—Siempre te las arreglas para distorsionarlo todo, ¿no? Siempre estás atacando. ¿Qué sentido tiene sacarlo a colación ahora? Te dije hace años que había cometido un error y que nunca debí casarme contigo. estuve loca al pensar que el amor podía... que yo podría cambiarte. Y fui estúpida al creer que era lo bastante fuerte para soportar el miedo que sentía cada vez que competías en una carrera. Así que me marché. Hice una elección, pero tú no tenías alternativa. No era yo o las carreras... ni siquiera se planteó ese dilema, ¿verdad?
Ella le miraba con furia y se volvió de pronto, enojada consigo misma por haber perdido la paciencia.
—Así que después de todo no eres totalmente insensible —comentó Peter con malicia triunfal.
—No —respondió—. estoy irritada por haber desperdiciado gran parte de mi vida —apagó la máquina y le quitó los diodos a Peter—. Es todo por hoy. No olvides hacer los ejercicios —le ordenó—. Agus te traerá la cena después.
Peter no contestó. Tenía los ojos fijos en ella y fruncía el ceño. Lali limpió la máquina y la llevó a la salita; luego se lavó las manos y se aseguró de que Peter estuviera cómodo antes de disponerse a partir.
—¿Tienes todo lo que necesitas?
—Sí —ella se volvió para marcharse, pero él continuó—. Lali, espera. Quiero hablar contigo.
—Lo siento, le he prometido a Claudia que la ayudaría a preparar la cena.
—Entonces, sube esta noche.
Lali le miró sorprendida. Peter todavía tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Si estaba de mal humor, no quería hablar con él. No podía volver a discutir como acababa de hacer.
—Lo siento —repitió—. Me han contratado para ayudar, ¿recuerdas?, y hoy es mi noche libre. Así que tendrás que hacerte compañía tú mismo.
Después de la cena, Lali fue al pueblo más cercano a ver una película y le pidió a Agus que se asegurase de que Peter hiciera los ejercicios. Aunque era una comedia bastante buena, no disfrutó mucho pues no le agradaba estar sola. Aceptar su soledad había sido una de las cosas más difíciles a las que había tenido que acostumbrarse. Incluso cuando Peter salía de viaje y tenía que quedarse sola, había sido diferente: siempre se sabía parte de algo, que compartía su vida y el mañana. Pero esa tarde había estado pensando en el futuro y cuando se está solo es mucho más fácil vivir día a día.
La reunión todavía continuaba cuando regresó a la casa. Lali fue hacia la cocina para lavar los platos y no quiso saber cómo seguía Peter. Ni siquiera fue a verle cuando subió a su cuarto. A las dos de la mañana entró a verle sin hacer ruido. estaba dormido, exhausto por el esfuerzo de la terapia y el ejercicio. Tenía la cara más relajada y en la comisura de sus labios ya no había arrugas de amargura y dolor. Lali recordó su luna de miel, cuando se despertaba para verle dormir, dichosa de ser su mujer, de estar en su cama, de saber que Peter la amaba. En ocasiones él no despertaba cuando Lali se acurrucaba a su lado; otras veces, sí y se aproximaba a ella y ninguno de los dos dormía, sino que yacían abrazados. Juntos. Cerca. Una unidad imperecedera.
Lali alargó una mano y le acarició el cabello. Él murmuró algo y se movió como si quisiera sacudirse la caricia. Ella se retiró y regresó a su alcoba.
Durante los días siguientes, Lali estableció una rutina de terapia y ejercicios para Peter, trabajando dos horas por las mañanas y otras tantas por la tarde. Al principio la rehabilitación le fatigaba mucho, pero él no lo admitía bajo ningún pretexto. La llevaba a cabo y luego se dejaba caer en las almohadas, pálido pero con una mirada de triunfo. Su determinación estaba aumentada por el enojo, y Lali incitaba ese sentimiento. Se burlaba de Peter cuando creía que hacía bien los ejercicios, le molestaba usando su estudio y hacía surgir su frustración de mil formas distintas: encendiendo el televisor, subiendo el volumen del tocadiscos y dejando que los perros ladraran bajo su ventana.
Pero Peter conocía su debilidad y se vengaba sin piedad. Una vez, cuando ella entró en su cuarto, le encontró viendo el vídeo de una carrera de coches. Era una competición que él había ganado haría dos años, justo antes de que ella le abandonara. Lali la recordaba muy bien porque fue uno de los motivos de su separación. Las condiciones climatológicas eran terribles, los bólidos trataban de correr por el circuito bajo una lluvia torrencial y había habido más de un choque. Peter había derrapado pero logró regresar a la pista y ganar la carrera. Lali lo vio por la televisión y le rogó que se retirara, pero él se había reído diciéndole que no fuera una tonta cobarde.
Peter estaba viendo la prueba porque sabía que eso enfurecía a Lali. Ella trató de ignorarlo pero Peter subió el volumen y la voz del comentarista vibró en su cerebro. La miró con malevolencia cuando encendió la lámpara y se ocupó con el equipo, tratando de no oír los motores de los coches, el ruido de pesadilla que todavía la despertaba por las noches sudando de miedo. La voz del cronista subió de tono y Lali supo que estaba llegando a la parte de la carrera en la que Peter había derrapado. El corazón se le encogió y trató de coger el mando para apagar el televisor, pero Peter fue más rápido.
—¿Qué pasa? —le retó—. ¿No puedes soportarlo?
Ella se enderezó y le miró tensa.
—Eres un cerdo sádico, Peter.
—¿Sí? Tú tampoco lo haces mal en ese área.
Se miraron con furia un momento; entonces Peter apretó un botón y el ruido de los motores cesó de pronto. Hizo un movimiento petulante con la mano e inquirió:
—¿Por qué diablos te casaste conmigo si odiabas tanto las carreras?
Lali ajustó la lámpara con mano temblorosa.
—No creo que valga la pena discutir eso ahora. Es el pasado y yo...
—Dímelo —insistió Peter con dureza.
Ella le miró a la cara, aún delgada, y se acercó a la ventana.
hola! tengo una nove y me gustaria que la leyeras y que me digas que te parecio. beso
ResponderEliminarLos dos van a ver quien puede hacer mas daño, y ser mas cruel,Lali para estimularlo, y el¿ x odio?,no creo k el la odie.
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