novela: un amor inolvidable capitulo 10 primera parte

POR supuesto, pasaron horas antes de que la excitación se calmara. Para alivio de Mariana, Sophie insistió en dormir con ella y así evitó que Peter pudiera hablar con ella a solas.

Cuando Mariana comprendió lo que la niña había creído, le ex­plicó que nunca se iría sin decírselo.

—No quiero que te vayas. Quiero que te quedes para siem­pre —protestó Sophie.

Estaban solas en la habitación de Mariana. Peter estaba abajo y hacía citas con los especialistas que atendían a Sophie. Mariana no sabía si darle a la niña la seguridad que tanto necesitaba o decirle la verdad. La pequeña continuó diciéndole:

—Quiero que te quedes conmigo para siempre —los ojos de Sophie la miraban sinceros.

—Yo también quiero estar contigo, cariño —cuando menos a esto, sí le podía responder con honestidad.

—Papá dijo que a lo mejor habías vuelto a Estados Unidos, porque tenías que pensar en tu carrera —Mariana tensó la boca al imaginarse cómo dijo eso Peter.

—Siempre habrá un lugar importante para ti en mi vida, Sophie.

—¿Me prometes que te quedarás conmigo para siempre?

Por suerte, Peter entró en la habitación y evitó que Mariana tu­viera que responder.

—Es hora de dormirse, señorita —le dijo a Sophie—. Mañana tienes un día muy largo por delante. Vamos a ir a visitar al doctor Hartwell —Sophie puso la cara triste—. Quiere oír esa nueva voz tuya. No me ha creído que se parecía a la de un ratón.

Al verlos así, Mariana sintió que Peter quería a Sophie como si de verdad fuera su hija. Para castigarse por su debilidad mo­mentánea, los interrumpió diciendo:

—¿Ya le has dado la noticia a Sarah?

—Todavía no.

—Pensé que sería la primera con quien querrías compartirla.

—Más tarde la llamaré...

Mariana pensó que quizá comprendía que Sarah no se sentiría feliz por la noticia.

—Papá, dile a Mariana que queremos que se quede con noso­tros para siempre —interrumpió Sophie—. Quiero que se lo digas.

—Oh, Mariana ya es una chica mayor para prestar atención a lo que yo diga. Siempre hace su voluntad. Eso lo aprendí hace mucho tiempo.

Mariana sintió que se ruborizaba. Era obvio que Peter se refe­ría a cuando le dijo que su carrera era más importante que él, pero entonces ella creía que amaba a Natalie. Había pronuncia­do esas palabras para salvar su orgullo, pues sabía que no po­dría soportar vivir en Little Martin viéndole casado con su pri­ma. Mariana utilizó su carrera como excusa para evitar que supiera cuánto le dolía saber que la había engañado.

¡Cómo se había enfadado la primera vez que le dijo que Lucas pensaba que podría llegar a ser una gran modelo! En aquella oca­sión, no prestó mucha atención al comentario de Lucas, ya que ser modelo o cualquier otra cosa no había pasado ni un momento por su mente, pues sólo soñaba con casarse con Peter y tener hijos...

—¿Ser modelo? —había dicho Peter con enfado—. ¿No sa­bes cuántas jovencitas caen en esa trampa cada año? Y una vez que caen en ella, aunque lo intenten, no pueden escapar.

Ahora Mariana comprendía por qué Peter había dudado de la sinceridad de Lucas y entendía la aversión que sentía hacia él.

Por supuesto que Peter estaba equivocado en las intenciones de Lucas, ya que sin su ayuda ella nunca habría llegado a la cima. Peter le preguntó:

—¿Eres feliz, Mariana, ahora que has logrado tu ambición? Eres una de las mejores modelos del mundo.

—¿Feliz? No te entiendo —respondió ella, con un gesto de sorpresa; pero la infelicidad oscureció sus ojos durante un mo­mento. Claro que no era feliz. Su carrera sólo era una forma de pasar el tiempo, de silenciar sus pensamientos, de ocultarse que aún lo amaba, y no, el centro de su vida como Peter creía; aun­que eso jamás se lo diría.

—Por supuesto —con qué facilidad salían las mentiras de su boca—. Tengo una buena cuenta en el banco, mi independen­cia, algunos muy buenos amigos...

—Pero ningún amante con quien compartir tu cama por las noches.

Mariana notó que Sophie se había quedado dormida en brazos de Peter. Mariana tenía la mente en blanco y no se le ocurría nada para responder a Peter.

—Sólo porque no he querido tenerlo —dijo al fin.

—Me pregunto cuál será la razón. Con seguridad no es por falta de deseo físico.

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