Caminaron por el pasillo y el ama de llaves se detuvo dos puertas más allá
de la de Sophie. Mariana se encontró con un precioso y sencillo dormitorio de invitados,
que daba al jardín, y que, además, tenía cuarto de baño propio.
La modelo se preguntó cuánto tiempo permanecería allí. ¿Cuánto tiempo
soportaría quedarse en ese lugar? Un pensamiento poco placentero pasó por su
mente. Si Sarah y Peter eran amantes, ¿se quedaría en la casa? En seguida, se
dijo a sí misma que eso no era de su incumbencia, ya que ahora no tenía un interés
romántico en Peter. Pero, ¿era así?
Más para distraer sus pensamientos que por otra cosa, le preguntó a la
señora Lancaster:
—Peter y Natalie... ¿cuál era su dormitorio?
—Dormían en habitaciones separadas. El dormitorio de la señora Lanzani era
el contiguo a éste... —hizo una pausa y después continuó—. Todavía están allí
todas sus cosas. Me preguntaba si usted querría revisarlas...
—Pero seguro que Peter... —protestó Mariana, que trataba de asimilar el
hecho de que Peter y Natalie dormían en habitaciones separadas. ¿Quién lo
habría sugerido? La señora Lancaster había dicho que Natalie pasaba mucho
tiempo fuera de la casa, pero, ¿desde cuándo Peter y Sarah...?
—El señor Peter me dijo que me deshiciera de todo y cerrara la habitación,
pero no pude hacerlo. Algunas de sus ropas son muy costosas...
Mariana comprendió el dilema de la señora Lancaster.
—Por supuesto que lo haré —dijo Mariana, aunque pensaba que sería una tarea
poco agradable, pero que se lo debía a su prima.
Mariana no vio cuando se fue Sarah. La señora Lancaster salió al jardín y
le dijo que la comida ya estaba preparada y que Sarah ya se había ido.
Durante la comida, Sophie mantuvo los ojos fijos en su plato. ¿Qué hecho
traumático le hacía permanecer en silencio? Y no sólo había dejado de hablar.
Sophie tenía seis años y era una niña introvertida que huía de todo contacto
físico y se encerraba en sí misma.
Después de comer, la señora Lancaster le informó que iba a ir de compras y
que, como siempre, llevaría a Sophie. Pero, cuando Mariana sugirió que la
pequeña se quedara con ella, las dos mujeres se quedaron muy sorprendidas al
ver que la niña asentía.
—Usted le agrada —le dijo la señora Lancaster, cuando Sophie subió a
lavarse los dientes—. Es su vivo retrato, excepto en el color de los ojos.
—Los genes son una cosa extraña.
Mariana había visto unos libros infantiles en la librería del salón y
decidió escoger algunos para leerlos con Sophie en el jardín, aprovechando que
hacía una tarde tibia y soleada. Después se fue al comedor, en donde, como
esperaba, Sophie estaba aguardándola. Aunque la pequeña no podía hablar, sí
podía oír y entender los cuentos. No podía obligar a Sophie a aceptarla, a que
le diera su confianza, pero... Tomó una decisión y comenzó a hablar, lo hizo
con voz baja, como si hablara consigo misma. —Es una tarde maravillosa, creo
que saldré al jardín. Si hubiera una silla plegable, me podría sentar a leer.
Quizá encuentre alguna en el garaje.
Sin esperar a ver la reacción de Sophie, se dirigió a
la cocina y a la puerta trasera, contenta porque la pequeña la seguía. La niña
llevaba puestos unos pantalones demasiado grandes y Mariana decidió que saldría
y le compraría ropa nueva. Quizá pudiera llevar a Sophie
con ella.
Como esperaba, encontró sillas de jardín en la cochera. Cogió una y se
dirigió al prado. Sophie la siguió.
Mientras caminaba, hablaba acerca de la casa, el pueblo y los cambios que
había encontrado, así como de su tía y su propia niñez, pero sin mencionar a
la madre de Sophie.
Cuando al fin se sentó y abrió un libro, Sophie se
puso a su lado.
—Umm, ésta parece una buena historia —miró a la niña y comenzó a leer en voz alta.
Sophie estaba de pie a menos de un metro de distancia y la miraba. Mariana
leía despacio y de vez en cuando levantaba los ojos del libro para mirar a su
alrededor. Sophie no respondía, pero permanecía allí, mirándola, sin moverse.
Ya había leído más de la mitad del libro cuando sintió
que Sophie se movía. Su corazón dio un vuelco. ¿Acaso se había
aburrido y se iba? No se atrevió a levantar los ojos del libro y volvió a
respirar cuando vio la sombra de la niña sobre su regazo. Aún estaba junto a su
silla, cuando terminó de leer el cuento.
Mariana pensó que había conseguido establecer contacto con Sophie. La
pequeña no la había rechazado, como temía que lo hiciera. ¿Qué habría dicho
Natalie a Sophie acerca de ella? ¿Las habría comparado? Suspiró y cogió otro
libro de Sophie. Había muchas cosas que no comprendía y que no podría entender
sin la cooperación de Sophie. Iba a coger otro libro y se sorprendió cuando la
niña la apartó y se puso a buscar ella misma.
Sophie le dio un libro viejo y maltratado. Asombrada, Mariana reconoció que
era uno de los suyos. Un libro que había recibido de sus padres en el último
cumpleaños. Acarició la maltratada cubierta y recordó lo preciado que para ella
había sido ese libro..., un símbolo de todo lo que había perdido. Lo había
dejado en la casa, junto con todos sus otros tesoros, pero, ¿dónde lo había
encontrado Sophie?
Mariana abandonó sus pensamientos y observó que la pequeña la miraba con
ojos implorantes. Con un movimiento inesperado, Sophie abrió el libro, que
estaba sobre las piernas de Mariana, y señaló el lugar en donde había escrito
su nombre hacía ya mucho tiempo.
¡Sophie lo sabía! De alguna manera, la niña había
adivinado lo que pensaba y a su manera intentaba decirle que sabía quién era.
La emoción se apoderó de Mariana y, sin pensarlo, abrazó a la niña.
Demasiado tarde, recordó que había decidido esperar a que Sophie diera el
primer paso...
—¡Oh, Sophie...! —la soltó, temblorosa, y le retiró el cabello rubio de
los ojos—. Sí, este libro fue mío hace tiempo — trató de parecer calmada—. Mis
padres me lo dieron cuando era pequeña... antes de que fuera a vivir con tu
mamá; pero, ¿dónde lo conseguiste?
Enseguida Sophie se tensó y sus ojos negros parecían asustados. ¡Dios mío!
Sophie pensaba que se iba a enfadar con ella. Entonces, Mariana dijo con
suavidad:
—No, no querida, no estoy enfadada. Me gusta que lo hayas encontrado.
¿Quieres que te lo lea?
Sophie ya no sintió temor y asintió, apoyándose en la silla de Mariana,
cuando comenzó a leer.
Al mirar su cabeza inclinada, Mariana pensó que era hija de Peter y sin
embargo, no le encontraba ningún parecido con él. Tal vez porque no quería
verlo.
Dejó de leer y miró a Sophie. Le dijo con suavidad: —Sabes, creo que
estarías más cómoda si te sentaras en mis rodillas. ¿Qué opinas? ¿Te gustaría?
Mariana contuvo la respiración, esperando el rechazo de la niña y se quedó
sorprendida cuando la cabecita rubia asintió. Trató de ocultar su júbilo y dijo
con mucha calma: —Entonces, ven, deja que te levante. Aún permanecían sentadas
así, cuando, una hora después, regresó la señora Lancaster, que no podía creer
lo que veía. —Está dormida —le dijo Mariana sonriendo. —¡Dios mío! Yo diría que
le cogió afecto desde un principio. Ayer, sus ojos no dejaron de mirarla.
—No puedo evitar preguntarme lo que Natalie le diría de mí —sintió que
podía confiar en la señora Lancaster—. Ella y yo nunca nos llevamos bien. Solía
decir que yo era fea...
—Podía ser cruel con las palabras, cuando quería.
Muchas veces encontré a la niña llorando, después de haber estado un rato con su madre.
—Peter no cree que el trauma de Sophie se deba a la
muerte de su madre. Piensa que hay algo más.
—Debo admitir que creí que no le afectaría tanto. Después de todo, no la
veía mucho, pero con los niños nunca se sabe.
Mariana no hizo más preguntas, pues no quería parecer demasiado curiosa
acerca de la vida privada de su prima. Y decidió que al día siguiente
comenzaría a revisar las cosas del dormitorio de Natalie. Un poco más tarde,
metió a la niña en la casa. Al entrar escuchó que sonaba el teléfono y vio que
la señora Lancaster contestaba.
—Era el señor Lanzani —le dijo diez minutos después—. Quería que supiera
que no vendría a cenar.
—¿Dijo cuándo volvería? —se preguntó si su voz había sonado temblorosa.
¿Qué le importaba si Peter iba o venía?
—No, no lo dijo.
Peter no cenaría con ella esa noche. ¿Por qué la inquietaba eso? ¿Cenaría
con Sarah? Se sintió triste. Se preguntó qué le sucedía. ¿No estaría celosa?
haaaaaaaaaaay ya hay acercamiento hacia la niña quiero otro capitulo pupy dale
ResponderEliminarte quiero linda
dulce
ouoy necesito otro te lo ruego esto cada vez me gusta massssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarsabes quiero que agas maraton pupy decime que si dale porfavor no sabes como estoy con tu novela
ResponderEliminarMe encanta la novela espero más :)
ResponderEliminarEstoy ansiosa por el próximo cap quiró más nove
ResponderEliminarsi k esta celosa.La niña un dulce,6 añitos ,a saber k le pasaria para encontrarse de esa manera.
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