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sábado, 26 de mayo de 2012

novela: salir del paraiso capitulo 19



*** Peter
mis pantalones son jodidamente ajustados y está camisa tiene tanto almidón que me siento como un maniquí. Pero estoy aquí, en el Festival de Otoño. Una vez que termine de actuar como el hijo modelo, me iré de aquí.
Veo a mis padres en el pabellón de los alimentos, hablando con otra pareja. Nada ha cambiado desde que he vuelto. Mi hermana sigue siendo un zombi, pero es peor ahora, porque desde que salió corriendo de la cafetería el lunes, está ignorándome. Mis padres no han mencionado el accidente desde que volví. Traté de hablar de ello, pero me han censurado.
Cuando me acerco a mis padres, mi madre sonríe.
—Estábamos esperándote, Peter.
—Bueno, aquí estoy —digo sin entusiasmo, no menos dispuesto a representar este espectáculo.
Mi papá se ve cansado; hay círculos bajo sus ojos y él no está caminando tan alto y recto como recuerdo.
—Peter, ¿te acuerdas del Dr. y la Sra. Tremont? El Dr. Tremont es dueño de una clínica dental en Denton, y acaba de abrir una en Paradise ahora que el Dr. Kryzanowich se jubiló.
—¿En serio?
El Dr. Tremont apunta al este.
—Por las calles Central y Carriagedale. Ya sabes, el nuevo edificio junto al cine Paradise —sacudo mi cabeza.
—No lo he visto todavía.
—¿Dónde has estado escondido? —el Dr. Tremont dice, riendo—. Es el edificio con el gran diente al frente —mi papá se pone rojo bajo su cuello.
—Me muero de hambre —dice antes de que yo le diga al Dr. Tremont que no he visto su edificio con el gran diente, porque estuve encerrado en la cárcel desde hace un año.
—Por qué no prueban algunos de los platillos de mi esposa mientras Peter encuentra a sus amigos.
Mamá hace un trabajo realmente bueno dirigiendo a los Tremonts a la mesa de buffet y lejos de mí. ¿Crees que mamá se da cuenta que no era la mejor idea tratar de fingir que soy un hijo perfecto? Mi hermana se une a ellos, ignorándome por completo.
El Festival de Otoño es un zoológico. Es difícil creer que Paradise es un pueblo pequeño cuando hay tanta gente alrededor. Agustin  y los chicos están pasando el rato cerca del estacionamiento.
—Wow, Peter, ¿quién te vistió? —Agustin  dice sarcásticamente, sacudiendo su cabeza con incredulidad.
Hago una mueca. —¿Me creerás si te digo que mi madre lo hizo?
Agustin  asiente. —Sí. Paradise no era lo mismo sin ti, hombre. Pero esa ropa tiene que irse.
Drew se ríe mientras enciende un cigarrillo.
—Tienes razón, Agustin . Paradise no es el mismo. Vi a la Sra. Esposito bailando con el tipo de la cafetería. Se veían muy apretados. ¿Crees que son... tú, sabes? Dios sabe que Mariana no conseguirá ninguno. Esa chica necesita un montón de cirugías más antes de que vaya a atraer a cualquier tipo. Tal vez podría conseguir una cita para el baile a través de Internet.
Nadie se ríe, porque Drew no es gracioso. Ha sido un pelmazo desde que volví, haciendo todo lo posible para hacerme enojar a propósito.
Tristán lanza un balón en el aire. —Nos dirigimos a la cancha para jugar a la pelota. Vámonos antes de que nuestras mamás traten de hacernos bailar con ellas.
Me quito la ridícula camisa mientras juego, pero mis bolas están siendo estranguladas por los pantalones que llevo puestos. Después de cuarenta y cinco minutos, nos dirigimos de regreso. Pero cuando Tristan y Agustin  están por delante de nosotros, agarro a Drew por el hombro y lo empujo contra un árbol. Lo tomo completamente por sorpresa. No tiene ni idea de que estoy
tentado a patearle el trasero. Una cosa que aprendí en el DOC de los reclusos... agarrarlos cuando menos se lo esperan.
—Este es el trato —digo en voz baja y dura cuando agarro su camisa y la retuerzo cerca de su garganta—. Deja de mencionar a Mariana o la cárcel o el accidente. ¿Entendido? Si quieres seguir hablando de más, eso está bien, pero la próxima vez que lo hagas te encontrarás con mi puño. Garantizado.
—Estaba bromeando —Drew se atraganta, con un débil hilo de histeria en su voz—. Por Dios, Peter, relájate.
Suelto su camisa, pero le doy una última advertencia.
—Hasta hace dos semanas estaba viviendo con pandilleros. No me digas que me relaje.

Es jueves por la noche, cinco días después del festival. Estoy en el cuarto de Luna mientras sus padres están en alguna recepción. Se supone que debemos estudiar; ambos tenemos examen mañana.
Desafortunadamente, me di cuenta hace una media hora que ella no está interesada en estudiar. Luna se contonea delante de mí, modelando diferentes atuendos que compró en el centro comercial ayer.
—Bueno... —dice, luciendo un vestido de diseñador—. ¿Qué piensas?
—Estoy ocupado leyendo la Carta Magna. No puedo reprobar este examen, lu.
Ella pone las manos sobre sus caderas y hace pucheros.
—Te juro que le prestas más atención a las chicas en la escuela que a mí.
Levanto la vista de mi libro.
—¿Estás bromeando?
—No, Samantha Hunter está, como, deseándote después de tu clase de gimnasia y estás cayendo. Y te escuche con Emily Steinway teniendo una conversación muy intensa en biología.
—No le he dicho dos palabras a Samantha, Kend. Y Emily y yo somos compañeros de biología. ¿Qué estás haciendo, espiándome? Me encantaría decirles a todos que estamos de nuevo juntos. Tú eres la que quiere mantener nuestra relación en maldito secreto.
Esta semana nos hemos encontrado en la reserva forestal, en las gradas de la escuela, y hoy tuve que entrar a su casa por la puerta trasera para que ninguno de sus vecinos me viera entrar. Estoy harto de moverme furtivamente en todos lados.
—Te dije que mi padre se está presentando en la elección en noviembre, Peter. Su hija no puede ser vista saliendo con un ex convicto.
Ella dice eso con tanta facilidad. No hay una pizca de disculpa o vacilación en su voz cuando deja salir la palabra —ex convicto—.
—Me tengo que ir —digo, luego cierro mi libro de historia.
Ella viene hacia mí, colocando su mano sobre mi pecho. —No te vayas. Voy a hacer que valga la pena.
—¿De qué estás hablando?
Lentamente quita el fino tirante de su hombro, revelando piel desnuda. Unos segundos más tarde, se quita su vestido y está de pie frente a mí vestida sólo con un sostén de encaje negro y tanga a juego.
Mi mirada se desplaza sobre su cremosa piel blanca. Diablos, sí, quiero esto. Pero ella no se está comportando como una novia. No tiene que desnudarse para mantenerme aquí. No tiene que usar su cuerpo para seducirme.
Esto está tan jodido. —Luna... —da un paso hacia mí, poniendo su dedo sobre mis labios para no permitirme hablar.
—Shh, oigo a mis padres en el pasillo —susurra.
Mierda. Efectivamente hay un golpe en la puerta de su dormitorio un segundo después.
—Luna, ¿estás en casa? —su mamá dice al otro lado de la puerta.
—Uh, sí —Luna dice en voz alta mientras recoge su vestido tirado—. Peter, entra al armario —susurra.
Esto no está pasando en serio. —No voy a entrar al armario —digo. De ninguna manera voy a encerrarme de nuevo, aún en el armario de mi novia en lugar de una celda.
—Shh, te van a escuchar.
Su madre toca de nuevo y dice: —¿Con quién estás hablando? Luna, abre la puerta.
Luna se escabulle para ponerse su vestido de nuevo. —Con nadie, mamá, sólo tengo la radio encendida. Me estoy vistiendo. Salgo en un minuto, ¿de acuerdo?
—Apúrate. El Senador Boyle vino hasta aquí para conocerte —dice su mamá, entonces escucho pasos alejándose de la puerta.
—¿Cuando vas a decirles que estamos juntos? —le pregunto a Luna—. ¿Después de las elecciones?
—¿Podemos hablar de eso más tarde? —susurra mientras verifica rápidamente su apariencia en el espejo. Observo mientras se pone enormes cantidades de brillo labial en sus labios. El sabor cereza flota en el aire hasta mi nariz y me pregunto cuánto tiempo puedo estar atrapado en esta habitación con olor a cereza antes de desmayarse.
Abro la ventana.
—Peter, ¿qué estás haciendo?
Lanzo mi libro de historia hacia el suelo abajo, rezando por que todavía este intacto cuando lo recupere. Luego levanto un pie sobre el alféizar. —Yéndome.
—Es una casa de dos plantas. Vas a matarte.
No voy a esconderme en su habitación como un prisionero. Además, si salto con suficiente fuerza y lo suficientemente alto, podría ser capaz de asirme a una rama del árbol a unos pies de la ventana.
Ella corre hacia mí.
—No lo hagas, PL.
Miro directamente a sus ojos azules. ¿Por qué no? ¿Por qué me amas, porque no quieres que me lastime... porque quieres llevarme a la planta baja y anunciar a tus padres y a sus amigos que no importa lo que sucedió en el pasado, estamos juntos y nadie puede separarnos?
—Voy a tener problemas si te ven —anuncia.
—Nos vemos en el otro lado —le digo a Luna antes de pararme en el alféizar de la ventana, diciendo una oración, y dando un salto.


ayer no pude continuar la maraton porque tuve que irme lo lamentoo pero hoy la sigo como seaaa con o sin firmas besooooo

3 comentarios:

  1. haaaaaaaaaaaaaay no quiero mas novela dale mi ouoy hermosa massss esta genial esta como todas las demas quiero mas te amaaa
    dulce

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  2. Peter k tarado, no se da cuenta la clase d chica ,k es Luna.

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