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viernes, 18 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable capitulo 6 ultima parte





—¿Por qué no? Antes te gustaba... Una vez me dijiste que era el único que te llama Mariana y que escuchar mi voz pronun­ciando tu nombre te hacía perder la cabeza.
Mariana recordó que sí le había dicho eso, y que, aunque a él le hizo mucha gracia, desde aquel día siempre que estaban solos, Peter murmuraba su nombre contra su piel y saboreaba la res­puesta instantánea de ella.
Peter deslizó la bata de sus hombros y, a pesar de que a Mariana le hubiera gustado sostenerla, la dejó caer. Se dijo que sería in­digno luchar y que la mejor manera de resistir era no responder. Su bikini no era muy pequeño, pero se sintió muy incómoda, cuan­do él se puso a mirarla. Peter murmuró acariciando su cuello:
—Siempre tuviste un cuerpo hermoso, Mariana —ella apretó los dientes para no responder. Odió a Peter cuando éste rió, mientras su boca se deslizaba por la piel de Mariana hasta llegar a su cuello.
El deseo la atormentaba. Sería muy fácil besar su boca, acari­ciarle el cabello y abrazarlo con fuerza, pero no cedería. Peter añadió:
—La misma Mariana de siempre —continuaba acariciando sus hombros—. No te importa atormentarte con tal de no ceder. Sa­bes que me deseas y yo también lo sé...
—No es cierto —respondió sin pensarlo. Él se rió, triunfante.
—Eso está mejor. Al fin muestras una emoción real. Mien­tes, Mariana. Me deseas. Todo tu cuerpo lo dice —la acarició lenta­mente hasta que la hizo gemir—. Lo ves, Mariana —su mano se movió hasta sus senos y Mariana cerró los ojos. No quería abrirlos, pero algo la forzó a hacerlo. No quería ver su mano sobre sus senos, pero se sintió obligada a hacerlo. Bajo el delgado algo­dón de su bikini, sus excitados pezones mostraban su pasión. Sen­tía que la tensión era insoportable—. Me deseas —insistió con voz ronca—, y aunque tal vez me condene por ello, yo también siento lo mismo.
—No... —su gemido pareció haber despertado algo primiti­vo en él, ya que la atrajo con fuerza y la oprimió contra su pe­cho, amoldándole su cuerpo contra el suyo.
—Sí... sí... Mariana... Siente cuánto te deseo. Tú me deseas de la misma manera... sé que así es.
No pudo resistir más. El calor de su cuerpo la obligó a res­ponder. Sabía que era una tonta al dejarse llevar por el deseo, pero al sentir cómo la deseaba él, algo despertó en su interior que no pudo controlar.
Mariana escuchó entre sueños su propio gemido cuando Peter le desató la parte superior del bikini. Sintió su respiración agita­da y vio el brillo de sus ojos cuando la apartó para estudiar la perfección de sus senos. Él se quitó la chaqueta y, con impacien­cia, luchó para quitarse la corbata. Sus movimientos hicieron eco en Mariana y sintió cómo la pasión la envolvía.
Ella nunca había posado desnuda para ningún fotógrafo y al ver la evidente excitación de Peter, al mismo tiempo sintió ver­güenza y frenesí.
Él comenzó a desabrocharse la camisa, pero abandonó la tarea para tomarla en sus brazos y, con voz ronca, decirle sobre el hombro:
—Quítamela, Mariana. Creo que me volveré loco si no te toco.
Al colocar las manos sobre los botones, ella sintió que el ca­lor de su piel la quemaba. Mariana experimentó una intensa necesi­dad de sentir ese calor directamente contra su cuerpo. No sabía quién de los dos temblaba más. Mientras trataba de concentrar­se en la tarea de desabrocharle la camisa, la boca de Peter acari­ciaba su garganta y sus hombros. El placer la hizo estremecerse cuando terminó con el último botón y tiró de la camisa para sa­carla del pantalón. Su cuerpo era más duro y fuerte de lo que Mariana recordaba. Sintió la tentación de pasar los dedos sobre el vello oscuro que cubría su pecho.
Mariana detuvo sus caricias al escuchar su respiración anhelan­te y el placer invadió su cuerpo cuando Peter amoldó su pecho contra el suyo. Cuando él se movió, Mariana gimió y comenzó a
besarlo enloquecida haciendo que Peter gimiera de placer.
—Mariana —su voz se perdió bajo un beso apasionado, sus bocas se fundieron en una y un torbellino de deseo los envolvió.
Peter deslizó las manos por su cuerpo y Mariana sintió la deli­berada caricia de sus fuertes músculos contra los suyos. Lo escu­chó murmurar:
—Sí... Mariana. Sí... bésame... —produjo ardientes sonidos de placer cuando ella lo obedeció. Sus palabras hicieron que su pasión aumentara y lo besó y acarició hasta que la barrera de su cinturón la detuvo. Peter la levantó y la llevó hasta el sofá que estaba contra la pared—. Mariana... ¡Cómo me atormentas! —la observó y ella se estremeció bajo su exploración.
Lo deseaba con tanta intensidad que no le importaba saber que después sufriría, ya que tendría algo que soñar y recordar. Recordaría que lo había excitado hasta el punto de hacerlo es­tremecer de placer. También sabía que si ahora lo detenía, él no trataría de forzarla, ya habían superado esa etapa.
Esto era lo que deberían haber compartido siete años antes, por eso no había podido olvidarlo. Los dedos de Mariana tocaron su cintura, mientras le besaba. La respiración de él fue explosi­va, se inclinó y le besó los senos. Deslizó los labios por su cuerpo y sus dedos desataron la parte inferior de su bikini. Durante un instante se sintió cohibida y levantó la cabeza, tratando de mur­murar una protesta instintiva, pero las palabras murieron sin ser pronunciadas cuando lo miró a los ojos y se estremeció por la pasión que vio brillar en ellos.
—Eres tan, tan hermosa... —pronunció las palabras despa­cio y le quitó el bikini. Mariana cerró los ojos—. Mariana... —la acarició con intimidad—. Tócame, Mariana... —le dijo con voz ronca—. Tócame... bésame... como yo te beso y te toco...
Mariana obedeció como un autómata. La respuesta de Peter a sus caricias era evidente. El cuerpo de Mariana respondía de igual manera.
—Peter... por favor... te quiero.. Yo... —Peter notó su inquietud y al temer que se retirara, los ojos se le llenaron de lágri­mas. Y se acostó contra ella.
—Yo también te quiero —sus palabras fueron confirmadas por sus acciones y Mariana ya no sintió temor y respondió a ciegas a su pasión. Durante un instante Mariana sintió un breve espasmo de do­lor; los dedos de Peter la oprimieron. Y al abrir los ojos, lo en­contró mirándola incrédulo. Mariana había olvidado que él no sabía que todavía era virgen, y creyendo que se iba a retirar, lo abrazó y besó con pasión hasta que él le respondió con la misma intensidad. Mariana gimió... de placer, no de dolor, pero el sonido fue apa­gado por la boca de Peter que la besó con fervor, haciéndole sen­tir toda su pasión. Mariana pronunció su nombre con pasión y sintió una gran satisfacción al saber que lo había complacido. De pronto sintió que todo giraba a su alrededor y comprendió, asombrada, que iba a desmayarse... Peter acababa de hacerle el amor y ella iba a desmayarse. Sintió que la oscuridad la invadía. Oyó que él pronunciaba su nombre, pero no tenía fuerzas para responderle. Al abrir los ojos, Mariana pensó que su desmayo había durado sólo unos minutos, pero se encontró con que Peter estaba incli­nado sobre ella, ya vestido, y le decía:
—Mariana... —su voz era áspera y la expresión de sus ojos fría, por lo que ella se estremeció. La había cubierto con su bata y apreció la breve protección—. Mariana... tenemos que hablar... Ni una palabra de amor; pero, ¿qué esperaba? —No... no... —el pánico se apoderó de su voz y trató de ocul­tarlo. Se sentó, tapándose con la bata. Cuando Peter se movió para ayudarla, ella se apartó como si su contacto quemara. Él dejó caer los brazos y se alejó, con la boca tensa. —Mariana...
—No... No, no digas nada. No quiero oírlo —se puso de pie y se dirigió a la puerta. Había olvidado que estaba cerrada con llave y, con impotencia, la golpeó con el puño, mientras las lá­grimas rodaban por sus mejillas—. Déjame salir de aquí —le dijo medio histérica, sin saber la causa de su llanto o por qué sentía ese impulso de huir, sólo sabía que tenía que alejarse... que te­nía que huir de la presencia de Peter...
—Mariana... No voy a tocarte —le dio la espalda mientras abría la puerta. Ella se apresuró a salir y no se detuvo hasta que llegó a su habitación. No sabía lo que había provocado su huida y ahora que su deseo estaba apaciguado, sentía amargura y vergüenza. Amaba a Peter, pero él no la amaba y, peor aún... sabía lo que ella sentía... con seguridad así era... sabía la razón por la que había permanecido virgen... y la razón por la que con tanta im­paciencia había perdido hoy su virginidad. Sintió que la vergüenza le quemaba la piel. Si pudiera desaparecer, si no tuviera que en­frentarse a él otra vez... pero tenía que pensar en Sophie. No po­día alejarse de la niña ahora, ya que su futuro y su salud eran más importantes que su orgullo egoísta. Natalie no la había nom­brado tutora por amor, pero ella haría todo lo posible para cum­plir bien su papel. Tendría que enfrentarse con Peter y soportar su burla, pero le pedía a Dios que no fuera enseguida, ya que todavía no era capaz de vencerle.

maratonnn solo si hay varias firmas disfruten del capi besossss

6 comentarios:

  1. Mas nove............

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  2. haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay no lo puedo creer pero me quedo la duda si isieron el amor o se desmayo antes de hacerlo quiero mas novela la nove cada vez se va a aclarando

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  3. grande cap sos una genia... quiero massss....

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  4. me encanta la nove quiero mas capi

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  5. Maas noveelaa1 me encnataa

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  6. Peter me parece bastante orgulloso y rencoroso,depues k ella le entrega su virginidad ,se muestra frio de nuevo,un caradura.

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