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viernes, 18 de mayo de 2012

novela: un amor inolvidable capitulo 8 segunda parte



—No. Creo que sé lo que hizo que Sophie desapareciera dé esa manera, pero no comprendo por qué fue a esa casa. Yo creía que ni siquiera sabía que existía. Después de que te fuiste, Natalie no volvió a visitar a su madre y cuando la casa quedó vacía...
—Estás equivocado, Peter. Natalie había ido a la casa últi­mamente. La primera vez que entré, después de mi llegada, pude oler su inconfundible perfume. Y Sophie debía ir con ella, por­que tiene algunos libros míos que sólo ha podido coger de allí. Estoy segura de que Natalie nunca habría pensado en llevárselos.
—No, nunca hubo amor entre vosotras.
—No comprendo por qué Natalie iba a la casa. Siempre dijo que la odiaba, incluso cuando éramos pequeñas —Mariana se sor­prendió al ver una expresión de amargura en el rostro de Peter.
—¿No lo comprendes? Creí que sería obvio. Aunque, en vis­ta de los últimos acontecimientos, quizá te estoy juzgando mal otra vez. Sospecho que Natalie usaba tu casa para encontrarse con sus amantes.
Mariana se sorprendió tanto que se quedó sin palabras. No sa­bía qué le sorprendía más: lo que Peter había sugerido o su apa­rente falta de interés por las traiciones de Natalie.
—¿No te importaba? —murmuró, sin darse cuenta de que ex­presaba sus pensamientos—. Tú no...
—¿La amaba? —torció la boca—. Natalie y yo hicimos un trato, Mariana, y el amor no estaba incluido en él.
Pasaron varios segundos antes de que Mariana comprendiera la verdad. Peter se había casado con Natalie porque le iba a dar un hijo. Mariana debía sentir lástima por su prima, pero no pudo" evitar una agradable sensación de alivio. Ahora sabía que Peter nunca había amado a Natalie... aunque le había hecho el amor, al mismo tiempo que la enamoraba a ella... Quizá no había amado a Natalie, pero tampoco a ella... era una verdad innegable.
—Sophie parecía muy molesta por la presencia de John — Mariana rompió el silencio, diciendo lo primero que pasó por su mente.
—Sí... sí. ¿Qué te hizo buscar en tu casa y por qué no me dijiste a dónde ibas? —Peter le hizo esa pregunta en el mismo momento en que entraba una enfermera, para decirle a Mariana que ya podía irse.
—Era sólo una débil esperanza... Me daba vergüenza decir­lo... casi ni yo misma lo creía...
—Y por eso, casi... —se detuvo y se volvió. Mariana compren­dió que estaba furioso con ella y que tenía razones para estarlo, ya que había puesto en peligro la vida de Sophie.
La enfermera le pidió a Peter que saliera de la habitación para que Mariana se vistiera.
—¿Estás segura de que te encuentras bien? —le preguntó Peter cuando ella salió al pasillo.
Mariana se preguntó si de verdad tendría tan mal aspecto o si Peter le había dicho eso porque prefería que permaneciera en el hospital.
—Estoy bien. Tan pronto como haga los arreglos necesarios, me iré...
—Hablaremos de eso después —la llevaba hacia el coche—. El doctor Stafford quiere hacerte una revisión dentro de dos se­manas. Si yo fuera tú, ahora no haría ningún preparativo para irme.
No me ha dicho nada.
—¿No? —parecía aburrido con la charla. Se inclinó sobre ella y le aseguró el cinturón de seguridad.
—No soy una niña —se quejó Mariana; sabía que era infantil, pero el roce de los dedos de Peter era una agonía que aún no podía soportar, ya que le hacía recordar sus caricias.
—¿Y qué pasa con Sophie? ¿Qué le ha pasado a tu sentimiento de responsabilidad? ¿Ya no sientes ninguna responsabilidad ha­cia ella? ¿O todo era una pose, Mariana? Una forma de acercarte a mí...
—4No! Amo a Sophie —dijo temblorosa—, pero no creo es­tar ayudándola.
—La misma Mariana de antes. Siempre quisiste resultados al ins­tante. Sophie necesita tiempo, Mariana... tiempo para adaptarse a la muerte de Natalie... Te ama. Si te vas ahora, puedes causarle un daño irreparable.
¿Por qué le decía todo eso? No era posible que quisiera que se quedara... Ya se lo había dicho... se lo había demostrado... a menos que... Peter era un hombre muy sensual... tal vez que­ría convertirla en su amante. ¿Alguien a quien usar hasta que se cansara de ella?
—Si me quedo, será estrictamente como tutora de Sophie — pronunció las palabras sin pensarlo y Peter detuvo el coche con un brusco y estridente frenazo. Por fortuna, estaban en un ca­mino vecinal, pensó Mariana. La furia amarga que vio en sus ojos cuando él soltó el volante y la asió por los hombros, la hizo es­tremecerse.
—¿Y qué demonios significa eso?
—No me toques —Mariana sabía que estaba en peligro, que si Peter no la soltaba, pronto le confesaría su amor por él, y le pe­diría mucho más que el contacto con sus dedos—. Déjame ir, no soporto que me toques —mintió con voz ronca. La cara de Peter parecía sin vida, sólo brillaban sus ojos mientras la miraba. La soltó despacio y se reclinó en su asiento.
—No te preocupes, Mariana —le dijo con sarcasmo—. Tengo cosas más importantes en que pensar que hacerte el amor. Me confundes. Eres una mujer con muchas contradicciones.
—No pretendo que me entiendas, Peter...
—Creo que comienzo a comprender por qué Lucas y tú conti­nuáis siendo amigos. ¿Qué sucedió, Mariana? ¿Esperabas que se ca­sara contigo y él perdió el interés?
—Nunca quise casarme con Lucas.
—No... Olvidé que tu carrera era lo más importante... y él fue el vehículo que empleaste para lograrlo...
—Sí, tienes razón —su corazón latía con fuerza. Durante un momento olvidó la mentira que había inventado para salvar su orgullo. Tenía que evitar que Peter adivinara lo mucho que la había lastimado su traición.
Durante el resto del viaje permanecieron en silencio. Mariana suspiró aliviada cuando llegaron a la casa. El tobillo aún le dolía un poco y necesitaba subir la escalera con precaución. Se detuvo un momento para reunir fuerzas antes de empezar a subir, pero en ese momento Peter la cogió en brazos.
—Peter, bájame. Yo puedo hacerlo...
—¿Para qué molestarte? Así subirás más rápido.
—No soy una inválida —protestó; pero él la llevó hasta su habitación y la depositó en la cama.
—Quizá no, pero has estado ingresada unos días en el hospi­tal. Stafford dijo que teníamos que asegurarnos de que descan­saras —aún permanecía inclinado sobre ella y Mariana sentía enor­mes deseos de tocarlo... de sentir su boca contra la suya... Tal vez algo en su expresión le comunicó a Peter sus deseos, porque notó un cambio en su expresión—. Mariana... —la forma en que pronunció su nombre, hizo que el corazón le diera un vuelco. Se dijo que lo necesitaba, que lo quería. Él le cogió la cara y le aca­rició la boca.
—¡Peter! —la imperiosa llamada de Sarah hizo que Mariana vol­viera a la realidad. Se apartó de él como si fuera fuego—. Necesito hablar contigo acerca de Sophie —le dirigió a Mariana una mi­rada venenosa—. Ya la has traído.
En la voz de Sarah se podía saber muy bien lo que pensaba al respecto.
Cuando salieron de su habitación, Mariana recordó que no le había dicho a Peter que Sophie había hablado. Ya habría otras ocasiones y tal vez sería mejor discutirlo primero con John. Él la creería, mientras que Peter pensaría que se lo había inventa­do para demostrar que su presencia era benéfica para Sophie y así poder quedarse más tiempo cerca de él. Pero, en apariencia, Peter quería que se quedara... Aturdida por sus pensamientos, Mariana cerró los ojos y se quedó dormida.

5 comentarios:

  1. me super encanta quiero que lali le confiese por dioooos quiero mas novela linda
    te quierooo
    dulce

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  2. quiero massssssssssssss

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  3. plis seguila quiero mas novela @pau_lu

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  4. Va a velar sus sueños,al menos eso espero.La ama tanto como al principio en su juventud,sino no estaria asi d ironico y sarcastico,siempre intentando sacarle informacion sobre su vida.

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