COMO no quería volver a encontrarse con Sarah, Mariana decidió que la
próxima vez que fuera, pasaría la mañana en su vieja casa, ya que quería volver
a verla antes de que le hicieran el presupuesto de los arreglos necesarios.
¿Era sólo nostalgia lo que le impedía desprenderse de la casa? Después de todo,
casi nunca estaba en Inglaterra. Aunque por su edad sabía que le quedaban pocos
años de profesión y la casa sería perfecta para retirarse a vivir con
tranquilidad. Además Sophie vivía en Little Martin y sería mucho más fácil
verla si tenía una casa allí. Tuvo una dolorosa visión de Peter con Sarah y los
hijos que tal vez tendrían, así como de que ella siempre estaría fuera de su
vida, tolerada sólo porque Natalie la había nombrado tutora de Sophie. Un
pensamiento amargo la invadió. Natalie sabía lo mucho que había amado a Peter.
¿Acaso su prima la había nombrado tutora con el maquiavélico deseo de hacerle
daño para siempre? Trató de alejar ese pensamiento y se dirigió hacia su casa.
Había escuchado demasiadas cosas conflictivas durante los últimos días y le resultaba
muy difícil relacionar todos los hechos. Por ejemplo, Richard le había dicho
que Peter rechazó a Natalie por su embarazo. Mientras que Peter le había dado a
entender que Natalie mantenía relaciones con otros hombres; pero entonces era
probable que su prima, que no era una mujer estable emocionalmente, pensara que
tenía una buena razón para portarse así, si era verdad que Peter la había
rechazado.
Cuando se detuvo frente a su casa, Mariana continuaba sin saber qué pensar
con exactitud. Peter era un hombre a quien le atraía mucho el sexo, a juzgar
por los últimos acontecimientos. Y no creía que fuera un hombre capaz de
abandonar la cama de su esposa a no ser que otra persona hubiera ocupado el
lugar de su mujer. ¿Había traicionado a Natalie de la misma forma en que la
traicionó a ella? Las dos eran jóvenes e inocentes... tal vez demasiado simples
para mantenerlo interesado ocupando el lugar de su mujer.
Bajo el brillante sol del verano, la casa estaba en muy mal estado. Le
costaría una fortuna arreglarla. La cocina necesitaba un arreglo total y quizá
ampliarla, ya que era muy pequeña. La perspectiva de todos los gastos
necesarios era abrumadora, pero Mariana pensó, al recorrer la casa, lo mucho
que disfrutaría viviendo allí, tan cerca de Sophie... Las dos pasarían las
tardes charlando... Si Sophie volvía a hablar.
Mariana estaba segura de que su sobrina conseguiría librarse del trauma que
la mantenía en el mundo del silencio. Si hubiera alguna forma de ayudarla...
La impotencia de su situación la angustiaba. Mariana nunca imaginó que podría
llegar a querer tanto a la hija de Peter y Nat. Pero Sophie se parecía mucho a
ella y a su abuela, y quizá por eso se estableció un lazo instantáneo entre
ellas. Reflexionó sobre lo mucho que esa combinación debió afectar a Natalie,
quien siempre la había odiado y nunca apreció a su propia madre.
Mariana suspiró y comenzó a subir la escalera. En seguida se dio cuenta del
mal estado de la escalera. La barandilla se balanceaba de forma peligrosa y
los escalones crujían como si la escalera estuviera a punto de derrumbarse.
Cuando llegó arriba, Mariana fue, de manera instintiva, hacia su habitación
y sus ojos recorrieron lentamente sus estanterías. Había varios huecos.
¿Significaba eso que Sophie tenía más libros suyos? Pero, ¿cómo los había
conseguido? Mariana no podía imaginarse a Natalie dándoselos. A su prima nunca
le gustó leer.
Mariana recordaba que una noche había llorado bajo las
sábanas porque Natalie le había roto uno de sus libros favoritos. Recordó con
amargura que su prima había disfrutado con su dolor. ¿Había cambiado tanto como
para querer dejar a su hija bajo su cuidado? No creía que así fuera. Mariana
tenía un. fuerte presentimiento de que sus primeras sospechas eran las
correctas. Natalie la había nombrado tutora por maldad, porque sabía la gran
tortura que sería para ella estar cerca de Peter.
Mariana se estremeció y se sentó sobre la cama húmeda, sin darse cuenta de
que sus pantalones se estaban empapando. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué era lo que
debía admitir? De repente, Mariana fue capaz de enfrentarse cara a cara con
algo que se había querido ocultar a sí misma durante años. No había habido
nadie más en su vida porque jamás había olvidado a Peter. Se había alejado y
construido una nueva vida, pero fue una vida estéril y, no importaba lo mucho
que tratara de negárselo, aún era vulnerable ante Peter. Durante su carrera
como modelo había conocido a muchos hombres... algunos muy atractivos y mejor
parecidos que Peter, pero ninguno la impresionó como él. Aún lo amaba, si amor
era la descripción correcta de las complejas emociones que él le producía:
ira, necesidad, dolor, deseo sexual y la terrible angustia de saber que a ella
le importaba mucho, mientras que él no parecía tener ningún interés por ella.
Mariana se puso de pie y caminó por la pequeña habitación, enfadada
consigo misma y sintiendo un amargo resentimiento contra Natalie, por haber
provocado esta absurda situación.
La otra noche, cuando Peter la tocó, respondió dominada por su sentido, sin
que su voluntad pudiera evitarlo. Peter creía que tenía mucha experiencia
sexual y que a eso se debía su respuesta. Mariana cruzó los brazos y se dijo
que él nunca debería descubrir la verdad. Si la averiguaba, la usaría para
humillarla y degradarla, para burlarse de ella y causarle dolor, como hizo en
el pasado. Ni siquiera había querido pensar en ese dolor. Había sufrido
demasiado como para querer recordarlo.
De pronto, la casa la hizo sentir claustrofobia. Fue hacia la puerta y en su
prisa por salir se tropezó con una pequeña cómoda. El golpe movió el mueble
unos centímetros y reveló una corbata de hombre que había debajo. Mariana la
recogió. Era una corbata tradicional, que parecía de una antigua escuela o una
universidad. Al cogerla, Mariana se dio cuenta de que era una corbata de seda
de alta calidad. ¿Cómo había llegado hasta esa habitación? Tal vez había sido
del padre de Natalie, aunque parecía nueva. De todas formas, ya no importaba a
quién había pertenecido y Mariana la dejó sobre la cómoda y se dirigió hacia la
puerta.
Mariana pensó que ya era hora de que devolviera el coche que le habían
prestado a su dueño, y se informara de cómo iban los arreglos del suyo. Si en
el taller no conseguían que funcionara, tendría que alquilar uno para poder
desplazarse durante el tiempo que durara su visita.
Cuando llamó al taller, le informaron que no había grandes problemas con el
coche y que estaría listo en dos días. Se dirigió a la oficina de Harold
Davies, a quien le encantó volver a verla y la invitó a comer. Mariana aceptó y
pensó que él le podía indicar a quién debería contratar para que le arreglara
la casa. Cuando mencionó el coche, Harold le dijo:
—Quédate con él hasta que esté arreglado el tuyo. Mi hermana todavía
tardará en volver.
—Eres muy generoso. No sé cómo te voy a pagar todas tus atenciones.
—Comiendo conmigo hoy y cenando alguna noche de esta
semana.
Los dos rieron y Mariana comprendió que era su forma de acercarse a ella,
lo cual la divirtió.
Harold Davies era un hombre que siempre disfrutaba
cuando tenía a una mujer atractiva a su lado y si ésta era socialmente conocida, mucho mejor. Cuando se casara, escogería con
cuidado, con seguridad a alguien que fuera importante. Era un hombre que
siempre pondría sus intereses personales en primer lugar, pero resultaba una
compañía agradable. Al menos, hablar con él le permitiría abandonar sus
pensamientos durante un rato. Cuando se subieron en su elegante BMW, él
comentó:
—Un coche presentable es importante en mi negocio. Ayuda a impresionar a
los clientes...
Harold la llevó a un pequeño restaurante campestre que ella no conocía,
pero que debía ser muy popular, porque les resultó muy difícil encontrar sitio
para aparcar el coche.
—Este sitio lo han abierto hace poco. Yo les vendí la casa. Es una joven
pareja especialista en cocina internacional. Creo que te gustará.
Ya dentro del restaurante, Mariana notó que la atmósfera campestre se
había mantenido y que la casa había sido renovada para crear un comedor cómodo
y alegre. La joven que los saludó era agradable y encantadora. Harold la
presentó como Sally Webb y explicó a Mariana que ella y su marido eran los
dueños del restaurante.
—Paul es el rey de la cocina —dijo Sally con una sonrisa—. Yo soy
responsable de las compras y de la administración del lugar —hablaron durante
unos minutos y después se fueron al bar, a tomar una copa. Al poco rato Sally
volvió para llevarlos hasta su mesa. Aunque el lugar estaba concurrido, no
había demasiado gente. El menú no era extenso, pero sí variado. Mientras esperaban
el primer plato, un hombre alto y rubio entró en el restaurante. Tenía los
hombros anchos y era muy atractivo, pero Mariana tuvo la impresión de que
estaba agotado y muy nervioso. Su cabello rubio tenía canas, a pesar de que no
debía tener más de treinta y tantos años. Cuando vio a Harold le sonrió y se
acercó a ellos.
—John —lo saludó Harold—. ¿Comes solo?
—Esa era mi intención.
—Bueno, si a Mariana no le importa, ¿por qué no te sientas con nosotros?
—dicho de esa manera, Mariana no habría podido negarse aunque hubiera querido,
pero había algo en aquel hombre rubio que la conmovía. Intuía que había sufrido
mucho. Quien quiera que fuera, con seguridad era importante, ya que Harold
quiso que los acompañara, tal vez un cliente en perspectiva. Cuando se lo
presentaron, se sorprendió—. Mariana, te presento a John, el doctor John
Howard. Vive en las afueras de la ciudad...
—Sí... —la sonrisa de Mariana fue automática—. Sí, lo sé... — éste era el
doctor Howard, el mismo que le prescribió a Natalie las pildoras para dormir.
¿Sería eso lo que le angustiaba? Parecía un hombre a quien le disgustaría
mucho saber que uno de sus pacientes había usado para quitarse la vida los
medicamentos que él le había recetado. Mariana recordó la historia de su esposa
y su simpatía hacia él aumentó. Con tacto, mencionó que era prima de Natalie y
notó que el doctor Howard se ponía tenso.
—Una verdadera tragedia —interrumpió Harold—. Y su pobre hija, ¿cómo está,
Mariana?
—Me es difícil decirlo, ya que sé muy poco de estas cosas. ¿Qué
posibilidades tiene de volver a hablar? —le preguntó a John Howard,
aprovechando la oportunidad de tener una opinión médica.
—Todo depende —se puso muy tenso. Mariana notó sus
puños cerrados y su cara blanca.
—¿De qué? —insistió Mariana—. ¿De descubrir la causa del trauma? Estoy
segura de que, de alguna manera, está conectado con Natalie. Mi prima... —se
detuvo sorprendida, al ver que John Howard volcaba su bebida y el líquido se
extendía por la mesa. Tenía la cara tan blanca como el mantel y Mariana se
impresionó al ver su tensión.
Te odioo nena, entre q no entiendo nada, vos me dejas con intriga¬¬
ResponderEliminarMAAAS!!
Beso,Anto
masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarMas nove
ResponderEliminarCHE PUPY Y SI ME SUBIS OTRO NENA ES SUPER HERMOSOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO QUIERO MAS NENA ENCIMA ME DEJAS ASI
ResponderEliminarme encanta maaas :d
ResponderEliminarexcelente novela ,otro capitulo mas
ResponderEliminarMe tienes en ascuas cada vez mas,es imposible no pedirte mas caps,no me conformo con uno.
ResponderEliminar