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miércoles, 7 de marzo de 2012

novela: triunfo del amor

     Cuando hirvió el agua llevó una bandeja con café al cuarto de Peter, pero ella se lo tomó en la cocina y luego fue a buscar a los perros. estaban encerrados en una gran perrera. La reconocieron inmediatamente, saludándola con ladridos de bienvenida y moviendo la cola sin cesar. Lali los dejó libres y salieron corriendo locos de felicidad por estar sueltos. Los llamó para darles una vuelta por el jardín de la casa para que Peter pudiera verlos desde la ventana.     Había un pequeño bosque que no estaba lejos de la mansión y las hojas de los árboles empezaban a amarillear por el otoño. Era un lugar en donde Peter y ella solían llevar a los perros a pasear. Los dos animales corrían hacia allá con alegría, metiendo el hocico en las madrigueras de los conejos, ladrando por todo y recuperando su paraíso perdido. Después de media hora, Lali los llevó a la casa, les limpió las patas y los condujo al dormitorio de Peter, que ya estaba solo.

    —¿Quién diablos los ha dejado...? —Peter se interrumpió al oír los ladridos de los perros y se tuvo que poner las manos en la cara para evitar sus lametazos.

     Lali los dejó solos mientras iba al cuarto adyacente para preparar el equipo de terapia. Cuando regresó, Peter acariciaba a los perros con una expresión de agrado que desapareció al darse cuenta de que su ex mujer se acercaba.

    —Supongo que habrá sido tu idea dejarlos venir aquí —replicó.

    —Sí. Han estado encerrados en la perrera para que no te molestaran. Pero no veo motivo para que se les haga sufrir sólo porque insistes en que te traten como a un inválido.

    Peter iba a protestar, pero tuvo que capitular.

    —No, tienes razón. No debieron encerrarlos. No lo sabía.
    —¿Te molestaste en preguntar? —le aguijoneó de forma deliberada.
    —Tenía otras cosas en la cabeza —contestó tenso.
    —¿Cómo apiadarte de ti mismo?
    —Como tratar de acostumbrarme a... lo que me he convertido.
    —Querrás decir a lo que tú te has condenado. No eres un inválido, Peter. Eres un convaleciente. Y si no sabes lo que eso significa, te lo explicaré: significa que te estás recuperando. Pero la rapidez de tu recuperación sólo depende de ti, y del empeño que en ello pongas.

    Peter se burló de ella.

    —¿Qué es esto? ¿Tu primera sesión para levantar ánimos? ¿Que no te lo han dicho? Nunca podré volver a andar, ni conducir. Debes estar muy contenta.
    —¿Por qué?
    —Porque siempre quisiste que abandonara las carreras.
    —Sí, deseaba que las dejaras, no que tuvieras que hacerlo. Sobre todo no en esta forma —señaló la chica.

    Él la miró un momento, pensativo, pero antes de que pudiera decir algo, Lali llamó a los perros y los sacó del cuarto.

    —¿Ahora qué? —inquirió con cansancio cuando volvió.
    —Ya es hora de hacer un poco de terapia —señaló el carrito en donde pitaba el equipo.
    —De ninguna manera. Contigo no.
    —está bien —salió del dormitorio y volvió con una amplia carpeta en las manos—. Entonces será mejor que veas esto.

    Lali abrió la carpeta y dejó que varios folletos de colores cayeran en la cama.
    —¿Qué es? —inquirió él con sorpresa.
    —Míralo tú mismo. Son folletos con fotografías y detalles de sillas de ruedas, elevadores, levantadores de camas, bañeras especiales... y todas esas cosas. Escoge lo que quieras yo lo pediré para que te lo traigan.

    —No quiero esto —Peter los barrió con el brazo y tiró casi todo al suelo.

    —No seas tonto, claro que lo quieres. Has decidido quedarte como un minusválido, ¿no? Debes tener una silla de ruedas y demás. Los inválidos tienen elevadores que los meten y sacan de la cama y del baño. La mayor parte de sus cuerpos sólo es una masa inútil que tiene que ser arrastrada. Y como tú te empeñas en quedar como un lisiado, vas a necesitar todas estas cosas —Peter la miró en silencio y con ganas de matarla, y Lali prosiguió—: Eres un hombre corpulento, Peter, pesado. ¿No esperarás que Agus y yo, o Claudia, nos rompamos la espalda levantándote el resto de tu vida? Bueno, con el tiempo te volverás más ligero, claro, y tus piernas se atrofiarán, pero los incapacitados suelen vivir una larga vida. Aunque no eres un parapléjico... sólo un inválido voluntario.

    —Dios, de verdad debes odiarme —dijo Peter con dureza—. Dime qué es lo que he hecho para que te hayas vuelto tan sádica. Me gustaría mucho saberlo.


vastante largo recompenza por aver subido tarde mil perdones 

porfis comenten aca o en twitter: @pupy_angelita veo muchas visitas pero 2 o tres firmas nomas

2 comentarios:

  1. ayy aver que le dice lali ahora...me gustò mucho como responde a peter
    Mas noveeeeeee
    Besos
    @porLali_ITALIA

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  2. Lali le esta dando con todo,pero Peter sigue resentido.

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