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lunes, 14 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable capitulo 4 segunda parte



¿Era su virginidad lo que creía él que le debía? ¿De eso se trataba? Ante sus ojos, ella era la que se había ido y mencionaba con amargura el hecho. ¿No fue suficiente para él haber seduci­do a su prima y haber tenido un hijo con ella? ¿Era su vanidad tan grande que no podía soportar que ella no hubiera comparti­do el destino de Natalie?
Mariana sintió ira... ira contra sí misma porque Peter aún la excitaba, y hacia él, porque era mucho más despreciable de lo que ella había creído.
—¿De eso se trata todo esto, Peter? —se maravilló al escu­char que su voz parecía fría y burlona. Él estaba muy enfadado y tenía que sacarlo de su habitación antes de que perdiera el con­trol por completo. Mariana decidió que su mejor oportunidad era herirlo en donde era más vulnerable, en su «ego», pero sabía que no podría reaccionar con lógica mientras la tuviera en sus bra­zos. Eso era lo peor; que a pesar de todo lo que la hizo sufrir, su cuerpo aún lo anhelaba, y sabía que no sólo tendría que lu­char contra él, sino también contra el deseo físico que sentía ha­cia Peter—. ¿Mi virginidad? —sonrió con burla—. Me temo que hace mucho tiempo que la perdí.
—Y apuesto que ni siquiera recuerdas al hombre a quien se la diste —había amargura y violencia en su voz, lo que la advir­tió de que el peligro iba en aumento—. ¿Qué recuerdas, Mariana? ¿Esto?
Antes de que Mariana pudiera escapar, su boca estaba sobre la suya. Mil sensaciones recorrieron las venas de Mariana. Ningún hom­bre la había hecho sentir así. Sabía que debería luchar para esca­par, pero su cuerpo era demasiado débil para obedecer a su mente. Su garganta produjo un suave sonido de placer y él le mordis­queó en la boca hasta que la abrió. Mariana colocó las manos en la nuca de Peter y sus dedos se aferraron a su cabello, al mismo tiempo que cedía a la necesidad que la envolvía. Era como si to­dos sus sentidos se avivaran de pronto y respondió al beso de Peter con tal intensidad que todo lo que había pensado, hasta ese mo­mento, desapareció. Él le acarició el cuello con el pulgar, locali­zando el sitio en donde reverberaban los sonidos de placer, y la hizo temblar de deseo.
Mariana deslizó las manos hasta la abertura de la bata de Peter y le acarició los hombros. Quería tocarlo, absorberlo y que la absorbiera. Le parecía imposible poder acercarse lo suficiente. Mariana no supo quién de los dos desató el cinturón de la bata de Peter, pero sí supo que él le bajó los tirantes del camisón y estudió sus senos, iluminados por la luna. Ningún hombre la ha­bía visto así antes, ni siquiera Peter. Su respiración se aceleró cuando él notó su deseo.
Apoyado en la puerta, la atrajo hacia sí y Mariana pudo sentir toda su pasión, algo que en ese momento la hacía sentir excita­ción y deseo. Todo pensamiento racional se hizo imposible. El pasado y el presente se fundieron hasta que fueron inseparables. Los seis largos años que habían permanecido separados, pare­cían no haber transcurrido. El cuerpo de Mariana disfrutaba de sus caricias y le besó la piel, mientras él acariciaba sus senos y des­pués inclinaba la cabeza.
Los dos permanecieron abrazados en silencio. Sólo se oía el sonido de su respiración agitada. La luna iluminó sus cuerpos y un irreparable deseo se apoderó de Mariana. Creyó enloquecer, al sentir los muslos de Peter, tensos y duros, contra los suyos. Con una lentitud casi insoportable, Peter bajó la cabeza hasta sus senos. Era un tormento que Mariana no podía soportar impasible. Inconscientemente, alzó las manos hasta su cuello y enterró los dedos en su cabello, para atraerlo aún más hacia ella. Peter continuó acariciándola hasta envolverla en un torbellino de pasión.
—Mariana... —la voz ronca de Peter la hizo volver a la reali­dad. Él levantó la cabeza y estudió su cuerpo muy despacio. Una sonrisa irónica apareció en sus labios al comprobar lo excitada que estaba. Mariana sintió que su pasión se convertía en hielo y se estremeció, lamentando su falta de control—. Querida Mariana, ¿no me dijiste que no significaba nada para ti?
Debería haber imaginado algo parecido, pensó Mariana. Y en ese momento, todo el deseo que acababa de sentir se convirtió en dolor. Peter la soltó y ella se cubrió los senos con los brazos. Él la observó con expresión burlona y le dijo:
—Durante todos estos años me he preguntado lo que hubie­ra sido estar contigo, pero una mujer que se excita con tanta fa­cilidad cuando la toca cualquier hombre, es como el champán sin burbujas... ni gusta ni apetece.
—Me deseabas —murmuró ella, sin poder comprender lo que estaba sucediendo.
—Eso sólo era una manifestación masculina de deseo físico... no había nada personal, Mariana. Y tú me deseabas de igual modo —abrió la puerta y se fue.
¿Cómo había sucedido? ¿Cómo había logrado atraparla para que se traicionara a sí misma de esa forma? Su mente daba vuel­tas, tratando de encontrar una respuesta y una explicación, pero no la había. Mariana tenía los labios secos y se los refrescó con la punta de la lengua. Se colocó el camisón como un autómata, pues no podía dejar de pensar que se merecía todo el desdén que Peter le había mostrado... no porque fuera la mujer frívola que él creía, sino porque había permitido que su cuerpo la traicionara. Al menos, cuando se fue de Little Martin, pudo decirse a sí mis­ma que su autorrespeto estaba intacto; pero ahora ni siquiera te­nía eso. Se había derretido en los brazos de Peter como si fuera una vela encendida y ahora le parecía increíble que él hubiera logrado encender sus sentidos de esa manera. El deseo que había sentido por él seis años antes, lo había apartado como algo que no podría suceder otra vez. Le resultaba difícil aceptar la inten­sidad del deseo que la hacía sentir. Se conocía lo suficiente para saber que con nadie había sentido lo mismo. Peter era el único hombre que la había hecho sentir esa necesidad física. ¿Por qué? Con toda seguridad, la causa era lo que había sucedido entre ellos en el pasado. Una explicación más seria pasó por su mente, pero se negó a admitirla. ¿Aún amaba a Peter? ¿Cómo podría?
No podía ocultarse en su habitación para siempre, pensó Mariana. Después estudió su imagen en el espejo y su maquillaje le pareció per­fecto. Sólo un experto sabría lo que había hecho para ocultar los resultados de haber pasado la noche sin dormir. Tenía el cabello peinado hacia atrás, de forma sofisticada. Trataba de dar una ima­gen de frialdad, aunque era demasiado tarde para esconderse de­trás de ese porte, pero necesitaba que Peter creyera que tenía todo bajo control, cuando se enfrentara a él. Se ruborizó un poco al re­cordar cómo se había abandonado ante él. No, Peter no le permi­tiría olvidar la noche anterior con facilidad. Fue hacia la puerta con un gesto de rabia. Tendría que enfrentarse a él, por el bien de Sophie. Cuando entró en el comedor para desayunar, se encontró con Peter, que ya estaba preparado para ir a su oficina. Tratando de controlar sus nervios, Mariana se sentó.
—Muy impresionante —dejó a un lado el periódico y estudió su cara y su blusa de seda—, pero no me engañas, Mariana. Debo darte las gracias por lo sucedido anoche. He tardado seis años en comprender la realidad, pero anoche lo logré. No hay nada mejor que una fría dosis de realidad para borrar los sueños im­posibles.
Mariana no podía comprender lo que decía. Comenzó a servirse una taza de café y se detuvo porque su mano empezó a temblar. Peter le dijo con una sonrisa cruel:
—¿Síntomas de retirada? Sabes que no tienes que quedarte aquí, Mariana. Puedes irte cuando quieras.
—Eso es lo que te gustaría que hiciera, ¿verdad? —comprendió que Peter era demasiado listo para desafiar de manera abierta los deseos de Natalie, pero había formas más sutiles de asegu­rarse de que ella no cumpliera sus responsabilidades hacia Sophie—. Todavía no me voy a ir, Peter. Desapareceré de aquí en cuanto averigüe lo que le ocurre a Sophie.
—Nobles sentimientos. Por supuesto, comprendes que tal vez no lleguemos a averiguarlo nunca. El trauma de Sophie podría ser permanente.
Mariana dejó de pensar en sus problemas y recordó los de la pequeña.
—¿Cómo se encuentra esta mañana? —preguntó con preo­cupación.
—Todavía duerme. Suele levantarse tarde, cuando ha tenido pesadillas por la noche. Le he dado instrucciones a la señora Lancaster para que la deje descansar. Y tú, ¿qué piensas hacer esta mañana? —dijo Peter con tono seguro y dominante.
—He pensado ir al pueblo para que me arreglen el coche de mi tía. No puedo seguir usando el de otra persona —respondió Mariana, con brusquedad porque Peter se creyera con el derecho de ser su guardián.
—Ummm...
El no volvió a hablar hasta que se puso de pie para irse y en­tonces Mariana creyó que no podría seguir controlando sus destro­zados nervios. Por el contrario, Peter no parecía muy alterado por lo ocurrido la noche anterior. No tenía ojeras y tampoco le temblaban las manos. Estaba tranquilo y Mariana parecía no im­portarle en absoluto. Mientras que ella había descubierto que su cuerpo seguía añorando sus caricias.
Cuando Peter se fue, Mariana subió para ver a Sophie. La pe­queña dormía con tanta paz, que parecía imposible que fuera la misma persona que había sufrido angustiosos sueños durante la noche. Peter le había dicho que Sophie rara vez se despertaba durante las pesadillas y que, por consejo del médico, no se las mencionaba cuando estaba despierta.
Después de decir a la señora Lancaster que tenía que arreglar unos asuntos en el pueblo, Mariana se fue. Cuando llegó al taller, le explicó al joven que la atendió cuál era su problema.
—Iré a ver su coche. ¿En dónde dijo que se hospeda?
Cuando Mariana se lo dijo, se sorprendió al ver que se sonroja­ba y le decía:
—¿Entonces usted es la prima de Nat... quiero decir, de la señora Lanzani?
—Sí —lo observó con detenimiento. Era obvio que conocía a Natalie, pero eso era lógico, ya que Little Martin era un pue­blo pequeño. Era atractivo y rubio y parecía un par de años me­nor que ella—. ¿Conocía a mi prima?
Él asintió y bajó la cabeza al responder. —Un día trajo su coche para que le hiciera una reparación y nos hicimos amigos —sonrió con amargura—. Si hubiera se­guido mi consejo aún estaría viva. Sabía que no era feliz, pero.. —se volvió.
—¿Natalie le dijo que no era feliz? —Verá, nos hicimos muy amigos por culpa de su coche. Yo no conseguía arreglarlo bien y por eso Natalie venía por aquí con frecuencia. Solíamos ir juntos a tomar alguna copa. Me dijo que se sentía muy sola y desde entonces empezamos a salir una o dos veces al mes —vio la expresión de Mariana y, como no supo lo que la causaba, ni que la sonrisa irónica era por su prima y no por su respuesta, dijo a la defensiva—. Todo fue inocente... ella sólo necesitaba a alguien con quien hablar... yo la apreciaba... me dijo que nadie la comprendía. Se sentía aburrida, sola... Su marido la ignoraba, tenía otras mujeres. El encargado de investigar la causa de su muerte dijo que se había quitado la vida porque es­taba muy deprimida; pero en realidad su marido fue el respon­sable. Si no la hubiera descuidado... Si la hubiera amado como ella merecía que la amaran —se volvió hacia Mariana con gesto an­gustiado. Ella comprendió la adoración que había sentido por su prima y tuvo lástima de él—. Él no quería acostarse con ella, ser un verdadero marido. Todo comenzó cuando ella esperaba a su hija. Él decía que era repulsiva. Le rompió el corazón.
Sus revelaciones sorprendieron a Mariana. No sabía qué pensar. Natalie siempre había mentido, pero ella sabía que Peter y su prima tenían habitaciones separadas. ¿Acaso se había arrepenti­do de su decisión impulsiva de casarse con ella? ¿Habría desea­do Peter haberse casado con ella y no con Natalie? Pero no, es­taba dejando correr su imaginación. Peter nunca la había querido. Sabía que Natalie había muerto por una sobredosis de pildoras para dormir y de pronto se preguntó si el médico que se las ha­bía recetado sabía lo peligrosamente deprimida que estaba su prima.

8 comentarios:

  1. Waaaw primero sigo sin entender a Peter, no entiendo porq la trata asi a Lali, segundo sigo sin entender porq Peter se caso con Natalie si la trataba asi, ensi no entiendo a Peter u.u ensima sos mala y no me qres contar nada...
    Subiiiiiii maaas!!
    Beso,Anto

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  2. AAAAv que secreto tiene esta historia por Dios!!

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  3. aja me encantaa masss ♥

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  4. Muy bueno el capi quiero el siguiente!!!!!!!

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  5. Algo tiene en la cabeza Peter, k no lo deja pensar con claridad,esta demasiado rencoroso, odiandola, y parece k se quiere vengar d algo, tratandola d esa manera,cruel y cinico.

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