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viernes, 25 de mayo de 2012

novela: salir del paraiso capitulo 18



*** Mariana
estoy usando un largo vestido estampado que roza el suelo con un suéter azul pálido encima de él. Mamá me compro el vestido porque sabe cómo me siento respecto a exponer cualquier parte de mi pierna izquierda. En el fondo se que también espera que los chicos me vean como Mariana Esposito y no como la chica que atropelló Peter Lanzani. ¿Adivina que? eso no va a suceder.
No tenía el corazón para decirle que un bonito vestido no iba a borrar las feas cicatrices escondidas debajo de él.
Habíamos llegado a la Feria del Condado de Paradise. Habían transformado la feria en un parque de diversiones, complementado con una Rueda de la fortuna y un tanque para el tiro al blanco
Las Damas Ayudantes patrocinaban cada año el festival. Normalmente asistía todo el pueblo.
El pabellón de comidas está cubierto por luces centellantes, recordándome la Navidad.
Mamá baja los brownies que ha hecho y los pone sobre la gran mesa del banquete colectivo luego escanea a la multitud.
—Mira, allí esta Lou —ella dice, señalándolo. Sentada junto a él esta su madre, mi jefa.
—¿Deberíamos ir a saludar? —pregunté. Mamá se encoje de hombros.
—Eso sería agradable.
Cuando llegamos a la mesa, El Sr. Reynolds se levanta y sonríe.
—Linda, encantado de que hayas podido asistir. Hola, Mariana.
—Hola, Sr. Reynolds. Hola, Sra, Reynolds.
El Sr. Reynolds se inclina más cerca y susurra en mi oído, —No estamos en el restaurante. Puedes llamarme Lou.
—Eso sería extraño —dije yo. Llamar al jefe de mama por su primer nombre sería demasiado… no lo sé… familiar.
—Está bien, bueno, cuando no sientas que sea extraño, inténtalo.
Mamá se sienta al lado de su jefe y yo rodeo la mesa y me arrojo sobre la silla al lado de la Sra. Reynolds.
—Sra. Reynolds, fue muy generoso de su parte darle un trabajo a mi hija —dijo mama—. Como le he dicho por teléfono, le estoy muy agradecida.
—Yo soy la agradecida —dijo la Sra. Reynolds—- Tuvimos una primera semana muy productiva. ¿No es cierto, Mariana?
Mis uñas siguen teniendo mugre por debajo que no he sido capaz de raspar.
—La Sra. Reynolds es una experta en narcisos, mama.
—Cuando regreses de España ya se habrán levantado y habrán florecido — dijo la Sra. Reynolds.
Yo sonrió, pensando en irme para España. Parece ser la única cosa que me hace sonreír últimamente. La Sra. Raynolds mira a lo largo de la mesa del buffet.
—Estoy famélica —dice ella—. Qué tal si le echamos un vistazo a la comida y vemos si hay algo que valga la pena.
—Mamá, no te atragantes con comida —dice el Sr. Reynolds por encima del alto sonido de la música para bailar que la banda justo acaba de empezar a tocar en el improvisado escenario al frente de la Casa de la Risa.
La Sra. Reynolds rueda sus ojos. —Mi hijo cree que soy un niño.
—Mamá, sabes lo que te dijo el… —la ronca voz del Sr. Reynolds repica.
La Sra. Reynolds calla a su hijo con una simple mirada. Mamá se ve un poco nerviosa y yo me siento igual. No quiero involucrarme en esto. Esta claramente fuera de mi jurisdicción como acompañante.
El Sr. Reynolds se gira en dirección a mamá.
—Linda, ¿Qué tal te parece mostrarle algunos movimientos a los adolescentes?
Wow, eso me cogió con la guardia baja. Mamá nunca baila. Ella y papá venían al festival año tras año y ni una sola vez los vi inclinarse hacia la música, mucho menos bailar.
—Me encantaría —dijo mamá—. Mariana, ¿no te molestaría, cierto?
Cuando negué con la cabeza, ella tomo la mano que le ofrecía el Sr. Reynolds y él la guío lejos del pabellón de comidas.
Estoy aquí sentada con los ojos ampliamente abiertos. ¿Qué es lo que acaba de pasar? ¿Acaso acepto mi mamá bailar con su jefe? ¿No es eso ilegal?
Desde donde estoy sentada alcanzo a ver la pista de baile. De inmediato, mamá esta contoneando su cuerpo y moviéndose alrededor como una adolescente. Yo escaneo la feria para ver si alguien más le está prestando atención. Por su puesto, un grupo de chicos de la escuela la están mirando.
Me quiero morir.
¿En primer lugar, porque razón querría mamá bailar? Esta haciendo un espectáculo de sí misma, saltando alrededor como si no le importara que la gente la este mirando fijamente. ¿No es ya lo suficientemente malo que la gente me mire a mi?
—Mariana, estoy lista para cargar mi plato ahora que mi hijo—que se cree doctor está fuera de mi camino. ¿Me ayudarías?
Aparto la mirada lejos de la reina del baile.
—Eh, si, por supuesto.
La Sr. Reynolds se apoya en su bastón mientras vamos llegando a la fila del buffet. Sostengo su plato con una pila de comida encima mientras ella señala varios platos expuestos.
—¿Qué es lo que sigues mirando? —pregunta la Sr. Reynolds.
—Nada.
—Esa nada está llamando mucho tu atención.
Me aclaro la garganta y sigo avanzando en la fila. Pero cuando llego al famoso Espectacular Spaguetti de la Sra. Lanzani, me congeló y me preguntó si Eugenia y Peter estarán allí.
—Este luce bien —dice la Sra. Reynolds, refiriéndose al plato de espagueti.
—También sabe bien —admito—. ¿Pero usted puede comerlo? El Sr. Reynolds dijo…
—Mariana soy una anciana que disfruta su comida. Si no puedo comer lo que deseo, entonces deberías enterrarme seis pies bajo tierra justo ahora y en este lugar.
—Está bien —digo con cautela—. Si usted insiste —pongo una pequeña cucharada en el plato de la Sra. Reynolds, pero ella alza sus cejas y me pide que le eche otra cucharada. Cuando llegamos al final del buffet, tengo miedo de darle otra mirada a la pista de baile.
Es como un accidente automovilístico. Sabes que lo que vas a ver va a ser malo, pero no puedes evitarlo. Me pregunto si fue eso lo que la gente sintió cuando me vieron tirada en el suelo después de accidente.
Está bien, así que soy como todos los demás. Chequeo la pista de baile y, gracias a Dios, mi mamá no está a la vista. Pero si veo a Luna Greene. Ella está bailando lentamente con Agustin sierracomo si él fuera el amor de su vida.
Mi sueño es encontrar a un chico que me ame a pesar de mis defectos y no me abandone cuando vea pasar a una chica perfecta. Quizás no exista un chico que sea así.
Estoy sentada en la mesa viendo a la Sra. Reynolds comer. No tengo ni idea como hace para tragarse todo eso siendo una mujer tan pequeña. Ella toma un pequeño pedazo del Spaguetti Espectacular y asiente en mi dirección. —Es como un golpe de harina y de diferentes texturas que lo hacen saber…
— ¿Espectacular? —digo yo.
—Bastante —acuerda, y las dos nos reímos. Mamá viene deslizándose hacia la mesa. ¿Fue un bailecito lo que la vi hacer cuando se sentó?
— ¿Qué es tan gracioso? —pregunta mamá.
—El plato de spaguetti —dice la Sra. Reynolds—. Es espectacular.
Ahora se hace el silencio, porque mamá sabe de forma inmediata que estamos hablando de la especialidad—ganadora de premios de la Sra. Lanzani. El Sr. Reynolds esta sudando y toma un sorbo de agua. —¿Pasa algo malo?
Mamá niega con la cabeza.
El chico de la banda esta gritándole a la multitud de más de veintiún personas para que se dirijan a la pista de baile. Los padres acuden al centro de la pista del baile, preparados para mostrar sus movimientos.
Veo a los otros chicos de mi grado corriendo y disfrutando. Agustin  y Luna entran a la Casa de la Risa. Drew Rudolph está tratando de convencer a
Maria de subir al Tilt-A-Whirl. Rocio mi prima, está sentada al lado de su hermana en la Rueda de Chicago.
—Adelante, ve —dice la Sra. Reynolds—. Únete a tus amigos.
—Yo no tengo amigos —admito—. Soy lo que llamaría una perdedora. O una solitaria. Escoja cualquiera de los dos.
—¡Bah!
—¿Ah?
—¡Bah!. Tonterías. Eres una inteligente y bonita jovencita. Las chicas como tú no son perdedoras o solitarias.
—No soy bonita, eso sí es seguro. Y soy coja —ella me mira de arriba abajo.
—Puedes fallar respecto al sentido de la moda, pero tienes buenos rasgos cuando no estás haciendo pucheros o luciendo perpleja. Y la cojera… mientras no te moleste a ti, no creo que deba importarle a los demás.
Creo que debo tener esa apariencia perpleja en mi rostro justo en este momento.
— ¿Y que es esa cosa sin sentido sobre no tener ningún amigo? Todo el mundo debe tener por lo menos un amigo.
Yo miro alrededor y encuentro a Eugenia Lanzani, sentada sola en una de las mesas. Sus padres están sumergidos en una profunda conversación con otra pareja a unos cuantos pasos de ella. Iría hacia ella, pero lo más probable es que ella me ignoraría.
La Sra. Reynolds pone su mano sobre la mía.
— ¿Es ella una amiga?
—Solía serlo.
—Ve y habla con ella.
—Ni siquiera sabría qué decir.
La Sra. Reynolds deja escapar el aliento con frustración.
—Haz lo que quieras, niña. Pero cuando seas un pájaro viejo como yo, estarás deseando haber tenido más amigos en tu vida. Estar sola no es divertido ¿verdad?
—No. Estar sola no es divertido.
Alzó la mirada en dirección a mamá, quien ahora está bailando en línea. Ella no parece sola. De hecho, no se veía así de contenta desde hace bastante tiempo. Mamá le sonríe al Sr. Reynolds y él le sonríe de vuelta.
El Sr. Reynolds. Lou. El jefe de mama. El hijo de mi jefa. Bueno, cualquiera que sea su nombre, está claro para mí que está ardiendo por mamá.
No estoy segura si debo estar avergonzada, furiosa, o feliz por ella.


HOY MARATON UN BESOOOOOOOOOOOOOO

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