peter
llega en la tarde, totalmente inesperado. Abro la puerta y de repente, está
aquí, parado al frente mío con una mirada determinada en su rostro.
—Quería
verte —es toda la explicación que consigo—. ¿Tu mamá está en casa?
—No.
Salió a trabajar hace cinco minutos —Peter y yo somos amigos. Está bien, somos
más que amigos. Es extraño y complicado, pero es la única amistad intacta que
me queda.
Lo
llevo a mi habitación y lo dejo esperando mientras traigo algunas bebidas y
bocadillos. Nos sentamos en el suelo y nos comemos los bocadillos. Hablamos
sobre la escuela y su equipo de lucha, y nos reímos sobre la época en que
éramos niños en preescolar y todas las cosas estúpidas que hacíamos.
Entonces
jugamos gin con las cartas que mi madre me compró cuando estaba en el
hospital. Él no dice una sola palabra sobre besos. Ni siquiera me mira con esa
caliente, necesitada mirada que he visto antes. Sé que tiene algo en mente. No
sé que pueda ser, pero lo está distrayendo.
Después
de un rato, baja sus cartas y dice:
—Quiero
ayudarte Mariana.
—¿Con
que?
—A
jugar tenis de nuevo. Siempre te he visto mirando hacia el armario como si allí
hubiera un monstruo, así que lo revisé mientras fuiste a la cocina. Encontré tu
raqueta.
Me
paré. Mi corazón comienza a acelerarse mientras me alejo de él.
—Nunca
voy a volver a jugar.
Él
se para, también.
—No
estoy tratando de herirte Mariana. Estoy tratando de ayudarte.
Yo
le doy la espalda.
—No
puedo jugar.
—Simplemente
inténtalo, Mariana. ¿Qué daño puede hacer?
—No
voy a ser buena.
—¿Quién
dice que tienes que ser buena?
Él
no sabe que ser buena jugando tenis siempre ha significado más que ser buena en
el tenis. Es mucho más profundo que eso.
Cuando
miro a Peter, quiero hacerlo sentirse orgulloso de mí. Está tratando de curar
cualquier dolor que haya podido causarme. Quiero ayudarlo también.
—Está
bien, lo intentaré —digo—. Pero no esperes mucho de mí.
Quince
minutos después estamos detrás de la Secundaria Paradise mirando hacia las
canchas de tenis. Esto me trae recuerdos de esa época cuando trataba de
probarme a mí misma.
Respirando
profundamente, sigo a Peter hacia la dura y verde superficie.
Cuando
Peter sacó mi raqueta, me congelé. Ni siquiera quería sostenerla.
Así
que después de que él sacó su propia raqueta y algunas bolas de su garaje, lo
cargo todo sin quejarse mientras caminábamos hacia la escuela.
Ahora
estaba ofreciéndome mi raqueta.
Yo
me contengo.
Tomando
mi mano en la suya, envuelve mis dedos alrededor del mango de la raqueta.
—Estoy
asustada —admito.
—Yo
también.
Yo
levanto una ceja.
—Si
—dice él—. De que me ganes. Tengo que cuidar mi imagen de tipo duro, lo sabes.
Eso
me hace reír.
—Tú
no me necesitas para hacerte parecer duro, Peter.
Con
eso, él toma las bolas de tenis y se dirige al lado opuesto del campo.
—Ten
cuidado conmigo —bromea.
Golpea
la bola justo hacia mí, fácil y lenta. Mis instintos toman el control y golpeo
de vuelta. Se siente bien, tengo que admitirlo, pero también se siente extraño.
Mi cuerpo se mueve diferente ahora, como si estuviera rígida y no lograra
relajarme. Mis piernas, mi posición, ambas son extrañas y erróneas. No me puedo
balancear en los talones de mis pies ni rebotar cuando la bola viene hacia mí.
No puedo inclinarme en una posición alerta, lista para golpear la bola cuando
vuele hacia mí.
Cuando
Peter golpea de nuevo la bola hacia mí, no me muevo.
Él
se detiene y sacude su cabeza.
—Hubieras
podido golpear esa.
—No
quería hacerlo. ¿Podemos irnos ahora?
—No.
Respóndeme diez lanzamientos, entonces nos iremos.
Él
golpea la siguiente bola hacia mí. La golpeo suavemente.
—Nueve
—dice él, contando las que faltan.
Tres
bolas más llegan cerca a mis brazos y las golpeo lentamente, para que vuelen
fácilmente sobre la red justo hacia él. Mis pies aún no se han movido de su
lugar.
—Seis.
Otros cinco gentiles lanzamientos vuelan sobre la red y rebotan justo en frente
mío. Las envío de vuelta suavemente.
—Una
más, Mariana. Entonces nos vamos de aquí.
Fantástico. Sólo falta una para que la
humillación se termine.
Él
envía una fuerte y rápida sobre la red. Rebota un metro y medio más allá de
donde estoy parada. Ni siquiera intento ir por ella. Él lo hace de nuevo... y
de nuevo. Yo dejo mi raqueta a un lado y me quedo mirándolo.
—¿Estás
tratando de humillarme?
—Deja
de actuar como un bebe y atrévete a ir por la bola —dice él, sacudiendo su
cabeza—. ¡Vamos!
¡Como se atreve!
Esta
vez, mientras la bola se acerca sobre la red, es mi rabia y nada más lo que me
empuja mientras tomo los tres pasos y golpeo la bola de vuelta hacia Peter con
toda la fuerza y frustración que hay dentro de mí.
Lo
golpea directamente en su brazo.
—¡Ouch!
—no le pregunto si se encuentra bien, porque tiene esa mirada arrogante en su
cara y las esquinas de su boca están hacia arriba en un claro signo de
victoria—. ¿Se sintió tan bien para ti como para mí? —pregunta.
Yo
le tiro la raqueta y camino fuera del campo.
No
le daré la satisfacción de saber que se sintió increíblemente estimulante.
Me
alcanza y me acerca hacia él.
—Voy
a tener un moretón, ¿lo sabes? —dice él—. Pero mirarte golpear esa cosa fue
realmente sexy.
Yo
me giro para mirar el moretón que ya está apareciendo en su brazo.
—¿Lo
fue?
En
un rápido movimiento, se adelante y me acorrala contra la cerca con su cuerpo.
—Voy
a besarte.
Mi
estomago hace un pequeño giro; Me olvido de que estoy molesta. Mis nervios se
apoderan de todas mis emociones.
—¿Aquí?
—Oh,
sí. Justo aquí, justo ahora. ¿Piensas huir esta vez?
—No
lo creo. Pero no estoy segura.
Él
sonríe, fascinado con mi respuesta.
Miro
hacia arriba y encuentro sus ojos, un pequeño asomo a su mundo privado,
entonces mojo mis labios en anticipación.
Y
ese es el comienzo de nuestra maratón de besos. Todo lo que tengo que decir es
que después de una hora de labios y lenguas, de inocentes y no tan
inocentes
caricias de ambos lados, no me siento tan inexperta. No me siento insegura
acerca de besarlo.
Nos
vamos de las canchas del parque y regresamos a mi habitación. A mi cama. Peter
se inclina hacia atrás y gime.
—Vamos
a tener que detener esto o mi cuerpo va a sufrir las consecuencias durante días.
Relajándome,
pongo mi cabeza sobre su pecho.
—Esto
fue agradable.
—Sí,
demasiado agradable.
Él
está respirando pesadamente. Los dos lo estamos. Tomo aire despacio y
profundamente, y me glorifico en el momento. Podría quedarme aquí por siempre,
justo como estamos. Mirándonos. Sintiéndome deseada. Sintiéndome protegida.
Sintiéndome normal.
—Debería
odiarte por obligarme a jugar tenis.
—Sí.
Pero no puedes, ¿Verdad? Además, hemos tenido una sesión de besos y caricias en
la que estarás pensando por semanas.
—Tú
tienes un problema de ego.
—Sólo
contigo —él se ríe, luego bosteza.
—¿Te
estoy aburriendo? —pregunto.
—Para
nada —dice él, acariciando mi cabello—. Es sólo que... yo nunca duermo
demasiado bien. Y estoy tan relajado y feliz que mi cuerpo está listo para
descansar.
Yo
me incline sobre mis codos.
—Entonces
duerme.
—¿Aquí?
—Seguro.
Mi mamá no llegará hasta más tarde —comencé a levantarme, para dejarle la cama
completa para que pudiera dormir en paz.
—No
me dejes —dice él—. Acuéstate a mi lado —y me empuja hacia abajo con él.
—Eres
tan diferente —dice él, casi para si mismo.
—No
digas eso —le digo yo, mirando hacia otro lado. Quiero mantener la falsa
fantasía de que soy igual que las demás chicas, por lo menos durante un poco
más de tiempo.
—Diferente
de una buena forma —sus cejas se arrugan—. De una forma realmente buena.
Entonces
me acerca y me abraza apretadamente. Estamos abrazados tan juntos, como si
hubiéramos estado saliendo por años. Incluso estamos compartiendo la almohada
sobra la que he dormido desde que tengo diez años. Lo último que recuerdo antes
de despertar es la lenta y rítmica respiración de Peter detrás de mí mientras
se queda dormido.
Pero
ahora escucho la puerta de mi casa abrirse y me despierto totalmente.
—Peter,
despierta. Mi mamá está en casa.
Le
toma un segundo recomponerse, hemos estado dormidos por más de cinco horas.
—Espérame
aquí y no hagas un sonido —le digo, entonces lo beso en sus adormecidos labios.
Deslizándome
debajo del brazo que me mantiene acurrucada contra él, cierro la puerta de mi
habitación y me dirijo al primer piso.
—Hola
mamá —digo, mi voz extraña por el sueño.
—No
quise despertarte cariño. Odio estos turnos de los domingos en la noche, pero
prefiero tomarlos y pasar las mañanas contigo. Parece que pasamos muy poco
tiempo juntas últimamente —ella descarga su bolso y comienza a subir las
escaleras. Yo rezo para que no esté pensando en pasar un rato a mi habitación
para tener una de esas conversaciones madre/hija. No ahora.
Pero
supongo que si lo hace, la verdad saldrá a la luz. A lo mejor será una
bendición inesperada, pero preferiría no arriesgarme.
—Está
bien mamá. Tú siempre te preocupas por cosas insignificantes.
Ella
no escucha el crujido de mi cama tras mi puerta. Pero yo lo hago.
Mamá
frunce el ceño.
—¿Por
qué estabas dormida sin cambiarte?
Ups.
—Estaba
en mi habitación y debo haberme quedado dormida.
—Bueno,
yo también estoy exhausta. Regresa a la cama. Tienes escuela en la mañana. Y
cámbiate esa ropa.
—Está
bien, buenas noches —espero que no se dé cuenta de que estoy anticipando con mi
respiración acelerada el momento en que cierre la puerta de su cuarto.
Cuando
lo hace, me apresuro a mi cuarto. Peter está sentado en mi cama, sobresaltado.
—Lo
siento tanto —susurra, viéndose tan genial y peligroso como siempre, incluso
medio dormido—. Perdí la noción del tiempo.
—Yo
también.
Él
camina hacia la ventana.
—Peter,
¿Que estás haciendo? —susurro.
—Buscando
una forma de salir.
Pongo
mi mano en su brazo y lo hago retroceder.
—No
vas a saltar desde mi ventana. Sólo tenemos que esperar unos quince minutos y
yo voy a acompañarte hasta la puerta. Mi mamá duerme como los muertos y queda
hundida bastante rápido. Además si nos atrapan estamos en esto juntos, ¿verdad?
Le
toma unos segundos responder. Es casi como si no creyera lo que acabo de decir.
—Sí,
claro —murmura finalmente.
me encanto ahi peter seguro noto la diferencia de lali y luna me encanto la novela quiero mass
ResponderEliminardulce te ama mas que nada
Eso mismo pense yo la diferencia lali luna
ResponderEliminarBuenisimo el capi
fantastico el cap espero los próximos
ResponderEliminarMariana necesitaba ese empujoncito d ira ,y coraje,k solo le sabe proporcionar Peter ,para reaccionar.Estamos juntos en esto.Me encanto.
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