—La oferta aún está en pie. Y ahora, si me disculpas, es hora de que me
vaya. Sarah llegará después de las diez. Los lunes, miércoles y viernes está
dos horas por la mañana con Sophie. Y ahora, con tu permiso.
Se puso de pie y abrió la puerta antes de que Mariana pudiera hablar.
Quería lanzarle su ofrecimiento a la cara, decirle que no necesitaba su
habitación, pero se contuvo. Durante los últimos seis años, había aprendido a
controlar su temperamento. Aturdida, miró la puerta cerrada. No recordaba un
sólo instante en que hubiera perdido la paciencia, pero aquí corría el peligro
de no poder controlarse, después de intercambiar una docena de palabras con Peter.
Entró la señora Lancaster y le sonrió.
—Le traeré el desayuno y después le mostraré su habitación y la llevaré con
Sophie.
Mariana se sentó, agradecida. Por lo menos, a la señora Lancaster no
parecía molestarle su presencia. Cuando volvió, llevándole té y tostadas, Mariana
le pidió que se quedara.
—Me ayudaría mucho saber algo de las costumbres de Sophie. Sé muy poco
acerca de ella.
—Pobrecita, es una lástima. Hasta hace unos meses era una niña alegre y
normal. Adora a su padre...
—¿Y su madre? ¿Se llevaba bien con su madre?
—Yo no lo diría —evitó sus ojos—. La señora Lanzani siempre entraba y
salía. Siempre estaba en cualquier sitio y nunca en casa.
En otras palabras, Natalie no se había ocupado de su hija; pero, ¿por qué
Sophie había dejado de hablar tras la muerte de su madre? Tal vez Sarah sabría
explicarle con exactitud cuál era el problema de su sobrina y quizá podría
proporcionarle algún estudio sobre el tema. Mariana estaba dispuesta a hacer
cualquier cosa por Sophie.
Mientras ella desayunaba, la señora Lancaster le fue contando lo que hacía
Sophie todos los días:
—La despierto a las nueve, desayuna y, si Sarah no viene ese día, sale a
jugar al jardín. Por la tarde, si hace buen tiempo, salimos a dar un paseo. El
señor Lanzani juega con ella un par de horas cuando llega... es muy paciente y
cariñoso con ella.
-. ¿Ha tenido problemas en el colegio?
—Casi tiene seis años —murmuró Mariana-—Iba muy bien hasta que sucedió
esto. Le gusta mucho leer y dibujar. Como no la aceptan en la escuela en el
estado en que ahora se encuentra, el señor Lanzani ha comprado unos libros especiales
para poder enseñarla él mismo.
Pobre Sophie, Mariana sintió pena por ella. Ya era una
criatura repudiada... diferente a sus compañeras. Si pudiera ayudarla de alguna manera...
Mariana preguntó a la señora Lancaster si sería posible que ella y Sophie
desayunaran junto con Peter y el ama de llaves accedió. —Lo que necesita es más
compañía, una atmósfera familiar. Siempre he pensado... —el ama de llaves no
continuó y Mariana no insistió. Era probable que la señora Lancaster supiera
más acerca de Peter y Sophie que cualquier otra persona. Tal vez podría decir
algo acerca de la causa por la que Natalie se suicidó. Cuando Mariana terminó
de desayunar, le preguntó al ama de llaves si podría acompañarla cuando fuera a
despertar a Sophie. La pequeña ya estaba despierta cuando entraron en su habitación,
que estaba decorada en tonos rosa pastel.
—El señor Lanzani escogió todo el decorado —dijo con orgullo la señora
Lancaster—. Todo es nuevo...
—Oh... ¿Cómo era antes? —se preguntó si había sido una buena idea quitar
las cosas que le eran familiares a la niña, aunque hubiera sido hecho con
buena intención.
La señora Lancaster apretó los labios. Arrugó la frente y, después de un
momento, respondió:
—La señora Lanzani siempre dijo que no tenía objeto decorar una habitación
especialmente para Sophie; decía que la niña no lo apreciaría. Algunas veces
era cruel con ella —añadió, bajando la voz.
Mariana se mordió los labios y miró hacia la cama. Sophie las miraba y el
recuerdo de su propia infancia le vino a la mente. Sin detenerse a pensarlo, se
acercó y se sentó. Cogió una fotografía que estaba en la mesita de noche, junto
a la cama. En la foto, Sophie sonreía a su padre. Natalie no estaba.
—¡Qué hermosa fotografía de Sophie es ésta! —exclamó Mariana, mostrándosela
a la señora Lancaster—. Es preciosa cuando sonríe —no era más que la verdad. Sin
poder evitarlo, Mariana recordó cómo su prima, con sólo seis años, le había
dicho llena de furia que la odiaba porque era horrible.
Mariana se había sentido muy mal por su rechazo y durante años se había
creído la niña más fea del mundo. Esto fue algo que Natalie se encargó de
reforzar. ¿Le habría hecho lo mismo a Sophie?
A Natalie debió molestarle tener una hija que se parecía tanto a Mariana y
quizá en más de una ocasión demostró en su hija el odio que sentía hacia su
prima.
Los ojos de la pequeña se movieron de Mariana a la fotografía, pero
permaneció en silencio. Mariana se preguntó en dónde había visto esa
combinación de cabello rubio y ojos negros. La mirada le resultaba muy
familiar, pero no conseguía saber a quién le recordaba.
Sin darse por vencida, exclamó:
—¡Qué bonito vestido! Yo tenía un vestido como ése cuando era pequeña. ¿El
rosa es tu color favorito, Sophie? —se dirigió directamente a ella, por primera
vez.
La única respuesta de Sophie fue mirar al ama de llaves, que estaba detrás
de Mariana.
—La señora Lanzani la vestía casi siempre con pantalones. Decía que no
tenía sentido vestirla con elegancia, aunque ella gastaba en su ropa —dijo con
desaprobación y después se dirigió a Sophie—. Vamos, señorita, es hora de
levantarse.
Mariana se puso de pie, pues no quería abrumar a Sophie.
—Os veré abajo —sugirió Mariana y sonrió a Sophie.
A las diez en punto, un pequeño coche se detuvo enfrente de la casa. Poco
después entró en la casa una joven delgada y alta, aunque no tanto como Mariana.
Tenía el cabello castaño y una expresión de autosuficiencia. Al verla, a Mariana
no le cayó bien y se preguntó el motivo, ya que, por lo general, no le caían
mal las personas a primera vista.
Sarán se presentó ella misma de un modo agradable, tratando de iniciar una
conversación, mientras la señora Lancaster iba a buscar a Sophie y a preparar
café.
—Peter me ha hablado de usted. ¿Cómo responde Sophie?
—Es muy pronto todavía para saberlo. ¿Sabe que ni Peter ni yo queremos que esté
usted aquí? No puede hacer nada para ayudar a Sophie. Necesita ayuda experta y
cuidados especiales. —Su madre me nombró su tutora —respondió Mariana con determinación,
decidida a mantener la calma y no enfadarse por el modo en que Sarah se había
referido a Peter, poniéndolo de su lado y colocando con firmeza a Mariana como
su mayor enemiga. — ¡Su madre! —sonrió Sarah con burla—. A Natalie nunca le
importó su hija... la odió desde el momento en que nació. Si alguna vez pensó
en Sophie, fue como algo que podía usar en contra de
Peter.
—Parece que sabe mucho acerca de mi prima y su marido — dijo antes de
pensar lo que hacía, y odió ver el triunfo que brillaba en los ojos azules de
Sarah, cuando respondió:
—Peter y yo somos viejos amigos...
«¿Viejos amigos y nuevos amantes?», pensó Mariana, con pena. Por suerte,
aquella desagradable conversación fue interrumpida por la señora Lancaster y
Sophie.
—La llevaré a su habitación —le ofreció el ama de
llaves. Y Mariana aprovechó la ocasión para salir de allí sin que pareciera una huida.
ME ENCANTO Y QUIERO OTRO YA PUPY ME YA DE YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarMASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS PORFIIIIIIIISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarme encanto mas noveee
ResponderEliminarMariana aunque no lo diga piensa k Peter esta con sara.Ya me cayo mal la tipa,esta prejuzgando a Mariana.Mas caps.
ResponderEliminarEs reintrigante el pasado de esta nove.... me gusta=P
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