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martes, 29 de mayo de 2012

novela: salir del paraiso capitulo 32



peter llega en la tarde, totalmente inesperado. Abro la puerta y de repente, está aquí, parado al frente mío con una mirada determinada en su rostro.
—Quería verte —es toda la explicación que consigo—. ¿Tu mamá está en casa?
—No. Salió a trabajar hace cinco minutos —Peter y yo somos amigos. Está bien, somos más que amigos. Es extraño y complicado, pero es la única amistad intacta que me queda.
Lo llevo a mi habitación y lo dejo esperando mientras traigo algunas bebidas y bocadillos. Nos sentamos en el suelo y nos comemos los bocadillos. Hablamos sobre la escuela y su equipo de lucha, y nos reímos sobre la época en que éramos niños en preescolar y todas las cosas estúpidas que hacíamos.
Entonces jugamos gin con las cartas que mi madre me compró cuando estaba en el hospital. Él no dice una sola palabra sobre besos. Ni siquiera me mira con esa caliente, necesitada mirada que he visto antes. Sé que tiene algo en mente. No sé que pueda ser, pero lo está distrayendo.
Después de un rato, baja sus cartas y dice:
—Quiero ayudarte Mariana.
—¿Con que?
—A jugar tenis de nuevo. Siempre te he visto mirando hacia el armario como si allí hubiera un monstruo, así que lo revisé mientras fuiste a la cocina. Encontré tu raqueta.
Me paré. Mi corazón comienza a acelerarse mientras me alejo de él.
—Nunca voy a volver a jugar.
Él se para, también.
—No estoy tratando de herirte Mariana. Estoy tratando de ayudarte.
Yo le doy la espalda.
—No puedo jugar.
—Simplemente inténtalo, Mariana. ¿Qué daño puede hacer?
—No voy a ser buena.
—¿Quién dice que tienes que ser buena?
Él no sabe que ser buena jugando tenis siempre ha significado más que ser buena en el tenis. Es mucho más profundo que eso.
Cuando miro a Peter, quiero hacerlo sentirse orgulloso de mí. Está tratando de curar cualquier dolor que haya podido causarme. Quiero ayudarlo también.
—Está bien, lo intentaré —digo—. Pero no esperes mucho de mí.
Quince minutos después estamos detrás de la Secundaria Paradise mirando hacia las canchas de tenis. Esto me trae recuerdos de esa época cuando trataba de probarme a mí misma.
Respirando profundamente, sigo a Peter hacia la dura y verde superficie.
Cuando Peter sacó mi raqueta, me congelé. Ni siquiera quería sostenerla.
Así que después de que él sacó su propia raqueta y algunas bolas de su garaje, lo cargo todo sin quejarse mientras caminábamos hacia la escuela.
Ahora estaba ofreciéndome mi raqueta.
Yo me contengo.
Tomando mi mano en la suya, envuelve mis dedos alrededor del mango de la raqueta.
—Estoy asustada —admito.
—Yo también.
Yo levanto una ceja.
—Si —dice él—. De que me ganes. Tengo que cuidar mi imagen de tipo duro, lo sabes.
Eso me hace reír.
—Tú no me necesitas para hacerte parecer duro, Peter.
Con eso, él toma las bolas de tenis y se dirige al lado opuesto del campo.
—Ten cuidado conmigo —bromea.
Golpea la bola justo hacia mí, fácil y lenta. Mis instintos toman el control y golpeo de vuelta. Se siente bien, tengo que admitirlo, pero también se siente extraño. Mi cuerpo se mueve diferente ahora, como si estuviera rígida y no lograra relajarme. Mis piernas, mi posición, ambas son extrañas y erróneas. No me puedo balancear en los talones de mis pies ni rebotar cuando la bola viene hacia mí. No puedo inclinarme en una posición alerta, lista para golpear la bola cuando vuele hacia mí.
Cuando Peter golpea de nuevo la bola hacia mí, no me muevo.
Él se detiene y sacude su cabeza.
—Hubieras podido golpear esa.
—No quería hacerlo. ¿Podemos irnos ahora?
—No. Respóndeme diez lanzamientos, entonces nos iremos.
Él golpea la siguiente bola hacia mí. La golpeo suavemente.
—Nueve —dice él, contando las que faltan.
Tres bolas más llegan cerca a mis brazos y las golpeo lentamente, para que vuelen fácilmente sobre la red justo hacia él. Mis pies aún no se han movido de su lugar.
—Seis. Otros cinco gentiles lanzamientos vuelan sobre la red y rebotan justo en frente mío. Las envío de vuelta suavemente.
—Una más, Mariana. Entonces nos vamos de aquí.
Fantástico. Sólo falta una para que la humillación se termine.
Él envía una fuerte y rápida sobre la red. Rebota un metro y medio más allá de donde estoy parada. Ni siquiera intento ir por ella. Él lo hace de nuevo... y de nuevo. Yo dejo mi raqueta a un lado y me quedo mirándolo.
—¿Estás tratando de humillarme?
—Deja de actuar como un bebe y atrévete a ir por la bola —dice él, sacudiendo su cabeza—. ¡Vamos!
¡Como se atreve!
Esta vez, mientras la bola se acerca sobre la red, es mi rabia y nada más lo que me empuja mientras tomo los tres pasos y golpeo la bola de vuelta hacia Peter con toda la fuerza y frustración que hay dentro de mí.
Lo golpea directamente en su brazo.
—¡Ouch! —no le pregunto si se encuentra bien, porque tiene esa mirada arrogante en su cara y las esquinas de su boca están hacia arriba en un claro signo de victoria—. ¿Se sintió tan bien para ti como para mí? —pregunta.
Yo le tiro la raqueta y camino fuera del campo.
No le daré la satisfacción de saber que se sintió increíblemente estimulante.
Me alcanza y me acerca hacia él.
—Voy a tener un moretón, ¿lo sabes? —dice él—. Pero mirarte golpear esa cosa fue realmente sexy.
Yo me giro para mirar el moretón que ya está apareciendo en su brazo.
—¿Lo fue?
En un rápido movimiento, se adelante y me acorrala contra la cerca con su cuerpo.
—Voy a besarte.
Mi estomago hace un pequeño giro; Me olvido de que estoy molesta. Mis nervios se apoderan de todas mis emociones.
—¿Aquí?
—Oh, sí. Justo aquí, justo ahora. ¿Piensas huir esta vez?
—No lo creo. Pero no estoy segura.
Él sonríe, fascinado con mi respuesta.
Miro hacia arriba y encuentro sus ojos, un pequeño asomo a su mundo privado, entonces mojo mis labios en anticipación.
Y ese es el comienzo de nuestra maratón de besos. Todo lo que tengo que decir es que después de una hora de labios y lenguas, de inocentes y no tan
inocentes caricias de ambos lados, no me siento tan inexperta. No me siento insegura acerca de besarlo.
Nos vamos de las canchas del parque y regresamos a mi habitación. A mi cama. Peter se inclina hacia atrás y gime.
—Vamos a tener que detener esto o mi cuerpo va a sufrir las consecuencias durante días.
Relajándome, pongo mi cabeza sobre su pecho.
—Esto fue agradable.
—Sí, demasiado agradable.
Él está respirando pesadamente. Los dos lo estamos. Tomo aire despacio y profundamente, y me glorifico en el momento. Podría quedarme aquí por siempre, justo como estamos. Mirándonos. Sintiéndome deseada. Sintiéndome protegida. Sintiéndome normal.
—Debería odiarte por obligarme a jugar tenis.
—Sí. Pero no puedes, ¿Verdad? Además, hemos tenido una sesión de besos y caricias en la que estarás pensando por semanas.
—Tú tienes un problema de ego.
—Sólo contigo —él se ríe, luego bosteza.
—¿Te estoy aburriendo? —pregunto.
—Para nada —dice él, acariciando mi cabello—. Es sólo que... yo nunca duermo demasiado bien. Y estoy tan relajado y feliz que mi cuerpo está listo para descansar.
Yo me incline sobre mis codos.
—Entonces duerme.
—¿Aquí?
—Seguro. Mi mamá no llegará hasta más tarde —comencé a levantarme, para dejarle la cama completa para que pudiera dormir en paz.
—No me dejes —dice él—. Acuéstate a mi lado —y me empuja hacia abajo con él.
—Eres tan diferente —dice él, casi para si mismo.
—No digas eso —le digo yo, mirando hacia otro lado. Quiero mantener la falsa fantasía de que soy igual que las demás chicas, por lo menos durante un poco más de tiempo.
—Diferente de una buena forma —sus cejas se arrugan—. De una forma realmente buena.
Entonces me acerca y me abraza apretadamente. Estamos abrazados tan juntos, como si hubiéramos estado saliendo por años. Incluso estamos compartiendo la almohada sobra la que he dormido desde que tengo diez años. Lo último que recuerdo antes de despertar es la lenta y rítmica respiración de Peter detrás de mí mientras se queda dormido.
Pero ahora escucho la puerta de mi casa abrirse y me despierto totalmente.
—Peter, despierta. Mi mamá está en casa.
Le toma un segundo recomponerse, hemos estado dormidos por más de cinco horas.
—Espérame aquí y no hagas un sonido —le digo, entonces lo beso en sus adormecidos labios.
Deslizándome debajo del brazo que me mantiene acurrucada contra él, cierro la puerta de mi habitación y me dirijo al primer piso.
—Hola mamá —digo, mi voz extraña por el sueño.
—No quise despertarte cariño. Odio estos turnos de los domingos en la noche, pero prefiero tomarlos y pasar las mañanas contigo. Parece que pasamos muy poco tiempo juntas últimamente —ella descarga su bolso y comienza a subir las escaleras. Yo rezo para que no esté pensando en pasar un rato a mi habitación para tener una de esas conversaciones madre/hija. No ahora.
Pero supongo que si lo hace, la verdad saldrá a la luz. A lo mejor será una bendición inesperada, pero preferiría no arriesgarme.
—Está bien mamá. Tú siempre te preocupas por cosas insignificantes.
Ella no escucha el crujido de mi cama tras mi puerta. Pero yo lo hago.
Mamá frunce el ceño.
—¿Por qué estabas dormida sin cambiarte?
Ups.
—Estaba en mi habitación y debo haberme quedado dormida.
—Bueno, yo también estoy exhausta. Regresa a la cama. Tienes escuela en la mañana. Y cámbiate esa ropa.
—Está bien, buenas noches —espero que no se dé cuenta de que estoy anticipando con mi respiración acelerada el momento en que cierre la puerta de su cuarto.
Cuando lo hace, me apresuro a mi cuarto. Peter está sentado en mi cama, sobresaltado.
—Lo siento tanto —susurra, viéndose tan genial y peligroso como siempre, incluso medio dormido—. Perdí la noción del tiempo.
—Yo también.
Él camina hacia la ventana.
—Peter, ¿Que estás haciendo? —susurro.
—Buscando una forma de salir.
Pongo mi mano en su brazo y lo hago retroceder.
—No vas a saltar desde mi ventana. Sólo tenemos que esperar unos quince minutos y yo voy a acompañarte hasta la puerta. Mi mamá duerme como los muertos y queda hundida bastante rápido. Además si nos atrapan estamos en esto juntos, ¿verdad?
Le toma unos segundos responder. Es casi como si no creyera lo que acabo de decir.
—Sí, claro —murmura finalmente.

4 comentarios:

  1. me encanto ahi peter seguro noto la diferencia de lali y luna me encanto la novela quiero mass
    dulce te ama mas que nada

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  2. Eso mismo pense yo la diferencia lali luna

    Buenisimo el capi

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  3. fantastico el cap espero los próximos

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  4. Mariana necesitaba ese empujoncito d ira ,y coraje,k solo le sabe proporcionar Peter ,para reaccionar.Estamos juntos en esto.Me encanto.

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