John se disculpó. Harold frunció el ceño y Mariana
puso todo de su parte para suavizar el momento. No sabía por qué John Howard
había volcado su bebida, pero era obvio que estaba preocupado por cosas más
importantes que el trauma de Sophie. Sin hacer ningún comentario
sobre los nervios del doctor, Mariana comenzó a hablar con alegría de su vida
en Nueva York e hizo reír a Harold y logró que John sonriera. Y cuando llegó el
siguiente plato, ya se habían olvidado de lo sucedido.
John eligió su menú enseguida. Parecía que Harold y él se movían en el
mismo medio y Mariana los escuchó discutir acerca de una reunión local, hasta
que sus sentidos comenzaron a mandarle un mensaje sutil y silencioso. Sin
poder evitarlo, volvió la cabeza. Había llegado su turno de perder el color. Peter
estaba sentado tres mesas más allá, junto con dos hombres de negocios y una
hermosa morena. Los cuatro charlaban, pero cuando ella miró la cara de Peter,
fue como si le enviara un mensaje. Él la miró y su boca hizo una mueca burlona
al ver la palidez de su cara. Mariana recordó su descubrimiento de la mañana,
de que aún lo amaba, y fue la primera en mirar hacia otro lado, con la esperanza
de que Peter no hubiera notado su sonrojo.
¿Quién era la morena? En otras circunstancias habría encontrado sus celos ridículos,
pero en ese momento la torturaban y trataba de escuchar lo que decían sus
compañeros de mesa en vez de mirar a Peter. Él era como un imán que atraía su
atención una y otra vez. En varias ocasiones él levantó la vista y se encontró
con que lo miraba, y en una, la morena la vio y sonrió.
—Ummm, no me había dado cuenta de que Peter estaba aquí —dijo Harold,
siguiendo su mirada—. Está con los principales ejecutivos de Fanchon... debe de
estar negociando otro contrato con ellos.
Harold explicó que Fanchon era una compañía francesa, con un mercado
similar al de Peter y a la que en varias ocasiones les había vendido derechos
de patente.
—¿Y la chica? —preguntó Mariana.
—Es la secretaria de Peter —le dijo Harold y Mariana se sintió enferma.
¿Qué le sucedía? El que esa chica fuera la secretaria de Peter no quería decir
que tuvieran una relación sexual. ¿Y qué relación mantenía con Sarah? Con
amargura, pensó que Sarah, al igual que ella y Natalie, tendría que
acostumbrarse a compartirlo.
Mariana se puso contenta cuando terminaron de comer, y parecía que John
Howard también se alegraba. Notó un alivio en él cuando se puso de pie. Mariana
sintió no haberle preguntado sobre Natalie. Movida por un impulso repentino,
colocó una mano sobre su chaqueta y le dijo:
—Por favor, ¿podría verlo alguna vez...? Quiero hablarle acerca de Natalie
—sintió cómo se tensaban sus músculos. —Yo la llamaré. Ahora debo irme.
—Parece que está bajo una gran tensión —le dijo Mariana a Harold cuando
salían del restaurante.
—Sí, por supuesto. Su esposa es casi una inválida. No debe resultar fácil
para un hombre normal y saludable vivir con ella. Además creo que nunca se
divorciará de ella, porque pertenece a una familia muy rica. Antes de que ella
enfermara, él tenía consulta privada. El trabajo que ahora tiene no le deja
mucho dinero y una vez que se está acostumbrado a cierto nivel de vida...
—dijo Harold mientras subían al coche y se dirigían a la oficina. Aquellos
comentarios la daban náuseas a Mariana, pero creía que era el modo de pensar de
Harold y no se molestó en discutir con él. Mariana estaba segura de que John
Howard no era un hombre egoísta. Le había parecido un hombre muy sensitivo y
sincero, incapaz de hacer a un lado a su esposa cuando más lo necesitaba.
Pero Mariana sabía que los hombres rara vez pensaban como las mujeres, que son
capaces de grandes sacrificios por el bien del hombre que aman, y comenzó a
dudar de la buena intención que le había causado el doctor. Sin embargo, algo
en su interior le decía que aquel era un buen hombre.
Cuando llegaron a la oficina, Mariana discutió con Harold el trabajo que
creía que necesitaban efectuar en su casa y, como esperaba, él conocía varias
firmas que podrían hacerlo. Además le prometió obtener varios presupuestos.
—Así te veré un poco más —le dijo, mientras la acompañaba hasta el coche—.
Me gustaría que el sábado me acompañaras a la cena que darán unos amigos míos,
para celebrar que su única hija cumple veintiún años —le pidió Harold antes de
que la modelo se fuera.
—Ahora no puedo darte una respuesta —dijo Mariana con una sonrisa
cariñosa—. Será mejor que te llame para confirmarlo.
Mariana no había ido a Little Martin para ir a reuniones sociales, pero
pensó que el sábado, tal vez se sintiera feliz de tener una excusa para escapar
de la presencia perturbadora de Peter.
Cuando Mariana llegó a la casa, Sophie ya estaba durmiendo. Y Sarah ya se
había ido.
—Señora Lancaster, ¿sabe si Sophie ha hecho algún progreso durante la
sesión con Sarah?
—Sarah se impacienta mucho con ella. Tener éxito con Sophie es muy
importante para ella... quizá demasiado importante. Creo que quiere impresionar
a Peter...
A Mariana le sorprendió que la señora Lancaster le hablara con tanta
libertad, pero como no conocía los sucesos del pasado, sin duda la consideraba
como un miembro de la familia de Peter.
¿Se habría imaginado Natalie lo que ella sufriría estando cerca de Peter?
Se estremeció. ¿Acaso ese pensamiento había ocupado la mente de su prima
durante sus últimos momentos antes de morir? Casi podía sentir la maldad de
Natalie. Apartó esa sensación poco placentera y subió a la habitación de
Sophie. La pequeña estaba profundamente dormida. Había estado dibujando y las
hojas con brillantes colores cubrían la cama. Mariana comenzó a recogerlas y
se quedó helada al fijarse en uno de los dibujos, en el que una pequeña figura
se enfrentaba a otra más grande; las dos, a juzgar por los vestidos que Sophie
había pintado, eran mujeres. La cara de la más grande tenía una expresión muy
violenta, como si estuviera llena de ira. No podía ver la expresión de la
figura más pequeña, porque Sophie la había dibujado de espaldas. Sintió que el
dibujo tenía algo que ver con el trauma de la niña y examinó los demás, pero
ninguno era similar.
Mariana cogió el dibujo y se inclinó para tocar el cabello de la pequeña.
Pobre Sophie. Si fuera hija suya y de Peter... Fue a su habitación y guardó el
dibujo en el cajón de la mesita que estaba junto a su cama. Quería mostrárselo
a Peter, pero temía que él calificara su sospecha como infantil.
Mariana se sentía inquieta y se puso a pasear por el jardín. Un sendero
conducía hasta un apartado pabellón, construido junto a un estanque. La paz y
la soledad de ese sitio siempre habían atraído a Mariana. Estaba separado del
resto del jardín por un grupo de árboles y tenía un aire secreto e intemporal.
El pabellón no estaba cerrado con llave y Mariana entró, notando que desde
la última vez que lo visitó, los sofás que estaban contra la pared tenían
cojines nuevos. Siempre se había imaginado a damas de épocas anteriores,
tomando el té de la tarde allí y columpiándose junto al estanque, abanicadas
por algún ardiente y apuesto admirador. Perdida en sus sueños, dio un salto
cuando escuchó la voz de Peter que la llamaba.
—¿Qué haces aquí? —la pregunta de Mariana hizo que él sonriera con burla.
Como para variar no entiendo nada xD yo creo q va a llegar el final, y me lo vas a tener q explicar jajaja
ResponderEliminarMAAAS PUPITIIS!!
Beso,Anto
JAJJAJAJAAJ POBRE LALI YO UN POCO LE ENTIENDO Y PORFIIIIS PUPY QUIERO SABER CUAL ES EL TRAUMA MAS NOVELA NENA MEENCANTA ESTA NOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarHOLI... no sabes lo que me intriga esta nove.. me encanta!!1
ResponderEliminarY la otra porque no la subes?
Peter no cambia,siempre burlon,riendose d ella,para mi k es una fachada,y solo la quiere hacer sufrir,como siga asi ,Mariana deberia darle una leccion.
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