunto si tengo que intentar una táctica diferente.
Media hora más tarde, todos tienen sus cabezas en pequeñas canoas
con nuestro equipo de pesca. Ninguna de las chicas sabe cómo poner una lombriz
en un anzuelo, por lo que cada chico tiene que ir con una de las chicas.
—Iré con Matt —Mariana toma la delantera. Matt no cabe de la
emoción de tenerla.
Al final, tengo que cargar con Trish, porque dice que tiene miedo
de que Lenny vuelque el barco a propósito.
Lenny y la pobre Erin se emparejan, y ella lo mira como si
estuviera a punto de vomitar. Se ve de esa manera la mayor parte del tiempo
últimamente. Estoy empezando a pensar que tiene un tipo de gripe o un embarazo.
—Entonces, ¿cuál es la verdadera historia contigo y Mariana?
—Trish pregunta a medida que la fila llega hasta el centro del lago—. Parece
como si fueran una pareja de nuevo.
—No lo somos.
Trish rueda los ojos.
—Oh, sí, como no. Es obvio que entre ustedes está pasando algo
caliente y pesado. Sólo suelta la sopa y así el resto de nosotros no tendríamos
que especular acerca de lo que pasa.
Me río.
—¿Qué han especulado?
—Que todavía estás enamorado de ella —me entrega el contenedor de
gusanos y su caña de pescar—. ¿Quieres saber lo que pienso?
—En realidad no. ¿Por qué no hablamos de ti y Lenny?
—¿Qué hay conmigo y Lenny? —pregunta ella, su cara arrugada, como
si estuviera loco.
—Admitir que tienes algo con él.
—Eww. No me hagas vomitar, Peter —pongo el gusano en el anzuelo y
Trish se estremece—. ¿Cómo puedes hacer eso? Es inhumano.
—Piensa en ello cuando alimentes a los peces.
Trish se cruza de brazos sobre el pecho.
—Sí, claro. Alimentarlos, y después les ponemos un anzuelo en la
cara como un castigo por querer un poco de alimento.
Le entrego el contenedor de nuevo a ella, todo listo para
comenzar.
—¿Quieres pescado, o no? —le pregunto mientras tengo a Matt y Mariana
en todo el camino con sus postes en el agua. Están hablando. Me pregunto si
ella se queja de mí.
—Ella tiene miedo, ya sabes —dice Trish—. Ella cree que la vas a
dejar de nuevo.
—Ella probablemente este en lo correcto.
—Debes dejarla ir, Peter. Deja de confundirla y darle señales
mixtas. Ella se merece un tipo que se quede y este allí cuando lo necesite.
—¿Alguien como Matt? —digo con dureza.
Trish tiene las manos arriba.
—No te pongas todo enojado. Sólo digo lo que pienso.
—Creo que debes mantener tus opiniones para ti misma.
Trish pone su caña de pescar en el agua y dice con certeza:
—Y creo que sabes que tengo razón.
o puede ser peter el tipo que se quede y este cuando lo necesiteeeeeee
ResponderEliminarme encanta esta novela seguila plisss
ResponderEliminarTrish tiene toda la razón .Peter tiene k espabilarse.
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