traductor

English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian templates google Portuguese foro de coches Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

martes, 15 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable capitulo 4 ultima parte





Mariana dio las gracias al joven admirador de Natalie por ofre­cerse para revisar su coche y quedó en telefonearle al cabo de unos días para saber el progreso logrado. Antes de irse, supo que él había comprado un pequeño negocio en el pueblo, con una herencia pequeña que había recibido por deseo de Natalie. ¿Acaso él y su prima habían sido amantes? No creyó que así fuera, pues Richard Courtland no parecía un hombre capaz de ver a una mujer casada.
Antes de volver a la casa, fue a visitar al farmacéutico de Lit­tle Martin. Compartían al doctor Goodfellow con otros tres pue­blos y Mariana sabía que él siempre había estado en contra de las pastillas para dormir, por lo que no creía que él se las hubiera recetado a Natalie.
El farmacéutico le informó que el doctor Goodfellow ya se había retirado y que ahora los atendía un grupo de médicos que trabajaban en un ambulatorio que había en el pueblo de al lado.
—El doctor Howard es quien hace las visitas a domicilio. Vive en las afueras del pueblo. Antes vivía en Londres, pero su espo­sa se puso enferma y tuvieron que venir aquí. Pobrecita, apenas tiene treinta y dos años y es probable que quede inválida para el resto de su vida —le explicó que la esposa del médico sufría de una enfermedad muscular progresiva y que sus tres hijos es­taban internos en una escuela.
Mariana le sonrió y se fue. No era difícil imaginar que un médi­co con mucho trabajo y problemas personales, prescribiera pil­doras para dormir en alguien como Natalie... tal vez con la espe­ranza de alejarla de su consultorio.
Mariana se preguntó si valdría la pena ir a visitarlo. Sabía que nada le devolvería a su prima, pero no podía evitar el tratar de descubrir por qué se había suicidado, pues tal vez así pudiera ayudar a Sophie. Llegó a la casa a la hora de comer. Sophie picoteaba la comi­da y parecía cansada. Era la tarde libre de la señora Lancaster y Mariana accedió a cuidar a la pequeña.
—Sophie, ¿te gustaría venir conmigo a pasear? —le pregun­tó Mariana sonriendo.
Sophie asintió y media hora después se encontraban en un sendero que Mariana recordaba desde su niñez. Cruzaba varios cam­pos y terminaba en una llanura en la que los gitanos solían acam­par cuando ella era pequeña. Al principio, Sophie parecía ansio­sa de caminar por los campos. Mientras caminaban, Mariana hablaba sin esperar respuesta, pero trataba de atraer la atención de Sophie hacia su conversación. Cuando llegaron al final del camino, Mariana se dio cuenta de que el solar en que acampaban los gitanos ya no existía. Ahora había varias casas, incluyendo una casa del campo grande, cuyo jardín daba a los sembrados. Se sintió molesta, al notar que Sophie se había puesto nerviosa.
—Sophie, cariño, ¿qué sucede? —Mariana se arrodilló a su lado, mirándole la cara con preocupación. Sophie miraba hacia las cons­trucciones nuevas. No había nada extraño en las casas, nada que, para Mariana, justificara la intensa reacción de la niña. Decidió arriesgarse y dijo—: Ven, vamos a mirar esas casas; no las había visto antes.
Se puso de pie,'pero antes de que pudiera dar un paso, Sophie la cogió de la mano y se negó a moverse. La pequeña accedió a caminar, cuando vio que Mariana iba en dirección contraria.
¿Qué había originado su angustia repentina? Mariana se preguntó si valdría la pena contar a alguien el incidente. No quería acer­carse a Peter, porque quizá pensaría que utilizaba a Sophie para llamar su atención. Sintió calor en la cara, al pensar en lo ocu­rrido la noche anterior. Trató de olvidarlo, pero los recuerdos volvían a su mente. La intensidad de su respuesta física aún la inquietaba. Incluso ahora le parecía increíble haber experimen­tado tanto deseo. Hacía muchos años que no sentía nada pareci­do. La vieja Mariana había reaccionado igual que en su juventud.
Cuando llegaron a la casa, Sophie parecía tan cansada que Mariana sugirió que se acostara. Aunque no podía hablar, Sophie tenía su forma de comunicarse y un breve movimiento de cabeza le confirmó que estaba cansada.
Como Sophie estaba dormida, disponía del resto de la tarde libre. Eran las cinco y no tenía ni idea de la hora en que volvería Peter. En los viejos tiempos sólo trabajaba los sábados por la mañana, pero sospechaba que ahora haría cualquier cosa para evitarla. Ya había probado lo vulnerable que era ante él.
Mariana suspiró y recordó su promesa de revisar las cosas de Na­talie. Abrió la puerta de la habitación de su prima. La decora­ción era típica de Natalie, fuerte y dramática, con muchos colo­res. Un gran armario de espejos cubría una de las paredes.
Después de una hora, Mariana había ordenado varios monto­nes de ropa sobre el suelo. El aire estaba impregnado del perfu­me favorito de su prima. Natalie tenía mucha ropa, pero, ¿aca­so comprar ropa no era la ocupación de una mujer solitaria y aburrida? ¿Se habría sentido sola su prima?
Un ruidito hizo que Mariana se volviera y vio que Sophie estaba de pie en la puerta, con una mirada de horror en la cara. Cuan­do vio a Mariana, hizo un sonido inarticulado y corrió hacia ella. La fuerza del pequeño cuerpo casi tiró a Mariana.
Consoló a la pequeña, la abrazó y la calmó. Sophie enterró la cara contra su pecho. Mariana comprendió que la pequeña trata­ba de absorber su perfume, el cual era muy diferente al de Natalie, ya que era suave y fresco. El olor de su perfume debió cal­mar a Sophie, porque dejó de temblar y permitió que se pusiera de pie con ella en brazos.
Mariana iba hacia la puerta cuando Peter entró. Sus ojos la re­corrieron con furia.
—¿Qué estás haciendo?
—Natalie era mi prima —por alguna razón no le quiso expli­car que la señora Lancaster le había pedido su ayuda—. ¿No es natural que quiera saber por qué quiso quitarse la vida?
—¿Y esperabas encontrar una explicación aquí? —su sonri­sa era de burla—. Natalie pasó tan poco tiempo en su cama como en la mía. ¿No es eso lo que querías saber? —le dijo con furia—. ¿No es ese el motivo por el que has vuelto? ¿Para ver el daño que causaste?
Ella no comprendió lo que le decía. Mariana supuso que la indi­ferencia de Peter había alejado de él a Natalie y que él daba a entender que su prima nunca había sido feliz siendo su mujer. ¿Cuál era la verdad?

ESTEN ATENT@S EMPIEZAN A RESOLVERSE LOS MISTERIOS BESOSSS

6 comentarios:

  1. Haaay cada veez entiendo menos Pupy ¬¬ primero porq la nena no queria ir a esas casas, segundo eso q le dijo Peter, de q ella queria saber el daño q causo,una cosa asi... y tercero sigo con la duda de siempre, NO ENTIENDO A PETER¬¬
    Alll fin se van a resolveer, muero de intriga...
    MAAAS!!
    Beso,Anto

    ResponderEliminar
  2. quiero mas nove... me encanta esta nove...!!!!
    Espero q subas pronto...
    Besos q estes bien...!!! :)

    ResponderEliminar
  3. Me quede con ganas d mas ,esta parte del cap,fue cortito,y lo dejaste picando.Tanto misterio k ya no se k pensar,si tuvo la culpa Natali,x como era,o Peter ,k se volvio tan cinico e irascible ,como se esta mostrando con Mariana.No le importa decirle k Natali paso tan poco tiempo en su cama, como en la d el,estando Sophi en brazos d Mariana.

    ResponderEliminar
  4. Me encanto!
    Que genial cap!
    PERO.... NECESITO UNO MAS!!!!
    Besos

    ResponderEliminar