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sábado, 26 de mayo de 2012

novela: salir del paraiso capitulo 24



vi a Peter hoy en la escuela. Los rumores están corriendo desenfrenados sobre los moretones en su rostro. Ninguno de los rumores es cierto.
Después de la escuela tomo el autobús para ir a casa de la Sra. Reynolds. Camino por el pasillo hasta donde Peter está sentado. Él no mira hacia arriba. Tomo asiento junto a su lado como lo hice ayer.
Esta vez no anda detrás de mí después de que dejamos la parada del autobús a la casa de la Sra. Reynolds. Caminamos lado a lado, como si hubiera un acuerdo tácito entre los dos. Yo soy la única (además de Vic y sus amigos matones) que sabe cómo obtuvo Peter sus moretones. La pelea de ayer me dio miedo. ¿Peter se metió en la pelea porque Vic me insultó? Independientemente de las razones que fueran, éramos nosotros contra ellos. Peter y yo estábamos en el mismo equipo y no teníamos oportunidad de ganar.
Es por eso que corrí detrás de un árbol y llamé al 911 desde mi celular, para protegerlo/protegernos, porque él nunca sería capaz de luchar contra tres chicos solo, y Dios sabe que mi bolso de libros barato no podía aguantar mucho más, y nunca he sido capaz de aguantar una pelea de todos modos. La pelea está terminada, pero sus efectos posteriores no se han detenido.
Así que ahora es otro día de trabajo, juntos en casa de la señora Reynolds, pero no.
Peter aun sigue mis condiciones: él no me habla mientras trabaja en el kiosco y yo planto más narcisos.
Tarareo canciones mientras trabajo. A veces la señora Reynolds tararea conmigo, hasta que comienza a cantar las palabras de las canciones a gritos tan fuerte que dejo de trabajar y abro y cierro mis ojos ante esta señora de edad que no le importa lo que la gente piense de ella.
Es realmente alucinante.
Cuando la señora Reynolds comienza a cabecear, camino dentro de la casa y me sirvo un vaso de agua. Antes de salir de la cocina, sirvo uno para Peter también. En silencio, lo dejo en una de las tablas de madera junto a él.
De vuelta en el interior preparo un pequeño refrigerio, recuerdo que me olvidé de traer el plato de galletas desde el ático la semana pasada. Subo los dos tramos de escaleras hasta el ático y recojo el plato.
La puerta se cierra y grito. Peter está de pie en el ático conmigo, el vaso de agua en sus manos. —¡Oh Dios Mío!
—No voy a hacerte daño, Mariana. Solo quería darte las gracias por el agua y… bueno, yo sé que no es fácil trabajar juntos, pero de verdad aprecio que no me eches a patadas.
—No puedes salir —dije.
—¿Por qué no?
—Porque la puerta se bloquea automáticamente.
Peter mira el tapón de la puerta y solo lo saca del camino. —Estás bromeando, ¿verdad?
Sacudo la cabeza lentamente. Estoy tratando de no entrar en pánico sobre la realidad de estar encerrada con Peter Lanzani en un ático. Respira, Mariana. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.
Peter intenta girar la perilla, luego trata una acción de girar-la-perilla-mientras-que-empuja-la-puerta. —Mierda —se gira hacia mí—. Tú y yo. En la misma habitación. Esto se supone que no debe pasar.
—Ya lo sé —digo.
—Podríamos gritarle a la señora Reynolds. Está durmiendo afuera, pero…
—Ella nunca nos oirá desde aquí. Su audición es marginal si estás a 3 metros de distancia. Cuando se despierte le gritaremos y entonces ella nos oirá.
—¿Entonces estás diciendo que estamos atrapados aquí?
Asiento con la cabeza otra vez.
—Mierda.
—Ya has dicho eso —le informo. Peter empieza a pasear mientras lleva las manos sobre su corte de pelo.
—Si bueno, esto apesta. Estar encerrado se está convirtiendo en el tema de mi vida —murmura—. ¿Cuánto tiempo antes de que ella se despierte?
Me encojo de hombros. —Podría ser una media hora, pero a veces duerme durante una hora o más, como ayer.
Tomando una respiración profunda, él se sienta en el centro del piso se apoya contra el baúl de la Sra. Reynolds. —Es mejor si tomas asiento —dice.
—Tengo miedo a las arañas.
—¿Aún?
—¿Te acuerdas de eso sobre mí?
—¿Cómo podría olvidarlo? Tú y Eugenia solían hacerme su asesino de arañas personal —dice. Lo miro extrañada—. Siéntate —ordena—. Le estoy dando a la señora dos horas para liberarnos y entonces echaré la puerta abajo.
Ninguno de los dos dijo nada durante un tiempo. El único sonido es nuestra respiración y los escalofriantes golpes y crujidos de la vieja casa.
—¿Fue aterrador estar en la cárcel? —le pregunto, rompiendo el silencio.
—Algunas veces.
—¿Cómo cuando? ¿Qué te hicieron?
Me doy la vuelta y lo miro. Su expresión es cautelosa. —Tú sabes, eres la primera que pregunta por detalles.
—Admitiré que he escuchado rumores. Sospecho que la mayoría de ellos no son ciertos.
—¿Qué has oído?
Hundo mi labio, nerviosa por ser la primera en decírselo. —Vamos a ver… que tenías un novio en la cárcel… que te uniste a una pandilla… que intentaste escapar y te incomunicaron… que le pegaste a un tipo que después necesitó ser hospitalizado… ¿Debería continuar?
—¿Tú crees algo de eso?
—No. ¿Por qué? ¿Son verdad?
Él inclina la cabeza hacia atrás contra el baúl y deja escapar un largo suspiro. —Yo estuve en una pelea, y estuve incomunicado por eso. —pone las manos sobre sus ojos—. Estuve incomunicado durante treinta y seis
horas. Dios, de todas las personas, no puedo creer que esté hablando contigo, sobre esto.
—¿Te dieron agua y comida?
Él se ríe. —Sí, sigues recibiendo las comidas. Pero estás durmiendo en una losa de cemento y un colchón de espuma de una pulgada por encima de eso. Un retrete de acero inoxidable es tu única compañía.
—Por lo menos estabas solo —le digo—. Yo tuve que esperar por alguien que trajera un tazón de plástico para ir al baño mientras estuve en el hospital. Entonces tuve que sentarme allí mientras ellos me limpiaban. Era tan degradante.
—¿Los médicos dicen si alguna vez caminarás sin cojear?
—No saben. Tengo que ir a la terapia física dos veces a la semana hasta que me vaya a España.
—¿España?
Le explico por qué estoy trabajando en casa de la señora Reynolds todos los días y de mi sueño de dejar Paradise para poder escapar del pasado.
—No podía esperar para volver a casa —admite—. Regresar aquí significaba que era libre de estar encerrado.
—Eso es porque eres Peter Lanzani. La gente siempre te aceptará. Lo único que me impidió ser una perdedora antes fue el tenis y Eugenia. Ahora que he perdido tanto, no tengo nada, excepto miradas humillantes y comentarios que la gente dice y que no quiero oír.
Peter se para y pasea por el ático otra vez —El volver a casa apesta. Pero dejar Paradise seria una manera de escabullirse.
—Para mí —le digo—. Dejar Paradise significa libertad. Me siento encerrada solo por vivir en este pueblo donde todo el mundo me recuerda lo perdedora que soy ahora.
Peter se agacha, su cara rígida delante de la mía. —Tú no eres una perdedora. Maldición, Mariana, siempre sabias lo que querías e ibas por ello.
Yo le digo la verdad. —Ya no es así. Cuando me golpeaste, una parte de mí murió.



listo por hoy espero que les haya gustado la maraton hasta mañana besossss

7 comentarios:

  1. NOOOOOOOOOO ÚN CAPI MAAÁAAAAS

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  2. NOOOOOOOOOO UN CAPI MAS PARZ QE SEAN 25 DALEEEEEEEEEEEEEEEEEE MI AMOR UNO MAS
    DULCE TE AMAA

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  3. MAS NOVELA DALEEEEEEEEEEEEEEEEEE ESTA RE BUENA
    MAGI

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  4. Otro mas no cae mal.... Esto se pone interesante

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  5. K mala!,yo me uno a las demas, quiero mas caps,aunque te has re portado ,pero nos dejas con ganas d mas.Sabia k si hablaban bien,estarian mejor,pero ya sabiamos k a Mariana antes del accidente le gustaba Peter,ahora dice k no,francamente ,no la creo,y Peter me parece k si sentia algo x Mariana ,pero ni el mismo lo sabia.

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  6. Estuvo buenisimo el cap! Me encanto.
    Mas Novee

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  7. me encantaron los capitulos
    me esta gustando mucho esta noveee!

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