Peter.
Dos días después del juego de frolfing estoy de pie delante de la
puerta del dormitorio de mi hermana. Lenny y Julio salieron, y mi papá está en
el trabajo. Es el momento perfecto para aclarar las cosas con Eugenia.
Llamo a la puerta y espero. Ella la abre un poco, pero no me deja
entrar.
—¿Necesitas algo?
—Sí —digo—, tenemos que hablar.
Abre la puerta extensamente y se sienta en el borde de su cama. Su
habitación solía tener posters de chicos de bandas juveniles, pero ahora tiene
imágenes de calaveras y tibias cruzadas y posters que me recuerdan a la muerte.
Esta demasiado jodido para ponerlo en palabras.
—Tienes que confesarles todo a mamá y papá —ya está, lo dije—. Ya
he terminado de asumir la culpa. No fue sólo decirle a los policías que yo era
el que estaba conduciendo. No fue sólo declararme culpable y ser encerrado en
la cárcel durante casi un año. Nuestra mentira es como un jodido cáncer que se
extiende a cada área de nuestras vidas —señalo los posters en la pared—. Date
cuenta que este es tu grito de ayuda. Es una mierda enfermiza, Eugenia.
Cuanto más veo esas imágenes de calaveras mirándome fijamente con
sus agujeros de ojos vacíos, más quiero rebelarme contra ellas.
Yo no estoy muerto. No quiero estar muerto. No quiero que mi
hermana este muerta. Y seguro como el infierno que no quiero ser atormentado
por el pasado nunca más.
—Lo prometiste —ella dice con una voz extrañamente tranquila—.
Cuando te conté sobre el accidente, dijiste que te encargarías de eso.
—Estaba borracho, Eugenia. Apenas sabía lo que estaba haciendo, y
para cuando me di cuenta que no debería haberle mentido a la policía, ya era
demasiado tarde.
—Estaba asustada.
—¿Y yo no lo estaba? —contesto bruscamente. Pero tal vez ella no
sabía cómo me sentía, porque enmascaré todas las emociones que tuve después de
que fui arrestado. Respiro hondo y vuelvo a intentarlo—. Es hora de decirle a
mamá y papá.
Levanto la mirada y veo la imagen de un esqueleto con sus dientes
hundidos en un corazón y no puedo soportarlo más... barro mis dedos a través de
la pared y las rompo todas.
—Ya he terminado contigo luciendo como si la muerte te abrigara.
Odio lo que le hiciste a Mariana. Lo odio, y te odio por hacerme prometer que
me llevaría nuestro secreto a la tumba y luego darme la espalda por ser un
recluso de mierda.
—Peter, déjala en paz.
Me vuelvo para ver a Julio de pie en la puerta.
—Mantente fuera de esto, Julio —digo gruñendo.
En lugar de escucharme, Julio entra en la habitación y se para
junto a mi hermana.
—Dije que la dejes en paz.
¿Está bromeando? —Esto no tiene nada que ver contigo.
—Sí, lo hace—, Eugenia murmura. Ella me mira con los ojos llenos
de lágrimas—. Porque anoche Julio y yo nos quedamos despiertos toda la noche y
hablamos. Él me convenció de que me entregara.
¿Eh?
No me esperaba eso. Me esperaba un montón de cosas saliendo de la
boca de mi hermana, pero no eso.
El alivio inunda todos mis sentidos, seguido por preocupación y
miedo. ¿Qué pasará cuando ella
se entregue? ¿Tendrá que cumplir una condena? Dichas cuestiones habían estado pasando por mi cabeza
cada vez que pensaba en lo qué pasaría si Eugenia confesaba.
¿Cómo fue que Julio la
convenció para confesar todo?
—Eugenia es más fuerte de lo que ella piensa —Julio dice mientras
pasa el brazo alrededor de sus hombros—. Ella puede hacer esto —aprieta sus
hombros y la mira a los ojos—. Puedes hacer esto.
—Has conocido a mi hermana por menos de tres días, Julio.
—Sí, y apuesto a que la conozco mejor que tú.
Justo cuando estoy a punto de reírme de tan ridículo comentario, Eugenia,
dice: —Julio tiene razón. Durante mucho tiempo quise decirte cómo me sentía,
pero no pude. Tú estabas triste o enojado o molesto... y yo tenía miedo de
lastimarte otra vez.
Mi hermana contiene las lágrimas y corre a mis brazos.
—Siento mucho lo que te hice. Julio me contó cómo fue estar en la
cárcel para los dos, y estoy tan... lo siento mucho —se seca los ojos y dice—:
Creo que tenemos que llamar a papá para que se reúna con nosotros en el centro
de rehabilitación. Si mamá se da cuenta o no, ella necesita a su hijo de
vuelta.
Una hora más tarde estoy sentado en la sala de espera del Centro
de Recuperación Nuevos Horizontes. Mi papá realmente no quiere que tengamos
esta reunión porque cree que el estado emocional de mi mamá es demasiado
frágil, pero cuando Eugenia y yo le dijimos que íbamos a venir a verla con o
sin él, accedió a reunirse con nosotros.
Una mujer con el nombre de Rachel en su gafete nos saluda, y luego
nos dirige a una sala que es llamada sala de terapia grupal para esperar a mi
mamá. Eso me hace sentir incómodo y rígido, porque teníamos sesiones de terapia
grupal obligatoria cuando estaba en la cárcel. Tengo que recordarme a mí mismo
que esta no es la cárcel. Mi mamá quiere estar aquí. Ella puede salir por su
cuenta, pero ha decidido quedarse porque no confía en sí misma para no utilizar
medicamentos de prescripción como apoyo cuando las cosas se ponen difíciles.
—Puedes tomar asiento, Peter —Rachel dice en voz baja,
probablemente pretendiendo calmarme.
Trato de no caminar de un lado a otro en la sala como un animal
enjaulado, pero no me puedo sentar porque tengo un montón de energía nerviosa
acumulada. —No, gracias.
Las sillas están situadas en un círculo. Mi padre está sentado en
una silla con su traje de tres piezas y corbata. Mi hermana, sorprendentemente,
no está hundida en su silla. Ella está sentada derecha y tiene una mirada
determinada en su rostro. Si Julio fue quien la convenció de enfrentar toda
esta mierda de frente, él es un jodido genio.
Mi hermana no lo sabe todavía, pero no estoy abandonándola. Ella
no es la única que cometió errores la noche del accidente.
Tan pronto como mi mamá entra a la sala en un suéter gris con el
logotipo de Nuevos Horizontes en el frente, me doy cuenta de que ella está
distinta. Su rostro está agotado y su espíritu parece de alguna manera...
perdido.
Mi primer instinto es acercarme y abrazarla pero me queda claro,
por la forma que tiene las manos cruzadas sobre el pecho, que ella no quiere
nada de afectuosidad ni de mí ni de nadie en la sala.
Mamá se detiene en seco cuando me ve dar un paso hacia ella. —¿Por
qué estás tú aquí?
Mis venas están bombeando duro y estoy tan malditamente tenso que
mis brazos están rígidos a mis costados. Esto es ya un billón de veces más
difícil de lo que imaginaba.
—Volví. Mariana me dijo que ustedes me necesitaban. Al principio
no quería creerle...
—Me dejaste. Un buen hijo no deja a su madre.
Sus palabras cortan profundo. Oh, hombre, nunca debí haberme ido. Pensé que sería lo mejor, que todo estaría bien si el
―Factor Peter‖ estaba fuera de la ecuación. Me equivoqué. Me las he
arreglado para arruinar tanto en tan poco tiempo.
—Lo siento, mamá.
Desalentado, me siento en la silla al lado de Eugenia.
—Lo siento, también — Eugenia dice—.Tengo que pedirles perdón a
todos en esta familia.
Mi hermana me mira y pone su mano en mi rodilla. Yo pongo mi mano
encima de la suya.
Siento su vacilación y miedo como si fueran míos. Pero también
siento su determinación para corregir los errores del pasado.
—Mamá, papá —Eugenia dice después de que asiento hacia ella,
dándole apoyo silencioso—. Fui yo quien golpeó a Mariana la noche del
accidente.
Observar el cambio de expresión en los rostros de mis padres es
una verdadera tortura. Al principio ladean la cabeza al lado como si hubieran
escuchado las palabras erróneas. Cuando Eugenia no dice otra cosa, la realidad
de lo que ella dijo comienza a ser asimilada.
—No —mi mamá susurra, sacudiendo la cabeza—. No. No.
—¿Qué estás diciendo, Eugenia? —mi papá le pregunta, con la voz a
punto de quebrarse—. ¿Qué. Estás. Diciendo?
Un torrente de lágrimas comienzan a fluir por el rostro de Eugenia.
—Yo estaba en la fiesta. Había tomado quizás dos cervezas. Cuando
me dirigía a casa, me desvié bruscamente para no golpear a una ardilla. No era
mi intención golpear a Mariana —ahora se ahoga en sus lágrimas, y miro hacia el
techo en un intento de mantenerme a raya.
No está funcionando.
Maldita sea.
Las lágrimas comienzan a formarse en mis ojos. Trato de
contenerlas, pero es inútil. Ver a mi hermana tan alterada, y ver a mi papá y
mamá paralizados en estado de shock, y saber que una fatídica noche destruyó a
mi familia y dañó permanentemente la pierna de Mariana es demasiado para mí.
Froto suavemente mis propias lágrimas e intento dar una
explicación.
—Cuando Eugenia volvió a la fiesta totalmente enloquecida, le dije
que me encargaría de eso —les digo—. Estaba tan borracho aquella noche, que no
estaba pensando con claridad. Cuando la policía preguntó quién estaba
conduciendo, les dije que era yo.
—Oh, Dios, Peter, lo siento mucho —Eugenia grita—. No sé cómo
pudiste perdonarme. No merezco perdón por el infierno que te hice pasar.
Ella hunde la cabeza entre sus manos.
—No puedo creer que esto esté ocurriendo —mi papá dice—. Esto no
puede estar sucediendo.
—No —mi mamá dice de nuevo.
Miro a Rachel. Creo que ella estaba esperando una sesión de
terapia familiar regular, y por su mirada de venado encandilado creo que la
hemos conmocionado hasta el silencio.
Asiento con la cabeza. —Es verdad —hombre, siento un tipo de
libertad que no he sentido en mucho tiempo. Quiero compartir esto con Mariana.
Supongo que ahora es tan buen momento como cualquier otro para decir la otra
noticia que he estado guardando.
—Sé que esto es otra bomba que estoy dejando caer, pero Mariana Esposito
y yo estamos saliendo. No era mi intención que esto sucediera. Lo negué durante
mucho tiempo, luego lo oculte por un corto tiempo... y ya no voy hacer eso.
—¿Ella sabe...? —mi papá dice, con su voz desvaneciéndose poco a
poco. Sé que está a punto de romper a llorar. Puedo verlo en sus labios y manos
temblorosas.
—Sí, lo sabe —miro a Eugenia—. Mariana sabe todo.
Mi mamá me mira. Es la primera vez que me mira sin desprecio o
desdén desde que fui detenido. Ella sigue moviendo la cabeza, como si estuviera
tratando de envolver su cerebro alrededor de esta nueva y totalmente inesperada
información.
—Eugenia, ¿Cómo pudiste? —mamá pregunta, sus palabras saliendo
lentamente—. ¿Cómo pudiste mantenerte al margen y dejar que tu hermano fuera a
la cárcel por algo que tú hiciste?
—No sé, mamá. No sé. Pero voy a hacer lo correcto —sus ojos
hinchados e inyectados en sangre se encuentran con los míos.
—Me voy a entregar mañana.
POR FÍN!!! POR FÍN LA VERDAD! CAPITULÓN!!!!
ResponderEliminarCORAJOSA EUGE, GRANDE JULIO... QUE CAPITULO EMOCIONANTE PARA PETER
Tardó Euge bastante ,pero al fín ya sus padres lo saben todo.
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