MARIANA tuvo que esperar tres días antes de que se le presentara la
oportunidad de llamar a John, sin que la escuchara Peter. Se sentía incómoda
porque él no salía de casa, lo que la obligó a permanecer en cama más tiempo
del que necesitaba. En una o dos ocasiones, cuando él entró a verla, tuvo la
sospecha de que eso era lo que él quería y no pudo evitar recordar su
expresión triste el día que salieron del hospital y ella le informó de su
intención de irse tan pronto como pudiera.
Mariana decidió que debía esperar una oportunidad y así sucedió. Al tercer
día de permanecer en cama, Peter entró en su habitación y le dijo que iba a
salir para la fábrica.
—No se te ocurra hacer ninguna tontería mientras estoy fuera, Mariana
—estaba de pie junto a la cama. Todavía no se había puesto la chaqueta y la
fina camisa de seda se amoldaba a su fuerte pecho. Mariana anheló tocarlo y se
sintió impresionada por la intensidad de su deseo. Siete años antes lo había
deseado, pero entonces se conformaba con que él guiara su relación, mientras
que ahora... Ahora era una mujer y no una adolescente. Apartó los ojos de él,
para que no pudieran traicionarla sus pensamientos—. Aún tenemos que hablar.
—No —la respuesta de ella fue instantánea y muy reveladora. Supo, por su expresión,
que había percibido temor en su voz.
—Sí, tenemos que hacerlo. ¿A qué le temes, Mariana? ¿A esto?
Su boca estaba sobre la de Mariana antes de que ella
pudiera moverse. Su cuerpo le bloqueaba la luz y sus manos
aprisionaban sus hombros contra el colchón.
Al principio, Mariana se retorció con desesperación, tratando de escapar,
pero el calor de la boca de Peter y el deseo que su beso le hizo sentir, se
impusieron, y le respondió con ardor. Le rodeó el cuello con los brazos y le
acarició el cabello.
Mariana se percataba de que la cama se hundía bajo el peso de Peter y se
sintió feliz de tenerlo tan cerca. No ofreció ninguna resistencia cuando él
deslizó uno de los delicados tirantes de su camisón para acariciarle un seno.
El sonido de placer que salió de su garganta debió de llegar hasta él, ya
que notó cómo se tensaba. Mariana se sintió avergonzada, se apartó de él y
volvió la cara hacia la almohada. Él le dijo:
—¿Huyes otra vez, Mariana? —sintió su aliento sobre su piel y se estremeció
sin poder remediarlo, tratando de soportar la caricia de sus dedos sobre sus
labios—. Muy bien. Te dejaré salirte con la tuya esta vez, pero no podrás huir
siempre, Mariana —cuando lo escuchó ir hacia la puerta, deseó llamarlo. Pero la
puerta se cerró y se alegró de no haber insistido. Mariana pensó que lo mejor
que podía hacer era marcharse de allí lo antes posible, ya que si se dejaba
arrastrar, sería la perdedora.
Cuando estuvo segura de que Peter se había ido, comenzó a vestirse con rapidez.
Por fortuna, la señora Lancaster había salido con Sophie y no había nada
que le impidiera llamar a John, a no ser su conciencia, la cual le decía que
debía contar lo sucedido a Peter antes que a ningún otro. Pero por qué debía
decírselo si Sophie no era hija suya, ni la quería y sólo se ocupaba de ella
porque era un hombre responsable... Sin embargo... estaba segura de haber visto
en sus ojos amor y preocupación por la pequeña.
John Howard era médico y sabría interpretar mejor que Peter el comportamiento
de Sophie.
Cuando consiguió hablar con John, Mariana le preguntó si podrían comer
juntos, ya que no quería que fuera otra vez a la casa... no después de lo que
ocurrió la última vez.
Él pareció dudar en aceptar, pero Mariana lo convenció para que se reunieran,
pensando que quizá él creía que era un pretexto para verlo. Después de todo, si
lo que Sarah le había contado sobre Natalie era del conocimiento público, era
probable que todos pensaran igual de ella.
John estuvo de acuerdo en encontrarse en el mismo restaurante en donde se
conocieron.
—No te lo pediría, pero es muy importante —le dijo Mariana antes de
colgar—, y no sé a quién más dirigirme.
Mariana subió muy nerviosa a su habitación para coger su bolso. Tenía
miedo de que Peter llegara y le impidiera salir. Ni siquiera le dejó una nota
a la señora Lancaster, para evitar que él fuera a buscarla.
Se sintió aliviada cuando el taxi que llamó para ir al restaurante salió
del sendero de la casa de Peter. Cuando llegó, John estaba esperándola en el
bar. Al saludarla, le pareció que estaba muy nervioso y preocupado.
—Me temo que no tengo mucho tiempo —se disculpó él y le pidió una bebida—.
Hoy tengo mucho trabajo y mi esposa no se sentía bien esta mañana.
—No te habría llamado si no fuera muy importante. Y no sabía a quién más
podía pedir ayuda... Es sobre Sophie...
Mariana le contó todo lo que había ocurrido el día del accidente y cuando
terminó, hubo un largo silencio. John tenía la cara blanca y la mirada
perdida. Estaba tan mal que Mariana se asustó. No entendía que le afectara
tanto todo lo relacionado con Sophie.
—Dios mío, tengo que salir de aquí —dijo él—. ¿Tienes
mucha hambre? —Mariana negó con la cabeza; sentía un vacío en el estómago,
pero no era de hambre, sino de angustia—. ¿Has venido en tu coche? —Mariana
volvió a negar con la cabeza, John la cogió del brazo con firmeza y la sacó del
bar—. Daremos un paseo en coche... Ven.
John seguía teniendo muy mal aspecto cuando se sentaron en el coche, tanto
que Mariana se sintió culpable.
—John, siento haberte molestado con todo esto. Debí decírselo a Peter,
pero temí que pensara que era una fantasía mía... Eso fue antes de que supiera
que no es el padre de Sophie, por supuesto —se mordió el labio y se preguntó si
habría revelado algo que John no sabía, pero parecía que él estaba pensando en
otra cosa, ya que le respondió:
—Ella me prometió que no lo haría —su voz sonaba ronca y afligida, como si
le costara mucho esfuerzo pronunciar las palabras.
Fueron sin rumbo fijo por una carretera que Mariana no conocía, hasta que
John se detuvo junto al portón de una granja.
—En momentos como éste, desearía no haber dejado de fumar —en su rostro
permanecía la misma expresión de angustia que en el restaurante—. ¿Estás segura
de que Sophie habló? —le preguntó muy serio a Mariana.
—Segura, aunque me parece que ella no recuerda nada de lo ocurrido.
—No... debe de haber sido el trauma de estar sola en la casa, sobre todo
después de haberme visto... Su mente debe de haber bloqueado todo, eso espero
—suspiró profundo—. Nadie puede saber cómo evolucionará Sophie. Un trauma tan
grande como el que le ocasionó perder el habla sería la solución ideal, pero
esas cosas no se pueden manufacturar o controlar y podrían ser muy
peligrosas...
—¿Cuál fue el trauma que le causó el problema? Parece que nadie lo sabe...
—Yo lo sé y también Peter —hubo una pausa muy grande, durante la cual Mariana
contuvo el aliento, preguntándose si él continuaría y, si lo hacía, qué le
diría.
—¿Por eso Peter se siente tan responsable? ¿Porque él es el culpable?
—No... no —la angustia de su negación llenó el coche
de una emoción tan intensa que casi era tangible—. Si hay alguien
a quien culpar, ése soy yo.
La respuesta impresionó a Mariana. Pasaron varios segundos antes de que
pudiera decir una palabra.
—¿Tú.... pero cómo es eso posible? —preguntó Mariana, con voz ronca.
GENTE VOLVIIII HOY SUBO LAS TRES PARTES DEL CAPITULO 9 DEPENDE DE LAS FIRMASSS AH SE ACERCA EL FINAL LAS QUIEROOO GRACIAS POR EL AGUANTEE si quieren preguntarme algo mi twitter lo encuentran apretando en el pajarito o en ask besoosssss
COMOO LO DEJAAAS AHII?? QUIEROO SABER EL TRAUMA DE SOPHIE!! Y YO Q LALI NO ME RESISTO MAS XD
ResponderEliminarMAAAAS!!
Beso,Anto
por fin se acerca a la verda,maaaas
ResponderEliminarMe encantó quiero más!
ResponderEliminarMeee encantooo, perooo quieroo maaas!!
ResponderEliminarBeso
ES LO MÁS ESTA NOVELA! LINDO CAPITULO. ESPERO ANCIOSA
ResponderEliminarEsta buenisima la historia, ahora quiero saber x q sofi no habla...
ResponderEliminarPeter l sabe y no pone solucion,¿se lo dijo a Sara?,y esta le da largas,para pasar mas tiempo con el.
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