lo juro, mi pierna casi se soltó de mí. Porque
a la última persona que esperaba que respondiera al llamado de la puerta en la
casa de Señora Reynolds era Mariana Esposito que lleva un ridículo delantal
color rosa con flores verdes estampadas.
Intenté
agarrarla del brazo cuando ella casi pierde su equilibrio, pero llegué
demasiado tarde. Una vez en el suelo, ella se negó rotundamente a tomar mi brazo
extendido.
—¿Qu...
qué estás haciendo aquí?
—¿Qué
estás haciendo aquí? —pregunte.
—Trabajo
aquí después de la escuela —dijo ella intentando pretender estar satisfecha con
quedarse tendida en el suelo.
Saqué
mi Identificación del Departamento de Justicia rápidamente de mi bolsillo. Y
verifico dos veces, nuevamente la dirección antes de decir —Estoy aquí para ver
a la Señora Reynolds. Esta su casa es, ¿no es así? —el odio de Mariana es
completamente evidente reflejado en su mirada—. Escucha, verte aquí es también
una sorpresa para mí —le digo—. El gerente de The Trusty Nail me envió. La casa
de esta señora es el próximo sitio del trabajo en la lista.
Miro
como Mariana se levanta por sí misma. Y parece doloroso, lo puedo decir al
mirar que sus dedos se curvan dentro de un puño.
Dios, mirarla esforzándose hace que me enferme
del estómago. Porque yo le hice esto, aunque fuera sin culpa. —Lo siento —digo.
—Díselo
al juez —masculla ella.
—Ya
lo hice —respondo verídicamente. No es que eso le importe al Juez Farkus. El
tipo quería ponerme de ejemplo para todos los delincuentes que bebían y que se
encontraban detrás del volante de un automóvil—. ¿Qué quieres de mí, Mariana?
—Quiero
que te vayas.
—No
puedo —le digo.
Una
señora de edad aparece desde la parte de atrás de la casa y arrastra los pies
hacia la puerta. —Tú debes ser del programa de servicio a la comunidad —dice.
—Sí,
señora —me adelanto y le doy mi Identificación de servicio a la comunidad para
que lo inspeccione. Es un requisito mostrarlo antes de entrar en una casa.
La
Señora Reynolds examina mi Identificación, luego me la devuelve. —Bueno, entre,
adelante. Ésta de aquí es Mariana, la que me acompaña. Mariana este es... ¿Cómo
dijiste que te llamabas?
—Peter.
La
Señora Reynolds le dice a Mariana, —Peter va a ayudarnos. Muéstrale al ático y
explícale nuestro proyecto mientras yo inspecciono algunas galletas que tengo
cocinando en el horno.
Luego
pongo mi mochila en el suelo después de que la Señora Reynolds está fuera de
vista. —Otra situación bochornosa, ¿huh?
Mariana
está todavía como una estatua.
—Desearía
que nunca regresaras —dice ella tranquilamente, abrazándose a sí misma.
Estoy
tentado de largarme y ver la encolerizada cara de Damon por abandonar el
servicio a la comunidad, pero no quiero. Estoy atrapado aquí con ella.
—No
voy a ir a ninguna parte hasta que termine este trabajo para la señora.
Los
ojos de Mariana se ensanchan. Su boca se abre y se cierra, pero ninguna palabra
sale de ella. Luego se da la vuelta y camina en el interior de la casa.
La
sigo silenciosamente a una escalera estrecha en el segundo piso hacia el ático.
Mariana
apunta hacia una caja. —Necesito que botes esto. Pondré las cajas allí y puedes
disponer de ellas.
Yo
asiento.
Trabajamos
en silencio. Mariana pone las cajas en una fila para botarlas y yo las llevo
bajando las escaleras. La Señora Reynolds me hace tirar las cajas en
las
bolsas de basura más grandes y luego las llevo al bote de basura que se
encuentra al empezar la entrada de autos.
La
Señora Reynolds sale de la cocina y me da un plato de galletas. —Toma, lleva
estas al ático. Tú y Mariana pueden compartirlos mientras trabajas.
Entro
en el ático de nuevo en lo que parece un millón de veces hoy con las galletas
en la mano. Mariana tira una caja en mi dirección, pero yo me muevo para
esquivarla. Fue intencional, no tengo ninguna duda sobre eso. —Mira lo que te traje,
¿quieres? —deposito el plato sobre un baúl en medio del ático.
Ella
se gira, me da la espalda e ignora el plato.
Mariana
piensa que es la única víctima en este total enredo. Así que tengo que
mantenerme como si no me importara. Sin importar lo que paso, no puedo
permitirle que se meta debajo de mi piel y descubra la verdad. —Escucha, Mariana,
fue un accidente. Si solo pudiera volver aquel día, lo haría. Si pudiera retroceder
el tiempo, lo haría.
Ella
se gira en mi dirección ahora, con la cabeza inclinada a un lado. —Dime, Peter.
¿Por qué tus disculpas me suena tan poco convincentes?
Me
quedo de pie, mudo, mientras ella toma el plato de galletas y deja el ático. ¿Por qué no puede ser esto fácil? recojo la siguiente caja y no le doy importancia a el
resto hasta que todas las cajas están en la basura.
Mariana
deja la casa de la Señora Reynolds primero, así que aguardo detrás. La señora
ya de edad está en el antejardín cuando yo le doy la hoja de asistencia y la
pluma. —Gracias por dejarme trabajar aquí —le digo.
—Mi
esposo, Albert, que descanse en paz, creía que era importante ayudar a los
menos afortunados. No me agradezcas empezado apenas el sistema de justicia
juvenil o trabajaremos durante unas semanas más. Hiciste un buen trabajo hoy.
Le
doy una sonrisa de agradecimiento.
Ella
empieza a firmar el formulario, pero se detiene. —Aquí dice que tienes
experiencia en construcción. Ya sabes... podría tener otro trabajo para ti. Es
decir, si estas interesado.
—¿Qué
tipo de trabajo?.
—¿Qué
tan bueno eres con las manos?.
—Mejor
que la mayoría —le digo, soltando una risita.
La
señora de edad apunta a un montón de madera apilada en una esquina del jardín.
—De acuerdo, Sr. mejor-que-la mayoría. ¿Cree que pueda construirme un parasol
con ese montón de madera vieja? Sabe lo que es un parasol, ¿no es así?
Sí,
sé lo qué es. Construir un parasol tomará un par de semanas por lo menos,
probablemente el tiempo suficiente para terminar mi servicio a la comunidad.
¿Qué estoy pensando? Yo no puedo trabajar con Mariana.
De ninguna manera. Nunca funcionaría.
Aunque
no es como si realmente estuviera trabajando con ella. Estaré solo,
construyendo el parasol. La manera en que la Señora Reynolds está mirándome con
confianza fortalece mi ego herido. No tengo por qué pensar en Mariana. No tengo
por qué pensar en lo que está bien o mal. Así que digo abruptamente, —Puedo
hacerlo —debo ser honesto con la señora y le digo sobre por qué fui declarado
culpable. Y, lo más importante, quién me declaro culpable por lo que paso—.
Señora Reynolds, tengo que ser honesto con usted...
Como
si fuera una señal del cielo, el teléfono sonó. La señora de edad toma su
bastón y se da prisa para entra en la casa. —Regresa mañana y luego
terminaremos nuestra conversación.
Así
que también me doy prisa para coger el autobús porque estoy retrasado. Cuando
me subo, Mariana está sentada en frente así que me dirijo a la parte de atrás.
El
viaje en autobús que dura quince minutos parece como de una hora. En nuestra
parada, somos los dos únicos en el bus. Bajamos y dejo que ella avance primero
mientras yo la sigo por detrás.
Mi
hermana está afuera. La expresión en su cara cuando ella nos ve a Mariana y a
mí, caminar por la calle juntos, no tiene precio.
—¿Vienes
a casa con Mariana? —pregunta Eugenia, siguiéndome hacia la entrada de la casa.
—Estábamos
en el mismo autobús. No te emociones por eso.
—¿No
te emociones por qué? —dice mamá, viniendo de la casa y entrado en el medio de
una conversación que da que yo no quiero que ella se entere de nada.
—De
nada —le digo a mamá, luego entrecierro mis ojos en dirección a mi hermana y le
digo a través de dientes que tan sólo ella puede oír—. Deja de hacer un show
por esto.
Eugenia
corre a su cuarto y cierra la puerta de un portazo. Mamá regresa a la cocina,
olvidando completamente todo.
Los Lanzanis son la imagen de una
familia-perfecta. Un cuadro-perfecto, una maldita-familia-perfecta.
HAAAAAAAAAAAAAAY SABES MU PUPY VOS CADA VEZ ME DEJAS PEOR SABES SIEMPRE ME DEJAS CON GANAS DE MAS JHAJAJAJAJA SOS UNA GENIA TE AMO MI LINDURA
ResponderEliminarDULCE
Estuvo bueno, encima poco a poca se van acercando
ResponderEliminarMas Nveee
@sarapinyana
mas nove mas nove :)
ResponderEliminarMe lo imagine,pero te superas,y me sorprendes.
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