Mariana.
Me asomo en la habitación de mamá mientras me estoy preparando
para la doble cita. Ella está sentada en su cama, mirando la caja abierta con
el anillo que Lou le dio aún dentro. Ella no le dijo que sí cuando él vino aquí
anoche y se lo propuso, pero tampoco dijo que no.
Dijo que tenía que pensarlo.
Y definitivamente lo está pensando.
—¿Le dijiste a papá sobre Lou? —le pregunto.
—Lo llamé hoy —dice ella, su voz es triste y nostálgica.
—¿Y?
—Y... no lo sé —dice, y luego se encoje de hombros—. Estoy
confundida. Pensé que sabía lo que quería, pero cuando Lou vino anoche, me dejó
pensando, y ahora… ahora sólo estoy confundida.
Me siento en la cama junto a ella y sonrío. Ella se retira el
cabello del rostro y suspira.
—Pensé durante tanto tiempo que si tu papá volvía, restablecería
nuestras vidas de nuevo.
—Lo sé. Yo lo pensé también. Hasta que Lou llegó.
—Pero él no es tu papá. Me enamoré primero de tu papá, y no sé si
puedo darle a Lou tanto de mí misma como se lo di a tu padre.
—Él te ama, mamá.
—Lo sé. Pero ¿es suficiente?
—Eso está en ti decidirlo. Yo te apoyaré, sin importar lo que
elijas.
—Sólo pensé… bueno, olvídalo. No pienses en nada excepto en
divertirte. Me alegro que vayas a salir.
—Yo también —no había estado ansiosa por ello anoche, pero cuando
me di una ducha y comencé a alistarme, me emocioné.
Bueno, no me emocioné por mi cita misteriosa, sino me emocioné por
estar haciendo lo que dije que iba a hacer: seguir adelante con mi vida.
Algunas veces seguir adelante requiere esfuerzo.
Algunas veces seguir adelante es más difícil de lo que parece.
Salir es el primer paso para que Mariana Esposito siga adelante
con su vida. Podría tener cojera, pero eso no significa que la vida social o mi
vida teniendo citas deban morir.
Doy un profundo respiro y me digo a mí misma, es lo que es. No
puedo regresar el tiempo en el reloj y enmendar el accidente. Sucedió.
Esta es quien soy ahora, tómalo o déjalo.
Pero cuando miro mi reloj y me doy cuenta de que son las 5:45,
tengo segundos pensamientos. No sé si estoy lista para seguir.
No puedo imaginarme a mí misma besando a alguien además de Peter.
Sé que es ridículo, pero justo ahora es cierto.
A las seis con cinco, mientras estoy lista para morder mis uñas
hasta la cutícula con anticipación y ansiedad, el timbre de la puerta suena.
Pongo una sonrisa en mi rostro y abro la puerta. De pie delante de
mí están Matt, una chica con cabello rubio corto y puntiagudo, y…
—¡De ninguna manera! —digo con una sonrisa.
Mi fisioterapeuta, Robert, abre ampliamente sus brazos.
—No pensaste que te dejaría irte a España sin un último adiós, ¿o
sí?
Entrecierro mis ojos hacia Matt.
—¿Tenías todo esto planeado? —le pregunto mientras Robert me
abraza como un hermano.
—Sí. Así que dispárame porque queríamos sorprenderte. Becca, esta
es Mariana. Mariana, Becca.
Mientras saludo a la novia de Matt, Matt codea a Robert.
—Mariana incluso se maquilló para ti. Nunca la había visto con
maquillaje puesto.
Mi mamá llega al vestíbulo, fingiendo que estaba sólo pasando en
su camino hacia las escaleras en lugar de tenerlo todo planeado para así poder
conocer a mi ―cita‖.
—¿Robert? —dice ella, confundida.
Robert, usando una chaqueta de deportes color café a la moda que
hace juego con sus gafas a la moda, dice:
—No podría dejar que Mariana se fuera por un año entero sin una
celebración de despedida. Ella es mi cita esta noche.
Mi mamá ha conocido a Robert por casi dos años, desde que él vino
al hospital después de mi cirugía y fue asignado a ser mi instructor de
torturas personal… quiero decir, mi fisioterapeuta. Yo solía fantasear con
arrancar de su cabeza su perfectamente puntiagudo cabello cuando él no se daba
por vencido conmigo y yo quería desesperadamente que lo hiciera.
Muchas veces, lloré delante de él. Odiaba cuando Robert esperaba
que yo me llevara a mí misma al límite. Cuando pensé que no podría doblar mis
piernas de nuevo, Robert me hacía ir un paso más allá.
No lo apreciaba en aquel entonces, eso es seguro. Nos llevó un
tiempo convertirnos en amigos. Yo estaba en realidad entretenida por todas sus
historias de citas con chicas. Robert es un autoproclamado soltero y dice que
él jamás sentará cabeza porque se aburre fácilmente cuando se trata de chicas. Dice
sólo que como no puede comer comida china todos los días, no puede salir con la
misma chica sin que le den ganas de encontrar a alguien diferente.
Una vez le dije que moriría como un hombre muy solitario, y su
buen aspecto un día se desvanecería, pero no pareció preocuparse. El chico
tiene demasiada confianza, pero yo no lo cambiaría por nada.
Después de que mi mamá abraza a Robert y conoce a Matt y a Becca,
dice:
—Quédense fuera tanto como quieran. Sólo diviértanse.
Decidimos ir a Dusty’s Sports Bar & Grill. Ahí sirven comida
en el restaurant, de manera que mientras no bebas, puedes estar allí si tienes
menos de 21. Robert tiene ya 24, y él ordena una cerveza mientras el resto de
nosotros pedimos sodas.
Es lindo que mi primera cita real sea una no-cita, así no tengo
que obsesionarme con el hecho de si mi discapacidad va a ser o no un tema.
—Mariana, ¿has estado haciendo los ejercicios de estiramiento que
habíamos discutido antes de que te fueras a tu viaje este verano? —pregunta
Robert.
Tomo una papa frita de la cesta que habíamos ordenado y la sumerjo
en algo de salsa cátsup.
—¿Puedo mentir?
Matt, Becca y yo reímos mientras Robert sacude la cabeza. Se
siente bien salir y alejar mi mente de Peter. Se siente como si mi mente no
estuviera a cada minuto ocupada, vagando hacia pensamientos sobre él. Como
ahora. Mientras estamos pasándolo bien, mejor de lo que esperé, me pregunto si Peter
tendría su brazo a mí alrededor como Matt tiene el suyo alrededor de Becca, si
estuviéramos en una cita. Y la manera en que ella levanta la mirada hacia él me
recuerda a…
—Apuesto a que has estado entumecida —dice Robert.
Correcto. De vuelta al
aquí y al ahora. Deja de pensar en Peter.
Pongo los ojos en blanco.
—Estás fuera de servicio. Recuerda, se supone que debes ser mi
cita esta noche, no mi terapista —mis dedos hacen unas comillas en el aire
cuando digo la palabra ―cita‖.
—Sí se quejó de estar entumida en el viaje —suena Matt. Levanta
una mano cuando digo entre dientes ―traidor‖—. Sólo estoy diciendo.
Robert hace su silla hacia atrás y dice.
—Dame tu pierna, Mariana.
Suelto un frustrado respiro y descanso mi pierna en su rodilla.
—Está bien. Estoy bien.
—Flexiónala para mí.
Miro hacia Matt y Becca a través de la mesa mientras la flexiono.
—Mejor tú que yo —dice Matt riéndose.
—¿Les das un examen físico a todas tus citas? —le pregunto a
Robert mientras él acuna mi pantorrilla cubierta con los jeans en su mano y
observa qué tanto la flexiono.
—No —él guiña hacia mí—. Es la primera vez para mí.
Si fuera algún otro chico, ese guiño habría sido cursi, pero
apuesto a que Robert lo practica delante del espejo hasta que se vea genial.
Levanto una ceja y digo:
—Yo no caigo ante tus encantos.
—¿De verdad? Espera, déjame intentarlo de nuevo —guiña una segunda
vez.
—No, no funciona conmigo. Además, es muy inapropiado —le digo,
bromeando totalmente y él lo sabe. Él me había hecho pasar semejantes momentos
difíciles en el pasado. Siento que es sólo justo que yo le devuelva el favor—.
Soy tu paciente.
—Ya no, no lo eres. Dejaste la terapia física. Contigo todo se
vale.
—Ugh, eres demasiado viejo.
—Tengo 24. ¿Cómo puede eso ser demasiado viejo?
—Creo que tienes un poco de cabello gris, Robert.
La boca de Robert se amplía y ahueca sus manos en su perfecto
cabello.
—No lo tengo.
—Uhm, Mariana —dice Matt, entonces tose un par de veces—. Creo que
el chico que realmente quieres acaba de entrar a través de la puerta.
Y lo dejas ahí? Naaaa
ResponderEliminarUna cita doble y aparece peter x la puerta............jaleo seguro!!!.
ResponderEliminaro mother fuck!!!!!!!!!
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