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miércoles, 30 de mayo de 2012

novela: salir del paraiso capitulo 34



estoy tarareando una vieja canción que mi madre solía cantarme cuando me metía en la cama, cuando tenía miedo de la oscuridad y me negaba a ir a dormir. La vida era menos complicada entonces. Mi papá vivía en casa y el único trabajo de mamá era, bueno, tan solo ser madre.
Ahora está trabajando como camarera y saliendo. De acuerdo, esa última parte es mi culpa. No puedo culpar a mi mamá por su cita esta noche. Gracias a Peter, estoy llegando a términos con eso.
Esa primera noche me besó mágicamente. Estaba toda preparada para ser solo amigos, apreciando nuestra relación platónica, cuando de repente se convirtió en algo más. Cuando estoy con el no pienso en mi cojera. Todo lo que pienso es como se siente el ser capaz de hablar y compartir y besar.
¿Y enamorarme de Peter Lanzani otra vez? No lo sé. Estoy tan nerviosa y asustada de ser herida de nuevo, que mantengo una pared para que mi corazón este protegido.
Poco a poco ha estado socavando esa pared.
Después del trabajo nos hemos estado bajando del autobús dos manzanas más atrás para que podamos robar unos pocos minutos extras juntos.
Desafortunadamente, hoy tenía una reunión con algún consejero del Departamento de Correcciones. Dijo que era importante, así que espero que le vaya bien.
Le he perdonado por el accidente. Hace dos días intentó proponerlo, diciendo que tenía algo importante que decirme sobre eso. Lo corté con un beso y promesas de perdón.
El viento está soplando, y las hojas están empezando a caer. Es el final del verano. Los árboles, hierba y flores se están preparando para la inactividad. Conforme planto el último de los capullos de narcisos para la Señora
Reynolds, pienso en el invierno que tendrán que sobrevivir antes de descongelarse y estar listos para su primer vistazo al sol.
Miro hacia arriba y paro de soñar despierta sobre canciones y árboles y Peter para encontrar a la Señora Reynolds de pie sobre mí. Dejo de tararear. —Estás muy alegre hoy.
—Solo tengo cinco capullos mas antes de terminar —le digo.
—Eso es una cosa buena, también —dice, mirando hacia el cielo anocheciendo—. El tiempo está cambiando. Ya siento un frío invernal en el aire.
—Yo también —después de terminar el último capullo, nos sentamos y cenamos.
—Me gustaría invitarte a ti y a tu madre a cenar una noche. Pero solo si está bien para ti.
—¿Por qué no lo estaría?
—Porque mi hijo ha estado saliendo con tu madre más de lo que lo ha estado en los últimos tres años. Lo he estado entrenando, ya sabes.
—¿Lo has hecho?
—¿Llevó Lou chocolates la primera vez que fue a tu casa? —asiento.
—Ese era mi consejo. Le dije que llevara rosas amarillas a tu madre porque son la mejor manera de empezar…
—No eran rosas amarillas —levanta una ceja—. ¿No lo eran?
—No. Tulipanes.
—¿Amarillos?
—Púrpuras.
—Uhm. Y los chocolates, ¿eran caramelos?
—Frango Mints. Muy sabrosos.
—¿Sabrosos, eh? Mucho para el consejo de una madre —río.
Mi jefa agita sus brazos al aire. —Suficiente holgazanería, Mariana.
Cuando estamos guardando los platos, la Señora Reynolds se balancea y se sujeta al borde del mostrador para apoyarse.
—¿Está bien? —pregunto, tomando su plato y dirigiéndola al sofá.
—Estos nuevos medicamentos están causando estragos en estos viejos huesos, eso es todo. Nada por lo que preocuparse.
Yo me preocupo. Antes de dejar su casa, llamo al Comedor de la Tía Mae y le digo al Señor Reynolds que la controle.
Me dirijo a la parada del autobús después de convencerme de que está bien. Un coche me grita cuando camino. Lo reconozco como el mismo coche con los tipos con los que se peleó con Peter.
— Hey, es la novia retrasada de Peter Lanzani —alguien grita por la ventana. Me muerdo el interior del labio y sigo andando.
—Creo que te quiere, Vic. Por qué no le muestras un buen rato —alguien más dice. Luego todos ellos se ríen.
El coche está yendo despacio a mi lado. Solo espero que no bajen del coche. Si paro de andar, ¿saldrán?
¿Me harán daño?
Un miedo profundo, tan intenso que estoy temblando por dentro, no me deja parar.
No puedo volver a la casa de la señora Reynolds. Está demasiado lejos y no puedo correr más rápido que estos tipos. Hay casas que bordean la calle. Podría intentar tocar el timbre y pedir a alguien que llame a la policía.
Un plan se forma en mi cabeza. Me doy la vuelta y me dirijo en dirección contraria, la dirección por la que venía. Pero en el proceso me caigo. Mis manos me escuecen y siento humedad pegajosa goteando por mi rodilla del corte que me acabo de hacer de la caída.
—¿Tuviste un buen viaje? —uno de ellos grita por la ventana.
Me levanto y cojeo más rápido, rezando por que el coche no se vuelva y me siga. Porque si lo hacen, no sé cómo voy a manejarlo. Escucho el sonido del coche girando. No me atrevo a mirar atrás y darles otra razón para venir tras de mí. Pero difícilmente puedo oír nada aparte del jadeo furioso de mi propia respiración.
El alivio corre a través de mí cuando el autobús hace un estruendo calle abajo. Me apresuro a la acera y le hago señas al autobús para que pare, luego miro para ver si el coche está todavía por aquí.
—¿Estás bien? —pregunta el conductor del autobús.
—Estoy bien —digo, luego me escabullo al final para sentarme.
Nada puede curarme, ninguna cantidad de terapia o cirugías. La vieja Mariana, la estrella del tenis sin cojera debilitante, la vieja Mariana, quien podía huir del peligro, no existe.
Peter está fuera cortando el césped conforme bajo la calle. Para el motor y se precipita a mi tan pronto como mira hacia a mí.
—¿Qué ha pasado? Dime que ha pasado.
Estoy intentando contener las lágrimas. —Estoy bien.
Mira alrededor para asegurarse de que la gente no está mirando, luego acuna mi cara en sus manos. — No estás bien. Maldita sea, háblame.
Lo miro con desesperación. —Fue este tipo, Vic.
—Lo mataré si te ha tocado —gruñe, mirando mis pantalones rasgados manchados de sangre.
—No lo hizo. Él y sus amigos solo me asustaron, eso es todo.
—Me aseguraré de que no vuelva a suceder, Mariana.
Le sonrío afectuosamente. —No vas a ser siempre capaz de protegerme. ¿Qué vas a hacer cuando esté en España?, ¿volar y golpear a todos los tipos malos que se rían de mi?

3 comentarios:

  1. pobre mariana que lindo peter que se hace el protector.. amo esta nove sos una genia sube mas porfaaaa

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  2. No que mal lo de Mariana y Peter que la protyege mas tierno... me jode que siga con la idea de irse a España
    Mas Noveee!!!!
    @sarapinyana

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  3. Bien ,ya lo perdono ,el quiere protegerla,pero como lo haga,Damon cae sobre el,y Peter es en lo k menos piensa,tiene solo un pensamiento,protegerla, igual k protegió a su hermana.Prefiere k lo metan d nuevo en la cárcel,a k le hagan daño a Mariana.¡K coraje!después d todo lo bueno k le pasa ahora con Peter,todavia piensa en irse a España.

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