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viernes, 14 de septiembre de 2012

novela: regreso al paraiso capitulo 27



Peter.
Eugenia, Lenny, y yo estamos sentados en la sala de estar de mis padres, esperando que mi papá vuelva a casa. Eugenia tiene los dedos pulcramente doblados en su regazo y Lenny está mirándola con una ceja levantada. Lo instruí sin cesar antes de llegar aquí, asegurándome de tener su palabra de que no hablaría sobre el accidente o el hecho de que sabe que no fui yo realmente quien golpeó a Mariana.
—Así que, Eugenia —Lenny dice mientras mira a través de la sala a Eugenia con una ceja levantada—. ¿Tienes novio?
Golpeo a Lenny en el pecho con el dorso de mi mano.
—¿Qué estás haciendo?
Me mira como si yo fuera el loco.
—Haciendo conversación, Peter. Alguien por aquí tiene que llenar el aire muerto. Ninguno de ustedes está haciendo un trabajo maravilloso para eso.
—No tienes que llenar el aire de mierda —le digo.
Lenny pone los ojos en blanco.
—Muy bien, Sr. Pantalones Malhumorados.
—¿Nadie te ha dicho que hables sólo si tienes algo que…?
—No —interrumpe Eugenia, su voz casi un susurro.
Lenny y yo miramos a mi hermana.
Ella baja la mirada a la alfombra.
—Quiero decir que no, yo, eh, no tengo novio.
Lenny se inclina hacia adelante.
—¿Por qué no?
Ella se encoge de hombros.
—Tal vez ayudaría si sonríes.
¿Qué es esto, el Show de Autoayuda de Lenny?
—En serio, hombre, cállate la maldita boca. ¿Qué sabes sobre chicas, de todos modos? Estás enamorado de Trish y todo lo que puedes hacer es molestarla y arrojarla a un lago. No sabes una mierda de chicas.
—¿Y tú? —Lenny se ríe. Su estúpido pelo largo le cae en los ojos y lo lanza hacia atrás—. Tengo una palabra para ti, Sr. Pantalones Malhumorados… Mariana.
Ante la mención de Mariana, los ojos de mi hermana encuentran los míos. Apuesto a que los dos estamos pensando en nuestro pequeño engaño que arruinó nuestras vidas.
—Voy por un poco de agua —Eugenia murmura, y luego se escabulle rápidamente.
Tan pronto como desaparece, la puerta se abre. Me pongo de pie, rígido en posición de firmes, mientras mi papá entra por la puerta delantera. Está usando un traje, sostiene el maletín que ha tenido durante los últimos diez años, y luce el mismo bigote que ha tenido durante los últimos veinte años.
Cuando me ve, su expresión va de blanco a conmocionada. Se congela en su camino.
—Hey, papá —me las arreglo para decir.
—Peter.
Camino hacia él, sin saber si debo abrazarlo o darle la mano o una palmadita en la espalda o... no hacer nada. Es triste cuando tu propio padre se ha convertido en un extraño.
Me detengo frente a él. Él sigue sosteniendo su maletín y mirándome fijamente. ¿Qué le digo ahora?
Digo de repente:
—Sé que probablemente debería haber llamado y decirte que iba a venir, pero…
—No hemos oído hablar de ti en meses, Peter.
—Lo sé. Ya no podía quedarme aquí, papá. No como estaban las cosas.
—Tu madre está enferma —me dice—. Ha estado en el hospital esporádicamente desde hace meses.
Lo dice como si ella tuviera una enfermedad terminal. Apuesto que llamarla enferma es la excusa estándar que él ha decidido utilizar en lugar de decir está en rehabilitación o es una adicta a las drogas.
—Lo sé.
Doy un paso hacia atrás, dándome cuenta de que este no va a ser un maravilloso reencuentro donde mi padre me recibe con los brazos abiertos. Debería haber tenido una idea de la forma en que esto iba a ser cuando vi que mi habitación se había convertido en una oficina y que todas las señales de que alguna vez había existido habían desaparecido.
Él sostiene el maletín delante de él, casi como una barrera entre nosotros.
—No sabíamos si estabas vivo o muerto. Tu madre tuvo que inventar una historia.
No debería sorprenderme. Mi mamá es la reina de inventar historias para que nuestra familia luzca bien.
—¿Qué dijo?
—Dijo que te enviamos a un internado exclusivo en Connecticut.
Una carcajada resoplada viene del sofá. O, para ser exacto, viene de Lenny que está sentado en el sofá.
—¿Quién es ese? — pregunta mi papá.
—Lenny.
Lenny salta del sofá y envuelve a mi papá en un enorme abrazo de oso. Mi papá da un paso hacia atrás, totalmente desprevenido, pero mantiene el equilibrio. Apuesto a que silenciosamente está dando las gracias a su entrenador de fútbol americano por los ejercicios de equilibrio en la secundaria.
—Encantado de conocerte, papá —dice Lenny—. ¿O debería llamarte Dr. Lanzani? ¿O Dr. B., o simplemente Doc?
Aparto a Lenny de mi papá.
—Lenny es en cierto modo un amigo mío —le digo a mi papá—. Más bien un compañero.
Me imagino que eso es mejor que explicar que Lenny es un delincuente que cree que es gracioso y que no tiene un filtro cuando se trata de su boca.
Mi papá pone su maletín en el armario del pasillo y le dice a Lenny:
—Puedes llamarme Juan.
—Genial. Dame un golpe con el puño, Juan —Lenny extiende su puño en el aire y espera a que mi papá haga lo mismo.
Mi papá no lo hace. No estoy seguro de que alguna vez le haya dado a nadie un golpe con el puño. No es que mi papá sea estúpido o pasado de moda. Él es solamente... correcto. No se aparta de la norma, porque le gusta su vida prolija y ordenada.
Que yo esté en casa está perturbando su ordenada vida.
Estoy seguro de que lo está matando que mi mamá esté en rehabilitación. Es probable que no sepa qué hacer al respecto, y no hay ningún libro de reglas o plan de juego cuando se trata de la sombría realidad de nuestras vidas.
—¿Están, eh, en la ciudad por un tiempo? —papá me pregunta—. ¿O están de paso?
Esa es una pregunta que le harías a un conocido, no a tu hijo.
Eugenia está apoyada en la escalera, esperando atentamente mi respuesta.
Estoy tentado a decir que estoy de paso. Sería más fácil que decir la verdad, que la historia de Lenny me hizo darme cuenta que necesito volver y hacer las paces con mi familia.
—Estaba pensando en quedarme por unas semanas —murmuro.
—En un hotel, o... —la voz de papá se desvanece.
—Estaba esperando quedarme aquí, papá.
Lenny pone su barbilla en mi hombro.
—Yo también, Juan.
Mi papá se rasca la cabeza.
—Uhm... supongo que, uhm... en realidad no tenemos camas de sobra. Convertimos tu habitación en una oficina.
—Voy a dormir en el sofá —le digo, sintiéndome como si estuviera mendingando un lugar para quedarme en mi propia casa. Eso no sienta bien en mi estómago.
—Voy a dormir en el suelo —Lenny se mete en la conversación, al parecer no tiene problema en mendigar—. A menos que quieras que duerma en la cama con Eugenia. —Lenny levanta las manos cuando todos levantamos nuestras cabezas rápidamente ante su último comentario—. Sólo estoy bromeando.
Mi hermana da un paso al frente y dice:
—Voy a buscar algunas sábanas y cobijas en el armario del pasillo.
—De acuerdo —dice mi papá—. Pero ustedes muchachos mejor que mantengan la casa limpia. Mi esposa odia una casa desordenada.
—Lo tengo —le digo, preguntándome si tengo que recordarle que su esposa es mi mamá. Y que ella está en rehabilitación, no aquí.
El fuerte sonido de Lenny aplaudiendo nos hace a todos dirigirnos a él.
—Ahora que eso está arreglado, ¿qué hay para cenar?
—Tal vez deberíamos pedir un poco de pizza —papá dice mientras sube las escaleras. Él siempre se pone pantalones vaqueros y una camiseta después del trabajo. Es su ritual.
Cuando mi hermana y mi papá están fuera del rango de audición, dejo salir un lento suspiro.
Estoy en casa.
Sin embargo, no se siente como en casa. Me pregunto si hubiera recibido una mejor recepción si me hubiera presentado en casa de Mariana. ¿A quién estoy engañando? Su mamá me echaría o llamaría a la policía para que me devuelvan a la cárcel.
—Tu papá es un tipo raro —dice Lenny—. Pero me gusta.
En la cena, cuando Lenny se excusa para ir al baño, pregunto:
—Entonces, ¿puedo ir a ver a mamá?
Mi papá deja su pizza.
—No lo creo, Peter.
—¿Por qué no?
—Porque ella está delicada. No estoy seguro de que pueda manejarlo ahora.
—Soy su hijo —digo con los dientes apretados.
—Después de que te fuiste, dijo que estabas muerto para ella.
Busco a mi hermana para su confirmación, pero ella está mirando su plato. La ira empieza a quemar en mis venas.
—¡Eugenia!
Ella levanta la mirada.
—¿Qué?
¿Qué? ¿Lo único que puede decir es qué?
Me pongo de pie, haciendo chirriar la silla en el piso.
—Muchas gracias, Eugenia —digo rechinando los dientes—. Muchas gracias por nada.

4 comentarios:

  1. en serio que tome una actitud eugenia!!! es una hdp cobarde!! porque no les cuenta a todos como destrozo la vida a peter, quien nunca hizo nada!! que odio me dá!

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  2. odie a eugenia se hace la mosquita merta pro dios
    primero deja qu peter se declare culpable dejo sola a mariana mientras estaba mal y encima se hace la mosquita muerta con lali para que peter vuelva onda que querioa que volviera y cuando peter va lo que tiene QUE PASAR!! y encima se queda calladita ahi aaaaaaaaaagggg no me la banco

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  3. Peter sigue sufriendo x Eugenia.

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