ESA NOCHE Mariana se acostó temprano, pero no conseguía dormirse. Para
tranquilizarse se decía a sí misma que su falta de sueño no tenía nada que ver
con que Peter hubiera salido con Sarah. Sin embargo deseaba oír cuanto antes
el ruido de su coche.
Se había pasado seis años repitiéndose que estaba libre de él, que no
significaba nada más que malos recuerdos. Y ahora, en unos cuantos días, la
coraza protectora que había construido a su alrededor se derrumbaba.
Mariana no pudo dormirse hasta que oyó que el coche de Peter se detenía
fuera de la casa. Miró su reloj y vio que eran casi las dos de la mañana. Los
celos se apoderaron de ella al imaginarse a Sarah en brazos de Peter. Su deseo
de averiguar la razón por la que Natalie se había quitado la vida estaba siendo
superado por una necesidad instintiva de alejarse de Peter antes de que él
descubriera sus sentimientos. Él sabía la razón por la que Natalie la había
nombrado tutora de Sophie, así como lo vulnerable que era, pero, gracias a
Dios, aún no sabía por qué era tan débil. Si pudiera marcharse... Pero tenía
que pensar en Sophie, ella la necesitaba y era mucho más importante que sus
sentimientos.
Al día siguiente, Mariana se levantó triste y llena de malos
presentimientos. Sabía que debía tranquilizarse si quería ayudar a su sobrina,
pero, ¿por qué iba Sophie a responderle a ella cuando no lo hacía con Sarah o
con su padre? Se dirigió a la habitación de la pequeña y la encontró
vistiéndose. Su sonrisa, cuando vio a Mariana, borró todas sus dudas. Por
instinto, Mariana la abrazó, pero en ese momento entró Peter en la habitación
y todo su cuerpo se puso tenso.
Durante varios segundos él la observó con una mirada indescifrable. Vestía
un traje formal y estaba tan atractivo que Mariana sintió un fuerte deseo de
abrazarlo.
Sophie sonrió a su padre, sin comprender la tensión que había entre los
dos adultos.
—No puedo quedarme a desayunar con vosotras. Tengo que llegar a la oficina
lo antes posible —dijo Peter a Mariana—. Y tampoco vendré a cenar.
¿Sarah otra vez? Mariana sintió celos y escondió la cara, para que no
adivinara lo que sentía. Él añadió, con una expresión en los ojos que no pudo
definir, pero que la hizo estremecerse:
—Oh, casi me olvido; esta mañana llegó correspondencia para ti.
Metió la mano en el bolsillo y sacó varios sobres. A Mariana no le sorprendió
porque había dado sus señas a su agente y cogió las cartas en silencio, pero el
sobre de encima se le cayó. Tenía el sello del correo aéreo y en el reverso el
nombre del remitente. Mariana sonrió al recogerlo, sin darse cuenta de lo mucho
que su sonrisa había cambiado su expresión.
—¿Aún estás con contacto con Martinez?
—Sí... Tiene un niño pequeño —dijo Mariana sin poder comprender la razón
de su enfado. Sabía que él y Lucas no habían sido amigos, pero no entendía por
qué reaccionaba así.
—Eres una mujer muy fría, Mariana. ¿Sabe su esposa...? —se detuvo, porque
el teléfono empezó a sonar y bajó a Sophie al suelo—. Espero una llamada. Esa
debe de ser.
Cuando se fue, Sophie la miró con incertidumbre. La
niña no hablaba, pero era muy sensible y se daba cuenta de todo.
Mariana se sintió culpable; sonrió y cogió la mano de Sophie. La sonrisa de la
niña hizo que el corazón le diera un vuelco. Había algo muy familiar en esa
sonrisa, pero no era la de Peter, ni tampoco la de Natalie. Con seguridad era
su parecido con Sophie lo que veía reflejado en su sonrisa. Sin embargo, le
recordaba mucho a otra persona, pero por más que pensaba, no sabía a quién.
Leyó la carta de Lucas durante el desayuno. Incluía una invitación para
que no tardara en ir a verlo. Mariana sabía que tenía que dejar de apoyarse en Lucas
y en Dinah. Después de guardar la carta en el sobre, se puso a mirar las
fotografías que le había enviado. Eran de su esposa Dinah y de Jeremey, que
casi ya tenía tres años. El pequeño sonreía en la fotografía y Mariana supuso
que a Sophie le gustaría ver la foto y se la enseñó.
—Ese es un niño bonito —dijo la señora Lancaster mientras miraba sobre el
hombro de Mariana—. Me recuerda a alguien; pero, por el momento, no consigo
saber a quién.
—Su padre vivía aquí y Jeremy se parece mucho a él, aunque tiene el mismo
color de cabello que su madre.
Charlaron durante un rato y después Mariana ofreció
sacar a Sophie al jardín, para que la señora Lancaster pudiera continuar con su trabajo.
Mariana había traído algunos libros de su casa y subió
a buscar uno. Media hora después levantó la vista del libro, para estudiar el
semblante de Sophie. Parecía que Winnie the Pooh era uno de los cuentos
favoritos de Sophie, igual que lo había sido de ella.
Le dijo con una sonrisa:
—Leeré hasta el final de este capítulo y después nos detendremos —había
caído en el hábito de hablarle a Sophie como si fuera a responderle. Y la
pequeña tenía su propia manera de comunicar lo que quería o necesitaba.
Mariana suspiró, cuando cerró el libro, y se preguntó
si alguna vez volvería a hablar.
—Es hora de que haga mis ejercicios —le dijo a Sophie y se puso de pie—.
¿Quieres mirar?
Siendo una modelo, los ejercicios eran una parte integral de su vida.
Sophie continuó moviendo la cabeza:
—Entonces, vamos —dijo Mariana, mientras la cogía de la mano—. Hoy los
haremos fuera, porque hace un día precioso. Subamos a mi habitación a buscar
una cinta para el cassette — mientras Mariana se ponía los pantaloncillos
cortos, Sophie la miraba y a Mariana se le ocurrió una idea—. Puedes hacerlos
conmigo esta mañana.
Como Sophie no se negó, la llevó a su habitación y la ayudó a cambiarse.
En el jardín Mariana hizo unos ejercicios básicos de
calentamiento y se volvió hacia Sophie, mostrándole una versión más sencilla.
Sophie respondió con entusiasmo. Tenía un ritmo físico natural que la ayudaba a
adaptarse con facilidad a la rutina de los ejercicios. Mariana había escogido
una cinta con música alegre y divertida, que incluía varias canciones pop que
estaban de moda.
De pronto, cuando la cinta iba por la mitad, Mariana oyó un sonido que no
procedía de la grabadora, en la que estaba sonando una canción popular. Sin
poder creerlo, siguió moviéndose de manera automática y se acercó un poco a
Sophie. El corazón le dio un vuelco al descubrir que estaba en lo cierto:
Sophie tarareaba la canción. Mariana no sabía qué hacer. Una parte de ella quería
abrazar a la niña y mostrarle su excitación, pero otra parte de su ser le dijo
que el tarareo de la niña era espontáneo, y que era probable que no se
estuviera dando cuenta de lo que hacía y que si atraía su atención, tal vez
podía hacerle un daño irreparable. Deseó saber más acerca del estado de
Sophie, para poder ayudarla. No se atrevió a hacer nada y sólo continuó con los
ejercicios, tratando de ocultarle su excitación.
No tarareó ninguna de las otras canciones y, después de pensarlo, Mariana
recordó que esa canción había estado entre las de más éxito algunas semanas
antes de la muerte de Natalie. ¿Había alguna conexión? Tenía que hablar con
alguien, ya que no Podía hacerlo con Peter ni con Sarah. De pronto pensó en
John
Howard. Encontraría su dirección en la guía telefónica.
Mariana marcó su número y fue el mismo doctor Howard el que la respondió. Mariana
le dijo quién hablaba.
—Quisiera saber si podrías venir. Es acerca de Sophie... es algo muy
curioso... la he escuchado tararear una canción... —él parecía tan excitado
como ella.
—Iré enseguida.
Mariana fue en busca de la señora Lancaster.
—Espero al doctor Howard —le sorprendió al ver que el ama de llaves fruncía
el ceño y parecía que no lo aprobaba—. ¿Sucede algo? Quiero hablar con él de
Sophie... —Mariana le contó lo que había ocurrido en el jardín y enseguida la
expresión de la señora Lancaster cambió.
—Él es la mejor persona con la que puede hablar. Antes de que viniera aquí,
era especialista en problemas infantiles, pero lo abandonó porque le ocupaba
mucho tiempo.
—Sí. Comprendo que quiera pasar el mayor tiempo posible con su esposa. Debe
de ser terrible para ella, pobre mujer...
—Sí, pero hay quienes piensan que es peor para él. Estar atado a una
inválida... por supuesto que ella está segura. Él no se puede divorciar. Ahora
trabaja media jornada y se mantienen con el dinero de ella. Es de una familia
muy rica. Su padre tenía mucho dinero y ella fue hija única...
—Oh, estoy segura de que esa no es la razón por la que sigue a su lado —se
sintió molesta por el comentario de la señora Laceasteis tal vez porque ella
misma había sufrido muchas desilusiones y no podía escuchar que un hombre
traicionara a otra de su sexo.
—Quizá no —le sonrió.
Iba a subir a cambiarse cuando sonó el teléfono en el vestíbulo. Lo cogió
y se sorprendió al escuchar una voz femenina que no le era familiar.
—Soy Helen Howard. Mi marido me ha pedido que la llamara. Iba a verla
cuando lo llamaron por una urgencia... un accidente de carretera. Estará con
usted tan pronto como pueda. ¿Cómo está Sophie? —preguntó con preocupación—.
¡Siempre fue una niña tan dulce! Es muy triste ver sufrir a un niño.
A Mariana le gustó la señora Howard; aun sin conocerla. Hablaron durante
varios minutos y, cuando colgó, volvió a la cocina para avisarle a la señora
Lancaster del cambio de planes.
John Howard llegó después de la comida. Mariana tomaba el sol en el jardín
y Sophie dormía a su lado.
—Siento no haber podido llegar antes —dijo el doctor Howard,
disculpándose. Parecía cansado. Mariana se puso de pie con cuidado, para no
despertar a Sophie.
—No te preocupes. Tu esposa me avisó por teléfono.
Algo brilló en los ojos de John. Mariana pensó que tal vez era tristeza al
notar el contraste entre su salud y la de su esposa.
—Hermoso día —comentó el médico, mientras se quitaba la chaqueta—. Así está
mejor —iba vestido con un sencillo traje y una corbata que a Mariana le pareció
familiar y le recordó a la que había encontrado en su casa. ¿Eran iguales?
Apartó de su mente ese absurdo pensamiento. ¿Por qué iba a haber una corbata
de John Howard en casa de su tía?
—Iré a preparar café —ofreció Mariana. Y se puso la bata, aunque no había
nada indecente en su bikini, pero se sentía mejor un poco más cubierta.
Cuando Mariana volvió con el café y con limonada para Sophie, la pequeña
aún dormía. Y por eso comenzó a explicar a John Howard lo que había sucedido
esa mañana.
—Hmmm, como lo describes, suena como algo involuntario... lo que prueba que
no tiene dañadas las cuerdas vocales, aunque nunca creímos que fuera un
problema de ese tipo. ¿Se dio cuenta Sophie de lo que hacía?
Mariana respondió con un gesto negativo.
—No me atreví a atraer su atención. ¿Debía...?
Él negó, anticipando su pregunta.
Me pareecee q eestoy empezando a entender algo, a Peter obviamente no u.u pero este doctor no era el amanteee de Natalie?? q se yo tengo mas dudas q sertesas ajajaaja
ResponderEliminarMAAAAS!!
Beso,Anto
me encanto se me van aclarando algunas dudas jajajaj quiero mas novela nenaaaaaaaaaaaaaaaaa jajajajaaj espero que los 3 comentarios sehan rapidoooo
ResponderEliminarEn definitiva la intriga es buenisima.... hace que me apegue mucha mas a la nove
ResponderEliminarMe encçanta la nove
ResponderEliminarme encanta la nove.... es genial.... espero q sigas subiendo!!!!
ResponderEliminarBesos q estes bien...!!!!
El doctor ,psrece k si tuvo k ver con Natali,y k su esposa sabe todo.
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