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jueves, 17 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable capitulo 5 segunda parte





John se disculpó. Harold frunció el ceño y Mariana puso todo de su parte para suavizar el momento. No sabía por qué John Howard había volcado su bebida, pero era obvio que estaba preo­cupado por cosas más importantes que el trauma de Sophie. Sin hacer ningún comentario sobre los nervios del doctor, Mariana co­menzó a hablar con alegría de su vida en Nueva York e hizo reír a Harold y logró que John sonriera. Y cuando llegó el siguiente plato, ya se habían olvidado de lo sucedido.
John eligió su menú enseguida. Parecía que Harold y él se movían en el mismo medio y Mariana los escuchó discutir acerca de una reunión local, hasta que sus sentidos comenzaron a man­darle un mensaje sutil y silencioso. Sin poder evitarlo, volvió la cabeza. Había llegado su turno de perder el color. Peter estaba sentado tres mesas más allá, junto con dos hombres de negocios y una hermosa morena. Los cuatro charlaban, pero cuando ella miró la cara de Peter, fue como si le enviara un mensaje. Él la miró y su boca hizo una mueca burlona al ver la palidez de su cara. Mariana recordó su descubrimiento de la mañana, de que aún lo amaba, y fue la primera en mirar hacia otro lado, con la espe­ranza de que Peter no hubiera notado su sonrojo.
¿Quién era la morena? En otras circunstancias habría encon­trado sus celos ridículos, pero en ese momento la torturaban y trataba de escuchar lo que decían sus compañeros de mesa en vez de mirar a Peter. Él era como un imán que atraía su atención una y otra vez. En varias ocasiones él levantó la vista y se encon­tró con que lo miraba, y en una, la morena la vio y sonrió.
—Ummm, no me había dado cuenta de que Peter estaba aquí —dijo Harold, siguiendo su mirada—. Está con los principales ejecutivos de Fanchon... debe de estar negociando otro contrato con ellos.
Harold explicó que Fanchon era una compañía francesa, con un mercado similar al de Peter y a la que en varias ocasiones les había vendido derechos de patente.
—¿Y la chica? —preguntó Mariana.
—Es la secretaria de Peter —le dijo Harold y Mariana se sintió enferma. ¿Qué le sucedía? El que esa chica fuera la secretaria de Peter no quería decir que tuvieran una relación sexual. ¿Y qué relación mantenía con Sarah? Con amargura, pensó que Sarah, al igual que ella y Natalie, tendría que acostumbrarse a com­partirlo.
Mariana se puso contenta cuando terminaron de comer, y pare­cía que John Howard también se alegraba. Notó un alivio en él cuando se puso de pie. Mariana sintió no haberle preguntado sobre Natalie. Movida por un impulso repentino, colocó una mano sobre su chaqueta y le dijo:
—Por favor, ¿podría verlo alguna vez...? Quiero hablarle acerca de Natalie —sintió cómo se tensaban sus músculos. —Yo la llamaré. Ahora debo irme.
—Parece que está bajo una gran tensión —le dijo Mariana a Ha­rold cuando salían del restaurante.
—Sí, por supuesto. Su esposa es casi una inválida. No debe resultar fácil para un hombre normal y saludable vivir con ella. Además creo que nunca se divorciará de ella, porque pertenece a una familia muy rica. Antes de que ella enfermara, él tenía con­sulta privada. El trabajo que ahora tiene no le deja mucho dine­ro y una vez que se está acostumbrado a cierto nivel de vida... —dijo Harold mientras subían al coche y se dirigían a la oficina. Aquellos comentarios la daban náuseas a Mariana, pero creía que era el modo de pensar de Harold y no se molestó en discutir con él. Mariana estaba segura de que John Howard no era un hom­bre egoísta. Le había parecido un hombre muy sensitivo y since­ro, incapaz de hacer a un lado a su esposa cuando más lo necesi­taba. Pero Mariana sabía que los hombres rara vez pensaban como las mujeres, que son capaces de grandes sacrificios por el bien del hombre que aman, y comenzó a dudar de la buena intención que le había causado el doctor. Sin embargo, algo en su interior le decía que aquel era un buen hombre.
Cuando llegaron a la oficina, Mariana discutió con Harold el trabajo que creía que necesitaban efectuar en su casa y, como esperaba, él conocía varias firmas que podrían hacerlo. Además le prometió obtener varios presupuestos.
—Así te veré un poco más —le dijo, mientras la acompañaba hasta el coche—. Me gustaría que el sábado me acompañaras a la cena que darán unos amigos míos, para celebrar que su úni­ca hija cumple veintiún años —le pidió Harold antes de que la modelo se fuera.
—Ahora no puedo darte una respuesta —dijo Mariana con una sonrisa cariñosa—. Será mejor que te llame para confirmarlo.
Mariana no había ido a Little Martin para ir a reuniones socia­les, pero pensó que el sábado, tal vez se sintiera feliz de tener una excusa para escapar de la presencia perturbadora de Peter.
Cuando Mariana llegó a la casa, Sophie ya estaba durmiendo. Y Sarah ya se había ido.
—Señora Lancaster, ¿sabe si Sophie ha hecho algún progre­so durante la sesión con Sarah?
—Sarah se impacienta mucho con ella. Tener éxito con Sop­hie es muy importante para ella... quizá demasiado importante. Creo que quiere impresionar a Peter...
A Mariana le sorprendió que la señora Lancaster le hablara con tanta libertad, pero como no conocía los sucesos del pasado, sin duda la consideraba como un miembro de la familia de Peter.
¿Se habría imaginado Natalie lo que ella sufriría estando cerca de Peter? Se estremeció. ¿Acaso ese pensamiento había ocupa­do la mente de su prima durante sus últimos momentos antes de morir? Casi podía sentir la maldad de Natalie. Apartó esa sensa­ción poco placentera y subió a la habitación de Sophie. La pe­queña estaba profundamente dormida. Había estado dibujando y las hojas con brillantes colores cubrían la cama. Mariana comen­zó a recogerlas y se quedó helada al fijarse en uno de los dibu­jos, en el que una pequeña figura se enfrentaba a otra más gran­de; las dos, a juzgar por los vestidos que Sophie había pintado, eran mujeres. La cara de la más grande tenía una expresión muy violenta, como si estuviera llena de ira. No podía ver la expre­sión de la figura más pequeña, porque Sophie la había dibujado de espaldas. Sintió que el dibujo tenía algo que ver con el trau­ma de la niña y examinó los demás, pero ninguno era similar.
Mariana cogió el dibujo y se inclinó para tocar el cabello de la pequeña. Pobre Sophie. Si fuera hija suya y de Peter... Fue a su habitación y guardó el dibujo en el cajón de la mesita que es­taba junto a su cama. Quería mostrárselo a Peter, pero temía que él calificara su sospecha como infantil.
Mariana se sentía inquieta y se puso a pasear por el jardín. Un sendero conducía hasta un apartado pabellón, construido junto a un estanque. La paz y la soledad de ese sitio siempre habían atraído a Mariana. Estaba separado del resto del jardín por un gru­po de árboles y tenía un aire secreto e intemporal.
El pabellón no estaba cerrado con llave y Mariana entró, notan­do que desde la última vez que lo visitó, los sofás que estaban contra la pared tenían cojines nuevos. Siempre se había imagi­nado a damas de épocas anteriores, tomando el té de la tarde allí y columpiándose junto al estanque, abanicadas por algún ardiente y apuesto admirador. Perdida en sus sueños, dio un salto cuan­do escuchó la voz de Peter que la llamaba.
—¿Qué haces aquí? —la pregunta de Mariana hizo que él son­riera con burla.

4 comentarios:

  1. Como para variar no entiendo nada xD yo creo q va a llegar el final, y me lo vas a tener q explicar jajaja
    MAAAS PUPITIIS!!
    Beso,Anto

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  2. JAJJAJAJAAJ POBRE LALI YO UN POCO LE ENTIENDO Y PORFIIIIS PUPY QUIERO SABER CUAL ES EL TRAUMA MAS NOVELA NENA MEENCANTA ESTA NOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  3. HOLI... no sabes lo que me intriga esta nove.. me encanta!!1

    Y la otra porque no la subes?

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  4. Peter no cambia,siempre burlon,riendose d ella,para mi k es una fachada,y solo la quiere hacer sufrir,como siga asi ,Mariana deberia darle una leccion.

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