novela: un amor inolvidable capitulo nueve ultima parte

Pero no podía dejar de pensar en Peter como el verdadero padre. Él la había criado con cariño y Sophie lo amaba como si realmente lo fuera. ¿Cómo pudo Natalie ser tan cruel? Su instin­to se lo dijo: Natalie no quería a su hija porque se parecía a Mariana.

—¿Estás bien? —le preguntó John.

—Estoy bien, sólo un poco impresionada —sonrió—. No... por favor... No me debes ninguna explicación o disculpa... Me alegro de que me lo hayas contado todo... Explica la razón por la que Sophie se molestó por tu visita.

—Sí, pobre niña. Peter cree que yo puedo alejarte de ella, como cree que alejé a su madre.

Mariana se mordió el labio y pensó que Peter, después de todo, había hablado con John de eso. Necesitaba tiempo para pensar y para formar un plan para su futuro y el de Sophie... un plan que Peter aprobara.

—¿Te llevo a casa? —preguntó John. Estaban a un par de kilómetros de la casa de Peter.

—No, creo que caminaré por el campo. Necesito tiempo para

pensar. Andar me ayudará.

—Ten cuidado con tu tobillo.

Mariana se bajó del coche y se volvió hacia él.

—Gracias por decírmelo —veía en su cara que no había sido fácil para él—. Creo que tu esposa es una mujer con mucha suerte y pienso que deberías decírselo... todo.

—Quizá lo haga. Quiero hacerlo, pero tener el valor es otra cosa.

Mariana fue caminando despacio hacia la casa, mientras pensaba un plan para enfrentarse a Peter. ¿Debía informarle de lo que se aca­baba de enterar y exigirle que dejara a Sophie bajo su cuidado? Des­pués de todo, no había relación sanguínea entre ellos. ¿Debería tratar el asunto con más sutileza y decirle que sabía que Sarah no quería a la niña y que no deseaba que viviera con ellos cuando se casaran?

¿Y qué querría Sophie? Mariana no dudaba ni por un momento de que amaba Peter, pero, ¿podría ese amor sobrevivir ante la hostilidad de Sarah? ¿Podría volver a hablar, si se quedaba al lado de Peter? ¿Podría recobrar el habla si vivía en un medio diferente? Mariana decidió que pediría consejo legal y médico y que lucharía para vencer esta batalla, aunque fuera difícil y costosa, pero estaba segura de que podría dar a Sophie más que Peter y Sarah. ¿Qué sucedería cuando Sarah tuviera su propia fami­lia? Sophie quedaría excluida por completo.

Ensimismada en sus pensamientos, Mariana no vio el coche de Peter que estaba aparcado cerca de la casa. Sin embargo, en el suelo podían verse las huellas de unos neumáticos, como si al­guien se hubiera detenido con prisa. En seguida, Mariana compren­dió que Peter estaba en casa, su corazón latió con fuerza y sin­tió pánico. Estaba segura de que ya había descubierto que no estaba. Había estado demasiado preocupada por las revelacio­nes de John y por el futuro de Sophie, como para acordarse de que se había escapado. Peter había vuelto temprano. ¿Lo había hecho para vigilarla? Se dijo que ya era una mujer mayor y que si quería salir a caminar, tenía la libertad de hacerlo. Su tobillo estaba casi bien. Peter era ridículo al no dejarla salir.

Mariana rodeó la casa, con la esperanza de poder entrar, sin ser descubierta, por las ventanas del salón. De pronto, se detuvo al ver que Peter mecía a Sophie en sus brazos. La señora Lancaster estaba de pie junto a ellos y parecía preocupada.

—¿Cuándo descubrió que no estaba? —preguntó Peter.

—Poco antes de la comida. Se fue sin dejar una nota... nada.

—Pero toda su ropa aún está aquí...

¿Pensaban que se había ido definitivamente? Dio un paso ha­cia adelante y golpeó una pequeña piedra al hacerlo. El ruido hizo que Peter mirara hacia la ventana. Sus ojos se encontraron a tra­vés de la media docena de metros que los separaban. Mariana espe­ró que Peter dijera algo lleno de ira, pero no fue él, sino Sophie quien rompió el silencio. Levantó la cabeza y vio a Mariana. Abrió mucho los ojos, primero por la sorpresa y después por la alegría. Corrió hacia ella, pronunciando su nombre con voz ronca. Mariana extendió los brazos para recibirla.

—Sophie... Sophie... —los ojos se le llenaron de lágrimas y retiró un poco a la niña—. No creerías que me había marchado, ¿verdad? —al ver la carita delicada de la pequeña, recordó lo que John le dijo y sintió remordimiento. ¿Pensó Sophie que también ella la había abandonado?

—¡Sophie!

Peter estaba junto a ellas y con una mano volvió la carita de la niña hacia él.

—Ha pronunciado mi nombre —dijo Mariana.

—Sí, la he oído —la calma en la voz de Peter la previno de no hacer demasiado alboroto por lo sucedido—. Aunque se pa­recía más a la voz de un ratón que a la de mi pequeña Sophie.

—No era un ratón, papá... He sido yo —sobre la cabeza de la pequeña sus ojos se encontraron y, por primera vez, Mariana no se avergonzó de que él viera emoción en los suyos. Sus ojos tam­bién brillaban.

—Súbela a su cuarto —le dijo a Mariana—. Yo llamaré al hos­pital. Y Mariana... No pienses que esto significa que tú y yo no ten­dremos una conversación.

hasta mañanaaa besooooooo