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sábado, 5 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable segundo capitulo primera parte





TREINTA y seis horas después, mientras bajaba del avión en Heathrow, Mariana sentía que la angustia se había apode­rado de ella. Una breve llamada a su agente para explicarle la situación, le permitió cancelar algunos compromisos y pos­poner otros. Lo cual, según su agente, era una muestra de que se encontraba en el mejor momento de su carrera..
Hacía más frío en Londres que en Nueva York. Para aho­rrarse un complicado viaje en tren, Mariana decidió ir a Little Mar­tin en taxi. El taxista levantó las cejas cuando le explicó a dónde quería que la llevase. Sabía que la tarifa sería astronómica, pero esa era la menor de sus preocupaciones por el momento. ¿Había hecho lo correcto? Sólo el tiempo podría responderle. Había ac­tuado de manera impulsiva, dejándose llevar por sus sentimien­tos, más que por la lógica. Sophie no la conocía y era tonto creer que la niña respondería al verla, cuando no quería o no podía hacerlo con su propio padre.
Cerró los ojos y se reclinó en el asiento, sin notar que el con­ductor la miraba con atención por el espejo. Sus ropas eran sen­cillas, pero no ocultaban su valor, el taxista se preguntaba qué sería lo que la hacía ir a un lugar tan remoto con tanta prisa. No llevaba puesto ningún anillo.
Eran las tres cuando el taxi la dejó frente a la casa de Peter. No supo a qué otro sitio dirigirse y como Tom Smith le había dicho que Peter la estaría esperando, pensó que hacía lo correcto. El agente de bienes raíces tenía las llaves de la casa que había heredado de su tía. Mariana había pensado recogerlas después de ver a Sophie.
La casa de su tía había estado alquilada, pero los últimos inquilinos hacía tiempo que se habían ido y ahora estaba vacía. Po­der disponer de la casa era perfecto, pensó Mariana. Le permitiría estar cerca de Sophie, mientras decidía lo que hacer.
Su llamada a la puerta no obtuvo respuesta y, mientras espe­raba que alguien apareciera, reconoció que parte de su tensión se debía al hecho de que se encontraría con Peter.
La casa parecía desierta y volvió a llamar. Le preocupó no obtener ninguna respuesta. Tom le aseguró que Peter estaría allí. Quería verla antes de que se entrevistara con Sophie. Suspiró y asió el picaporte de la puerta, con gran sorpresa, Mariana se dio cuenta de que la puerta estaba abierta.
En el momento en que entró en el vestíbulo, los recuerdos la invadieron. Había visitado aquella casa en compañía de sus tíos, pues eran íntimos amigos de los padres de Peter. Pero la mayor parte de sus recuerdos eran los breves momentos en que había estado allí, a solas con Peter. Fue en ese vestíbulo en donde la besó por primera vez un día que fue a llevar un mensaje de su tía. Peter la había cogido por sorpresa y ella estaba tan asom­brada que no pudo resistirse. Él también parecía un poco sor­prendido, pero se recobró con rapidez e hizo un comentario acerca de que era demasiado hermosa. Ese había sido el comienzo...
Suspiró y con ansiedad recorrió con la mirada la habitación. ¿En dónde estaba Peter? Lo llamó y tembló al hacerlo. Su vesti­do de seda era adecuado para Nueva York, pero no para Ingla­terra. Mariana sentía frío, a pesar de que estaban en el mes de junio.
La puerta del salón estaba medio abierta y, como atraída por una fuerza superior, caminó hacia allí. Había sido en esa habita­ción donde sus sueños habían sido destruidos. Como una sonám­bula entró y se sorprendió al ver lo poco que había cambiado. Natalie odiaba la decoración tradicional de la casa y Mariana esperaba encontrar todo cambiado. El sol entraba por las ventanas e iluminaba al hombre que estaba dormido en el sofá. Mariana se detuvo de pronto, sin poder respirar.
Sentía que el aire le quemaba la piel, como si alguien se la hubiera arrancado y quedara expuesta a un dolor insoportable. Ver a Peter era mil veces peor de lo que había imaginado e im­portaba poco que él no hubiera notado su presencia, ya que, al parecer, estaba dormido.
Mariana se dio cuenta de que la coraza que había construido, durante aquellos años, para protegerse de Peter, era falsa.
El cabello negro y ondulado de Peter aún no tenía canas y su cuerpo delgado parecía fuerte incluso dormido. Unas arrugas que Mariana no conocía rodeaban sus ojos cerrados. Y en su boca se veía un cinismo que antes no existía. Su cara era la de un hom­bre que había sufrido una gran desilusión, y en vez de sentirse contenta por esto, le dolió el corazón. Habían estado separados siete años y sólo Dios sabía por cuántos kilómetros, pero al mi­rarlo, su reacción fue tan intensa y dolorosa como lo fue en el pasado.
No era posible que aún lo amara, eso era ridículo... Era sólo la impresión de verlo lo que había causado esa reacción... Debía recordar que él no era ni había sido nunca el hombre del que se había enamorado. Mariana le había otorgado cualidades y virtudes que Peter desconocía.
Sin darse cuenta de lo que hacía, se acercó a él. El cansancio aparecía en las facciones de Peter. Al caminar, golpeó algo y bajó la vista, encontrándose con una botella de whisky medio vacía y una copa. ¿Había estado bebiendo Peter? Frunció el ceño y después se dijo que era un hombre cuya esposa se había suicida­do hacía poco tiempo y que, amara o no a Natalie, en su interior tendría sentimientos de dolor y culpa. Él se movió y el cojín en el que tenía apoyada la cabeza se cayó al suelo.
Inconscientemente, Mariana se inclinó para cogerlo y se acercó al borde del sofá. Sus dedos rozaron la mano de Peter y él la apartó como si el contacto le quemara. Tenía la camisa abierta y pudo ver el vello que oscurecía su piel, más grueso de lo que recordaba o quizá sería que cuando tenía diecinueve años se fijaba menos que ahora en la sexualidad masculina.
Su corazón comenzó a latir con fuerza por el pánico. Había empezado a retirarse, cuando los dedos de Peter se cerraron al­rededor de su muñeca. Aún tenía los ojos cerrados y la frente fruncida. Su pulgar acariciaba su muñeca y Mariana no sabía qué la impresionaba más, si sus caricias o su respuesta a ellas. Él to­davía estaba dormido y ella se dejó caer de rodillas a su lado, tratando de soltar sus dedos sin despertarlo.
La ira y el enfado hicieron que Mariana se sonrojara. Durante siete años había aprendido a defenderse de situaciones como ésta y aquí estaba, avergonzada como una adolescente, sólo porque un hombre dormido sostenía su mano.
Con amargura, reconoció que Peter no era cualquier hom­bre y que su turbación y dolor eran producidos no por el hecho de que la estuviera tocando, a pesar de lo sorprendente que era su reacción por este hecho, sino porque sin duda él creía que era otra persona, tal vez Natalie o quizá otra mujer. Mariana compren­dió que no podría soltarse sin despertarlo. Controló su enfado y, con la mayor tranquilidad que pudo, se acercó a Peter. Le tocó un brazo y, al sentir la suave firmeza de su piel, una sensa­ción indescriptible recorrió su cuerpo.
En ese momento, él abrió los ojos. Mariana había olvidado lo fascinantes que podían ser, a veces eran de color marrón oscuro, y otras dorados y brillantes como el topacio. Peter la miró directamente a los ojos.
—Mariana... —sonrió y los dedos de su mano libre se deslizaron por su cabello. Sintió que la atraía hacia él y como estaba muy sorprendida no se resistió; cerró los ojos y entreabrió los labios, anticipando el beso. Parecía que nunca se había alejado de allí. Su beso fue tierno y poderoso. Sintió que tenía otra vez diecinueve años y que al mismo tiempo que lo deseaba, temía ese deseo.
Su beso le dijo que él sabía todo eso y lo entendía.
Mariana apenas tuvo tiempo de reaccionar. De pronto, el abrazo de Peter se hizo más intenso y, con los ojos fijos en ella, se apartó. Mariana parpadeó y, con más lentitud que él, consiguió dis­tinguir el presente del pasado. Comprendió que cuando Peter la besó no era consciente de lo que hacía.
—Por fin has venido —la soltó y se puso de pie, mientras ella permanecía arrodillada en el suelo—. Supongo que debemos sen­tirnos honrados, pero estoy seguro de que nos perdonarás por no haberte preparado un gran recibimiento. ¿Qué te hizo vol­ver, Mariana? ¿La culpa, la curiosidad?

11 comentarios:

  1. como lo podes dejar asi pupy queres que te mate nena me subis yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa otro capitulo te ruegoooooooooooooooooooooooooo

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  2. no no no no no lo podes dejar ahi quiero minimo 35 capitulos mas no tenes una idea de lo hermoso que escribes pupy eres una geniaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  3. no sabes lo que estoy esperando el otro capitulo me tenes desesperada nena quiero mas novelaaaaa hermosaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  4. y que tenga capitulos hermosossssssss quiero saber como sera la niña con lali quiero todo yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  5. quiero saber si peter amaba encerio a lali y si fue la prima de lali le puso algoooooooooooo a peter para que pasara lo qu pasoo quiero saber siiiiiiiiiiiii todavia peter ama a lali

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  6. quiero mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas novelaaaaaaaaaaaa porfiiiiiiiiiiiiiiis

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  7. AMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO TU NOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSS

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  8. QUIERO OTRO CAPITULO PUPYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY HERMOSAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA DE MI CORAZON

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  9. QUIERO MAS NOVELA HERMOSA QUE ESCRIBIS
    ATTE: LA LOCA QUE ESTA FIRMANDO DESESPERADAMENTE POR MAS NOVELA

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  10. PD: QUIERO MAS NOVELA TE LO RUEGO IMPLORO MAS NOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  11. Lali aun enamorada d el ,su coraza se hizo añicos.K aspero e ironico k esta Peter.

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