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sábado, 5 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable capitulo 1 ultima parte





Una vez Natalie volvió a comunicarse con ella. Un día recibió una carta suya, en la que describía con todo detalle lo felices que eran ella y Peter.
__Fue muy sabio de tu parte irte cuando lo hiciste —le había dichoNatalie—. Le ahorraste a Peter la necesidad de decirte que ya no te quería.
Mariana no se molestó en responder a la carta y nunca volvió a saber nada de ellos. Y ahora, Natalie estaba muerta.
Tardó mucho tiempo en dormirse. Las imágenes del pasado la seguían y, cuando al fin lo logró, el sonido impaciente del te­léfono la despertó.
Su habitación estaba a oscuras y durante unos segundos es­tuvo desorientada sin saber si, de verdad, sonaba el teléfono o era un sueño.
Por fin reaccionó, y cogió el teléfono. El acento inglés que escuchó la sorprendió, pues le sonó poco familiar.
—Tengo una llamada para usted del señor Smith —le dijo la voz y la línea quedó muerta durante unos segundos; después escuchó la voz del abogado de su tía.
—Mariana, querida, ¿cómo estás?
—Medio dormida. ¿Sabe qué hora es en Nueva York?
— ¿Y tú sabes que llevo seis semanas tratando de localizarte? Me ha costado mucho convencer a tu agente para que me diera tu teléfono. Mariana, no sueles ser tan lenta... Esperaba haber teni­do noticias tuyas mucho antes.
Mariana pensó que el abogado se refería a la muerte de Nat.
—Hasta hoy no he recibido su carta. ¿Qué sucedió? ¿Cómo murió Natalie...?
—El veredicto fue suicidio, provocado por el estado de locura y enajenación de la víctima —dijo Tom Smith, y las pala­bras llegaron a su cerebro con mucha lentitud—. Te explicaba todo en la carta. Tu prima padecía un grave desequilibrio psíquico, me temo. La madre de tu tío Robert tenía un temperamento similar. Quizá por eso, tu tía siempre se preocupó tanto por Natalie.
Como Tom Smith hacía muchos años que conoció a la familia, Mariana no discutió sus comentarios. ¡Suicidio! La palabra re­tumbaba dolorosa en su cerebro, haciendo que renaciera el mismo deseo de proteger a su prima que había sentido en la infancia.
—¿Por qué? Natalie tenía todo para desear vivir, un marido una hija...
—Parece que tu prima había estado deprimida durante mu­cho tiempo —un remordimiento agudo se apoderó de Mariana. ¿La habría necesitado Natalie? Quizá habría podido ayudar a su pri­ma. La pena se mezcló con la culpa y olvidó su rencor hacia Na­talie, dirigiendo toda su amargura hacia Peter. Tal vez había sido infiel a Nat, como le ocurrió a ella. Ahora lo comprendía todo. Nunca debió culpar a su prima, ya que Nat sólo tenía diecisiete años; y, en cambio, Peter tenía veinticinco años y sabía muy bien lo que hacía. El odio se apoderó de ella y, de manera infantil, pensó que él le había robado todo: sus ilusiones, el hijo que nun­ca tuvo y ahora su único pariente. Frunció la frente y pensó que aún tenía una familia, pues Nat había tenido una hija... Sophie.
—¿Cómo se encuentra Sophie? —preguntó Mariana al aboga­do, de forma automática, pronunciando las palabras antes de dar­se cuenta de que lo hacía. Desde el nacimiento de la niña, evi­tó tener noticias de Sophie, al no poder soportar la pena de saber que era la hija que ella había deseado darle a Peter.
—Precisamente, te llamo por Sophie. Siempre ha sido una criatura introvertida, pero ahora me temo que sufre un grave pro­blema. Sophie no ha pronunciado una palabra desde que murió su madre.
Mariana sintió lástima por su desconocida sobrina y los ojos se le llenaron de lágrimas al pensar en la angustia de la niña. Tom Smith dijo:
—Natalie no te habría nombrado tutora de la niña si no lo hubiera deseado. Sé que es mucho pedirte, Mariana, pero creo que deberías venir y ayudar a Sophie.
¡Tutora! ¿Era la tutora de Sophie? No podía asimilarlo. Todas sus dudas v su dolor desaparecieron ante el sufrimiento de la hija de Natalie
Pero Stater.. —comenzó a decir con voz ronca. Supuso que él no había estado de acuerdo con la decisión de Nat de nom­brarla tutora de su hija.
—Peter está deseoso de probar cualquier cosa que pueda ayu­dar a Sophie. Está desesperado, Mariana.
Había reproche en su voz y Mariana recordó que no había ter­minado de leer su carta.
—¿Me escribió sobre esto?
—Puse todo en mi carta —dijo con paciencia—. Me sorprendí mucho cuando Natalie vino a verme, hace nueve meses, y dijo que quería nombrarte tutora de Sophie, pero insistió tanto que accedí. Si hubiera estudiado su modo de pensar, habría compren­dido lo enferma que estaba, pero parecía muy tranquila y razo­nable. Su propia experiencia de huérfana, la hizo consciente de lo insegura que una criatura se siente con un padre solo. Supon­go que Natalie quería estar segura de que Sophie siempre tendría a alguien a quien poder acudir. Yo no sabía que tú y Peter igno­rabais esto. Por supuesto, no hay nada legal que te comprome­ta. Según la ley, Peter es el único responsable de la educación de su hija; pero, de momento, no es capaz de acercarse a ella. La niña necesita ayuda y tú eres la única persona que puede dársela.
—Pero yo soy una extraña para ella —protestó al compren­der lo que Tom le pedía. ¿Cómo podría volver a Little Martin? ¿Cómo podría soportar ver a la hija de Peter o a él..? Pero no, ella ya había terminado con ese sentimiento de su juventud. Ahora sabía quién era él. Un hombre débil que no había resistido la opor­tunidad de seducir a una confiada muchacha de diecisiete años. ¿Había amado él a Natalie o se había casado con ella por obligación? Pensó que había tenido suerte de escapar, ya que po­día haber estado en el lugar de Natalie y se habría casado con un hombre que no la quería... Se dijo que estaba dejando volar su imaginación. No tenía motivos para suponer que Peter no ama­ba a Natalie. Como no hablaba, Tom le preguntó:
—¿Bien, Mariana?
—Iré a casa —no había querido decir eso, pero ahora ya no podía retractarse.
— ¡Buena chica!
No quería volver a Little Martin, ni ver a Peter ni a su hija. El pasado estaba muy lejos y se había jurado no volver a él. Pero ahora era demasiado tarde, ya estaba comprometida con una niña que nunca había visto. Recordó el carácter vengativo de Natalie y se preguntó cómo era posible que su prima la nombrara tutora de la niña. Apartó este pensamiento y se sintió culpable. Si Na­talie había tenido celos de ella, ¿no había sentido ella lo mismo? ¿No había deseado matar a su prima cuando la vio en brazos de Peter? Suspiró. Todo eso ya había terminado; Natalie estaba muerta y, por la razón que fuera, su prima le había confiado el cuidado de su hija. Ella no podía ignorar ese hecho, aunque sólo fuera en recuerdo de su tía.

3 comentarios:

  1. haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay yo quiero mas novela che porfavor te lo ruego
    dulce

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  2. Quiiieroo q se reencuentreee con Peteeer!!
    Maaas nena!!
    Beso,Anto

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  3. Buena d principio a fin.Va a tener k superar ese encuentro con Peter.

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